30/05/2023 MÉXICO

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A raíz de la falta de reflexión en la doctrina y los detentadores de justicia, el autor, analiza acerca de la importancia jurídica, pero, sobre todo, social y espiritual de la consulta previa. Considera que el reconocimiento del derecho a consulta previa implica el fortalecimiento de tres elementos: el diálogo, el derecho a la identidad cultural y el respeto a su integridad.

Introducción

El 6 de enero del 2022, el Tribunal Constitucional peruano ejemplificó lo que llamo “un retroceso jurisprudencial”, en el cual desconocía el reconocimiento constitucional y fundamental del derecho a la consulta previa (EXP. No. 03066-2019-PA/TC). Dejando de lado la decisión de la sentencia, nos preocupa sumamente el escaso nivel de argumentación al negar la fundamentalidad de este derecho. Esto trajo a colación, además el reclamo de la Defensoría del Pueblo y las propias comunidades (quienes dicho sea de paso, indicaron que se remitirán a instancias internacionales).

Sin embargo, en la doctrina constitucional nacional se vió poco debate, no sólo por temas dogmáticos sino reflexivos. La consulta previa implica más allá de un mero consultar, posee un trasfondo filosófico y social más profundo. Alejando una perspectiva meramente positivista, la no consulta esconde, en el fondo una conciencia regional de discriminación, individualista, no dialógica que es menester cambiar. La consulta previa no es considerada con la importancia que se merece. En el presente trabajo buscamos contribuir a revertir esta situación a través de argumentos filosóficos, sociales, más que jurídicos. En los objetivos de este artículo se incluye la reflexión y revalorización que implica la consulta previa como una herramienta para lograr el reconocimiento de los derechos humanos de las comunidades indígenas y nativas, asimismo de su contribución al desarrollo democrático, a nivel nacional e interamericano. Es un llamado de atención a las autoridades públicas y a los detentadores de justicia que soslayan estas realidades a través de sus resoluciones o argumentos.

Derecho a la consulta previa 

El derecho a la consulta previa es el derecho a los indígenas u originarios a ser consultados de forma previa sobre las medidas legislativas o administrativas que afecten directamente sus derechos colectivos, sobre su existencia física, identidad cultural, calidad de vida o desarrollo. También corresponde efectuar la consulta respecto a los planes, programas y proyectos de desarrollo nacional y regional que afecten directamente estos derechos.

El documento legal más importante que consagra la consulta previa, nos remitimos al Convenio 169 de la OIT donde se indica en el Artículo 6.1: “Al aplicar las disposiciones del presente Convenio, los gobiernos deberán: a) consultar a los pueblos interesados, mediante procedimientos apropiados y en particular a través de sus instituciones representativas, cada vez que se prevean medidas legislativas o administrativas susceptibles de afectarles directamente”

Sin embargo, el Artículo 7 del mismo cuerpo legal es más explícito: “Los pueblos interesados deberán tener el derecho de decidir sus propias prioridades en lo que atañe al proceso de desarrollo, en la medida en que éste afecte a sus vidas, creencias, instituciones y bienestar espiritual y a las tierras que ocupan o utilizan de alguna manera, y de controlar, en la medida de lo posible, su propio desarrollo económico, social y cultural. Además, dichos pueblos deberán participar en la formulación, aplicación y evaluación de los planes y programas de desarrollo nacional y regional susceptibles de afectarles directamente”. Se desprende de los artículos del Convenio 169 del OTA, de manera insistente y, por cierto, que la consulta previa no solo posee una relevancia económica o social, sino además de autonomía y espiritualidad, aspectos que se profundizarán a continuación.

Permanente lucha de los pueblos originarios sobre el respeto a su desarrollo economico, social y cultural-Imagen Flirck

La consulta previa como un reconocimiento

El diálogo como ideal regulativo

El profesor Roberto Gargarella, un gran referente del constitucionalismo dialógico ha desarrollado en su último libro, como un ideal regulativo, la conversación entre iguales. Que básicamente implica una situación donde “todos los potencialmente afectados tengan la oportunidad de intervenir; como también que esa discusión resulte efectiva, en el sentido de que involucre genuinamente un proceso de corrección mutua y de intercambio de argumentos”. Obviamente no se está hablando de una igualdad en sentido estricto, sino justamente en una misma igualdad de trato y de respeto a través de medidas legislativas que promuevan paliar aquellas desigualdades materiales (raza, sexo, etnia, etc) que tienden a ser causales desproporcionales y arbitrarias de discriminación. Es por ello que se materializa el principio y el derecho a la igualdad cuando a todos se les brinda la oportunidad de participar y dialogar.

Sin embargo, en países o sociedades multiculturales o pluriculturales es donde se hace más difícil este diálogo o conversación debido a varios motivos concretos: a) Por la centralización de las políticas públicas, b) Por la lejanía o ubicación geográfica y c) -quizás la más determinante- Por las distintas formas de concepción. Estos elementos pueden originar mayor dificultad en realizar el diálogo; y por ello, no llegar a un acuerdo o el perfeccionamiento de un consentimiento. Pero más precisamente, sobre todo en sociedades multiculturales, se tiende a la discriminación constante por omisión o acción del Estado, en lo cual involucra indiferencia y falta de reconocimiento hacia aquellos grupos de personas históricamente excluidas y oprimidas como pueden ser las mujeres, los afrodescedienntes o las comunidades indígenas y nativas.

Las organizaciones indígenas rechazan la sentencia del Tribunal Constitucional que niega el derecho a la consulta previa de todos los pueblos indigenas de Perú. Fuente: Pressenza

En la doctrina constitucional, esto se llama como categorías sospechosas en la cual son “aquellos criterios sobre los cuales no pueden efectuarse distinciones entre los individuos; es decir, se presume su inconstitucionalidad por existir un alto grado de probabilidad de discriminación injusta sobre su base”. Ahora bien, conforme al Artículo 2 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, dentro de las categorías sospechosas encontramos de manera implícita (pero explícita en la mayoría de constituciones de la región) al origen étnico indígena; que por lo tanto, una medida legislativa o una omisión estatal respecto a esta categoría sospechosa implicaría una forma de discriminación.

Ante estas ideas expuestas, el derecho a la consulta previa es un claro ejemplo del esfuerzo estatal en la búsqueda de diálogo como ideal regulativo en sociedades multiculturales. Es más, el propio profesor Gargarrella sostiene (al lado de las audiencias públicas y los compromisos significativos o Meaningful Engagement) que la consulta previa forma parte de las innovaciones de este nuevo paradigma constitucional dialógico. Sin embargo, como indica el Convenio 169, la finalidad de la consulta previa es llegar a un acuerdo y consentimiento. Sin ello todo proceso concesionario carecería de legitimidad para realizar sus respectivas obras. Pero surge la pregunta: ¿Si es posible excluir la consulta previa cuando no afecte, por lo contrario, beneficie a la comunidad indígena? Sin embargo, consideramos que ello formaría parte de otra discusión.

El derecho a ser diferente: identidad cultural

Ahora bien, por qué es importante el diálogo (dicho sea de paso, es lo mismo que se preguntó el profesor Gargarella) ¿Qué hay en el fondo de esa discusión? .⦍¿Por qué es necesario considerar las ideas del otro? Porque básicamente el diálogo, el derecho a la participación y expresión forma parte de esa piedra angular de un sistema democrático. ⦎ Porque escuchar al otro fortalece nuestra perspectiva, abriendo nuestro horizonte: otras opiniones, otros intereses y otras formas de vida. Y es justamente lo que conlleva el derecho a la consulta previa: conocer otras culturas de muy distinta concepción y así poder llegar a un acuerdo, ya que recordemos que para nosotros la tierra posee un significado meramente patrimonial; para otros, un significado espiritual profundamente arraigado. La bilateralidad implica conocer al igual.

Comprender estas situaciones fortalece reconocer el derecho a ser diferente: el derecho a la identidad cultural. Muy bien sostiene el profesor Taylor: “(…) podría decir que mi identidad define de alguna manera el horizonte de mi mundo. A partir de mi identidad sé lo que resulta verdaderamente importante para mí y lo que resulta menos importante, sé lo que me atañe profundamente y lo que tiene una significación menor.”

Es por ello que existen otros apartados del Convenio 169 (como el Artículo 2.2.b) que respaldan ello:” Esta acción (la participación de los pueblos) deberá incluir medidas: que promuevan la plena efectividad de los derechos sociales, económicos y culturales de esos pueblos, respetando su identidad social y cultural, sus costumbres y tradiciones, y sus instituciones”. Esto quiere decir, que el derecho a la consulta previa, además de un importancia democrática y funcional, implica una reivindicación a prima facie de la identidad cultural y étnica de un grupo humano.

Llegamos a una conclusión de la presente ponencia: el respeto a la identidad cultural e igualdad de participación van de la mano). Como diría sintéticamente la profesora Fraser: “qué la falta de reconocimiento no es simplemente una cuestión de actitudes perjudiciales que llevan a daños psicológicos, sino que es un problema de estructuras socialmente atrincheradas de interpretación y valoración que impiden la participación equitativa en la vida social (…)”. La consulta previa es (no la única, cabe recalcar) una herramienta de protección a su identidad cultural, a su cosmovisión, a su horizonte moral, pero además a su integridad.

El reconocimiento como integridad

¿Por qué considero que la consulta previa se está convirtiendo en la única herramienta de protección a la integridad de estas comunidades? Veamos estos datos: Según la Naciones Unidas, 3 de los 4 cuatros asesinatos de defensores de derechos humanos ocurren en las Américas. De los cuales 41% eran contrarios a proyectos extractivistas o defendían el derecho a la tierra y a los recursos naturales de los pueblos indígenas. Tras estos datos sumamente alarmantes, se refleja esta desprotección de los defensores de derechos humanos por parte del Estado. Protestar significa casi una muerte asegurada. En ese sentido, la consulta previa se vuelve menos lesiva para las comunidades para expresar su disconformidad o afectación. Recordemos otros episodios lamentables como el Baguazo en nuestro país.

Esta preocupación se manifiesta reflejado en el Artículo 2.2 del Convenio 169: “Los gobiernos deberán asumir la responsabilidad de desarrollar, con la participación de los pueblos interesados, una acción coordinada y sistemática con miras a proteger los derechos de esos pueblos y a garantizar el respeto de su integridad.” Hay que recalcar que con integridad no se refiere exclusivamente a la afectación física de sus representantes o los miembros de la comunidad; sino además la afectación de la cultura indígena y su relación con la naturaleza y con el medio ambiente, ya que existe un alto grado de consanguinidad para con su alrededor.

Imagen ilustrativa Flickr

Conclusiones

La consulta previa implica más allá de un mero consultar, posee un trasfondo filosófico y social más profundo. Alejando una perspectiva meramente positivista, la no consulta esconde, en el fondo una conciencia nacional de discriminación, individualista, no dialógica que es menester cambiar. La consulta previa es un derecho de los pueblos indígenas u originarios a ser consultados de forma previa sobre las medidas legislativas o administrativas que afecten directamente sus derechos colectivos. El derecho a la consulta previa comprende tres elementos importantes tratados en el siguiente texto:a)la consulta es un claro ejemplo del esfuerzo estatal en la búsqueda de diálogo como ideal regulativo en sociedades multiculturales( como lo son en gran parte del continente americano); b) la consulta implica comprender diversas situaciones o formas de vida, fortalece reconocer el derecho a ser diferente: el derecho a la identidad cultural, y c) la consulta como un mecanismo de protección cultural, física y su relación con el medio ambiente de la comunidad consultada.

Artículo ganador del
Primer Puesto del Concurso de Ponencias
del  II Congreso Internacional de Derechos Humanos – CDH


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Presos de un ataque de pesimismo incontrolado, o por mera costumbre –no lo sé– tendemos a asociar los adjetivos derivados de los nombres de estos autores (Kafka y Dante) a situaciones y geografías exclusivamente pesadillescas. Al hacerlo, estamos interpretando sus obras de manera parcial, olvidándonos de otras posibilidades de interpretación y significación que igualmente proponen.

En el último de sus Nueve ensayos dantescos, escribió Borges: “sospecho que Dante edificó el mejor libro que la literatura ha alcanzado para intercalar algunos encuentros con la irrecuperable Beatriz”. En el poema, “una sonrisa y una voz, que él sabe perdidas, son lo fundamental”. Es decir, como en vida fue imposible, Dante, para encontrar algo de consuelo, escribió un poema donde se juntaba felizmente con Beatriz; ése es, según la lectura sentimental que hace Borges de la Divina Comedia, el propósito último del poeta. Borges considera que lo demás, todo lo demás, para Dante, son intercalaciones.

Lo que está haciendo es plantearnos que leamos el vasto poema dantesco como el mejor poema de amor jamás escrito.

Siguiendo su ejemplo, podemos leer otras obras o a otros autores en clave sentimental. Ya lo hizo Roberto Bolaño en Entre paréntesis con el Quijote. Dijo en el “Discurso de Caracas”: “…recuerdo aquella página del Quijote en donde se discute los méritos de la milicia y la poesía, (…)

Adam and Eve in the garden of Eden. Stipple engraving by F. Bartolozzi after T. Stothard, 1792

y Cervantes, que fue soldado, hace ganar a la milicia”. Para Bolaño, se puede percibir en esas páginas “un fuerte aroma de melancolía, porque Cervantes hace ganar a su propia juventud”.  Visto así, todo el libro está lleno de intercalaciones, digresiones, historias y sub-historias que no son sino un pretexto para poder escribir esas páginas (las que realmente le importaban), en donde ensalza su juventud, y todo aquello que perdió en su juventud. Ambos autores crearon la realidad que necesitaban. El primero vio su amor cumplido; el segundo hizo ganar a su juventud y homenajeó a sus pérdidas.

 

La verdad es que no podemos saber qué quisieron decir, íntimamente, estos autores con sus libros, pero nada nos impide hacer una lectura más emotiva que racional (siempre que pueda desprenderse del texto con naturalidad, con sentido común). Una lectura así se puede aplicar, también, a Kafka.

 

Entre otros encantos, la lectura sentimental nos permite ampliar el significado de lo que entendemos por ‘kafkiano’ o ‘dantesco’. Manuel Vázquez Montalbán, en una entrevista televisada, definió lo kafkiano como una situación cargada de absurdo. Y en El escriba sentado escribió que “lo kafkiano nominó el horror a la vez abstracto y concreto de nuestro tiempo: la posibilidad de que extrañas fuerzas internas y externas nos llevan a la desidentificación”. Harold Bloom, por su parte, escribió en El canon occidental que, “ciertamente, kafkiano ha adquirido un significado siniestro para muchos de entre nosotros”.

 

De todos modos, la mejor advertencia para entrar en Kafka, la dio, a mi juicio, Albert Camus en el último capítulo de El mito de Sísifo, donde sugiere que lo más indicado es “empezar la obra sin ideas preconcebidas”, y que “sería un error quererlo interpretar todo en Kafka”. En realidad, me parece un acercamiento adecuado, éste que propone Camus, para la obra de cualquier escritor (o creador). Estoy de acuerdo con las interpretaciones anteriores, pero sólo en parte. Sí, cierto, el absurdo y lo siniestro son dos constantes en la obra de Kafka; también, kafkiano es el ser que, por diferente, es despreciado y castigado con cualquiera de las formas de la incomunicación (como ocurre en La metamorfosis o en la Carta al padre). En cambio, en el cuento “Una cruza” vemos una atmósfera parecida a las amables fábulas de Esopo, por ejemplo, y no a la de los mundos habituales de Franz Kafka. Esa lectura sentimental que cambia nuestra percepción del Quijote o la Comedia, nos permite, también, cambiar lo que hemos entendido tradicionalmente por kafkiano.

 

Sulphamic acid. Credit: Gwyneth ThurgoodAttribution 4.0 International (CC BY 4.0)

 

El protagonista del relato recibe en herencia un animal mitad gato, mitad cordero, pero, contra todo pronóstico, asimila la extrañeza de este regalo con orgullo porque es “todo un espectáculo para los niños”, que, fascinados, no sienten asco, miedo o rechazo como por otra parte sí siente la familia Samsa cuando Gregor, tras pasar, como sabemos, una noche intranquila, se despertó convertido en, bueno… aquello. Sienten inocente y cándida curiosidad. La actitud de quien posee este animal indescifrable, al considerar que “esta parte de la herencia es algo como para lucir”, es otra clave más que nos permite ampliar el concepto de lo kafkiano. Es decir, no sólo no se castiga la extrañeza, sino que se ve como algo por lo que sentirse orgulloso. Lo que, en otros relatos del mismo autor, desgasta emocionalmente al personaje hasta anularlo por completo, y provoca repulsión en terceros, curiosea aquí a los niños. Lo kafkiano ya no tiene nada de siniestro en “Una cruza”. Ya no es imposible la verdadera comunicación con el otro, como sí ocurre en otros cuentos como “Jinete en un balde” o “Una confusión cotidiana”. La rareza o la extrañeza del otro se asimila aquí sin mayor problema.

Ahora es Kafka el que crea la realidad que necesita, el que tiene tiempo para mundos poco ‘kafkianos’.

 

No obstante, lo cierto es que, presos de un ataque de pesimismo incontrolado, o por mera costumbre –no lo sé– tendemos a asociar los adjetivos derivados de los nombres de estos autores (Kafka y Dante) a situaciones y geografías exclusivamente pesadillescas. Al hacerlo, estamos interpretando sus obras de manera parcial, olvidándonos de otras posibilidades de interpretación y significación que igualmente proponen. Claro que hay situaciones dantescas y kafkianas (lamentablemente), en el sentido al que estamos acostumbrados. Lo que quiero decir es que nadie duda que esos epítetos sean negativos (cuando, como digo, no tienen por qué serlo) y hemos encaminado nuestra lectura de sus textos para que siempre sea así. Parece que ya le hayamos adjudicado un significado definitivo a palabras como kafkiano o dantesco, cuando, realmente, contienen otras lecturas tan sugerentes y estimulantes como las que ya conocemos.

Según Borges, “la más indiscutible virtud de Kafka es la invención de situaciones intolerables”. Sin duda esa es una de sus virtudes. De lo que no estoy tan seguro es que sea “la más indiscutible”. Como se ve en el cuento anterior, lo kafkiano significa también lo contrario de todas esas lecturas, así como lo dantesco, como dijo Ernesto Cardenal en unos versos de su Cántico Cósmico, significa tanto lo infernal como lo paradisíaco:

 

Ojos aquellos que volver a ver

sería como que la luz volviera para atrás.

Junto en mi canto triste astrofísica y amor.

Ojos color de oro eran los de Mireya.

Mireya mi amor de infancia en las playas de Poneloya.

Fue mi Beatriz. De ojos dantescos

que no sólo es lo dantesco un bombardeo, un terremoto.

Dantesco es también el Paraíso.

Y mi Mireya, dantesca.

 

En la complejidad y la vastedad de la Divina Comedia encontramos una descripción temible del Infierno, pero también de la cara más amable del Paraíso y de la vaguedad del Purgatorio. Sobreponerse a lo que convencionalmente se entiende por estos términos es un gesto que corresponde al lector porque, como dice Cardenal en otro libro-poema, Versos del pluriverso, “Mi decisión de cómo observar un electrón / cambia al electrón”. Así, la imagen de un autor cambia dependiendo de qué aspecto de su obra resaltemos.

Hablo de un proceso similar a la reflexión que hace Borges sobre la influencia literaria en “Kafka y sus precursores”, uno de los más incisivos ensayos de sus Otras inquisiciones. “El hecho es que cada escritor crea a sus precursores”, dice Borges. Parafraseándolo, quedaría en “El hecho es que cada lector crea al autor”. Es nuestra lectura la que hace de Dante y de Kafka dos grandes poetas de la barbarie. U otra cosa.

Centrarse en los lugares más recónditos de la obra de un autor no nos garantiza una lectura cabal. Pero obviar esos lugares tampoco. El Kafka de la no ficción también contribuye –y quizá el que más– a ampliar el radio de los significados de su obra, y convierte el adjetivo que se deriva de su nombre en un poliedro. 

En su epistolario, tanto en sus Cartas a Felice como en sus Cartas a Milena, vemos a alguien cuya vida entera gira entorno a la escritura, que depende de escribir su literatura y sus cartas, y que vive en una perpetua angustia por los daños colaterales de la escritura, como si sus cartas llegarán a tiempo a sus destinatarios, si el servicio de correos será puntual; le vemos desesperado por no recibir una carta, buscando significados ocultos a lo que no lo tiene, inquiriendo por qué para todo, sufriendo por la presión de comunicarse (y en ese sentido podemos presuponer, sin miedo a exagerar, que, de estar vivo hoy, Kafka sería un adicto a WhatsApp y a las redes sociales); también vemos la valentía de empezar una correspondencia –ese aluvión de cartas inesperadas, más o menos sinceras y arriesgadas– con alguien a quien apenas conoce; y le vemos tierno y encendido como el

Female and male hands (above and below respectively). Drawing after H. Fuseli, c. 1793..

amante directo que le hubiera encantado ser. Lo kafkiano aquí está más cerca de los significados tradicionalmente atribuidos, por esos sufrimientos, pero no sólo: kafkiano aquí también es la obsesión contemporánea por comunicarse, la desesperación por hablar, y kafkianas son las muestras de un amor intenso que lo preside todo en su día a día.

En sus Diarios –uno de los más contundentes y estremecedores documentos del siglo XX, del tormento psicológico que definió al siglo– vemos un humor frío, distanciado, que no hay que olvidar que también domina. Los Cuadernos en octavo, junto con los Diarios, conforman el Kafka más íntimo, el más privado; leemos las páginas del que escribe y necesita seguir escribiendo para siempre unas páginas que guardará en un cajón para que nadie se las vea. Es la necesidad de escribir como método de supervivencia; eso es lo que subyace a esas páginas.

Jorge Semprún, en La escritura o la vida, define el gesto de Kafka en las Cartas a Milena como “su juego de desamparo complaciente”, y habla de un “amor exigente, (…) miserable debido a su incapacidad para mantener sus expectativas”. Unas páginas después, Semprún quizá da en el clavo de por qué ilumina Kafka tantas parcelas de la realidad, o de nuestro entendimiento de la vida, al decir que “alcanza (…) el núcleo mismo, metafísico, de la condición humana, su verdad intemporal”. Verdad compuesta, sobra decir, por muchas caras, por muchas realidades, todas ellas expectantes de recibir sus palabras. Kafkiano es el gesto de escribir como método de supervivencia.

Vemos que detrás de Kafka hay tantos aspectos de la vida, de los sentimientos, las actitudes y las pasiones humanas que parece una buena recomendación, a partir de ahora, empezar a matizar exactamente lo que queremos decir cuando decimos que una situación es kafkiana. Hay un abanico de posibilidades en sus obras, y la aparente contradicción que hay en describir algo agradable con el adjetivo kafkiano (o dantesco) se desdibuja en el momento en que esa contradicción ya está presente, ya está anticipada, en sus escritos.

Entiendo que unas cuántas páginas no cambiarán nuestra visión de Kafka. El hecho es que al menos una pequeña parcela de su obra trataba la extrañeza con dulzura, y eso, a mi modo de ver, es tan ‘kafkiano’ como la absurda detención de Josef K. en El proceso.  Inevitablemente reducimos la capacidad que tienen estos autores para definir el mundo, o nuestro tiempo, al emparentarlos a un solo registro. También hay situaciones más amables que esperan que digamos de ellas, con toda la razón, que son dantescas, que son kafkianas. Y no sólo las amables: también las situaciones que no son absurdas pero sí desesperadas, como la necesidad de hablar, de amar bien, o de recurrir al humor cuando hace frío. (Es posible que no logremos nunca definir lo kafkiano en su totalidad).

 

Cuántas cosas convergen en la palabra ‘Kafka’, cuántas cosas se dan cita en esas profundidades, como para que estemos, aquí, limitando sus logros.

 

Mario Amadas

Esta es una explicación sin ánimo de lucro.

 


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La obra de John Hughes, tanto en su faceta de director como en la de productor, no es sólo el recuerdo afectado de unos años decisivos en la vida de cualquiera: su mensaje es que el adulto no siempre tiene razón, ni siempre estará ahí para darte apoyo y consuelo. Ese giro en la creencia habitual de un adolescente, esa apertura de mente, puede, a ciertas edades, ser poco menos que revolucionario.


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No podemos negar que en las últimas décadas la mujer ha ganado, y sigue luchando por, la igualdad de derechos. Sin embargo, sigue siendo considerablemente poco visible en el mundo de la cultura. Inge Morath, conocida por el epíteto de “la dama de la fotografía”, una mujer notable que ha servido como inspiración a muchas otras artistas que han decidido sortear los obstáculos del (masculinizado) ámbito cultural para observar y narrar el mundo desde su cámara.

Inge Morath (1923 – 2002), nacida en Austria en el seno de una familia de científicos, estudió lenguas románicas en Berlín y Francia durante la Segunda Guerra Mundial. Durante su etapa universitaria realizó algunos cursos de periodismo, trabajó como traductora y posteriormente trabajó como corresponsal y editora de la revista Heute. En la publicación colaboró junto con el fotógrafo Ernst Haas, con el cual trabajaría posteriormente en la empresa de Robert Capa, la afamada agencia con sede en París, Magnum Photos.

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Fotografía de Morath tomada en 1954 en Guadix, provincia de Granada, España [Foto: VAVEL España vía Flickr].

Su inicio en la fotografía tuvo que esperar hasta 1951, año en el que se trasladó a Londres a raíz de su matrimonio con el periodista inglés Lionel Birch. Desprovista de la compañía de fotógrafos, se lanzó a retratar su entorno y descubrió en este arte una nueva forma de expresión universal, llegando a afirmar: “Tal y como continuaba fotografiando me sentía pletórica. Sabía que podía expresar las cosas que quería transmitir dándoles forma a través de mis ojos.” A las influencias de Robert Capa se le sumaron las de su mentor Simon Guttman. En un inicio se valoraba su ojo pero su técnica era insuficiente, no obstante fue mejorando poco a poco. Tras su divorcio de Lionel Birch, volvió a París y realizó una serie de fotografías de sacerdotes católicos militantes, que vivían la realidad social de los barrios obreros más depauperados de la ciudad. Gracias a la serie consiguió ser aceptada como miembro de pleno derecho en la agencia Magnum, siendo esta la primera fotógrafa que pisase la agencia.

“Tal y como continuaba fotografiando me sentía pletórica. Sabía que podía expresar las cosas que quería transmitir dándoles forma a través de mis ojos.”

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Arthur Miller y Marilyn Monroe retratados por Inge Morath [Foto: David Houston vía Flickr].

Inge se dedicó a viajar cubriendo historias en África, Europa, Oriente Próximo, Sud América y Estados Unidos acompañada de su cámara y dedicó su primer libro a España, titulado Fiesta en Pamplona. Se asentó en EEUU tras su matrimonio con el dramaturgo Arthur Miller en 1962, pero realizó importantes viajes a países como Rusia o China que captaría con su lente.

A lo largo de su carrera, Morath fotografió a famosos escritores, a artistas de la talla de Jean Arp, Alberto Giacometti o Andy Warhol, fue directora de fotografía para numerosas películas hollywoodienses y retrató a celebridades de Hollywood tales como Marylin Monroe. En su fotografía se alejó de la tragedia y trató de buscar la cercanía, la poética, el intimismo. Sintió una mayor predilección por el blanco y el negro, aunque también realizó algunos trabajos a color. Una manera perfecta de acercarse a su obra es a través de los escritos en los que comentó su propia creación, ya que Ingrid Morath fue una mujer culta, inteligente y con un gran don de la palabra:

“En mi corazón me gusta seguir sintiéndome amateur en el sentido de estar enamorada de lo que hago, siempre impresionada otra vez de las posibilidades infinitas de ver y usar la cámara como un instrumento de registro.”

Tras la muerte de la fotógrafa, en el 2002, se estableció el Premio Inge Morath, otorgado anualmente a mujeres fotógrafas menores de 30 por la Fundación Inge Morath en cooperación con la Agencia Magnum.

Esta es una explicación sin ánimo de lucro.