Mucha gente conoce las membresías de tiempo compartido (shared time), donde cadenas de hoteles nos ofrecen por una cuota anual o mensual disfrutar durante los días de vacaciones de sus instalaciones en prácticamente cualquier lugar del mundo. Estas cadenas tienen tarifas escalonadas, así a los que pagan la más alta les corresponde un All Inclusive donde, por ejemplo, se puede acceder a salones de spa, bufetes de comida en diferentes restaurantes de sus hoteles, clases de yoga, juegos en la playa o piscina… en fin, aquello que haga placentera tu estancia y la de quienes te acompañen. En cambio, sí pagas el mínimo puede que no puedas darte un masaje, no tengas Internet libre, o tu habitación sea más pequeña. Sin embargo, puedes comer igualmente en la mayoría de los restaurantes.
Inglaterra, no el Reino Unido —que incluye a Escocia, Irlanda del Norte y Gales— consideró (al menos sus políticos y asesores) que no necesitaba la membresía en la Unión Europea, la cual incluía libertad de tránsito para todos los ciudadanos que la integran, libertad de trabajo en cualquier país de la misma, una sola moneda (el euro), un sólo tribunal para determinado tipo de disputas y, en definitiva, una serie de beneficios.
Fue así como, mediante un referéndum celebrado el 23 de junio de 2016 y teniendo como principal bandera mantener la soberanía británica, los ingleses plantearon la salida (Brexit) como Reino Unido —que incluye también su posesión de Gibraltar— de la Unión Europea; con lo cual tuvieron un primer problema interno, que fue la falta de acuerdo entre las naciones que conforman el Reino Unido. Inglaterra e Irlanda del Norte han tenido disputas históricas, que tienen que ver con la independencia de la última. Hoy, con el Brexit, surge un nuevo motivo de división, puesto que los irlandeses votaron por la permanencia en la UE, con lo cual muchos vieron una oportunidad para alcanzar la tan anhelada soberanía.
El Brexit ha sido considerado con temor por quienes creen pueda significar el levantamiento de una frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda, y el conflicto territorial con Escocia.
¿Qué problemas plantea el Brexit?
Los problemas que plantea el Brexit son varios, y aquí ponemos en consideración los más importantes:
- Laborales: Parte de la fuerza laboral del Reino Unido la integran ciudadanos extranjeros que provienen de otros países de la UE. Por ejemplo, en la industria alimentaria británica un tercio de los puestos los ocupan extranjeros. Si éstos no se nacionalizan, deberán trasladarse a la Europa continental y, obviamente, dicha industria entraría en crisis al faltarle mano de obra cualificada.
- El problema escocés: Escocia ha sido siempre proclive a la permanencia del Reino Unido en el mercado único, pero con el Brexit se teme que sus políticos alienten el camino de la independencia.
- Ánimo anti-inmigracionista: Sentimientos de xenofobia se han avivado en toda Europa, donde otros grupos o partidos proponen la separación de la UE y el cierre de sus fronteras.
- Los derechos de los ciudadanos europeos en territorio británico, y el de los británicos en territorio de países comunitarios se verán afectados: Actualmente hay 3’2 millones de europeos en suelo del Reino Unido y 1’2 millones de británicos en territorio de la UE.
- Aportaciones económicas que deben pagar los ingleses antes de abandonar la Unión.
- Debilitamiento del euro.
- Afectación de la bolsa de Londres: Disminución del valor de las empresas que listan en dicho mercado de valores ante lo que prevén los operadores que serán dificultades comerciales que surgirán al abandonar el libre tránsito aduanero de personas y mercancías.
Elecciones parlamentarias: ¿Modifican el escenario del Brexit?
Cuando se produjo el referéndum, el 51’9% de los votos emitidos fueron favorables al Brexit. Era entonces primer ministro del Reino Unido David Cameron, quien estaba en contra de la propuesta y, derrotada su opción, dejó el cargo y lo sucedió la entonces Ministra del Interior Theresa May, quien debió continuar con el proceso de salida y virar de posición hacía un Brexit duro. Un año después, los vientos cambiaron, en elecciones parlamentarias adelantadas por la primera ministra, el partido de gobierno perdió la mayoría que le daba estabilidad de gobierno.
La estrategia del gobierno británico era que, al contar con el apoyo popular, adelantando las elecciones reforzarían su posición al momento de negociar el Brexit con sus pares europeos, aumentando su endeble mayoría parlamentaria. Pero lo que ocurrió el pasado 8 de junio fue la debacle del Partido Conservador de May, perdiendo su mayoría y prácticamente el puesto —alguna disidencia u oposición dentro de sus propias filas bastarán para sacarla del 10 Downing Street.
Con este nuevo escenario algunos piensan que el Brexit no se llevará a cabo o será un Brexit a medias. Muestra de esto se puede observar en las palabras del ministro de Exteriores de Alemania, Sigmar Gabriel, quien ha dicho:
“Quizás existe ahora una posibilidad de lograr un Brexit blando; es decir que Reino Unido permanezca en el mercado único de la Unión Europea. Pero para eso debe haber también libre circulación de los trabajadores.”
Igualmente, dijo que Londres debe someterse al Tribunal de Justicia de la UE, o al menos un tribunal común que siga los principios del Tribunal de Justicia europeo y esté integrado por europeos y británicos.
Lo más probable es que los británicos hagan respetar el referéndum, y simplemente saldrán de la UE como fue votado. Una solución sería, quizás, una separación parcial para que el libre desplazamiento rija sólo para los países miembros de la UE, pero quedando cada ciudadano sujeto a las leyes del territorio donde se encuentre; y que la política de inmigración de ciudadanos extracomunitarios en el Reino Unido sólo la fije el Reino Unido soberanamente, y tal vez —esto por la pérdida de valor de la libra y por no perder los mercados comerciales europeos— la isla acepte la libertad aduanera y los tribunales comunitarios, ya que con ello se contentaría y contendría a quienes votaron por el Brexit.
Lo cierto es que hay una decisión tomada en 2016 con consecuencias de corto plazo y otras de mediano y post abandono de la UE. Por lo pronto, el nuevo presidente de Francia, Emmanuel Macron, le manifestó a la primera ministra, Theresa May, el pasado 13 de junio, que “la puerta siempre está abierta”. Para el Reino Unido, de ser este el caso, se daría una membresía de cuota baja, quedando claro que los demás países miembros de la UE, en el momento de la negociación, propondrán sus propias condiciones. Habiendo reglas claras de una y otra parte, y en el caso del Reino Unido un mandato nacido del sufragio, hay poco espacio para rebajar lo que se votó.
Lo bonito de un club de membresía no es únicamente lo que sus suscriptores disfrutan sino el deseo de ingresar que tienen aquellos que ven desde fuera cómo se lo pasan los miembros. Veremos, en algunos años, quién se divierte más, si los socios del club o el ex-asociado. Como dice el refrán, “quien se va sin que lo boten, regresa sin que lo llamen.”
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