La muralla verde se presenta como el proyecto bandera de África con el cual se busca detener el avance de la desertificación de las tierras hacia el sur del Sahara, generar puestos de trabajo, evitar grandes movimientos migratorios y combatir el cambio climático. Una idea buena, pero, ¿pretenciosa?
Una tormenta de problemas… y también de arena
El Sahel o Sáhel (pronunciado con “h” gutural, normalmente «Sajel», de modo similar a «Sajara» para Sahara) es una zona ecoclimática y biogeográfica del norte del continente africano. Verán, tal región colinda con el gigante desértico del Sahara. En especial, en esta zona, la degradación y desertificación de la tierra son las mayores causantes de la pobreza, migración y sobre explotación de los recursos naturales.
El avance del desierto o desertificación se refiere pues a un proceso geológico/ecológico mediante el cual la tierra por diferentes factores se va secando, haciéndose árida e infértil. ¿Qué factores lo causan? El conocido calentamiento global es un factor, aumenta la temperatura y hace insostenible las condiciones de vida de plantas y animales, aunado a ello, las casi inexistentes precipitaciones fluviales rompen el ciclo de vida de las plantas y, como consecuencia estas a su vez, el de las precipitaciones, un círculo vicioso que se termina expandiendo al Sahara.
Como resultado, conseguir cosas tan simples como agua y comida se convierten en barreras al desarrollo del Sahel, afectando las principales actividades económicas como la agricultura y ganadería, ya que el avance del desierto acaba con el terreno fértil para las comunidades de la región. Es por estas condiciones imperantes en la región y los problemas que acarrea para el continente que nace la iniciativa de la Muralla Verde del Sahel.
El precedente, la inspiración y la pionera
Esta iniciativa se inspiró en un movimiento, el de Wangari Maathai, el Movimiento Cinturón Verde (GBM por sus siglas en inglés). Maathai, primera mujer keniana en tener un doctorado, ser profesora universitaria y ganadora del premio nobel de la paz en 2004, fundó en 1977, bajo el auspicio del Consejo Nacional de mujeres de Kenia, el Movimiento Cinturón verde como una respuesta a las necesidades de las mujeres kenianas en zonas rurales las cuales reportaban que los arroyos se secaban, la accesibilidad a la comida era cada vez más precaria y se debía caminar largos trechos para conseguir madera para combustible o cercas. Maathai junto al apoyo de todas las mujeres que aprendieron sobre reforestación gracias a ella, logró plantar 47 millones de árboles en su natal Kenia.
La muralla que divide lo que viene de lo que será
Entonces, con tal precedente y similitudes en su problemática es entendible el por qué de esta iniciativa con una idea tan simple, plantar árboles. Una gran muralla de 8000 kilómetros de largo y 15 kilómetros de espesor que atraviesa once países y trata de crear una maravilla natural en base al trabajo del hombre. Estamos hablando de uno de los proyectos bandera de África, la Gran Muralla Verde del Sahel, lanzado en el 2007 por la Unión Africana. Se compone por el esfuerzo no solo de los países que forman parte de la región del Sahel (Burkina Faso, Chad, Djibouti, Eritrea, Etiopía, Mali, Mauritania, Níger, Nigeria, Senegal y Sudán), sino involucrando a un total de 20 países bajo el liderazgo de la Agencia Panafricana para la Gran Muralla Verde. Se ha logrado movilizar 8 mil millones de dólares con el apoyo de los países involucrados en la iniciativa y también de distintas organizaciones internacionales como la Unión Europea (UE), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Banco Mundial y la Convención para combatir la Desertificación de las Naciones Unidas.
Como todo gran proyecto, la creación de esta muralla obedece a ciertos objetivos. La ambición principal es que para 2030 se hayan restaurado 100 millones de hectáreas de tierras degradadas, absorber 250 millones de toneladas en emisiones de dióxido de carbono y crear 10 millones de empleos verdes. Es claro que la creación de puestos de trabajo es un objetivo fundamental; pero también se busca incrementar la seguridad alimentaria de millones de personas en el Sahel y crear en la región una conciencia de resistencia contra las crecientes temperaturas en la zona.
Las comunidades que habitan la región del Sahel son parte fundamental del proyecto, ya que es gracias a ellas que se pueden plantar los árboles. Su participación, además de detener la desertificación, les ofrece la oportunidad de trabajar en empleos ecológicos cumpliendo así uno de los objetivos, generar empleos. Como parte de esta participación se destacó dos técnicas. La primera se trata del cultivo en terrazas: se usa cuando se cultivan los árboles o plantas necesarias en cerros o montañas, plantado terrazas graduales construidas en las pendientes a fin de minimizar la erosión y pérdida de agua. La segunda es una técnica propia de la región del Sahel y más específicamente de Burkina Faso a la que se conoce como Zai: consiste en cavar pozos poco profundos en la tierra durante la temporada de lluvias para capturar las escasas precipitaciones y concentrarlas en las raíces de los cultivos.
Por último, el otro elemento de importancia así como lo son las personas, los árboles que se plantan, los cuales deben cumplir con dos condiciones fundamentales: ser capaces de sobrevivir al medio ambiente desértico y ser utilizables para los medios de vida de la gente en las poblaciones. Las especies más comunes que se pueden encontrar en la Gran Muralla Verde son la Acacia senegal, el datilero del desierto (Balanites aegyptiaca) y la ciruela india (Ziziphus mauritiana). La idea científica detrás de estos árboles y su plantación es que a futuro las hojas caídas de estos sirvan de compost y consecuentemente la generación de más árboles sin intervención del hombre. Una muralla auto sustentable.
Un gigante verde que avanza muy lento
El primer avance a mencionar es la metodología sobre la plantación de árboles. Verán, la simplicidad de la idea de plantar árboles en realidad no es nada ingenioso. Tal como menciona Chris Reij, especialista en el manejo sostenible de suelos: “Si todos los árboles que fueron plantados en el Sahara desde los 80s hubieran sobrevivido, esto luciría como el Amazonas… podemos decir que el 80% de los árboles plantados han muerto”.
Principalmente los arboles eran plantados en zonas poco habitadas y alejadas de las comunidades y tal como menciona en la estrategia actual de la Gran Muralla Verde líneas arriba, estas comunidades y sus propias técnicas ahora son tomadas en cuenta en el proceso de plantación y siembra.
Dentro de la esfera de los avances, el más importante y reciente se ha dado este 2021 durante la cumbre One Planet en la que se anunció el financiamiento mediante donaciones de 14 mil millones de dólares para la iniciativa del gobierno de Francia, el Banco Africano de Desarrollo y el Banco Mundial en un periodo de 10 años. Un apoyo importante considerando que la conclusión de la muralla se ha calculado en 33 mil millones de dólares.
¿El gigante verde está condenado a permanecer dormido?
La iniciativa de la Gran Muralla verde, desde sus inicios en 2007, ha restaurado en su conjunto 18 millones de hectáreas de tierra, el exacto 18% de la meta de 100 millones. Tomando en cuenta que la meta es a 2030, se necesita elevar el ritmo actual a 8.2 millones de hectáreas restauradas, un ritmo que parece inalcanzable dado que la región aqueja de problemas organizacionales, aunados a los ya mencionados económicos y sociales. También las cifras de “avance” que muestra la Convención contra la Desertificación varía si se presta atención a los detalles.
Elaboración propia en base a los datos encontrados en: Pan African Agency Of The Great Green Wall et al, 2020, 51-67
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