Usen o no los sombreros típicos “Qiapan”, los ciudadanos de Xinjiang no están distantes de ser testigos de los hechos de violencia que suceden cotidianamente en esta región autónoma de China. Se ubica en la zona más occidental del país y padece desde hace tiempo un conflicto étnico entre la mayoritaria etnia Han y la minoría étnica Uigur, compuesta mayormente por musulmanes.
Vamos a contextualizar brevemente: los Uigures son una minoría que se autodefinen, desde lo cultural y ético, cercanos a las naciones de Asia Central. Hoy forman parte de una región autónoma que pide reconocimiento como tal. Esta etnia comprendía la mayor parte de la población antes de la fuerte migración Han. La etnia Uigur está compuesta por aproximadamente 9 millones personas. Actualmente no son un número suficiente para ser la etnia predominante de la región.
Estamos frente a un espacio geográfico que se encuentra en el lejano oeste de China, siendo la más grande de las regiones administrativas del país y limitando con ocho países, Mongolia, Rusia, Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán, Afganistán, Pakistán e India. La economía de Xinjiang ha girado en torno a la agricultura y el comercio, siendo la ciudad de Kashgar el centro más próspero de la conocida Ruta de la Seda. Asimismo, ha ejercido a lo largo de su historia una intermitente lucha por su autonomía e independencia.
La violencia étnica, el pan de cada día
El conflicto étnico se trata de un serio problema interno para China, donde los constantes indicadores de violencia determinan el actual escenario de tensión. Ejemplo de ello ha sido el ataque a la comisaría central de la ciudad, así como el asesinato por parte de los extremistas del máximo líder religioso musulmán, Jume Tahir, quien era el Imán de la mezquita más grande de China. Un acontecimiento sumamente significativo, puesto que se trataba de un líder con gran reputación para los musulmanes de toda la nación china. De hecho, fue diputado de la Asamblea Popular Nacional y vicepresidente de la Asociación Islámica China, un cargo que le fue útil para defender la paz y el cese de la violencia.
Las autoridades chinas han sido acusadas de intensificar la represión contra los Uigures, alcanzando, una vez más, otro periodo de máxima tensión, tal como ocurrió en la década de 1990 y en el año 2009. En 2014 los hechos violentos incrementaron su intensidad hasta tal punto, que los ciudadanos, que se encuentran en el centro de la escena, son quienes están padeciendo en última instancia los efectos de este enfrentamiento.
Esto da muestra de que el conflicto étnico se encuentra más latente que nunca. Los acontecimientos ocurridos fueron categorizados por las autoridades chinas como “ataques terroristas”, motivo por el cual el gobierno recurrió a su Código Penal para redactar un proyecto legislativo que dé nacimiento a la primera ley antiterrorista. Sin embargo, debemos saber que se trata de una medida que llevará un largo proceso de preparación y aplicación; mientras tanto, el Presidente de China, Xin Jinping, debe pensar una pronta solución para apaciguar la efervescente tensión.
Las reclamaciones uigures incomodan al Gobierno Chino
Resulta oportuno explicar los puntos de controversia que impiden el tan ansiado acuerdo que pueda poner fin a esta vieja disputa. La premisa principal de los grupos extremistas es proclamar un propio Estado Uigur, llamado Uiguristán o, comúnmente conocido, Turkestán Oriental, reclamando dicho territorio chino como autónomo e independiente.
Sobre este último concepto hay diferentes posturas dentro de la etnia musulmana. Mientras que algunos desean un Estado independiente, otros buscan una mera distinción cultural bajo un estatus de autonomía con el gobierno central chino. Por otro lado, también encontramos quienes están intentando integrarse en el sistema chino. Entonces, cuando nos preguntamos cuál es la reclamación oficial, nos encontramos con una ramificación de posiciones. Sin embargo, una voz siempre prevalecerá sobre las demás, y dentro de los Uigur, la postura predominante es la reclamación de independencia y su consecución en la realidad.
Los Uigur denuncian que sus actividades comerciales, culturales y religiosas se vieron reducidas por el Estado chino en el último año. Sobre ese factor religioso, se denuncian graves restricciones en la práctica de la fe musulmana, disminuyendo el número de mezquitas con un estricto control hacia las escuelas religiosas.
Por su parte, la postura del Gobierno Central de China es la de evitar que se materialicen las reclamaciones independentistas. Desde esta óptica, las expresiones de los Uigures son tachadas de ser puestas en práctica mediante acciones bélicas, a través de bombardeos, destrozos y agitación civil.
Tras los ataques terroristas de 2001 en Estados Unidos, China ha comenzado a reforzar sus políticas hacia aquellos movimientos separatistas que puedan poner en peligro el statu quo de sistema político. En referencia a los tiempos que corren, Beijing implementa una medida de contención, considerando los ataques de Uigures como “ataques de terrorismo”, y calificándolos como auxiliares de Al-Qaeda y acusándolos de haber recibido preparación y formación en Afganistán, debido a su proximidad geográfica.
Pero China también tiene otras razones para frenar el avance de proclamación de independencia. Xinjiang posee un basto suministro de gas y petróleo, siendo un espacio sumamente estratégico, puesto que representa el acceso a los recursos energéticos de Asia Central.
Pero estas tampoco son las únicas aspiraciones detrás de los intereses chinos.Hay cuestiones y/o indicadores políticos que representan una importante preocupación para el presidente chino, puesto que la situación actual puede, no sólo, alterar la seguridad del gigante asiático, sino también al propio órden de seguridad de Asia Central. Esto se debe al temor de que el movimiento Uigur pueda conectarse con el extremismo islámico de sus países vecinos, como Afganistán, Tayikistán, Kirguistán, Kazajstán o Pakistán. Al mismo tiempo, no nos olvidemos que China padece también el conflicto con los tibetanos o los Hui musulmán y taiwaneses, y todos ellos son casos donde Occidente juega un papel mediático importante y siempre contrario a los intereses de Pekín.
Xin Jinping no deberá caer en la inacción, puesto que se enfrenta al riesgo de que la situación acabe elevando los niveles de tensión. Por ello, dependiendo de la decisión que se tome con Xinjiang, veremos qué efectos o cómo altera el estado del resto de sus conflictos separatistas.
Foto de portada: Protesta separatista de uigures emigrados, en Washington, D.C. [Wikipedia]
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