23/03/2023 MÉXICO

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De Ruba Leonel05/10/2022
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*Artículo escrito por Leonel De Ruba y Florencia Mendieta

Desoyendo las alertas y las protestas de China, Nancy Pelosi incluyó en su gira asiática una visita inesperada: Taiwán. Sumó un nuevo capítulo a las sensibles relaciones entre Estados Unidos y China provocando una cadena de eventos que alteraron la seguridad mundial. ¿Muestra de poderío  o una “trampa de Tucídides”?

Historiadores y expertos en geopolítica no tardaron en sostener que esta visita de Pelosi se convertiría en la cuarta crisis del Estrecho de Taiwán. La decisión de la “Speaker” de la Cámara de Representantes y tercera en la línea de sucesión presidencial estadounidense no sólo se enmarca en la disputa por el poder global entre las grandes potencias, sino que también en el contexto de cambio del orden mundial vigente.

Pelosi, es una experimentada como reconocida congresista cuyo expertise le permite utilizar e interpretar agudamente las señales y símbolos políticos, más aún en la era de las redes sociales. Aunque muchos analistas critican la toma de esta decisión, definiendola en una posible descoordinación diplomática de la administración Biden, se puede inferir que es una acción decidida en el compromiso de una mayor presencia en el Indo-pacifico y además un capítulo más en la compulsa para dominar la agenda internacional.

¿Por qué Pelosi visitó Taiwán?

En el marco de serias amenazas por parte de China, que no se remiten únicamente a la condena diplomática, sino que implican cuestiones de seguridad y hasta escaladas militares, Pelosi aterrizó en la Isla de Formosa el pasado 2 de agosto, convirtiéndose después de 25 años en la autoridad estadounidense más importante en visitar la isla autogobernada.

Este viaje es la consecuencia del abierto desafío geopolítico que implica el ascenso de China que, en las últimas décadas, ha conseguido un desarrollo militar, político y económico que la ubica ya no como potencia regional sino como una potencia internacional con amplías capacidades y roles para incidir en el orden global, generando rispideces con Estados Unidos, garante del actual sistema internacional. En este contexto debe ubicarse la polémica visita.

La “Speaker” Nancy Pelosi y la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen. (Flickr)

Otra arista la representa la cuestión ideológica y cultural. Nancy Pelosi ha dedicado su carrera pública a defender los principios más importantes del orden liberal: democracia, derechos humanos y libertad. Por su parte, el régimen comunista chino antagoniza con los principios occidentales por su liderazgo autocrático y su consecuente historial de falta de respeto a las libertades individuales y colectivas de las minorías.

Recientemente, Pelosi se ha reunido con disidentes chinos que luchan por la democracia y ha mantenido diálogos con el Dalai Lama, un líder espiritual tibetano exiliado. Además, en 1991 la congresista junto a otros colegas del Congreso estadounidense desplegó en la mismísima Plaza de Tiananmen una pancarta que recordaba a las víctimas de los hechos ocurridos en el corazón de la política china en 1989.

Las crisis del Estrecho de Taiwán, un larga historia

Este fenómeno, que podría parecer como coyuntural, debe entenderse desde una perspectiva histórica, particularmente a la luz de las últimas tres crisis, en las que los actores se repiten.

Primera crisis (1954-1955): Luego de la guerra civil china, los nacionalistas se replegaron en la Isla de Formosa y establecieron allí un gobierno democrático denominado República de China. El régimen comunista gobierna sobre toda la China continental.

En agosto de 1954, la República de China ordenó una invasión de las Islas de Kinmen y Matsu situadas a tan sólo 10 kilómetros del continente. La respuesta de la China de Mao fue bombardear el archipiélago y lograr la toma de las Islas Tachen, ubicadas a 300 kilómetros de Taipéi.

La situación generó preocupación en Estados Unidos, por lo que suscribió un Acuerdo de Defensa Mutua con Taiwán evitando mayores confrontaciones entre las dos Chinas que pudieran desestabilizar la región.

Segunda crisis (1958): Las fuerzas de Mao bombardearon las Islas Kinmen y Matsu con el objetivo de desalojar la ocupación taiwanesa. Pensando en la posibilidad de que una escalada militar condujera a la derrota y posible caída de la República de China, Estados Unidos haciendo uso del pacto de Defensa Mutua proveyó a Taiwán de material bélico, incluso, analizó la posibilidad de emplear armas nucleares.

No obstante, el régimen comunista observando el cariz que generaba el conflicto, y ante el nulo avance militar, anunció un alto al fuego unilateral que logró que cada país volviera a las posiciones que poseía antes del enfrentamiento.

Tercera crisis (1995-1996): Con Taiwán saliendo de una dictadura y caminando una senda democrática, se generó un nuevo conflicto enmarcado en la visita a Estados Unidos por parte del nuevo primer ministro Taiwanés, Lee Teng-Hui.

La visita fue considerada como una “traición” por la China comunista, pues se podría concretar el deseo de Teng-Hui de convertir a Taiwán en un estado soberano. Para evitarlo, Beijing empleó el uso de la fuerza y probó  misiles en la zona contigua a la Isla de Formosa.

Por su parte, Estados Unidos envió una flota naval a la zona, calmando la demostración comunista. Ofuscados por el accionar chino, los taiwaneses eligieron para gobernar al Kuomintang y a Lee por una mayoría absoluta,  demostrando el fracaso de la estrategia china.

Disputa geopolítica en el Indopacífico

A medida que el poder económico, político y militar se acrecienta en China, el Mar de China Meridional y el Estrecho de Taiwán aumentan su peso estratégico. Los océanos y los estrechos continúan poseyendo un alto valor estratégico. El estratega marítimo Alfred Mahan, en su famosa obra: “La influencia del poder naval en la historia”, describió una serie de elementos que constituían el poder naval, concluyendo lo siguiente: “Quién domina los mares, dominará el mundo”. Es evidente que China comprendió este planteamiento desde hace mucho tiempo, por lo que a medida que los Estados logran controlar su soberanía en el mar, la doctrina de Mahan basada en una “geopolítica marítima”, recupera su trascendencia.

Por su parte, Zeno Leoni, especialista en orden internacional, defensa y relaciones entre China y Occidente en Londres afirma que:China ya tiene una gran influencia militar sobre el mar del sur, pero si tuviera a Taiwán, eso les permitiría expandir su influencia naval y tener un control completo de la zona, lo que también tendría implicaciones para el comercio global. Ciertamente, la ubicación de Taiwan es geoestratégica para la proyección del poder naval chino. Durante estos años, China ha desarrollado una política exterior particular, en lo que concierne a Taiwán, conocida como One China Policy”. Ésta intenta garantizar que la isla que se encuentra a 180 kilómetros de las costas chinas no sea parte de alianzas con rivales estratégicos. La relevancia de Taiwán permanece en que es uno de los pasajes comerciales más importantes del mundo, y además, se encuentra ubicada entre dos raíces marítimas directas de China al Pacifico como lo es el Canal de Bashi (localizado entre Filipinas y Taiwán)  y el  Estrecho de Miyako (ubicado entre Japón y Taiwán).

Mapa de China y Taiwán. (Flickr).

Ma Fengshu, academico chino, agrega que Taiwán funciona como un bloque crucial para el desarrollo económico de China y asimismo, posee el mayor potencial de conflicto, dado que existe presencia estadounidense en la isla. Por consiguiente, Fengshu advierte que China debería superar la influencia regional estadounidense explotando la dependencia económica de los Estados de la región, incluyendo a Taiwan.

“Ambigüedad estratégica”: La política de Estados Unidos hacia Taiwán

Para comprender el apoyo estadounidense a Taiwán es preciso remontarse a mediados del siglo XX. En medio del desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, Mao Zedong (República Popular de China) se enfrentó al partido nacionalista Kuomintang (República de China). Los nacionalistas recuperaron la isla en 1945, sin embargo, en el año 1949 fueron derrotados por el partido comunista. En este conflicto, Estados Unidos apoyó al Kuomintang, no reconociendo la legitimidad de los comunistas. No obstante, en el año 1971, la Organización de Naciones Unidas le otorgó el reconocimiento a la República Popular de China.

En la actualidad, las relaciones entre Taiwán y Estados Unidos se desarrollan mediante lazos no oficiales, proyectándose en acuerdos comerciales, educativos y culturales. Sin embargo, es pertinente señalar que la política de Estados Unidos hacia Taipéi es explicada como una “ambigüedad estratégica”. La posición tradicional estadounidense es analizada por Stephen Collinson de la siguiente manera: el objetivo es mantener un control sobre el enfrentamiento al disuadir a China manteniendo abierta la posibilidad de una respuesta militar estadounidense. Al mismo tiempo, se pretende privar a Taiwán de las garantías estadounidenses que podrían llevarlo a presionar por su independencia oficial. El objetivo es preservar el statu quo y evitar una guerra en Asia, y ha funcionado, permitiendo a Washington caminar por la cuerda floja de las relaciones con ambas partes”. En otras palabras, la ambigüedad característica de esta posición se encuentra basada en el hecho de que Estados Unidos acepta la política de Pekín de considerar a Taiwán como parte de China, pero se niega a cambiar el status de la isla por los medios militares, vendiendo armas a Taipéi.

La ambigüedad que pregona Estados Unidos en su política exterior hacia Taiwán se cimienta en la importancia de la ubicación geográfica de la isla. Por el momento, Estados Unidos es su principal aliado y proveedor de armas. Washington reconoce que es clave mantener aliados en el Pacifico, que aporten a debilitar y limitar el creciente poderío chino en la región. La política disuasiva de Estados Unidos se fundamenta en la creación de alianzas militares como AUKUS o QUAD. Apoyado en esta red estratégica de socios, el presidente estadounidense Joe Biden señaló que, en caso de que sea necesario, intervendría en defender militarmente a Taiwán.

Taiwán y China. (Wikimedia).

Al respecto, el vocero de China Daily afirma que: “una vez que Taiwán se transforme en una amenaza para la seguridad nacional… debido a las maquinaciones de Estados Unidos, el cálculo estratégico de Beijing cambiará drásticamente”. La estrategia de Pekín en Taiwán no ha sido otra que la “paciencia”, esto le ha facilitado modificar el status quo en la región de una forma sostenida durante años. Sin embargo, los ejercicios militares conjuntos entre las fuerzas militares taiwanesas y estadounidenses, a pocos kilómetros de las costas chinas, suponen una gran amenaza a la seguridad nacional.

En este contexto, Estados Unidos obliga a China a salirse de su “paciencia estratégica” para establecer límites. Un historiador estadounidense, Graham Allison, señaló que las potencias podrían caer en lo que se conoce como la “trampa de Tucídides”. Este concepto permanece vinculado a la creciente conflictividad entre dos potencias: el hegemón (potencia establecida) y el ascenso de otra que le disputa la hegemonía. No obstante, resulta pertinente resaltar un discurso que Xi Jinping sostuvo hace unos años atrás: “No existe tal cosa que algunos llaman la trampa de Tucídides en el mundo. Pero si las potencias repetidamente cometen el error de mal cálculo estratégico, pueden crear tales trampas para ellas mismas”.

“Creciente incertidumbre”

Debido a que China no logró disuadir a Washington de evitar la visita de Nancy Pelosi a Taiwán, las tensiones entre China y Taiwán aumentaron. Considerando el análisis previo, se detallan posibles escenarios sobre la disputa geopolítica en el Asia Pacifico.

1.“El plan de China para anexar Taiwan”

Este escenario a largo plazo, característico de la política china “paciencia estratégica”, se basa en la decisión de Pekín de ejercer presión sobre los intereses regionales de Taiwán y de invadir paulatinamente su territorio durante los próximos meses. Se normalizarían las actividades militares chinas en Taiwán. China podría esperar que su posición militar dominante y su desvinculación económica de los Estados Unidos fomenten condiciones para forzar el regreso de Taiwán a Pekín dentro de los próximos años, idealmente por “negociación” o por la fuerza, en caso de ser necesario.

Esta situación podría acelerarse únicamente por el declive hegemónico de Estados Unidos. Asimismo, la decisión de Pekín permanece vinculada a las elecciones en China, debido a que una guerra no planificada podría costarle el tercer mandato consecutivo a Xi Jinping (2023). Es posible que las provocaciones estadounidenses hacia Taiwán, en realidad giren en torno a esta cuestión: generar desestabilidad interna dentro del año electoral.

2.“Disuasión integrada

Sabiendo que China es el mayor desafío geopolítico de este siglo, Estados Unidos llevaría adelante una estrategia de “disuasión conjunta” mediante las alianzas militares como AUKUS (Australia, Estados Unidos, Reino Unido) o QUAD (Japón, India, Estados Unidos y Australia). Estos países conforman la red de aliados estratégicos de Estados Unidos en Asia Pacifico, por lo que, a medida que el poder militar chino se incrementa, la competencia estratégica estadounidense también. Ante el creciente nivel de los ejercicios militares chinos en la zona, se observa un significativo incremento en las ventas de equipos militares estadounidenses a Taiwán, estimulando el dilema de seguridad.

En este escenario, se evita que la disuasión falle, ya que tanto China como Estados Unidos se verían altamente perjudicados, especialmente en materia económica y comercial. Cuando las cuestiones de seguridad internacional (dilema de seguridad) sobrepasan las comerciales, la interdependencia que caracteriza el sistema internacional es el punto débil. Este sería el principal objetivo por el cual se aplicaría una estrategia disuasoria.

3. “Estabilidad estratégica

Teniendo en cuenta que ni China ni Estados Unidos se benefician con otro conflicto armado en curso, se prefiere sostener el status quo en la región. Ambos Estados se alejarían de una situación que derive en un conflicto, tratando de mejorar sus esfuerzos en la comunicación diplomática.

En consecuencia, China cesaría los ejercicios militares próximos a la frontera con Taiwán, mientras que Estados Unidos se comprometería a llevar a la práctica la política que aceptaron oficialmente: “One China Policy”. Asimismo, Washington controla el apoyo bipartidista hacia Taiwán. En este escenario, se prioriza la preservación de la seguridad y de los intereses económicos en la zona, disminuyendo los riesgos de conflictividad.

4. “Invasión china a Taiwan

Este escenario prevé la confrontación armada directa entre Estados Unidos y China, producto del aumento de la conflictividad por Taiwán. Un error de cálculo de Occidente implicaría que  la disuasión falle nuevamente (tomando en consideración lo sucedido con Rusia). Una de las posibles razones para el desarrollo del conflicto bélico podría ser que Taiwán obtuviera el reconocimiento como Estado de los países miembros de la OTAN. Claramente, este hecho sería el fracaso de la “One China Policy”. En efecto, el gobierno taiwanes sería un aliado estratégico para el desarrollo de los objetivos de la “OTAN Global” en el Pacifico.

En este caso, el conflicto bélico aportaría al bloqueo del Estrecho de Taiwán. La interrupción del mismo supondría un golpe significativo a la economía internacional debido a que por medio de este se produce un flujo comercial marítimo importante. Asimismo, las rutas marítimas y de aviación regionales que conectan a Asia con el sur y norte de Asia, así como con Medio Oriente también se verían altamente afectadas.

Definitivamente, la visita de Nancy Pelosi a Taipei ha producido una escalada en el conflicto entre Estados Unidos y China. La reunificación de Taiwán es fundamental para la política exterior china, hasta tal punto, que es considerada como un legado para Xi Jinping.

Los temores sobre un posible conflicto en Taiwán se intensifican cada vez más, traduciéndose en el gran temor de Occidente: una confrontación simultánea en dos frentes. Por tanto, el desarrollo de los escenarios planteados solamente dependerá del curso de las políticas que implementen los actores participantes.


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Parte I: ¿Cómo se sentaron las bases? Un análisis de la convivencia Chávez-Uribe

A menos una semana de la celebración del referéndum plebiscitario por la paz en Colombia, los debates son muchos y muy variados. Se trata del inicio de un proceso de transición, en el se enfrentarán retos de diversa índole y de cómo manejarlos dependerá el futuro del país. Si bien el conflicto colombiano se ha librado fundamentalmente en el interior de las fronteras del país, han sido muchos los factores externos que han contribuido a su desestabilización. No obstante, hacer una reflexión sobre cuál es la situación en los territorios fronterizos y cómo eso revierte en las relaciones bilaterales con los países vecinos, deviene una cuestión fundamental para mapear todos los posibles riesgos de este nuevo horizonte que se abre en Colombia.

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Mapa de las fronteras de Colombia. [Foto: Juan José Madrigal vía Flickr].

El territorio colombiano delimita por el norte con el mar Caribe, por el sur con Ecuador y Perú, por el este con Panamá y el Océano Pacífico y por el oeste con Brasil y Venezuela. Aunque no sería posible afirmar que alguno de ellos se encuentre libre de problemáticas de carácter social o económico, hoy en día, la situación de Venezuela es especialmente delicada y supone para la región un elemento de preocupación que no deja indiferentes a ninguno de los países que lindan con su territorio. Desde una Colombia sumida en plena vorágine por zanjar un conflicto de más de medio siglo de antigüedad, la coyuntura venezolana no debe de ser asumida como una problemática ajena, sino como un contexto de “retos simultáneos”. Socorro Ramírez –doctora en Ciencia Política y Relaciones Internaciones y miembro de la Comisión Presidencial de Integración y Asuntos Fronterizos (COPIAF)– afirma que actualmente deben considerarse dos procesos de transición política que están teniendo lugar paralelamente: el fin de la guerra en Colombia y una transición que no termina de perfilarse pero que debe de tener como salida la reestructuración de un proyecto que ya no se puede considerar exitoso.

La tensión latente en relación colombo-venezolana

Las desavenencias que caracterizan las relaciones colombo-venezolanas datan del siglo XIX, incluso de antes de la proclamación de las independencias y posterior trazado de una frontera que nunca fuera aceptada de manera satisfactoria por ninguno de los dos países. Durante este tiempo, a pesar de las complejas tensiones territoriales, la necesidad de regular el mercado transfronterizo obligó a poner en práctica diferentes iniciativas que, como señala la profesora Ramírez, evidenciaron “lo fructífero de la cooperación” entre dos partes que tienen más de complementario que de opuesto. Algunos ejemplos, como la otorgación de cédulas de identidad de ambas nacionalidades para ganaderos que interactuaban en los dos lados de la frontera, son muestras de que existen alternativas para abordar de manera conjunta problemas como el del tráfico ilegal o la institucionalización de mercados negros.

La frontera entre Colombia y Venezuela se extiende a lo largo de 2219km. [Foto vía Creative Commons].

Entendiendo la relación entre Venezuela y Colombia en el marco de un eje conflicto-cooperación, la coyuntura política en ambos países en las últimas décadas, tomando como referencia la llegada de Hugo Chávez al poder venezolano en 1999, intensificó de manera significativa estas dinámicas de relación binacional. Sin entrar en los motivos de la continuidad política en el gobierno venezolano, que en dicho período sólo ha asistido a la delegación del poder a Nicolás Maduro tras el fallecimiento de Chávez, resulta fácil asociar las alteraciones en la dinámica fronteriza con los cambios en la presidencia de Colombia. Sin embargo, resulta paradójico que los dos momentos en los que se han alcanzado los dos extremos del eje, coinciden con el período Chávez-Uribe (2002-2010).

La fase olvidada del chávez-uribismo

La llegada de Chávez al gobierno interrumpió a Colombia en el segundo año de la legislatura de Andrés Pastrana (1998-2002). Una legislatura caracterizada por la iniciación de un proceso de paz similar al que se está viviendo actualmente y que sin embargo no derivó en el acuerdo. La llegada de  Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela fue cualquier cosa menos de actitud conciliadora con lo que respectaba al estado colombiano ya que en un primer momento Chávez muestra una cierta complicidad con la guerrilla declarándose neutral en el conflicto. Esto significó de algún modo una “exacerbación de temores mutuos”, que frente a todo pronóstico dio un vuelvo con la llegada de Álvaro Uribe al gobierno de Colombia . Para entender las peculiaridades de esta etapa, es necesario comprender las personalidades de dos figuras que, lejos de comulgar en cuanto a alineaciones ideológicas, compartían otras muchas prácticas políticas. Ambos se alzaron como líderes incontestables, de corte casi mesiánico, dispuestos a conectar a través de un discurso más próximo con el pueblo.

Hugo Chávez Frías y Álvaro Uribe Vélez han sido dos de los presidentes más populares de América Latina en las últimas décadas [Foto vía Flickr].

Durante este primer tramo del chávez-uribismo, el ansia de colaboración derivó en la elaboración de mega-proyectos estratégicos como la construcción del canal interoceánico a través del cual Uribe, firme aliado y colaborador de los EEUU, estaba dispuesto a facilitar a Chávez la diversificación de destinos de importación del petróleo, reduciendo así su dependencia con EEUU. También data de esta etapa el sustancial incremento del comercio bilateral, el cual se triplicó respecto al período anterior, además de otros logros en el ámbito de lo social como la reducción de los índices de violencia en los territorios fronterizos gracias a los esfuerzos conjuntos por la eliminación de prácticas ilícitas como el contrabando de gasolina. Poco tienen que ver estos inicios en los que incluso casi se resuelve el conflicto del Golfo que había puesto en jaque a ambos países en 1987, con el giro que dan las cosas a partir del año 2005.

Entonces ¿qué fue lo que paso? ¿qué elemento desencadenó la escalada de tensión que se produjo a partir del año 2005? Como prácticamente todos los hitos históricos por los que ha atravesado Colombia en las últimas décadas, tuvo que ver con el conflicto armado.

El “caso Granda”: la entrada en la espiral de conflicto

El hecho que comenzó a resquebrajar las “ejemplares” relaciones diplomáticas fue la detención del portavoz de las FARC, Rodrigo Granda, por medio de las autoridades colombianas el 10 de diciembre de 2004. A pesar de que rápidamente se proliferara la noticia de que se trataba de un secuestro, tenido lugar en la cuidada de Caracas, inicialmente ambos países llegaron al acuerdo tácito de aceptar que la captura se había realizado en Cúcuta, región fronteriza colombiana – a donde, se supo, fue trasladado después.

Rodrigo Granda Escobar era considerado uno de los miembros con mayor influencia en las filas de las FARC en ese tiempo [Foto vía Diario Semana].

En un primer momento no parecía que se le diera importancia a ésta ni a otras cuestiones como a la de por qué un alto cargo de la guerrilla se encontraba en territorio venezolano o a la sospecha de que la operación de las fuerzas armadas colombianas se había llevado a cabo mediante el soborno. El comportamiento aséptico de ambos gobiernos no duró más que unos meses, en los cuáles comenzaron a suscitarse severas acusaciones por parte de diferentes grupos de presión en los dos países. Por un lado, desde Venezuela comenzó a circular la idea de que la detención de Granda en Caracas suponía una grave intromisión en la soberanía nacional, mientras que desde Colombia se consideraba que su presencia en Venezuela ponía en evidencia el apoyo de este país a las FARC. También las FARC realizaron comunicados manifestando su decepción con Chávez por no haber mediado en lo que se había considerado un secuestro por parte de las fuerzas armadas colombianas. Investigaciones posteriores demostraron que Granda contaba con cédula venezolana y que su presencia en Venezuela era consecuencia de la invitación al congreso bolivariano del 8 y 9 de diciembre. Al mismo tiempo se ponía en entredicho la actuación  legal de las fuerzas policiales colombianas, una vez confirmado que habían pagado de manera privada a funcionarios venezolanos para que colaboraran en el secuestro de Granda. En definitiva, los sucesos que tuvieron lugar en el año 2005 supusieron una escalada de la tensión en la frontera, que se llevó consigo cualquier iniciativa de colaboración que se pudiera haber dado con anterioridad.

A partir el registro de testimonios agresivos por parte de la clase dirigente en ambos países es innumerable. Las consecuencias de esta tensión fueron, desde la ruptura de las relaciones comerciales, hasta la movilización de armamento a la frontera, la cual se encontró cerrada en diferentes ocasiones. La crisis diplomático tuvo gran repercusión internacional tanto en organismos multilaterales como Naciones Unidas (NNUU), desde donde el propio Ban-Ki Moon llamó a ambos países a la reconciliación, o la Organización de los Estados Americanos (OEA), como la intervención de otros países vecinos como Brasil, Chile o Ecuador en sus intentos de mediar en la situación colombo-venezolana.

Apelando a la soberanía en el lado venezolano y a la seguridad desde Colombia y retomando la importancia de los liderazgos presidenciales, tanto Chávez como Uribe utilizaron la coyuntura internacional en sus discursos a nivel nacional Venezuela era sinónimo de guerrilla y Colombia de imperialismo norteamericano, imágenes de las que ellos querían alejarse para construir el futuro de sus países.

No es hasta la llegada de Santos en 2010 que se considera la entrada en una nueva etapa que de alguna manera puso fin a un conflicto que ninguno de los dos países podía resistir. Pasados tres días de que Juan Manuel Santos ganara las elecciones, Chávez se reunía con el en la Quinta de San Pedro Alejandrino (Santa Marta, Colombia) para poner fin a sus deferencias. Las consecuencias de esta etapa fueron devastadoras, y los daños prácticamente irreparables, dejaron a la frontera de Venezuela y Colombia en una situación cuando menos quebradiza para enfrentarse a lo que viene a partir de ahora.

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