
Ningún país de la historia ha surgido como potencia industrial sin haber creado un legado de daños ambientales y sociales, cuya solución puede demandar décadas e incluso algún siglo.
Aunque la velocidad y la manera como China ha aparecido como potencia económica, no tienen ningún paralelismo claro en la historia, también su problema de contaminación ha superado todos los precedentes. La degradación ambiental es ahora tan severa y tiene tantas repercusiones a nivel social, que la contaminación representa no sólo una carga a largo plazo para China, sino que también un agudo desafío político.
El binomio contaminación-daño social es sin duda directamente proporcional. A más contaminación más degradación social.
Cuando hablamos de contaminación no nos podemos detener solamente en la contaminación del aire, sino que la contaminación del agua y del suelo también tienen su importancia. Casi 500 millones de personas tienen déficit de agua potable, a lo que se le tiene que añadir los grandes mantos grises tóxicos que viven las grandes ciudades. Sólo el 1% de los 560 millones de habitantes que viven en las ciudades del país respiran aire considerado seguro por la Unión Europea.

Existe un proverbio chino que dice “nunca se aprecia el valor del agua hasta que el pozo está seco”. Es posible que el gobierno chino no vea el problema social hasta que los propios ciudadanos empiecen a manifestarse y a reclamar sus derechos, ante situaciones de muertes prematuras debido a problemas respiratorios, cáncer o infecciones severas, como consecuencia de no respirar un aire puro y a la no accesibilidad al agua y a los alimentos de primera necesidad.
Precisamente hay indicadores que ya destacan que los elevados niveles de contaminación tienen un impacto cada vez mayor sobre la salud de las personas. Se estima que la contaminación del aire ha provocado más de medio millón de muertos prematuros, debido a problemas respiratorios o enfermedades cardíacas, con cien millones de personas que viven en ciudades en las que la calidad del aire se considera muy peligrosa. Pero no sólo en las ciudades hay problemas respiratorios graves, sino que las grandes ingestas de carbón quemado (dejan ir toxinas con un importante riesgo para la salud), especialmente en las zonas norte del país, han provocado que las que las enfermedades respiratorias se hayan convirtiendo en la primera causa de muerte en las zonas rurales y la cuarta en las ciudades en esa zona.
Aunque la esperanza de vida en China, de los últimos treinta años, ha pasado de manera general de los 67,80 años (1983) a los 73,47 años (2012), en los lugares con mayor tasa de contaminación ha retrocediendo a indicadores de hace precisamente 30 años, es decir se ha reducido en algo más de cinco años la esperanza de vida.
Los costes de la contaminación son evidentes China. No sólo por lo que significa económicamente, sino por lo que significa socialmente. Los problemas de salud de los ciudadanos chinos, puede conllevar ciertos problemas para un perfecto desarrollo de la sociedad china en los próximos años.

El gobierno chino no puede permanecer inmóvil ante esta situación, que se empieza a considerar de emergencia nacional. Un desequilibrio social añadido a las revueltas que pueden ocasionar el malestar general debido a estas condiciones de vida, puede provocar que la tan deseada paz social se vea rota.
El cambio de rumbo tiene que venir marcado por la introducción de cambios radicales. El Banco Mundial estima que en el año 2020, China tendrá que invertir unos 400.000 millones de dólares para tratar las enfermedades que son causadas por la quema de carbón, lo que equivale al 13% del PIB calculado para ese año.
Esto sugiere hacer alguna cosa antes que la contaminación se vuelva el principal problema, para una sociedad china en vías de desarrollo. Tantos años de avance en el campo social (más de 500 millones de personas han sido sacados de la pobreza), no pueden retroceder por unas políticas ineficientes a nivel ambiental.
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