Europa llega tarde y mal a hacer frente a la ola de refugiados que huyen de la guerra siria. Esta crisis insta a los europeos y a sus instituciones a ser responsables del destino de miles de refugiados que huyen de la guerra y de la crueldad terrorista, y que terminan encontrándose ante un muro burocrático (cuando no real). Estas son las medidas que los miembros de la Unión deberían llevar a cabo para resolver la crisis.
¿Por qué el ISIS se empeña en borrar el legado de la cuna de la civilización? ¿Cómo ha respondido la comunidad internacional? ¿Cuáles son las consecuencias de la destrucción de patrimonio?
Cuatro años después del inicio de la guerra en Siria, la situación de las mujeres continúa siendo desgarrada. Las refugiadas sufren acoso, matrimonios forzados o precoces y violencia machista en el hogar. Exigen ser escuchadas para construir la paz en Siria.
El mundo post 11-S marcó el punto de inflexión a partir del que Estados Unidos radicalizó el contenido de su discurso de intolerancia y su actividad bélica en los países de Oriente Medio y Próximo (o el Gran Oriente Medio como lo llamó la administración Bush). El resultado, desde entonces hasta ahora, ha sido la correspondiente radicalización de grupos subversivos a la penetración de “la cultura occidental” en su modus vivendi. Hasta el momento, la expresión más amenazante es el autoproclamado califato del Estado Islámico y las posibilidades para derrotarlo se vuelven cada vez más escasas y difíciles de poner en práctica si no se permite que sean los actores locales los que aíslen y desescalen la violencia provocada por sus militantes.
La legitimidad del mensaje
La influyente revista estadounidense especializada en temas de política internacional, Foreing Policy, publicaba un artículo titulado “The United States Will Never Win The Propaganda War Against The Islamic State” (en español, “EEUU nunca ganará la guerra propagandística contra el Estado Islámico”). En él el autor afirma que, para poder tener alguna oportunidad de detener el avance del fundamentalismo islámico, hoy en día la mayor amenaza a la estabilidad y la seguridad mundiales en lo que Ariel Sharon alguna vez denominó El Gran Medio Oriente (desde Marruecos hasta Cachemira y de Somalia al Cáucaso), lo primero que hay que hacer es ganar en el terreno discursivo.
Para ello, lo que la administración Obama –hasta ahora caracterizada por la falta de seguridad y fortaleza del Presidente para actuar con libertad y determinación en el terreno internacional– debe hacer es, en primer lugar, fortalecer la narrativa existente en “voces locales” determinadas a desvincular la violencia ejercida por esta agrupación terrorista de las enseñanzas pacíficas del Islam y, en segundo lugar, hay que dotar de legitimidad al mensaje, para lo cual Washington debe permanecer al margen y ceder su liderazgo a quienes hablan desde el Islam.
La estrategia de dejar que sean los actores regionales los que se encarguen de mediar en alguna disyuntiva no es nueva y le ha funcionado bastante bien a los mandatarios estadounidenses cuando su credibilidad se pone en tela de juicio debido a sus acciones hostiles (y en reiteradas ocasiones hipócritas). Sin embargo, la problemática del Estado Islámico es bastante más compleja que otros líos en los que han quedado atorados los mandatarios estadounidenses, por el valor intrínseco de la región (que McKinder supo identificar como el “Hearthland”) en donde no únicamente concurren los intereses de seguridad de Israel, Estados Unidos y Europa, sino que además tienen cabida las esferas de influencia de las cuatro potencias asiáticas que hoy le disputan el orden mundial a los alfiles occidentales: Rusia, China, Irán e India.
No obstante, el hecho de que Estados Unidos degrade su discurso a uno de bajo perfil tiene sus ventajas, tanto para desescalar la violencia producida por el Estado Islámico en los territorios que controla y su periferia, como para no incrementar el discurso de odio antioccidental de otras organizaciones que ven en la diplomacia estadounidense el acto injerencista por antonomasia que balcaniza poblaciones enteras con su potente aparato industrial-militar.
Bandera del ISIS (EI) diseñada por Jama’at at-Tawhid wa’l-Jihad. Apareció en vídeos de ejecuciones en septiembre de 2004 [Foto: Axiom292 vía wikimedia]
De lo anterior se desprende que, para que el fortalecimiento de las voces sumadas a la causa de disminuir la intensidad de la carga bélica en el discurso funcione, estas tengan que penetrar primero en la postura ambivalente de Turquía, que lo mismo apoya al Estado Islámico que combate a los Kurdos en Siria, a la rama Hur Dava Partisti –identificada con el Hezbolla libanés– que combate a los Independentistas Kurdos en territorio Turco, que a los Kurdos que defienden la frontera Turca contra los combatientes del EI. Y posteriormente en la de los aliados con los que Washington cuenta en el Golfo Pérsico.
¿Por religión o vs Occidente?
Analizada a profundidad la retórica empleada por el Estado Islámico se hace evidente que, si bien esta apela a un discurso de reivindicación del Islam en el mundo, lo cierto es que el verdadero argumento, el de fondo, es el que promueve una acción sólida y “justificada” en contra del comportamiento hipócrita de Estados Unidos en torno a cuestiones como la libertad y los derechos humanos. Es precisamente este argumento el que parece atraer más adeptos a las filas de esta organización que la retórica misma de la religiosidad.
Tropas del EI [Foto: anticapitalistes.net]
Lamentablemente, para los países circundantes a los territorios controlados por el EI, su relación con Washington en el plano particular es un condicionante que restringe su campo de acción en la resolución del conflicto, ya que es esta misma relación de la que depende la resolución de otros conflictos igual de apremiantes: el programa nuclear iraní, la pacificación de Siria, la estabilización del gobierno iraquí, la no desintegración del territorio turco, la seguridad de millones de civiles y el mantenimiento de la integridad de las cientos de minorías étnicas en la zona, por poner solo algunos ejemplos.
Las perspectivas de actuación de los estadounidenses, no obstante, se ven distantes y poco claras con un presidente que no ha tenido ni un solo acierto mayúsculo en su gestión en materia de política exterior y con poco menos de dos años para que se celebren elecciones para elegir a un nuevo inquilino de la Casa Blanca. En cuyo caso, como pintan las cosas, bien puede ser un republicano del sector más cercano al ala radical que no titubee en poner en marcha una política exterior más agresiva y belicista en la región que solo arrastre a sus aliados a un nuevo conflicto como las guerras de Irak y Afganistán.
Foto de portada: Cartel de la resistencia en la ciudad siria de Kobane [vía anticapitalistes.net]
Las fuerzas del gobierno y más de 1.500 grupos armados en territorio sirio han recrudecido el conflicto creando una de las crisis humanitarias más importantes de los últimos años. Oficinas de la ONU y ONGs han denunciado el uso de la violación como arma de guerra, especialmente contra mujeres y niñas.
Desde la decapitación del periodista americano James Foley a manos de un guerrillero encapuchado con un sospechoso acento londinense, todas las miradas se han vuelto hacia Europa y hacia una realidad: la existencia de jóvenes europeos que parten hacia Siria e Irak para hacer la yihad en las filas del Estado Islámico (EI)
La mayoría de los refugiados que han decidido quedarse en Damasco apoyan el régimen de Bashar al Assad. Si bien los damascenos siguen disfrutando de las prestaciones de muchos servicios básicos del Estado, no pueden rehacer su vida normal
El norte de Irak es un territorio étnica y confesionalmente muy diverso. El avance del Estado Islámico sobre el país mesopotámico ha hecho que muchas de estas minorías deban abandonar sus hogares ancestrales en busca de refugio en el cercano Kurdistán, pero la responsabilidad de protegerlas incumbe a toda la comunidad internacional.
Análisis de la política exterior siria desde el nivel individual y cómo la personalidad de Bashar al-Assad ha influido en las relaciones internacionales de Siria, la region y la comunidad internacional en su totalidad.
El 2 de Octubre 2013, una veintena de inspectores enviados por la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPCE), llegó a Siria para comprobar el estado del polémica arsenal químico del país. Hay un punto sobre el que todos parecen estar de acuerdo: un largo y tortuoso proceso espera a los inspectores.
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