Los medios de comunicación nos hacen llegar, casi cada día, las atrocidades perpetradas por el ISIS (siglas en inglés de Estado Islámico de Irak y del Levante) en Irak y Siria. Las víctimas del grupo yihadista han sido y son la población civil de ambos países mencionados, las minorías religiosas, los periodistas y los cooperantes. Además, aunque ya lo habían hecho anteriormente, también se han centrado en destruir el patrimonio milenario iraquí. ¿Por qué el ISIS se empeña en borrar el legado de la cuna de la civilización? ¿Cómo ha respondido la comunidad internacional? ¿Cuáles son las consecuencias de la destrucción de patrimonio?
Patrimonio destruido
El primer objetivo fue la Biblioteca Pública de Mosul. Militantes del ISIS quemaron al menos 8.000 libros antiguos y manuscritos el 23 de febrero. Posteriormente, los terroristas hicieron estallar la biblioteca con explosivos. Entre los ejemplares destruidos se encontraban manuscritos del siglo XVIII, libros siríacos imprimidos en la primera imprenta del país, obras de la época otomana y periódicos iraquís de principios del siglo XX.
Dos días más tarde, el 26 de febrero, la organización yihadista difundió por las redes sociales un vídeo en el que enseña como destruye decenas de esculturas del Museo de la Civilización de Mosul, las cuales databan del siglo VIII y VII a.C. Días más tarde, la directora del departamento de Antigüedades iraquíes, Fawzye al-Mahdi, afirmó que las obras destruidas eran copias, en declaraciones al diario alemán Deutsche Welle. Las piezas originales se encuentran en Bagdad y en otros museos del mundo.
Una semana más tarde, el jueves 5 de marzo, el ISIS utilizó maquinaria pesada para arrasar la ciudad arqueológica asiria de Nimrod, situada a unos 30 kilómetros al sureste de Mosul. Estos restos arqueológicos datan del siglo XIII a.C. y son uno de los enclaves asirios más relevantes en Irak.
Dos días después, el 7 de marzo, fue el turno de las ruinas de Hatra, la capital de los partos en el siglo III a.C. El autodenominado Estado Islámico siguió el mismo modus operandi que con Nimrod para demoler Hatra.
Al día siguiente, el 8 de marzo, los terroristas siguieron con su particular ‘yihad’ arqueológica. Esta vez, el objetivo fue la antigua ciudad de Dur Sharrukin, actual Jorsabad.
¿Por qué el Estado Islámico destruye patrimonio?
El grupo yihadista ha justificado la destrucción del legado artístico aduciendo que las estatuas y los monumentos pueden incitar a la idolatría. Con esta interpretación fundamentalista del Corán, uno de sus miembros esgrime lo siguiente en el vídeo del Museo de Mosul: “El Profeta nos ordenó deshacernos de las estatuas y las reliquias y sus compañeros hicieron lo mismo cuando conquistaron países en su nombre”.
No obstante, si realmente actúan según su visión integrista del islam, por qué cada vez que arrasan un sitio arqueológico se quedan la piezas pequeñas para vender en el mercado negro y, en cambio, sólo destruyen las que no pueden transportar? Según el diario británico The Times, la venta de arte en el mercado negro es una de las vías de financiación del ISIS.
La UNESCO afirmó, en una nota de prensa, que la finalidad del autodenominado Estado Islámico es “borrar” la historia del país y “socavar” la coexistencia pacífica entre comunidades diversas.
Además, algunos expertos, entre ellos Moussa Bourekba, especialista en Oriente Medio del Cidob, aseguran que la demolición patrimonial forma parte de la estrategia de comunicación del ISIS. Bourekba declara que actuar contra el patrimonio y su enorme carga simbólica casi obliga a los medios del mundo entero a reaccionar y difundir las imágenes.
El experto del Cidob añade: “el objetivo número uno del ISIS, desde septiembre pasado, es precipitar a Occidente en una guerra, la cual cosa ha conseguido tras las decapitaciones de rehenes occidentales, para demostrar que su profecía está ocurriendo: enfrentamiento entre “Occidente” y el “ejército del islam”.
La reacción de la comunidad internacional
El Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, hizo un llamamiento a la comunidad internacional para que “acabe cuanto antes” con estas “barbáricas” actividades terroristas y que tome medidas contra el tráfico ilegal de estos bienes culturales. Varios países de todo el mundo, entre ellos España, han condenado los hechos, pero, de momento, no se ha llevado a cabo ninguna acción concreta.
El 27 de febrero, después de los ataques contra el museo de Mosul, la Directora General de la UNESCO, Irina Bokova, declaró que había pedido al Presidente del Consejo de Seguridad de la ONU que convocara una reunión urgente del mismo para tratar sobre la protección del patrimonio iraquí.
El domingo 8 de marzo, en una rueda de prensa, el ministro iraquí de Turismo y Antigüedades, Adel Shirshab, también pidió una reunión extraordinaria del Consejo de Seguridad para abordar la misma problemática. Además, el ministro se mostró crítico con la comunidad internacional y declaró que el mundo debía asumir la responsabilidad y poner fin a las atrocidades de los terroristas. Hasta día de hoy no se ha convocado ninguna reunión con esta temática.
A mediados de marzo, la Interpol organizó un simposio de tres días sobre cómo mejorar la protección del patrimonio cultural.
El 19 de marzo, en declaraciones al diario británico The Guardian, el ministro italiano de cultura, Dario Franceschini, propuso una posible solución: la creación de una fuerza de paz de la ONU para proteger los sitios del patrimonio del mundo. Una especie de cascos azules defensores del legado cultural.
Las consecuencias de la desaparación del patrimonio histórico
“La pérdida es irreversible”, sentencia Miquel Molist, catedrático de arqueología de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Según Molist, el patrimonio de la zona de la Alta Mesopotamia (Irak y Siria), además de tener importancia local, también tiene relevancia para toda la humanidad, porque es el lugar donde nacieron la agricultura, el estado y la escritura.
Según la UNESCO, la preservación del patrimonio ayuda a reconstruir comunidades desmembradas, a restablecer su identidad, a crear un vínculo con su pasado y a crear un vínculo entre el pasado, el presente y el futuro.
Además, hay que tener en cuenta, una vez terminado el conflicto, como la desaparición del legado cultural afectará al turismo del país y, por consiguiente, a la economía iraquí.
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