Tras 5 años de Guerra Civil Siria, 300.000 fallecidos y 12 millones de desplazados, repasamos las consecuencias del conflicto y el éxodo en masa del país. Aquellos refugiados que han llegado a Europa se han encontrado con un mecanismo de asilo con importantes lagunas. Te explicamos de manera sencilla cómo funciona y su importancia en la caótica gestión de esta crisis.
Con Internet como medio, mujeres en Yemen, Siria y Afganistán se convirtieron en periodistas ciudadanas para contar al mundo como es el día a día en medio del conflicto armado. Te explicamos varios de estos casos.
Como ya mencionamos en ¿Qué argumentos morales desaconsejan la intervención militar en Siria? y ¿Por qué las respuestas militares en Siria no son legales? son al menos tres las razones que desaconsejan o desautorizan cualquier respuesta militar que se vaya a producir o se haya producido como reacción a los ataques terroristas del Daesh. He hablado de argumentos éticos, de responsabilidad moral con la población civil; y de argumentos legales, de conveniencia de la situación para la invocación del principio de legítima defensa. En estas líneas trataré algunos motivos de carácter estratégico-militar por los que el tipo de respuesta elegido ante los ataques terroristas de París resulta incorrecto.
Supongamos que acordamos que el bombardeo es éticamente justificable y que se trata de una acción legal: ¿es la mejor respuesta al ataque yihadista? No, ¿por qué? Porque, entre otros motivos, tratar de acabar con una organización terrorista global con una respuesta militar focalizada en unos cuantos puntos, por mucho que estos sean sus centros de adiestramiento, es inútil: es como tratar de cazar, casi literalmente, moscas a cañonazos. Además, la respuesta no puede ser física, sino ideológica; casi como si de desobediencia civil se tratase.
Muchos gritan “¡Hay que acabar con ellos, hay que exterminarlos!” Pero, aunque estuviera de acuerdo con el bombardeo (recuerda que parto de la hipotética premisa de que convenimos que es moralmente aceptable ese quid pro quo) perdería algo de vista consecuencia de actuar con las lentes equivocadas: atacar un punto del planeta cuando hablamos de un fenómeno global es no estar entendiendo el fenómeno al que nos enfrentamos. Es como tratar de matar al vecino destruyendo su casa –con parte de su familia dentro– mientras él –o algunos de sus aliados– siguen fuera. ¡Es un sinsentido! Sí, debilita; pero no, no destruye. Es más, lo más probable es que alimente el odio. Y esto tiene que ver con el segundo punto: la respuesta no puede ser física, sino ideológica.
El hecho de que se trate de un enemigo global, altamente fanatizado y peligrosamente capaz de captar, hace que deba plantearse una respuesta en los mismos términos que su principal arma de captación: en términos ideológicos. Lo primero y fundamental es no perder el apoyo de la comunidad musulmana y las autoridades islámicas. Eso es clave y sabemos que la grandísima mayoría de la comunidad es aliada.
Por tanto, el enemigo no es religioso, sino político. Evitemos que la política fanática contagie la religión. De ser así, el avance sí será imparable. ¿Y cómo se hace esto? Mimando, escuchando, comprendiendo las razones (sí, razones) subyacentes a los actos de terrorismo y examinando en qué se puede ceder, qué reclamaciones son legítimas y cuáles son puro fanatismo. ¿Y por qué? Porque la guerra se ganará cuando se les desarme de razones con las que seguir adoctrinando y captando nuevos militantes para su causa.
Cuando hablo de las posibles razones para odiar a Occidente pienso en la situación de exclusión de estas comunidades en los alrededores de grandes ciudades, en la situación de desventaja histórica del Islam frente al cristianismo y en la demonización y la relegación de ésta a ámbitos oscuros -a diferencia de lo ocurrido con otras religiones como la muy respetable religión judía. Cuando hablo de posibles razones me refiero también a la exclusión social y la desigualdad que afecta a estas comunidades.
En este sentido, esta idea me sugiere un audiovisual potentísimo como es el programa de En Tierra Hostil en Honduras. En él uno de los testimonios decía algo así como que una de las principales razones por las que había caído en la delincuencia, por las que se había radicalizado (éste no hacia el terrorismo, sino hacia el vandalismo y la delincuencia juvenil) era por la ausencia de una figura estatal que los protegiese, por la ausencia de protección. Podríamos llegar a pensar que las motivaciones que subyacen a un proceso de radicalización terrorista pueden tener mucho que ver con eso: con la sensación de abandono, de desacoplamiento y maltrato. No sé, lanzo la hipótesis… ¿factibles?
Graffiti de Daesh [Foto: Thierry Ehrmann vía Flickr]
Es más, cuando hablo de razones lo hago también de que se puede observar una dinámica común a los últimos ataques: el ataque terrorista en Occidente como respuesta a una intervención de éste en Oriente Próximo. Ciertamente no voy a admitir ni excusar los pretextos que los grupos terroristas traen a colación cuando llevan a cabo un atentado como el del pasado 13 de noviembre en París cuando gritaron, según diversos medios como DiarioLibre, que “la culpa es de Hollande (…), no tiene por qué intervenir a Siria”, o que los atentados contra Charlie Hebdo eran “una venganza”. Sin embargo, todo apunta a que “meter las narices” de mala manera en la zona, a trompicones y guiados por puros intereses económicos, tiene consecuencias y es positivo denunciarlo.
Por tanto, el debate detrás de si lanzar o no una ofensiva militar sobre un territorio como respuesta a un ataque terrorista tiene más oscuros que claros tanto desde el punto de vista ético, como del legal y el estratégico. Y, sin dudarlo, el de la pura lógica de la eficacia.
Esta es una opinión sin ánimo de lucro
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Hacía referencia en ¿Qué argumentos morales desaconsejan la intervención militar en Siria (y en cualquier territorio)? a un texto publicado en El Español que decía lo siguiente: «“El bombardeo no es una solución, es una respuesta quizás emocional a una opinión pública en shock por los atentados. Si puede hacer daño a los yihadistas, muy bien, pero el problema es tan profundo que necesita una respuesta dentro del suelo europeo frente a la amenaza que viene de nativos de nuestros países”, dice Jean-François Daguzan, director adjunto de la Fundación para la Investigación Estratégica de París». Como ya dije, puedo no suscribir (o sí) del todo el mensaje de este extracto (y menos aún del artículo entero), pero es una reflexión muy a tener en cuenta.
Es posible que este tipo de respuesta –la emocional, impulsiva y hasta demagógica–, tanto en el ámbito individual como estatal, sea la respuesta más fácil de comprender, pero parece claro que es contraria a la legislación y que, por tanto, debe -no debería; debe- tener consecuencias. ¿Por qué la respuesta militar contra el Daesh (ISIS) es errónea?
Carta de las Naciones Unidas [Foto: ONU]
Hay varios motivos de carácter moral, jurídico y estratégico perfectamente válidos para responder a esta pregunta. A lo largo de varios artículos en United Explanations iremos aportando respuestas –esperamos que– complementarias entre ellas para dotar de una argumentación ética, jurídica y estratégica frente a las intervenciones militares que actualmente se están produciendo. En uno anterior, abordamos la perspectiva moral. En este artículo nos centraremos en los argumentos de carácter jurídico.
Son varios los argumentos jurídicos contrarios a una respuesta militar de este tipo, es decir, a una respuesta con una inmediatez casi absoluta y sin ningún tipo de aprobación (aunque tampoco reprobación) de la Comunidad Internacional. Son muchos los elementos que tienen que tenerse en cuenta de cara a poder invocar el derecho de legítima defensa, y se cumplen pocos y de manera bastante deficiente.
La Academia no suele mostrar voces favorables o, al menos, convencidas de la respuesta militar hacia a un Estado como reacción al ataque de una organización terrorista. Una interesante reflexión respecto a las respuestas frente a grupos organizados es la del por entonces catedrático de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales por la Universidad de Murcia, Cesáreo Gutiérrez Espada en su artículo Sobre la respuesta armada contra Afganistán tras los actos terroristas del 11-S (p. 50):
“¿Legítimadefensa contra un Estado para responder a los ataques de una organización terrorista? El art. 51 de la Carta de Naciones Unidas está pensado para la hipótesis en que las fuerzas armadas de un Estado desencadenan contra otro un ataque armado «penetrando» sus fronteras y hollando su territorio físicamente, bombardeándolo o, en fin, atacando sus fuerzas armadas o flotas mercantes o aéreas. No es este el caso: El ejército talibán ni invadió Estados Unidos, ni bombardeó su territorio, ni atacó sus fuerzas armadas o a su flota civil mercante o aérea.
Es verdad que el derecho internacionalaceptó con el tiempo un ensanchamiento de la figura de la legítima defensa en ciertos supuestos de agresión indirecta. En ciertos supuestos digo: cuando un Estado envía grupos armados a otro país y allí se llevan a cabo actos armados equivalentes a un ataque armado en debida o forma o participa sustancialmente en dichos actos, comete asimismo una agresión armada con lo que se abre para el Estado víctima la invocación de su derecho inmanente de legítima (sic) defensa individual o colectiva.
Aviones de la coalición internacional dirigiéndose a atacar posiciones de Daesh [Foto: Desconocido vía eldiario.es]
¿Pueden, los ataques terroristas del 11-S calificarse de un ataque armado a los efectos de despertar el derecho de legítima defensa del Estado que los sufrió? Actos aislados de terrorismo nunca se han calificado así. Todos (sic) recordaremos la invocación que de la legítima defensa efectúo Estados Unidos para justificar sus ataques aéreos sobre las ciudades libias de Trípoli y Bengasi (1986), como respuesta al atentado terrorista en una discoteca berlinesa por agentes libios, y el rechazo que la misma provocó en Naciones Unidas, y lo mismo pudiera decirse del ataque aéreo israelí, en Túnez, a las sedes de la «organización terrorista» de la OLP (1985) (…)”.
Por otro lado, el catedrático Luís Ignacio Sánchez señalaba en 2002 en Una carta oscura del derecho internacional (p.286) que “la cuestión de la prueba a los fines de una legítima defensa inmediata ante un verdadero «ataque armado» suscita serios problemas. Porque sería preciso probar: a) la participación «sustancial» de otro Estado; b) la autoría por un movimiento o grupo terrorista de actos concretos; c) el grado y modalidades de vinculación entre el Estado y el grupo; d) la «gravedad» (dimensión, amplitud y efectos) de los actos de fuerza armada. Y teniendo en cuenta la singular perfidia y secretismo de este tipo de ataque y el modus operandi de los grupos terroristas, y de los Estados que los amparan y ayudan, no es de esperar abundantes elementos de prueba, lo que traduce en términos jurídicos una dificultad añadida para poner en marcha una legítima defensa que —sin prueba suficiente— podría ser calificada como una simples represalia armada o un supuesto de intervención ilícita. En este caso, el efecto y el contenido del acto terrorista seguramente será de conocimiento público y notorio, desplazándose la cuestión de la prueba hacia los grados de vinculación o participación de un Estado cualquiera”.
Dos voces autorizadas, con argumentaciones sólidas, señalando en una misma dirección: jurídicamente la invocación de la legítima defensa no es justificable. No obstante, resulta controvertido que un Estado como Francia, firmante de la Carta de las Naciones Unidas, ataque el territorio (controlado o no por Daesh) de otro Estado firmante como Siria sin que el Estado elegido democráticamente lo haya solicitado. ¿Dónde queda el principio de no intervención en los asuntos internos de los Estados y protección de su independencia y soberanía que la ONU resolvió declarar en 1965? Si el motivo es que Siria es un régimen no democrático pese a que celebre elecciones, esto es motivo más que suficiente para intervenir en muchos otros países. Ya en 2008 –antes de que se iniciara la Guerra Civil– hubiese supuesto pretexto para ello cuando, por ejemplo, The Economist situaba a Siria en la categoría de regímenes autoritarios junto a otros como Qatar, Emiratos Árabes, China, Marruecos o Ruanda. Sí, junto al país de las camisetas del Fútbol Club Barcelona; sí, junto al de las camisetas del Real Madrid C.F.; sí, junto a la exportadora y sistemática violadora de derechos humanos potencia asiática; sí, junto al país de las muy fructíferas y extremadamente cordiales relaciones con la corona y la diplomacia española; o sí, junto a la desgraciada Ruanda, víctima de un silencioso genocidio.
No parece que el motivo para desautorizar como régimen a Siria sea su no pertenencia al selecto club de las democracias liberales de Occidente. Entonces, ¿qué motivo justifica estos ataques? Si no hay motivos de defensa suficientes –y no los hay– la unilateral intervención en Siria por parte de Francia y de sus apoyos europeos es sencilla y llanamente irregular.
Esta es una opinión sin ánimo de lucro
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¿Ha caído Hollande y Occidente en la invitación de Daesh a la yihad? Este artículo pretende discutir esta aproximación, de gran relevancia para analizar la respuesta de gobiernos y fuerza políticas al atentado de París, y explica lo inadecuado de una intervención armada contra Daesh, a la vez que propone distintas maneras de debilitarlo.
Tras los atentados de París el mundo parece haber llegado a un acuerdo de pacificación en Siria. Sin embargo, este acuerdo resulta, tanto en la forma como en el fondo, ser una mascareta para un reacomodo de bajo nivel de los intereses geopolíticos de diversos actores en la región. A pesar de los esfuerzos, este acuerdo no resuelve la amenaza más grande de la zona: el terrorismo del Estado Islámico.
Hay varios motivos de carácter moral, jurídico y estratégico por los que la respuesta militar contra Daesh (ISIS) es errónea. En este artículo nos centraremos en los argumentos de carácter moral.
La protección que el gobierno de Turquía ha brindado en varias ocasiones a Daesh (el autodenominado Estado Islámico), así como los lazos que demuestran la existencia de colaboración en varios ámbitos militares y civiles, traen a la luz la necesidad de examinar la postura de Erdogan con respecto a la lucha que la comunidad internacional está llevando a cabo contra la organización yihadista. Los intentos de Turquía de evitar que las guerrillas kurdas aumenten su poder en la región han tenido un claro beneficiario: Daesh. Este artículo pretende explicar esta relación, poco comentada en los medios de comunicación pero extremadamente relevante para entender el avance de la organización terrorista en la región.
El caso de los refugiados sirios es el que ha atraído una mayor atención, pero no olvidemos que hay un número significativo de afganos, iraquís o eritreos que también huyen de una muerte segura. Con esta explicación, apoyada en varias infografías damos una visión general de las causas de este éxodo (forzoso).
Vladimir Putin es presidente de Rusia y cinturón negro de judo. Ambas cosas, en la misma proporción. En noviembre de 2014, cuando recibió el octavo dan -su nuevo grado en esta disciplina de artes marciales- el mandatario dijo que el judo le enseñaba “autocontrol, la habilidad de sentir el momento, ver las fortalezas y debilidades del oponente y esforzarse por el mejor resultado”.
Practicante de judo desde los 11 años, Putin también está muy familiarizado con el principio de la “no resistencia” o la aceptación de las circunstancias para transformarlas en una ventaja. Casi un año después de ascender en el escalafón marcial, Putin pudo poner en práctica todo su aprendizaje de judoca en un combate sin contacto físico -pero con mayor intensidad- en el arranque de la 70 Asamblea General de la ONU, a la que llegó para poner punto final al aislamiento diplomático de Rusia de los últimos meses.
Aprovechando el momento
Vladimir Putin [Foto: Global Panorama vía Flickr]
En las últimas semanas, Putin ha emprendido una campaña frenética para que Rusia regrese al estrado de las potencias mundiales. No es que hubiera dejado de serlo, sino que había caído en el aislamiento a raíz de la anexión de la península de Crimea y el apoyo a los movimientos separatistas en Ucrania.
El papel de Rusia en la crisis ucraniana trajo consecuencias internas y externas para Putin. Mientras el mandatario reforzaba entre sus seguidores su imagen de protector del poder ruso, los países occidentales aplicaron una serie de sanciones perjudiciales contra el país.
Este año, la economía de Rusia se contraerá un 3,4%, según el Fondo Monetario Internacional. Además, la inflación se ha disparado un 16% hasta el agosto pasado, detalla CNNMoney. Cada vez más marginado, Putin se ha topado con un escenario ideal para dar un golpe de autoridad que pasa forzosamente por Siria.
Desde el inicio de la guerra civil en el país en 2011, Rusia ha sido el soporte económico, armamentístico y diplomático del gobierno de Bashar Al Assad. Rusia ha rechazado en la ONU los intentos por emprender una campaña contra el gobierno sirio similar a la que terminó derrocando a Muammar Gadafi en Libia. La muerte del líder libio y el caos generado en el país tras la intervención occidental han sido el principal argumento de Putin para mantener su apoyo a Al Assad, aunque en términos reales su respaldo obedece más a la importancia de Siria como puente de entrada al Mediterráneo. Desde hace décadas, Rusia mantiene en el país una base militar en el puerto de Tartus.
La defensa rusa de Siria forzó a Estados Unidos y sus aliados a limitar su intervención a brindar apoyo logístico y de inteligencia a los movimientos rebeldes moderados, aunque el escenario se torció con la entrada en juego de un enemigo común: el Estado Islámico. El creciente poder de los extremistas islámicos en amplias zonas de Irak y Siria obligó a Washington y sus aliados a cambiar su estrategia para iniciar bombardeos contra el Estado Islámico
“We don’t love you”, fotografía de la Freedom House [Foto: Omar Balaa vía Flickr]
(Daesh) en ambos países -con la paradoja de que al hacerlo se está proporcionando ayuda indirecta a Al Assad, que mantiene su propia batalla contra ISIS.
Putin ha sabido medir este escenario complejo hasta decantarlo a su favor. Sin embargo, con un saldo de más de 200.000 muertos, la guerra en Siria no se habría convertido en su as bajo la manga si no fuera por una de sus más terribles consecuencias: la crisis de refugiados, que llegan en oleadas a Europa.
Debilidades y fortalezas del enemigo
El factor Estado Islámico ha modificado las prioridades de Estados Unidos. Luego de las líneas rojas fijadas por Obama y los fallidos intentos de campañas militares contra Al Assad, el presidente sirio parece haber pasado a un segundo plano en la lista de preocupaciones de Washington.
Sin embargo, los ataques aéreos contra ISIS no ha tenido el éxito esperado. Un año después del inicio de la estrategia contra el grupo, solo se le ha podido contener en algunas regiones de Siria e Irak, gracias a los combates en tierra de kurdos y rebeldes moderados apoyados por Washington. Sin embargo, ISIS se mantiene, exportándose como idea a otras regiones.
Poco antes de la escalada rusa, el estancamiento de la estrategia estadounidense parecía a punto de superarse con el apoyo de Turquía, que en julio decidió abrir a sus bases aéreas cerca de Siria e Irak para la coalición liderada por Estados Unidos.
Kadri Gursel, columnista de Al-Monitor, señala que el fin último del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, no es luchar contra el Estado Islámico sino contener el poder creciente de los kurdos –única fuerza sólida que lucha en el terreno contra los extremistas islámicos– y precipitar la salida de Al Assad. Solo así se entiende el plan turco de imponer una zona de exclusión aérea en Siria: entre ISIS y Assad, solo uno de los dos tiene fuerza aérea. ¿Puedes adivinar quién?
Vladimir Putin supo detectar esta amenaza hacia su aliado. Así, la presencia militar de Rusia en Siria obliga a Turquía a replantear su idea de una zona de exclusión, a menos que desee aplicarla a la poderosa fuerza aérea rusa. El ejemplo más claro de la estrategia rusa es que este 30 de septiembre, cuando inició sus primeros bombardeos en Siria, pidió a la aviación aliada de EEUU evitar el espacio aéreo.
El futuro de Siria [Foto: Photo Unit UNHCR vía Flickr]
Por otra parte, Putin avizora una postura más flexible desde Europa. La guerra civil en Siria y la amenaza del Estado Islámico ha provocado una crisis de refugiados sin parangón desde la Segunda Guerra Mundial. Más de 477.000 personas han llegado al continente europeo de forma irregular desde enero. De esta cifra, el 54% son sirios que huyeron de la guerra, según la Agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR).
Más allá de los controles fronterizos, los líderes europeos entienden que la solución radica en poner fin a la guerra en Siria -algo que no puede conseguirse sin tener en cuenta a Rusia. En Alemania, la mano dura contra Rusia ha comenzado a mostrar fisuras. El 27 de septiembre, el jefe de gabinete de Angela Merkel, Peter Altmaier, tuvo que contradecir las declaraciones del vicecanciller Sigmar Gabriel, quien días antes pidió levantar las sanciones contra Moscú, con el fin de destrabar la crisis siria.
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Con el panorama actual, la escalada en Siria parece ser una jugada redonda para Putin. La llegada de equipo militar y tropas le permite tener mayor control sobre el desenlace de la guerra en Siria, ya sea con o sin la permanencia de Al Assad.
Para Putin, lo importante es revalidar su control sobre el territorio frente a poderes como el de Turquía, Israel y Arabia Saudí. En este sentido, el Pentágono señala que Rusia ha empezado a instalar una base aérea en la ciudad de Latakia. Además, como suele suceder cuando la defensa de los derechos humanos se cruza con los intereses políticos y económicos, Putin no desaprovecha la oportunidad de llamar a un frente común contra el Estados Islámico, y de paso criticar la estrategia estadounidense, como lo hizo en la ONU.
Aún es pronto para saber si la estrategia de Putin no resultará contraproducente, a medida que el país se vea más involucrado en otros conflictos que también se entrecruzan en Siria, como el de chiitas y sunitas. Sin embargo, por ahora, Putin parece haber ganado este round.
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