09/12/2024 MÉXICO

Afganistán, el conflicto olvidado: el largo camino hacia la democracia

Cámara Baja de Afganistán (Wolesi Jirga).
Cámara Baja de Afganistán - Wolesi Jirga -
De cara a las próximas elecciones de este mes de octubre, este artículo nos invita a comprender la actual situación política en Afganistán. Dicho texto ofrece un repaso de la constitución y el funcionamiento del vigente sistema de partidos en el país asiático. Después de describir las cuatro corrientes de partidos existentes, el autor nos deja una reflexión sobre la posibilidad de que Afganistán llegue a tener un sistema de partidos en el que éstos no vean su libertad de actuación limitada en favor de un sistema de clientelismo o de señores de la guerra y, por lo tanto, se pueda empezar a construir un verdadero estado democrático.

El pasado verano, la Comisión Electoral Independiente Afgana (IEC) anunciaba que la fecha elegida para celebrar las elecciones presidenciales en el país asiático era la del 20 de abril de 2019. Dicho organismo, se encuentra ya trabajando en la preparación de los próximos comicios parlamentarios que van a tener lugar en poco más de un mes, el próximo 20 de octubre, para el que ya se han registrado más de 9 millones de afganos. En la jornada electoral, se deciden los miembros a formar parte de la Wolesi Jirga (transliteración en pastún que significa “Cámara del Pueblo”). La elección ya se ha pospuesto hasta en dos ocasiones; en un primer momento estaba previsto que tuviera lugar en octubre de 2016 para después moverlas de fecha a julio de este año. Todo ello, se produce en un clima de inestabilidad y violencia sin precedentes desde la caída del régimen talibán, controlando este último grupo insurgente más del 10% del territorio del país y disputándose al mismo tiempo con el gobierno prácticamente otro 40%. Los talibanes se sienten fuertes y ello ha precipitado hechos tales como la constante negativa a aceptar diferentes treguas y ofertas del gobierno de Ashraf Ghani proponiendo a cambio sentarse a negociar directamente con representantes de la administración norteamericana. Dicha delegación estaría encabezada por el jefe de la oficina política que los talibanes tienen en Qatar, Sher Mohamad Abbas Stanikzai, hombre al parecer próximo a los servicios secretos pakistaníes (ISI).

¿Una democracia imposible?

El derrocamiento del régimen de los talibanes en el año 2001 trajo esperanzas renovadas de que Afganistán pudiera emprender el camino hacia la democracia, anteriormente salpicado de sangrientos e interminables conflictos. De hecho, en el Acuerdo de Bonn auspiciado por las Naciones Unidas, se acordó el diseño de un sistema político para Afganistán “de acuerdo con los principios del islam, la democracia, el pluralismo y la justicia social”. Posteriormente, en el año 2004 todas estas declaraciones políticas y principios fueron recogidas por la Constitución de la República Islámica de Afganistán. Previamente, en Septiembre del año 2003 había entrado en vigor la Ley de Partidos Políticos, permitiendo a los ciudadanos la creación de los mismos y estableciendo su régimen de creación, funcionamiento y disolución. Unos años después, la Constitución afgana viene a convalidar este derecho y determina que la composición de la Cámara Baja o Wolesi Jirga del Parlamento Afgano (Shuraye Melli, Consejo Nacional) saldrá del resultado de unas elecciones “generales, libres y justas” (art.85). Adicionalmente, la normativa sobre partidos políticos establecía que éstas formaciones no deberían crearse atendiendo a alineamientos étnicos, de lengua o corriente de pensamiento islámico, algo que en la práctica no se cumple y mucho menos, cuando analizamos las relaciones entre algunos partidos políticos y la pléyade de grupos armados que operan en el país.

El camino previo recorrido en Afganistán hasta llegar hasta este punto había consistido en una sucesión de regímenes poco democráticos, sangrientos conflictos y luchas étnicas y tribales que habían imposibilitado establecer las bases de un sistema de derecho que atendiera las necesidades económicas, sociales y políticas que demandaba la población. Históricamente, Afganistán pasó una etapa de sistema de partido único bajo el régimen de Daud (1973-78); más de una década de sistema comunista (1978-92), apuntalado directamente por la Unión Soviética hasta el año 1989; y dos etapas de regímenes islamistas: gobierno muyahidín y guerra de facciones (1992-96) y mandato de los talibanes (1996-2001), en un marco de casi total y absoluto aislamiento internacional. Después de más de 30 años de conflictos interminables, regímenes autoritarios y sangrientas disputas, merecía la pena apostar por un sistema político ciertamente novedoso para el país y que podía traer la ansiada estabilidad.

El escenario político post-talibán

Desde un primer momento, se reveló la gran dificultad de llevar a la práctica los Acuerdos de Bonn, que no fueron implementados en su totalidad. Un cúmulo de factores han influido en la fallida implementación de un verdadero sistema democrático en Afganistán. En las primeras etapas que se sucedieron tras la caída del régimen talibán, el primer presidente interino Hamid Karzai no ocultaba su aversión por los partidos políticos. Dicha animadversión fue expresada incluso en instituciones consuetudinarias tan relevantes para el país como la Asamblea de la Loya Jirga; que tradicionalmente se asocia a la poderosa etnia pashtun, a la cual pertenece el propio Karzai. Hamid Karzai era más partidario de que la representación política recayera en las comunidades y líderes tradicionales. Este hecho puede percibirse como un claro signo de autoritarismo, ejerciendo un importante control desde el poder central a través de interlocutores más fácilmente moldeables que los partidos políticos.

Loya Jirga de 2002 en la que Hamid Karzai salió victorioso [Foto: WikimediaCommons].

Otros factores determinantes a la hora de impedir la consolidación de la democracia en Afganistán fueron la propia naturaleza de la sociedad afgana, eminentemente tribal, en la que conviven diferentes grupos étnicos y religiosos con sus correspondientes áreas de influencia y control territorial. Además, en los tiempos de Karzai ya operaba en la sombra del aparato estatal una especie de “estado paralelo” o “estado en la sombra” ocupando un papel central en el proceso de toma de decisiones. Por último, no poca influencia ha tenido en esta fallida implantación de la democracia la propia normativa sobre partidos y el sistema electoral de Afganistán. La ley de partidos dificulta enormemente la constitución, financiación y funcionamiento de los propios partidos; aunque aplicada de un modo un tanto selectivo. Del mismo modo, la Ley electoral en su génesis, tuvo poco en cuenta las propuestas de los partidos políticos que abogaban porque éstos ocuparan 49 de los 249 asientos de la Wolesi Jirga (menos del 20%). Seguidamente, la ley descarta de manera indirecta el sistema de listas de partidos y un sistema de representación proporcional, disposiciones en cuya inclusión tuvo que ver mucho el presidente Karzai. En definitiva, Karzai apostó por un modelo fuertemente centralizado, en el que la separación de poderes era bastante descafeinada y los partidos políticos se movían en un espacio bastante limitado.

Panorama político actual

Existen actualmente cuatro tendencias ideológicas en las que se agrupan los partidos políticos afganos. Por un lado, concurren partidos de tendencia islamista y de corte etno-nacionalista, que se gestaron y adquirieron su prestigio durante la etapa de insurgencia contra la dominación soviética. En segundo lugar, estaría la corriente de los tanzims (organizaciones), surgidas a partir de las redes de muyahidines y señores de la guerra afganos de los tiempos de conflicto, que constituyen la columna vertebral de este tipo de organizaciones aunque no militen necesariamente en ellas. Existe igualmente una corriente de partidos políticos de ideología de izquierda, ciertamente desacreditada por su vinculación con el anterior régimen títere de la Unión Soviética. Por último, a partir del año 2001 surge una corriente de partidos que persiguen la democracia, aprovechando el espacio de actuación abierto por la intervención militar internacional. A esta corriente se sumaron algunos de los antiguos partidos de izquierda. Las notas características de los partidos afganos son la gran fragmentación, fruto de intereses y ambiciones personales, configurando un sistema de partidos muy diferente al que podemos concebir en Occidente. Dicho sistema de partidos descansa más en grupos locales, étnicos o agrupaciones de antiguos señores de la guerra y redes de camaradería (andiwali).


A día de hoy, el Ministerio de Justicia ha inscrito hasta 72 partidos políticos. Esto teniendo en cuenta de que, a pesar de que la ley de partidos prohíbe la adscripción étnica de los partidos, en la práctica esto no se produce. La mayoría de los partidos, o por los menos sus círculos de poder, están vinculados a una etnia; con la única excepción del Partido de la Verdad y la Justicia (Hezb-e-Haq-wa-Edalat) fundado en 2011 por disidentes de la administración Karzai, y que agrupa a miembros de las principales etnias afganas: pashtunes, tajikos, hazaras y uzbekos. El partido Jamiat está dominado por la etnia tajika, Hezb e Islami; Harakat-e Enqelab-e Eslami y Dawat / Ettehad por los pashtunes; Jombesh por los uzbekos; Wahdat por hazaras; Harakat-e Eslami por sayyeds; y Paiwand por la secta ismailí. Por otro lado, los partidos afganos son percibidos por muchos ciudadanos como una alternativa a la acción del estado ya que estas organizaciones promueven el acceso a la educación, la salud, la protección en caso de conflicto, el trabajo, etc. perpetuando así el sistema clientelar imperante durante décadas en Afganistán. De hecho, es importante la presencia en muchos partidos de antiguos señores de la guerra y personas influyentes, incluso algunos partidos siguen fomentando la creación de milicias como brazos armados “no oficiales” de los mismos.

Rama islamista

Históricamente, esta corriente se subdivide en función de la rama del islam en que tiene su base: suní o chií; y por su protector o donante regional durante la lucha armada contra la dominación soviética: Pakistán, Arabia Saudí o Irán. La mayor parte de las organizaciones o tanzims suníes y chiíes surgen de las corrientes islamistas que aparecieron entre los años 1950 y 1980.

Los tanzims suníes, también conocidos bajo la denominación haftgana, eran denominados los “7 de Peshawar” por el apoyo recibido por Pakistán en la década de los 80 y tenían su sede en la citada ciudad pakistaní. Serían: Hezb-e Eslami, dirigido por Gulbuddin Hekmatyar, importante grupo insurgente recientemente desmovilizado; un segundo Hezb-e Eslami, fundada por un erudito religioso, Mawlawi Yunus Khales; Ustad Borhanuddin Rabbani de Jamiat-e Eslami; Harakat-e Enqelab-e Eslami (Movimiento de la Revolución Islámica), creado por Mawlawi Muhammad Nabi Muhammadi, también dirigido por los ulemas; y dos grupos más pequeños, liderados por líderes de diferentes hermandades sufíes: Jabha-ye Nejat-e ​​Melli-ye Afganistán (Salvación nacional de Afganistán) Frente / ANLF), dirigido por Sebghatullah Mojaddedi, quien brevemente fue el primer presidente interino mujahedin en 1992, y Jabha-ye Eslami-ye Melli-ye Afganistán (Frente Islámico Nacional de Afganistán / NIFA), dirigido por Pir Sayyid Ahmad Gailani (que fue hace poco nombrado presidente de la Alta Paz Consejo / HPC). El séptimo partido de haftgana es Dawat-e Eslami (Llamada Islámica, originalmente Ettehad-e Eslami bara-ye Azadi-ye Afganistán, Unión Islámica para la Libertad de Afganistán) dirigido por el alem Abdul Rassul Sayyaf. La mayor parte de los tanzims continúan hoy en día dirigidos por los líderes militares que los constituyeron, aunque muchos se han fragmentado en nuevos grupos.

Gulbudyn Hekmatyar [Foto: WikimediaCommons].
En el lado chií, los dos tanzims más importantes son, Hezb-e Wahdat-e Eslami (Partido Unidad Islámica) y Harakat-e Eslami-ye Afganistán (Afganistán Movimiento Islámico), que han sufrido varios procesos de fragmentación en la era post-talibán. Estos movimientos tienen su feudo en la región de Afganistán más poblada por la etnia hazara, que recibe la denominación de hazarajat.


Por último, no podemos dejar de mencionar en este capítulo al grupo insurgente de los talibanes, que ciertamente constituyen un tanzim islamista aunque con una agenda y objetivos ciertamente diferenciados del resto de grupos, ya que defienden la expulsión de las tropas extranjeras y la creación en última instancia de un emirato islámico. Los talibanes han rechazado sistemáticamente cualquier iniciativa de diálogo con el gobierno central, aunque en tiempos recientes hayan planteado mantener un diálogo directo con la administración norteamericana.

Rama etno-nacionalista

A pesar de la prohibición de la Constitución sobre la creación de partidos políticos de extracción étnica, muchos de ellos tienen una base sólida entre los miembros de determinados grupos. Esto incluye a la formación política más antigua del país, De Afghan Mellat Gund (Partido Nación Afgano), fundado en 1966 y constituido por miembros de la etnia pashtun. La formación política aboga por la reunificación con las áreas pashtunes que recayeron en Pakistán después de la partición con la India británica en el año 1947. En segundo lugar, Jombesh-e Melli Eslami (Movimiento Nacional Islámico) también se puede definir como tanzim ya que comparte las características estructurales de una red político-militar como las descritas en la corriente islamista. La diferencia con aquellos partidos reside en que apoyó el régimen comunista hasta 1992. El actual vicepresidente del país y antiguo señor de la guerra, General Abdul Rashid Dostum, lidera esta formación. Dostum regresó a Afganistán desde Turquía en julio de este año, residiendo en aquel país al parecer debido a sus problemas legales motivados por una acusación contra sus escoltas por torturar y violar a un antiguo aliado político. El partido constituye una amalgama de corrientes de izquierdas, sectores pro-turcos, islamistas y conservadores. Pese a su denominación, es más secular que islamista y dispone de una poderosa organización y red territorial distribuida a lo largo de la geografía afgana. En sus filas, agrupa a numerosos miembros de las minorías túrquicas de los uzbekos y los turcomanos.

Abdul Rashid Dostum [Foto: Creative Commons].

Por otro lado, el grupo étnico tajiko se encuentra representado por las formaciones políticas  SAZA/Azadegan y Kangara. La primera, Sazman-e Enqelabi-ye Zahmatkashan-e Afghanistan (Organización Revolucionaria de Trabajadores de Afganistán) se ha consolidado en la región nordeste de Badakhshan. En la misma circunscripción, Hezb-e Kangara-ye Melliye Afganistán (Partido del Congreso Nacional de Afganistán) dirigido por Latif Pedram, tiene su centro de operaciones. Por último, la etnia hazara y la comunidad chií no han encontrado la vía para constituir un proyecto moderno de partido étnico. El Hezb-e Ensejam-e Melli (Partido Nacional de la Armonía), fundado por Sadeq Modaber, ha atraído a la mayor parte de los miembros influyentes de la comunidad hazara. Existen otras formaciones como Hezb-e Mellat-e Afganistán (Partido de la Nación de Afganistán); el pro democrático Hezb-e Kar wa Tausea (Partido del Trabajo y Desarrollo / LDP), cuyo feudo se encuentra en la provincia de Daykundi; y Hezb-e Nokhbegan-e Mardom (Partido de la Élite del Pueblo). La comunidad hazara es blanco habitual de la actividad terrorista de grupos como los talibanes o el Estado Islámico Provincia de Khorasan, lo que ha acentuado la autoafirmación nacionalista y étnica de estos partidos.

Corriente de los partidos de izquierdas

La corriente política de los partidos de izquierda es tributaria de aquellas formaciones políticas que surgieron en los años 60 y dominaron el panorama de la política afgana durante décadas. En este sector podemos encontrar a partidos maoístas como Sho’layi y el pro-soviético Partido Democrático Popular de Afganistán. Las notas predominantes de esta corriente política de izquierdas son la fragmentación y la división. Se han producido intentos de concurrir en coalición a diferentes citas electorales; como la que se produjo en 2015 bajo el nombre Etelaf-e Ahzab wa Sazmanha-ye Dimukratik wa Taraqikhwa (Coalición de partidos y organizaciones democráticas y progresistas/CDPPO), agrupando a más de una docena de partidos de izquierda y de otras corrientes ideológicas.

Corriente de los partidos democráticos

A los partidos de esta corriente les sucede lo mismo que a los partidos de izquierda: operar abiertamente en muchas provincias resulta peligroso no sólo debido a la actividad de los talibanes sino también por la aversión de los poderes locales a la competencia “no mujahedin”. Muchas de estas formaciones han caído en la desilusión o se encuentran al borde del colapso económico. Una excepción a esta dinámica es el partido Hezb-e Jamhurikhwahan (Partido Republicano de Afganistán/RPA) actualmente liderado por una mujer, Adela Bahram, que desde el año 2001 no sólo ha consolidado su posición sino que ha atraído a más seguidores.


Sin embargo, ningún partido de esta corriente logró presentar un candidato para las elecciones presidenciales de 2014. De hecho, un buen número de ellos colaboraron con el que a la postre fuera elegido presidente, Ashraf Ghani, en detrimento del ganador de los comicios en primera vuelta Abdullah Abdullah, por considerarle un candidato de la corriente de los tanzims. Para finalizar cabe vovler a mencionar una de las irrupciones más fuertes en el panorama político afgano, el Hezb-e Haq wa Edalat (Partido del Derecho y la Justicia/RJP), creado en 2011 bajo las notas de partido “reformista” y “de oposición constructiva”. A caballo entre las corrientes de izquierda y la islamista, agrupa a miembros de prácticamente todas las principales etnias afganas. Plantean una profunda reforma del sistema electoral y el fortalecimiento de los propios partidos políticos. En el año 2014, este partido apoyó de manera significativa la candidatura de Ghani y algunos de sus miembros han ocupado cargos relevantes en su administración.

¿Es posible un sistema de partidos democrático en Afganistán?

Cuando el presidente Ashraf Ghani tomó posesión del cargo en 2014, manifestó su disposición a fortalecer el sistema de partidos. Incluso se produjeron rondas de contacto al más alto nivel para trabajar en esa dirección aunque con el tiempo, la frecuencia y relevancia de esas reuniones ha sido decreciente. No son pocas las formaciones políticas que han mostrado su decepción respecto de la posición de Ghani en este punto tras vencer en las urnas. Los partidos políticos afganos siguen abocados al papel marginal que se les ha reservado históricamente, incapaces de revertir el sistema clientelar y dependiente de líderes y caudillos locales que impera desde hace décadas. Por otro lado, el Ministerio de Justicia ha tomado medidas de cara a reducir el número de partidos basándose en una disposición sobre oficinas provinciales en disputa que recoge la ley de partidos, de cara a dar de baja del registro a algunas formaciones políticas.

Se produce la paradoja de que la constitución afgana consagra la existencia y la acción de los partidos políticos pero en la práctica, posteriormente las leyes limitan en un alto grado su ámbito de actuación y relegan su papel a actuaciones secundarias dentro del juego democrático. Esto ha facilitado la proliferación de un sistema paralelo y poco democrático de poder, que es donde realmente se toman las decisiones importantes. En ausencia de reformas de calado y de una verdadera apuesta por un sistema de partidos sólido, democrático y que facilite su creación y funcionamiento, las elecciones parlamentarias del próximo 20 de octubre se convertirán en un trámite más de una ficción que pretende aparentar lo que no es. Es tarea del gobierno central, si tiene voluntad obviamente, el revertir esta situación al margen de abordar el sinfín de problemas que sufre la sociedad afgana: violencia, inseguridad, corrupción, carencia de recursos básicos, etc. Solo así será posible emprender el camino hacia una verdadera democracia en Afganistán.

Ésta es una explicación sin ánimo de lucro.

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Alfredo Campos

Madrid. Abogado de extranjería, asilo y refugio. Investigador especializado en procesos migratorios, conflictos y terrorismo. Ha trabajado en organizaciones no gubernamentales como Accem y en diferentes Administraciones Públicas como el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes o la Oficina de Asilo.


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