Texto de Laura Señán y fotografías de Alex Maroño.
Nos ha tocado vivir un tiempo intensamente marcado por los conflictos de religión –si es que hubo algún otro en el que no estuvieran presentes–, entre los que la ofensiva árabe-israelí ha sido el punto de partida de lo que ahora es una guerra que ha ha ido mucho más allá de sus fronteras iniciales, pues sería hipócrita desligar esta cuestión de la grave situación en el resto de la región.
Palestina e Israel. Probablemente una de las temáticas más manoseadas por todo tipo de actores del panorama político internacional. Probablemente uno de los conflictos más vergonzosos de las últimas décadas. Una muestra de que poco hemos avanzado si todavía la voluntad política nacional es capaz de sabotear Resoluciones de las Naciones Unidas desde 1947 ¿Sobre la situación actual? Un callejón sin salida: un territorio ocupado, un muro que separa a una sociedad polarizada por cuestiones de fe y el riesgo permanente de una re-escalada del conflicto. Así, hemos asistido en los últimos meses a un incremento de la violencia, especialmente tras el ataque israelí en el pasado octubre de 2015 a la mezquita de Al Aqsa. El asalto al lugar sagrado de los palestinos, desencadenó una sucesión prácticamente diaria de apuñalamientos que han dejado numerosos muertos en las áreas de Cisjordania, Jerusalén Este y la franja de Gaza.
Desde luego que en cualquier contienda hay dos partes implicadas lo cual, tratándose de una guerra, revierte en víctimas civiles en ambos bandos. Sin embargo, y sin ánimo de declarar un posicionamiento y, mucho menos, de justificar las acciones violentas de ninguno de los participantes, los palestinos han sido y son claramente los más perjudicados de esta situación, que se prolonga ya casi 70 años.
Para una correcta radiografía del enfrentamiento entre palestinos e israelíes, tal vez fuera de rigor profundizar o sobre los motivos históricos que llevaron a la fundación del estado de Israel en el territorio de Palestina en 1948; quizás el Nakba, la guerra de los Seis Días o de Yom Kipur no resulten familiares para todos los lectores. De hecho, muchos desconocerán la palabra Intifada, quién fue Yasser Arafat y para una gran mayoría que se considera conocedora, el estatus jurídico de la Autoridad Nacional Palestina y su no reconocimiento ante la Asamblea General de la ONU son una diatriba propia de un estudio de caso de derecho internacional público. Hay innumerables detalles que probablemente son desconocidos, pero prácticamente cualquier ciudadano del mundo es sabedor de la existencia del conflicto entre Palestina e Israel.
Ver: El conflicto de Israel y Gaza explicado en 6 puntos clave
El problema de una situación de guerra tan dilatada en el tiempo, es que pueda llegar a ser naturalizada e incluso tratada de manera banal. He ahí cuando se corre el riesgo de acabar perdiendo el interés por cuáles han sido los avances y retrocesos y, lo que es peor, sobre cuál es la día a día de las generaciones que han vivido y viven bajo esas condiciones. Por eso, testimonios fotográficos cómo el que acompañan a este texto, son una manera de no dejar a nadie indiferente.
Sobre el fotógrafo:
Alex Maroño, joven fotógrafo y estudiante de Relaciones Internacionales, fue el pasado mes de Noviembre de 2015 protagonista de una experiencia que, dice, le ha permitido comprobar como “una vez que el número de muertos de los medios de comunicación se convierte en un familiar perdido solo entonces se puede entender cuan inhumano un humano puede llegar a ser”. Durante diez días, Alex recorrió las calles de diferentes barrios palestinos y judíos de Jerusalén, tuvo la oportunidad de visitar el famoso Muro de las Lamentaciones, el campo de refugiados de Aida y de conocer de primera mano el testimonio de la familia Tamimi, famosa en las plataformas sociales pro palestinas por su activismo contra la ocupación, y acusada de montaje e incitación a la violencia por los allegados a la postura Israel –una muestra cotidiana de las luces y sombras que cobra todo cuando se vive en un contexto polarizado. Por ello, con este reportaje pretende “que cada imagen sirva para hacernos ver que no llevar a cabo ninguna acción que combata la opresión, por muy pequeña que sea, legitima las acciones de los opresores”. Consciente de que la sociedad a la que pertenece es responsable de girar la cara a una situación que azota diariamente a millones de personas desde hace más de medio siglo, Alex a afirma rotundamente que “nuestro silencio ahoga sus llantos y nuestra pasividad es causante de su dolor”. Sus fotografías, que serán expuestas por Amnistía Internacional en los próximos meses, son su contribución a una labor de concienciación todavía infinitamente necesaria.
“La injusticia en cualquier parte es una amenaza a la justicia de cualquiera.”
Martin Luther King JR.
Este es un fotorreportaje sin ánimo de lucro.
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