Pakistán es el sexto país más poblado el mundo y una de las potencias regionales de mayor pujanza en el contexto internacional actual: es uno de las pocas naciones con programa nuclear propio, su ejército es el séptimo más numeroso del planeta, colinda a un tiempo con otros tres actores internacionales de primer orden, como son Irán, India y China, y cuenta con unas crecientes e intensas relaciones diplomáticas con Estados Unidos, que le erigen en puente incipiente entre distintos bloques geopolíticos, con un protagonismo cada vez mayor en la escena internacional. Por si fuera poco, su economía, a pesar de un ligero receso sufrido en los últimos años, ha experimentado un crecimiento constante de entre el 5 y el 8 % durante la primera década de este siglo, según datos del Banco Mundial.
Sin embargo, y de acuerdo con los datos ofrecidos por ese mismo organismo, uno de cada cuatro pakistaníes sigue viviendo bajo el umbral de la pobreza, la esperanza de vida apenas llega a los sesenta y seis años, menos de la mitad de su población está alfabetizada y tan sólo un treinta por ciento de los jóvenes sigue escolarizado al llegar a la educación secundaria. El terrorismo, el narcotráfico o las tensiones territoriales, étnicas y religiosas, constantes en este país desde su independencia del imperio británico en 1947, han promovido un clima de inestabilidad política y de inseguridad que termina por revertir en una baja calidad de vida de los ciudadanos pakistaníes.
Las peor paradas
A consecuencia de la creciente esquizofrenia entre el cada vez mayor empuje internacional de esta república islámica y los bajos estándares de calidad de vida de sus habitantes, existe un sector de la población especialmente castigado durante las últimas décadas: las mujeres. En 2012, Thomson Reuters situó a Pakistán entre los tres peores países del mundo para el colectivo femenino, junto con Afganistán y Congo: se calcula que aproximadamente un noventa por ciento de las pakistaníes son víctimas de violencia doméstica, y el número de asesinadas anualmente en los denominados “crímenes de honor” (aquelos en los que las mujeres son asesinadas por miembros de su familia por lo que ellos consideran situaciones deshonrosas, como violaciones o rechazos de matrimonios concertados) supera el millar. Según la UNESCO, tan sólo el 42% saben leer y escribir (un porcentaje que desciende hasta el 7% en las zonas rurales más deprimidas), y tienen un promedio de cuatro hijos a lo largo de su vida.
Antes de Malala
El atentado sufrido por Malala Yousazfai, bloguera y activista por el derecho a la educación de las jóvenes pakistaníes que fue disparada por un talibán cuando iba a la escuela el pasado 9 de octubre de 2012, colocó a la situación de discriminación de las mujeres de este país asiático en el centro de la actualidad internacional. El mundo reparó de pronto en una lacra a la que, sin embargo, numerosas asociaciones y colectivos llevan años intentando ponerle solución. Más de una década antes de que Malala fuera tiroteada en un autobús escolar, Gulalai y Saba Ismail fundaron Aware Girls (en español, “Chicas Concienciadas”). Estas dos jóvenes de Khyber Pakhtunkhwa, una provincia norteña cercana a Afganistán, decidieron, a los quince y dieciséis años, crear esta organización, cuyo principal cometido, en sus inicios, fue enseñar a las jóvenes que lo deseaban estrategias para convencer a sus familias de las ventajas que suponía que les permitieran seguir formándose. La propia Malala fue una de las chicas que acudieron a ellas, en busca de asesoramiento.
¿Cómo funciona Aware Girls?
Con el tiempo, las funciones de Aware Girls fueron diversificándose, y las hermanas Ismail decidieron dar forma a dos vías concretas de acción: por un lado, la intervención pacífica en acontecimientos clave de la vida política y social pakistaní, con el fin de facilitar la participación femenina con unas garantías mínimas (en las elecciones de 2013 organizaron a toda una división de interventoras que se distribuyeron por un gran número de colegios electorales del norte de Pakistán para asesorar y proteger a las votantes). Por el otro, la organización de programas de formación para activistas voluntarios que quisieran saber cómo promover la no-violencia y al tolerancia, a través de la enseñanza de técnicas de mediación o de estrategias de pacificación. Dicha formación está concebida de tal manera que los que la reciben quedan encargados de organizar, a su vez, talleres a través de los que transmitir lo que han aprendido, de tal manera que la formación fluye entre iguales, tejiendo una red de solidaridad y de mutuo entendimiento local entre aquellos que quieran comprometerse con los ideales que defiende Aware Girls: la no violencia, la educación y la defensa de los derechos de la mujer.
Tras más de una década, la labor de las hermanas Ismail empieza a ver sus frutos: en los últimos años el número de jóvenes pakistaníes, hombres y mujeres, interesados en acceder a sus programas de formación ha aumentado significativamente (más de ciento cincuenta en la convocatoria del año pasado para apenas veinticinco plazas disponibles) y la concienciación social cada vez más patente en su provincia las ha animado a expandir su proyecto a la vecina provincia de Baluchistán e incluso cruzar la frontera con Afganistán. La organización considera que el programa de formación en red alcanzará a unas 1.500 personas en los próximos tres años. Personas que contarán con herramientas suficientes como para convertirse en activistas eficaces contra el extremismo político y religioso de sus lugares de origen.
De esta manera, las mujeres, un colectivo tradicionalmente vulnerable y sometido en Pakistán, conseguirá, además de empoderarse y ganar en seguridad y dignidad, convertirse en motor para la paz y, en definitiva, el desarrollo de su país. Al fin, las hermanas Ismail habrán logrado que su objetivo se convierta, a su vez, en un medio de regeneración social que trascienda a sus aspiraciones iniciales y favorezca a la totalidad de la sociedad pakistaní. Y todo ello, con una sola correa de transmisión: las mujeres pakistaníes.
Foto de portada: Paquistaníes en un punto de distribución de alimentos para las familias desplazadas por las inundaciones en un temporal, fuente: tmcnet.com
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