Poco a menudo Ucrania llama a la puerta y se sitúa en el centro de la atención mediática. Sólo cinco veces en lo que llevamos de siglo los acontecimientos en aquel país han conseguido romper el muro informativo que nos separa de Ucrania (y en general la Europa sur-occidental de la oriental) recibiendo una atención mediática considerable por parte de los medios de comunicación: durante la conocida como “revolución naranja” de 2004, con las “guerras del gas” de 2006 y 2009, por la Eurocopa del 2012 y con ocasión de la reciente marcha atrás del presidente Yanukovich en su cortejo con Bruselas (con las posteriores protestas). Este pequeño gran país situado entre Rusia y la Unión Europea –y el cual ambas se disputan- es a menudo un gran desconocido en nuestra casa, un hecho que a veces dificulta la comprensión de los acontecimientos. Así pues, el objetivo de este artículo es hacer una pequeña recapitulación con perspectiva histórica para ayudar a entender que pasa en Ucrania y de donde viene el descontento social actual.
¿Cómo se ha llegado hasta aquí?
Después de más de dos años de conversaciones, el anuncio el pasado 21 de noviembre de la retirada de Ucrania de las negociaciones para la firma del Acuerdo de Asociación con la UE generó una serie de protestas en el país, sobretodo en Kiev y en las zonas occidentales. En esta situación de movilizaciones incipientes, hay dos momentos claves que explican: el incremento tanto cualitativo como cuantitativo de las protestas –sobre todo en cuanto al uso de la violencia por parte de muchos manifestantes y la evolución de las demandas y reivindicaciones.
El primer momento tuvo lugar la madrugada del 30 de Noviembre, cuando los conocidos como Berkut (unidades especiales que también hacen las funciones de antidisturbios) desalojaron la plaza de la Independencia de Kiev (epicentro de las movilizaciones) de forma muy violenta, provocando decenas de heridos y múltiples escenas de pánico. En cuestión de horas cerca de un millón de personas llenaban la misma plaza de la Independencia y las calles adyacentes para protestar contra los abusos policiales, el gobierno y el mismo presidente, y a la demanda pro europeísta se le añadieron tanto la reclamación de la dimisión de Yanukovich (con la consiguiente convocatoria de nuevas elecciones), como la de una reforma constitucional que transforme el sistema fuertemente presidencialista que rige el país desde 2010 en un sistema parlamentario. Durante las semanas posteriores las movilizaciones continuaron (sobre todo los domingos), con algunos estallidos de violencia esporádicos, perdiendo progresivamente intensidad y atractivo ante la creciente resignación de muchos ciudadanos.
En este contexto, el pasado día 16 de enero se produjo el segundo momento clave, cuando el parlamento ucraniano aprobó una “ley anti-protestas” hecha ad hoc para reprimir y perseguir los manifestantes que se habían movilizado durante las últimas semanas. Entre otras medidas, la nueva ley prohíbe cubrirse la cara y la cabeza con cascos, bufandas o máscaras en el transcurso de una manifestación, considera como ilegales las caravanas de protesta de más de cinco coches, autoriza los juicios en ausencia de los imputados, prevé la censura en Internet y protege legalmente los Berkut con una impunidad casi total en sus actuaciones. Las penas previstas son de prisión en muchos de los casos. La ley fue aprobada mediante una curiosa y polémica votación a mano alzada, en una sesión parlamentaria que acabó en otra de las frecuentes trifulcas entre partidos pro-gubernamentales y oposición. La aprobación de la ley situó los manifestantes entre la espada y la pared, generando un efecto prácticamente instantáneo, y las movilizaciones volvieron a ganar fuerza y virulencia, esta vez con una violencia nunca vista en el país durante las últimas décadas. Este espiral ha tenido como respuesta un aumento considerable de la violencia policial, y el balance de la última semana es de cinco muertos y más de 300 heridos, habiéndose dado también numerosos casos de torturas, humillaciones y abusos por parte de los Berkut y otras fuerzas policiales.
Las reivindicaciones actuales ya no hacen referencia a la Unión Europea, y se centran principalmente en reclamar la retirada de la mencionada “ley anti-protestas” y la dimisión de los oficiales y miembros del gobierno responsables de la represión de los últimos días y de la situación que vive el país, Yanukovich el primero de todos. Paralelamente, la división de la oposición oficial en tres partidos (Batkivshchyna de Yatsenyuk y Timoshenko, UDAR de Klitschko, y el ultranacionalista Svoboda) y la carencia de objetivos claros debilita la reivindicación, y más allá de las conversaciones oficiales mantenidas entre los líderes opositores y el presidente su papel está siendo muy secundario durante los últimos días. A estas alturas la iniciativa movilizadora es de carácter horizontal, y las iniciativas se toman muchas veces al margen de los partidos, haciendo muy difícil un acuerdo entre una masa enfurecida y el gobierno.
Causas estructurales de las protestas
Si la presidencia de Víktor Yushchenko (2005-2010) se caracterizó por la inestabilidad permanente y las luchas de poder entre los partidarios del mismo Yushchenko, los de Yulia Timoshenko, y el Partido de las Regiones (con caídas de gobierno y elecciones legislativas el 2006 y 2007 y crisis constitucionales como la de 2008), con su victoria a las elecciones presidenciales de febrero de 2010 Yanukovich y el Partido de las Regiones (apoyados por gran parte de los oligarcas) se han hecho con el control total del país. La vertical del poder en Ucrania se ha acentuado durante este periodo, una dinámica favorecida por la revocación el octubre de 2010 por parte del Tribunal Constitucional de la reforma del sistema político en clave parlamentarista de 2004. En consecuencia, el presidente Yanukovich ha pasado a disfrutar de un poder similar al que en su momento tuvo el ex-presidente Leonid Kuchma (1994-2005).
Gracias a esta concentración de poder, durante los últimos tres años también se han acelerado la dinámica de concentración de capital y la monopolización de los principales sectores económicos en pocas manos (unas decenas de personas controlan cerca del 85% del PIB del país), triplicándose la riqueza y los bienes en manos de los oligarcas. Los abusos de poder por parte de representantes y personas afines al Partido de las Regiones también se ha disparado desde 2010, y en consecuencia se han incrementado los niveles de corrupción y se ha deteriorado el funcionamiento democrático de las instituciones, pasando Ucrania de la posición 53ª el 2009 a la 80ª el 2012 en el Índice de Democracia publicado anualmente por la Economist Intelligence Unit.
En estos cerca de cuatro años de presidencia, Yanukovich ha creado una cadena de mando mediante la cual domina todas las estructuras de poder del país (tribunales, agencias, hacienda, fiscalía, etc.) las cuales utiliza para lograr sus objetivos políticos y económicos, así como para debilitar sus rivales. Destaca el uso que ha hecho de su posición de fuerza para beneficiar los intereses de su círculo más cercano, conocido como “familia”, formado por las personas más leales al presidente, sobre todo sus hijos Oleksandr y Víktor, y algunos políticos de segunda línea. Este pequeño grupo, con el propio Yanukovich al frente, ha aprovechado su situación privilegiada para expandir su riqueza de manera fraudulenta -sobre todo en la región de Donetsk- amasando una fortuna valorada en centenares de millones de dólares, muy a menudo haciendo un uso ilícito de los presupuestos del Estado.
De la indignación a la movilización violenta
La situación a la que Víktor Yanukovich y el Partido de las Regiones han llevado al país desde 2010 ha generado el “caldo de cultivo” para las protestas. La negativa de Yanukovich a firmar el Acuerdo de Asociación fue el factor desencadenante, pero el problema de raíz es una cuestión de pérdida de gran parte de la legitimidad política conseguida con la victoria de 2010. En este sentido, esta es probablemente la crisis política más profunda en Ucrania en su corta historia como Estado independiente. Desde el año 1991 nunca como ahora el país había vivido una oleada de protestas y violencia de esta intensidad, que ya hace cerca de dos meses que duran.
El conflicto no está causado ni mucho menos por la división étnica que caracteriza a Ucrania, pero el hecho que buena parte de la élite dominante desde el año 2010 provenga de la región de Donetsk y áreas adyacentes (el conocido como Clan de Donetsk, del cual el mismo Yanukovich es la principal cara política y el magnate Rinat Akhmetov la económica) ha generado entre algunos sectores de la población occidental del país (muchos de ellos identificados con la ultraderecha de Svoboda) una creciente animadversión hacia aquellos territorios, a los habitantes de los cuales ven más como rusos que como ucranianos. En este sentido, pese a que las movilizaciones y revueltas antigubernamentales son de carácter transversal y ya se han extendido también por buena parte del este del país (en donde el presidente y el Partido de las Regiones gozan de un apoyo electoral mayoritario), en algunas zonas del oeste y centro a una protesta que puede considerarse como legítima se le están añadiendo tintes étnicos y odios que se remontan a la Segunda Guerra Mundial. Prueba de ello es la decisión tomada por los parlamentos regionales de Ternopil y Ivano-Krankivsk de prohibir la actividad del Partido Comunista de Ucrania y del mismo Partido de las Regiones en sus territorios. La suma de estos dos partidos tiene un apoyo electoral que va del 60% a más del 90% en las regiones orientales y meridionales del país, con lo que este tipo de decisiones son peligrosas ya que sitúan a Ucrania más cerca de un hipotético cisma territorial.
Teniendo en cuenta la situación actual, se hace difícil predecir cómo evolucionarán los acontecimientos desde ahora hasta las elecciones presidenciales de 2015 (siempre y cuando no se dé un adelantamiento electoral). Considerando la pérdida de popularidad que ha sufrido durante los últimos años, Yanukovich es consciente de que por la vía legal tiene muy pocas posibilidades de ganar los comicios de 2015 y en este sentido no es descartable un golpe de fuerza con el objeto de intentar perpetuarse en el poder para proteger sus intereses y los de su círculo más cercano. De momento, para ganar tiempo y mirar de calmar a los manifestantes lo que ha hecho ha sido proponer a los dos principales líderes opositores Vitali Klitschko y Arseni Yatsenyuk su entrada en el gobierno, así como una reforma de la constitución de carácter parlamentarista. Una oferta que ya ha sido rechazada, y que para muchos manifestantes no sólo es insuficiente sino que además llega tarde. Ayer por la mañana se ha anunciado la dimisión del gobierno en pleno, así como la retirada de la “ley anti protestas”, sin que ello de momento haya calmado los ánimos, puesto que para muchos el objetivo prioritario de las protestas sigue siendo la caída del propio presidente Yanukovich. En este contexto, poco a poco el caos y la conflictividad se van apoderando del país, situando a Ucrania cada vez más al borde del abismo.
Este artículo fue originalmente publicado en Cercle Gerrymandering
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One comment
Un anónimo contento :3
05/03/2014 at
Más que una opinión, quisiera agradecerte por tal explicación. Se aprecia verdadero trabajo no solo en ella, si no que en todas tus obras. Un saludo.