30/05/2023 MÉXICO

Itxaso Dominguez, autor en United Explanations

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Se puede decir que Egipto está pasando por una de sus peores rachas. La sentencia de lo que ya ha sido llamado el “juicio del siglo” fue recibida el 29 de noviembre con vítores en el interior del Tribunal Penal de El Cairo y con lágrimas de impotencia a lo largo y ancho de todo el país. Como en anteriores ocasiones, el antiguo Presidente Hosni Mubarak fue transportado en camilla y desde la jaula en la que se introduce a los acusados, ataviado con gafas de sol y una sempiterna rebeca azul marino, su mirada parecía más impasible y distante que nunca. El juez fue inequívoco e intentó adoptar un semblante neutral al declarar que no era “adecuado que un ex Presidente fuera juzgado ante un Tribunal Penal”. Y así, el dictador que gobernó Egipto durante casi 30 años y cuya destitución desató aullidos de alegría y sueños idealistas – tanto dentro como fuera del país-, fue liberado de todos los cargos relacionados con el asesinato de manifestantes durante la denominada revolución de 2011.

Semanas después de su derrocamiento, Hosni Mubarak fue acusado en un primer lugar de corrupción y malversación de fondos. Él y el ex ministro del Interior Habib el-Adly fueron condenados a cadena perpetua en 2012 por los mismos cargos que un tribunal de apelaciones aceptó revisar en abril de 2013 y por los que fueron absueltos la semana pasada. Por si esto fuera poco, Mubarak fue además absuelto de todos los cargos de corrupción que se habían presentado contra él y sus hijos, Alaa y Gamal. A la vista de que Mubarak había sido condenado el mayo pasado por un tribunal de El Cairo a tres años de prisión por malversación de fondos, la reacción inmediata de los principales medios de comunicación fue asumir que el ex presidente continuaría cumpliendo la pena en un hospital militar en El Cairo. Algo que sin embargo todavía no ha quedado claro, ya que nadie parece saber a ciencia cierta si su estancia en prisión desde abril de 2011 será tenida en cuenta a la hora de computar el tiempo de condena (lo que sí debería ocurrir de acuerdo con la legislación egipcia).

Mubarak c'est Fini [Vía marcovdz Flickr]
Mubarak c’est Fini [Vía marcovdz Flickr]

A pesar de que el fiscal superior anunció de inmediato que impugnará la decisión de la Corte, la sensación generalizada apunta a que se ha tratado ésta de una decisión política. Aún así, algunos en El Cairo no cuestionan -o quizás no se atreven a hacerlo- la independencia del poder judicial y achacan la decisión a varios aspectos técnicos. La versión oficial establece que el plazo por estas acusaciones había precluido, y que, por lo tanto, el tribunal competente para pronunciarse sobre las mismas carecía de competencia. Al parecer, el que la Fiscalía no acusara a Mubarak hasta tres meses después tras su salida podía ser interpretada como una decisión implícita según la cual no había base para un juicio penal. Tampoco cabía la posibilidad de declarar culpables por complicidad a aquellos que dieron órdenes a oficiales que también han sido liberados. Aún menos cuando las órdenes que las fuerzas de seguridad recibieron dejaban aparentemente claro – según la sentencia – que debía tratarse “cortésmente” a los manifestantes. Todo apunta a que el por entonces fiscal general actuó como un peón para los militares, que convirtieron -y siguen haciéndolo hasta el día de hoy- un sistema judicial que hace años hacía enorgullecerse a propios y ajenos en una burla. Algo que no parece ser tan descabellado si se tiene en cuenta que la institución ha condenado estos últimos meses a más de 1.000 acusados por delitos en la mayoría de ocasiones relacionados con la libertad de asociación y expresión, a penas de muerte.

Muchos creen que es el régimen quien desalienta y co-opta a los jueces independientes que puedan quedar. La tendencia resulta sin embargo aún más inquietante: el problema reposa en el discurso público dominante, en el cansancio generalizado y el miedo, así como en el lavado de cerebro continuo, ingredientes que han contribuido a dar forma a un poder judicial que acaba por cumplir e implementar los deseos del régimen sin que ni siquiera sea necesario que se le fuerce a ello. Antes de su caída -y más que probablemente consciente de su delicada situación-, Mubarak desempeñó a la perfección la tarea de desmantelar la independencia judicial y así modelar un cuerpo conservador claramente defensor de una narrativa pro-estabilidad. Exactamente lo mismo ha ocurrido con una enorme mayoría de la población, y Egipto es hoy una nación más polarizada que nunca.

¿Fue la decisión realmente una sorpresa? Un aspecto a considerar es que la absolución de todos los acusados es más representativa que el propio veredicto de Mubarak. Muchos piensan que en realidad éste nunca dio la orden de matar a los manifestantes, tal y como declaró el año pasado. Y es que Mubarak fue juzgado junto con sus dos hijos, su jefe de seguridad y seis de sus ayudantes. Todos ellos fueron absueltos. También fue enjuiciado, en este caso por cargos de corrupción relacionados con la exportación de gas a Israel, el empresario y gran amigo de Mubarak, Husein Salem, juzgado in absentia ya que hoy en día se encuentra en España. El veredicto no hace por tanto más que erigirse en otro importante revés, y tal vez el último golpe, para aquellos que encabezaron la “fase egipcia” de la Primavera Árabe.

Miles de personas transmitieron el mismo mensaje a través de Facebook y Twitter: el #MubarakTrial es una llamada de atención para todas las facciones revolucionarias en Egipto. “Si dejamos que esto pase de largo, ello significará que el 25 de enero está definitiva y verdaderamente herido de muerte.” La frase corre pues el riesgo de ser percibida como el certificado de defunción de la revolución, y de que en el juicio no se decidía sobre el futuro de un puñado de individuos, sino de toda la idea del levantamiento de 2011. En efecto, muchos de los revolucionarios se encuentran ahora en la cárcel, se han retirado de la política, o han huído del país, mientras que Mubarak y sus amigos están de vuelta, o por lo menos son libres de hacerlo. El familiar de un mártir fue contundente al respecto: “la revolución era sólo un juego para el pueblo. Mi hermano soñaba con pan, libertad y justicia. Su sueño murió en vano”.

Por otra parte, y a pesar de que más de 850 manifestantes perdieron la vida en los 18 días de lucha que llevaron a Mubarak a dimitir y a la SCAF (Consejo Superior de las Fuerzas Armadas) a tomar las tiendas del países, el juicio sólo se ocupaba de la muerte de 239 manifestantes, cuyos nombres fueron ceremoniosamente enumerados en la hoja de cargos. Después de la revolución, los egipcios fueron encandilados con promesas de justicia transicional que nunca vieron la luz. La reconciliación parece ahora menos probable que nunca. “Es como si se hubieran suicidado en masa”, decía otro familiar. ¿Serán los millones de personas que perdieron a sus hijos, esposos y amigos en las calles amordazados y/o silenciados de nuevo?

La sentencia también consagra un lugar privilegiado para las teorías conspiratorias tan populares en Egipto y otros países árabes. Una parte no desdeñable de las 280 páginas se esfuerza sobremanera en justificar que los eventos de 2011 tienen su origen en una conspiración americano-sionista que tenía como objetivo dividir el país, ayudados no sólo por los Hermanos Musulmanes -a los que se culpabiliza de todos los actos violentos de ese periodo- sino también por actores extranjeros como Hamas y Hezbollah.

Toronto Rally For Egypt Against Mubarak [Vía Ryan Flickr]
Toronto Rally For Egypt Against Mubarak [Vía Ryan Flickr]

Resulta difícil evitar preguntarse si no se trata tanto del fin de la revolución, sino de la legitimación de los recién llegados. El veredicto representaba la absolución del régimen. De dos regímenes: tanto del de Mubarak como del de Sisi. Este último está demostrando ser aún más despiadado que los anteriores, y desde el golpe de estado que el 3 de julio derrocó a Mohammed Morsi, los gobiernos consecutivos lanzaron una amplia ofensiva contra no sólo los Hermanos Musulmanes y sus partidarios, sino también contra decenas de activistas no relacionados con la religión, incluyendo a algunos de los líderes de la sublevación de 2011. La gama de excusas ha sido bastante amplia: desde el terrorismo hasta la violación de la controvertida ley anti-protestas, pasando por la traición al Estado. El régimen y su estado profundo han cambiado a peor, y su mensaje es inequívoco: “Estamos aquí con toda la fuerza, si se nos quiere les protegeremos, si no, estad preparados para lo peor”. En este sentido, algunos creen que el juicio de Mohammed Morsi será la prueba de fuego real del régimen. El ex-presidente islamista se enfrenta a una serie de cargos que incluyen el asesinato de manifestantes. Estos cargos podrían verlo incluso condenado a muerte.

Por último, pero no menos importante, las palabras del juez Mahmoud al-Rashidi dejaron un gusto agridulce, cuando éste alabó la revolución de 25 de enero y subrayó que sus objetivos -libertad, pan y justicia social- eran legítimos. La revolución no sólo derrocó a un dictador odiado. El pueblo egipcio probó la libertad y recobró la esperanza por primera vez en décadas. Los veredictos, los nombramientos y las palabras vacías pueden ser retractados. No es el caso, afortunadamente, de la sensación que deja tras de sí haber experimentado lo que es la libertad.

Ésta es una explicación sin ánimo de lucro


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Dijo Charles Bukowski que “la diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en la democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes”. Una vez que unas cosméticas elecciones presidenciales proclamaron vencedor al nuevo héroe nacional, Abdel Fattah Al-Sisi, Egipto bien puede definirse a sí mismo como democracia, una en la que no obstante las órdenes ya tenían que ser obedecidas antes de las urnas, y ello en un entorno de completa arbitrariedad. El golpe de estado del 3 de julio de 2013, seguido por las masacres del pasado mes de agosto, llevó a muchos a hablar de un retorno a la casilla de salida, esta última representada por la Plaza Tahrir que un puñado de jóvenes revolucionarios decidieron ocupar el 25 de enero de 2011, sentando las bases para una Revolución que inspiraría a jóvenes y no tan jóvenes a lo largo y ancho del planeta. Precisamente de Ucrania, un país en donde millones de idealistas nos han vuelto a recordar el peso de los valores y principios que muchos damos por sentados, viene un proverbio que en Egipto cobra un enorme sentido: “son los genios los que preparan la revolución, los románticos los que la hacen, y son los pajarracos los que de ella se aprovechan”. Y no es casualidad que un pájaro se erija en símbolo de aquellos – el Ejército egipcio – que han demostrado haber sido más previsores y cautelosos que nadie para tomar de nuevo las riendas de un país que nunca dejaron de dominar desde las bambalinas.

Resulta cuanto menos paradójico que el propio Al-Sisi prometiera durante su entronamiento el pasado 8 de junio dar forma a un estado inclusivo. Consciente de que Egipto – un país en el que el sectarismo no es, al contrario de lo que ocurre con muchos de sus vecinos – el rasgo definitorio de su sociedad, da cabida hoy a una sociedad profundamente polarizada. Su nuevo rais se comprometió a construir una sociedad “donde cada parte escucha a la otra con imparcialidad, donde nuestras diferencias son enriquecedoras”. Días después, miles de egipcios se despertaron sorprendidos ante el cierre de varios establecimientos de una famosa cadena de supermercados cuyo propietario está supuestamente vinculado con los Hermanos Musulmanes. El propio Al-Sisi, durante su campaña electoral, se comprometió a continuar en su ofensiva contra los Hermanos. Desde la masacre de Rabia Al Adawiyya de 14 de agosto de 2013, cientos de presuntos simpatizantes – se estima que unos 3.000 – de los Hermanos han sido asesinados, y más de 16.000 miembros de la Hermandad acusados de traición y enaltecimiento del terrorismo han sido detenidos.

Free Alaa Abdel Fattah, prominente activista egipcio y priosionero bajo el régimen de Mubarak, Morsi y ahora también Al-Sisi

También durante estos últimos días ha sido condenado a 15 años de cárceluno de los revolucionarios y activistas más conocidos del país, Alaa Abdel Fattah. Allí podrá unirse con otros egipcios famosos por luchar en pos de la libertad contra cualquier autoridad en el poder. Egipto está siendo testigo de una clara situación de deterioro de los derechos humanos, en particular a la vista de la detención indiscriminada de opositores y activistas políticos, muchos de los que cuales ni siquiera pertenecen a la Hermandad Musulmana. El pasado mes de noviembre fue aprobada una polémica ley anti-protesta, una regulación que ha llevado a la detención y condena de miles de personas, con ejemplos como el del sonado caso de Ahmed Maher, co-fundador del movimiento 6 de abril, el cual ha sido posteriormente prohibido.  El acoso al que se ven sometidos académicos, jóvenes revolucionarios y estudiantes universitarios que han osado levantar su voz contra el régimen no ha hecho sino aumentar en los últimos meses. Para muestra, un botón: Amr Hamzawy, uno de los políticos e intelectuales liberales más destacados de Egipto, fue acusado de insultar al poder judicial en un tweet en el que se limitaba a criticar una sentencia en contra de tres ONGs estadounidenses. Muchas organizaciones de la sociedad civil, como el Centro Egipcio para los Derechos Económicos y Sociales (cuyas oficinas fueron allanadas y cuyos miembros fueron detenidos y algunas de las trabajadoras incluso acosadas en diciembre pasado), han sido hostigadas y amenazadas. Según el índice de democracia de Freedom House, la situación en Egipto se ha deteriorado o estancado con respecto a todos los indicadores.

El ambiente también se ha deteriorado enormemente en lo que al trato recibido por la prensa se refiere. No se trata sólo de que los periodistas sean incapaces de siquiera ponerse en contacto con los responsables de la campaña de Al-Sisi, sino deejemplos como el del periodista Abdullah Elshamy, al borde de la muerte como consecuencia de una huelga de hambre de más de 100 días por haber sido encarcelado injustamente acusado de pertenecer a un grupo terrorista y difundir noticias falsas. Otros tres periodistas de Al Jazeera, junto con otros 17 acusados​​, están siendo juzgados por difamación y apoyo a los Hermanos Musulmanes de Morsi, y se enfrentan a cargos que han provocado la indignación internacional. Se trata también de periodistas extranjeros inocentes, golpeadas con saña en manifestaciones, acusados ​​de difundir mentiras en sus países acerca de la objetividad del proceso de transición. Justo después de que la constitución fuera suspendida el pasado 3 de julio, las fuerzas de seguridad ya cortaron la señal de todos los medios de comunicación considerados islamistas y allanaron sus oficinas en una ofensiva que llevó a la posterior detención de los primeros periodistas.

Egipto se erige hoy en día en un ejemplo de lo que podría llamarse “justicia selectiva“. El mundo entero se acongojó cuando el pasado marzo tanto el líder de los Hermanos Musulmanes, Mohammed Badie, como 622 de sus seguidores fueron condenados a muerte por el tribunal penal de Minya, que confirmó la sentencia de muerte para 37 de los mismos. El resto fueron encarcelados de por vida en un juicio que ha tenido secuelas y que en esta ocasión sólo duró unos pocos días y se desarrolló en dos sesiones sin siquiera escuchar los argumentos de la defensa. El propio fiscal declaró hace unos pocos días que el proceso no había tenido sentido alguno. El Gobierno de Egipto afirma que su poder judicial es independiente, y lo peor del caso es que esa parece ser la verdad: los jueces egipcios no hacen sino representar a una (vociferante) mayoría de la población, a la que se ha lavado el cerebro a base de declaraciones oficiales, propósitos demagógicos y programas de dudosa objetividad retransmitidos por la televisión pública.

Foto: Amr Abdallah Dalsh

Estos no son sin embargo los desafíos a los que la prensa hace referencia con mayor énfasis. Y es que la economía de Egipto – aún controlada en aproximadamente un 30% por el poderoso Ejército – se encuentra hoy en un estado aún peor de lo que estaba hace un año. Las subvenciones a los combustibles y alimentos no son ya sostenibles, algo que se ha convertido en la norma en muchos países de la región. El turismo y la inversión extranjera siguen siendo quasi inexistentes. El déficit presupuestario sigue siendo peligrosamente alto. También lo es la tasa de desempleo, que día tras día amenaza con llevar de nuevo a los egipcios a tomar las calles. Aunque existe la posibilidad de que se reanuden las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional, las condiciones que impondrá la organización serán draconianas y tendrán un impacto no desdeñable en el día a día de los ciudadanos egipcios. En el ínterin, mientras se predica a diestro y a siniestro la necesidad de que los egipcios se sacrifiquen bajo el emblema de la austeridad, a pocos se les escapó que el salario del Presidente ha aumentado en un 950%. La corrupción sube así puestos en la lista de las principales preocupaciones de los egipcios de a pie.

En el plano geopolítico, Egipto le llevará unos años recuperar su posición de líder del mundo árabe. Basta con echar un vistazo a los más fieles aliados de Egipto hoy en día: Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos – cuyo apoyo a los Salafistas no ha pasado desapercibido -, países que han canalizado enormes cantidades de dinero para apoyar al régimen militar. Antes de ellos lo hacía Qatar, cuya vinculación con los Hermanos Musulmanes ha sido uno de los principales motivos que han llevado al pequeño país del Golfo – cuyo papel a comienzos de la Primavera Árabe es más que destacable – a enemistarse con gran parte de sus vecinos. Y antes de ellos lo hacían los Estados Unidos, cuya “ayuda militar” fue ideada como poderosa garantía del Acuerdo de Paz entre Egipto e Israel de 1979. Egipto fue un gran imperio y sus habitantes siguen sintiéndose hoy herederos de los faraones. Gran parte de esta gloria pasada fue recuperada en los tiempos de Nasser y auge del panarabismo. Parece hoy Egipto demasiado angustiado por recuperarse de la inestabilidad interna como para preocuparse por influir en la multitud de acontecimientos que le rodean.

Por último, pero no menos importante, resulta hoy casi imposible hablar de Egipto sin hacer alusión a la situación de la mujer. El régimen hizo saltar las alarmas cuando millones de espectadores reaccionaron con rabia e indignación ante un vídeo que circulaba por YouTube y mostraba a una joven desnuda y ensangrentada tras haber sido violada por un grupo de hombres en plena celebración del comienzo del reinado de Al-Sisi, acontecimiento no aislado que precisamente tuvo lugar en la plaza que tantas ilusiones despertó en el pasado. No sólo violaciones de ese calibre, sino casos de acoso sexual son más corrientes de lo que nadie podría imaginar, e incluso hay estudios que afirman que 9 sobre 10 mujeres se han visto en esa situación al menos una vez en su vida. En una sociedad en la que las mujeres van a la universidad, trabajan y participan en la vida pública, resulta cuanto menos sorprendente que su estatus y dignidad se vean puestos en entredicho día tras día. Las causas, según los expertos, son varias: una educación insuficiente o inexistente en este sentido, la frustración de los hombres egipcios, la religión, la imposibilidad de muchos jóvenes de casarse bien pasados los 30… 

El nuevo Presidente de la República Árabe de Egipto tiene pues ante sí un panorama desolador en el que destacan tareas cuanto menos sisíficas. Muy a su pesar, e independientemente de la intensidad con la que prosiga la lucha contra los Hermanos Musulmanes, parece improbable que se consiga acabar con una organización creada casi un siglo atrás y que ha conocido represión y persecución la mayor parte de su historia. Tampoco será tan fácil silenciar a una población que hoy en día ansía la estabilidad y la tranquilidad más que nada en el mundo, pero que tanto en 2011 como en 2013 descubrió el poder que era capaz de ejercer y se atrevió a cuestionar lo que sus autoridades decidían. Una población que tarde o temprano se dará cuenta – si no lo han hecho ya – de la necesidad de reconciliación que obstaculiza el proceso de reconstrucción de un verdadero estado del que puedan volver a sentirse orgullosos. Quizás Al-Sisi sea el héroe del momento, quizás su imagen aún reluzca en paneles, pósters y camisetas vendidos en cualquier esquina. Pero sus “súbditos” han demostrado que son ciudadanos de un país en el que no puede darse nada por sentado.

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Tras algún tiempo volcada en el estudio (y en intentar explicar lo que en ella ocurre de forma simplificada), de lo que se ha convertido en una de las regiones más apasionantes del panormama internacional, se me ocurrió redactar un mini-diccionario. Una guía que pueda resultar útil para todo aquel que se vea obligado a hablar sobre el tema y quiera dárselas de analista informado. Un manual que (soy consciente) combina apreciaciones personales y datos objetivos. Aunque al fin y al cabo, esa es la impresión que tengo cada vez que leo un estudio en profundidad sobre Oriente Medio. Así que… ¿por qué no convertirnos todos en uno de ellos y fardar en todos los guateques, coloquios, entrevistas de trabajo y viajes largos de autobús?

Assad (tanto padre como hijo): tiranos sanguinarios (aunque ojo, no los únicos en la región), que, directamente uno e indirectamente el otro, han convertidoSiria en un infierno. El primero al crear un régimen represivo (baste con recordar qué hizo con los Hermanos Musulmanes en 1982), dominado por la minoría alauita y a la merced de los designios de unos pocos, entre los que destacaban Rusia e Irán. Una represión que su hijo, que en un primer momento todos creían moderado y modernizador, no dudó en ejercer con aún más saña ante el menor atisbo de levantamiento. Todo ello ha derivado en una guerra sin cuartel que ha atraído a elementos terroristas y a demagogos sectarios, que han convertido una revolución en pos de mayor libertad en un conflicto regional que, todo apunta a ello, se prorrogará durante años, ante la indiferencia de un Occidente reacio a intervenir – de nuevo -, en la región. Una guerra que sólo llegará a su fin si las principales potencias de la región consiguen llegar a un principio de acuerdo. – Assad y sus aliados nunca iban a permitir que le depusieran, y ha llegado la hora de que todos acepten este hecho y luchen por lograr una solución inclusiva y con tintes de moderación.

Bagdad: las tropas de la coalición liderada por Estados Unidos tomaron la capital iraquí el 9 de abril de 2003, en lo que muchos consideran el verdadero punto de inflexión de lo que hoy ocurre en la región. La invasión de un país clave para el mundo árabe y el consiguiente derrocamiento de Sadam Hussein representaron la tormenta perfecta que desde entonces sumió al país en una espiral de violencia y enfrentamientos sectarios, no tan frecuentes hasta el momento. Iraq sigue erigiéndose hoy como uno de los principales campos de batalla entre potencias chiítas – es decir, Irán y sus aliados – y potencias sunitas – es decir, Arabia Saudí y sus socios. Un país al borde de la denominación de estado fallidoen el que los sunitas claman por la igualdad, hervidero ideal para grupúsculos terroristas que se han ido esparciendo por toda la región. Pero Iraq también se enfrenta a una de las nuevas tendencias en la región (caso también de Libia- el separatismo, en este caso por parte de la comunidad kurda que se extiende a lo largo y ancho de un Kurdistán teóricamente dividido entre este país, Turquía, Siria e Irán.

Constitución: Túnez, el primer país en el que triunfó la “Primavera Árabe”, se ha convertido también en el primer país en aprobar una Constitución ejemplar – incluso para muchos países no árabes – y en apostar por la democracia. Varias han sido las claves de este éxito: la herencia de la colonización francesa – y los esfuerzos del antiguo Presidente Burghiba para mantener vivos los principios de la República gala – que dejó tras de sí un país inspirado por el principio de laicidad en el que la mujer ha gozado de una libertad sin comparación en el vecindario; el poder acotado del ejército, que nunca ha jugado un papel preponderante ni ha controlado gran parte de la economía (como era el caso en Egipto); la menor influencia del Imperio Otomano; la pujanza que se han ido ganando los sindicatos…

Dios: o cómo resulta casi imposible entender lo que ocurre en la región sin tener en cuenta el papel que la religión juega en todos los ámbitos de la vida de sus ciudadanos. Las tres grandes religiones monoteístas – Islam, Cristianismo y Judaísmo – han ido moldeando la región y su sociedad. Algo que resulta imprescindible subrayar hoy en día es que hace unos siglos todas las comunidades convivían en paz en la región, y que es sólo desde hace unas décadas que el enfrentamiento entre individuos de distintas creencias se ha convertido en la norma. Y ello porque primero los colonizadores y después las élites políticas se han aprovechado de la religión para enfrentar a sus súbditos y reforzar su poder dentro de fronteras de estados artificiales.

Egipto: la joya de la corona, y según algunos el país árabe por excelencia, Egipto es hoy en día uno de los países que mejor simbolizan en lo que algunos países de la región se pueden convertir si no se controla cuidadosamente a todos los actores implicados en un proceso de transición post-revolucionaria. Un país en el que muchos creen que se ha retornado a una situación aún peor que la casilla de salida – los tiempos de Mubarak -, y en el que los militares han puesto en claro que no habían dejado ningún cabo suelto cuando invitaron al dictador a apearse del poder. Un país en el que sin embargo algo ha cambiado: la gente ha empezado a interesarse por la política (los taxistas del Cairo son el mejor exponente de ello), y no tiene miedo a hablar de ello. Quizás la opinión de muchos, enormemente influenciados por los medios de comunicación dominados por el Estado, diste bastante de la objetividad, pero es innegable que se ha plantado la semilla de una sociedad civil cada vez más activa – también cada vez más reprimida, no lo olvidemos. Los Hermanos Musulmanes nacieron en Egipto hace más de 90 años y, a pesar de la encarnizada lucha de éste y otros regímenes (el saudí en particular), contra siquiera su mera existencia, nadie duda hoy de que seguirán representando un factor indispensable en la ecuación regional, así como los representantes principales de una corriente, el islamismo político, indispensable en el futuro de cualquier sistema que se digne a ser denominado democrático.

Francia, Reino Unido (¿e Italia y España?): o cómo las potencias europeas que arrebataron la región al Imperio Otomano no lo hicieron mucho mejor que éste. Buena prueba de ello es el Acuerdo de Sykes-Picot de 1916, que antes del final de la Primera Guerra Mundial determinaría la configuración futura del territorio, sin tener en cuenta ni lo más mínimo la voluntad de sus habitantes. Unas potencias que pusieron en obra mejor que nadie el principio de divide y vencerás” y que, al abandonar sus colonias y mandatos (en ocasiones de forma más brutal – veáse Argelia – que otras), dejaron tras de un caos mucho mayor del que encontraron.

Gaddafi: otro exponente máximo de la figura del dictador árabe, que durante años impuso su puño de hierro en un país que desde fuera muchos pensaban que progresaba adecuadamente. Dotado de su libro verde – una especie de libro verde en versión libia – y gracias a los envidiables recursos del territorio libio, hizo gala de excentricidades varias y de alianzas más que dudosas. Y si no hubiese sido por un puñado de valientes que se echaron a la calle en Benghazi – – los países de la llamada Alianza Atlántica (OTAN) nunca hubieran osado intervenir. Una intervención bajo el estandarte de la responsabilidad de proteger que una vez derrocado Gaddafi no pareció haber previsto el estado de caos en el que se sumiríael país, hoy dominado por las milicias. y los movimientos separatistas.

Hamas: movimiento islamista con rama política y militar de resistencia a Israel que a día de hoy domina la franja de Gaza. Conocido por su postura radical – se autodeclara yihadista (de hecho, está incluida en la lista de entidades terroristas de entidades como la Unión Europea y Estados Unidos) – y por las guerras que ha batallado desde su creación en 1987 – contra Israel y contra su archirrival palestino, Fatah (en este último caso tras vencer las elecciones generales palestinas de 2006). La reconciliación entre las dos facciones palestinas ha sido un objetivo perseguido por varios actores – destaca el esfuerzo personal de Morsi a lo largo de su corto mandato – durante años, y hace unas pocas semanas el proceso fue  testigo de un avance fundamental con un Acuerdo que, en caso de tener éxito, no hará sino reforzar la postura palestina en el malogrado proceso de paz de Oriente Medio. No debe confundirse – a pesar de que ambos movimientos hundan sus raíces en la resistencia a Israel – con Hezbollah, “partido de Dios” creado en 1982 en el sur del Líbano, región habitada principalmente por chiítas que durante años denunció la marginación a la que se veían sometidos por cristianos y musulmanes sunítas.

Irán: el chivo expiatorio al que muchos gustan de apuntar con el dedo como culpable de la inestabilidad y sectarismo que hoy en día quiebran la región. La República Islámica, representante del antiguo Imperio Persa que alcanzó su auge en el siglo II d.C. y que durante centuriasencandiló a muchos con su cultura y refinamiento, potencia chiíta por excelencia, es acusada por sus enemigos de extender sus tentáculos por Iraq, Siria, Líbano, Bahrain e incluso Egipto. Desde la Revolución de 1979, pocos son los países que se vanaglorian de mantener buenas relaciones con un Irán que bajo el puño de hierro de la Guardia Revolucionaria se fue cerrando cada vez más al resto del mundo, concentrado en reconstruir una nueva sociedad, tanto desde el punto de vista psicológico como material (dados los devastadores efectos de la guerra contra Iraq). Buen testigo de estas ansias de reconstrucción es el archiconocido programa nuclear iraní, uno de los principales quebraderos de cabeza de administraciones a un lado y otro del Atlántico, que por fin parece estar en vías de negociación gracias a (por una vez), los esfuerzos diplomáticos de la Unión Europea y, ¿por qué no decirlo?, del nuevo Presidente iraní, Hassan Rouhani, alabado por su apariencia moderada, abierta y modernizadora. La sociedad iraní, sin embargo, y teniendo en cuenta lo poco que conocemos de ella, es aún en su gran mayoría una sociedad enormemente joven e insatisfecha, sometida a violaciones de derechos humanos regulares, y enfrentada a una situación económica complicada, consecuencia no sólo de las sanciones occidentales, sino también de un entramado de subsidios que a sus líderes les llevará tiempo deshilvanar.

Fuente: B.A.R.F.L.Y D.A.N.C.E,

Jerusalén: una ciudad mágica en la que entiendes por qué tantos pueblos han estado dispuestos a matarse durante siglos. Una ciudad cuanto menos mística, santa para las tres grandes religiones monoteístas (los miles de turistas enfervorecidos que la recorren en todo momento dan fe de ello), de estatus permanentemente indefinido (y que según algunos debería permanecer así), dividida en barrios y quebrada por las fallas del sectarismo. Jerusalén oriental estuvo hasta la devastadora guerra de 1967 bajo el control de lo que en un momento se llamó Transjordania (compuesta por Cisjordania y Jordania), y la ciudad se erige aún hoy como única capital en el imaginario de los palestinos (allí se encuentra la mezquita de Al Aqsa). Los  israelíes, sin embargo, también la consideran su capital eterna e indivisible” (y así lo declararon en 1980), a pesar de la negación continua por parte de los miembros de Naciones Unidas, que en protesta trasladaron sus embajadas a Tel Aviv. Jerusalén y su estatus futuro representan uno de los principales símbolos del conflicto palestino-israelí, respecto del cual muchos hoy no ven salida alguna. Pese a las idas y venidas del Proceso de paz de Oriente Medio (y de infatigables dirigentes como John Kerry), son innumerables los obstáculos a los que se enfrenta hoy la solución de los dos estados, y entre ellos destaca precisamente la dudable viabilidad en la actualidad de un Estado palestino que se ha ido convirtiendo en un estado rentista completamente dependiente de la ayuda occidental, en el que los asentamientos se han ido enquistando (pese a cuasi-boicotts por parte de la UE), creando un paisaje que contraviene todo derecho humano que la comunidad internacional ha ido reconociendo.

KSA de Kingdom of Saudi Arabia: como se conoce a Arabia Saudí en el mundo de los entendidos” (que al fin y al cabo es lo que queremos ser), o el país más rico de la región. Un país del que muchos en España sólo conocen a sus famosos “jeques saudís” con los que nuestras madres amenazaban con casarnos. Un país montado en el petrodólar que esconde mucho más: una enorme riqueza cultural que hunde sus pilares en las tribus que ocupaban la península arábiga antes de que el país fuera creado tan sólo 82 años atrás. Una monarquía que bajo el lema de “estabilidad a toda costa” ha pasado de actor secundario siguiendo la sombra de los americanos a potencia regional en cuestión de pocos años. Paradójicamente, esto ha sido en parte consecuencia de unos levantamientos que en su momento llegaron incluso a llevar a algunos a pensar que la democracia triunfaría en todo Oriente Medio. Un país a la vez homogéneo (buen símbolo de ello son las vestimentas de sus nacionales) y rebosante de contrastes. Un país sumamente joven cuyas nuevas generaciones han tenido la oportunidad de estudiar en el extranjero y vienen pisando fuerte. Quizás no todos impulsados por sueños con revoluciones en plazas Tahrir, pero si con ínfulas de modernización y progreso.

Libertad: o cómo un puñado de jóvenes idealistas consiguieron poner una región patas arriba e ilusionar al resto del mundo, simbolizando a aquel “indignado” al que la revista TIME nombró personaje del año en 2011. No son pocos los que hoy dudan de la utilidad y los orígenes de la llamada Primavera Árabe”, pero de lo que no cabe duda es de que una gran mayoría de los que en un principio tomaron las calles lo hicieron movidos por ansias de libertad e igualdad, grandes dosis de frustración y una necesidad de jugar un papel más relevante en unos países que veían secuestrados por élites corruptas y totalitarias que algunos, en el caso de repúblicas como Egipto, incluso llegaron a llamar cuasi-monarquías. A ellos se unieron hordas de ciudadanos que principalmente ansiaban una mejora de la situación económica, así como actores políticos – principalmente los Hermanos Musulmanes – que más tarde se aprovecharían de los atisbos de democracia conseguidos. Una libertad aún ausente en la gran mayoría de países de la región, y que una gran parte de ciudadanos valoran hoy menos que la estabilidad, como evidencia la calurosa acogida con la que la población egipcia ha recibido a Al-Sisi .

Mapa de las cruzadas entre los Siglox XI y XIII

Monte Líbano: el origen de un país cautivador y paradójico como es el Líbano, heredero del Imperio fenicio y crisol de cristianos y musulmanes. El Líbano simboliza a la perfección la política de divide y vencerás” que Francia puso en marcha en sus mandatos, ya que fue creado a partir de comunidades completamente distintas entre que anteriormente formaban parte de lo que se denominaba la “Gran Siria” – los chiítas, los sunitas, los drusos y los cristianos maronitas. A estos últimos se les otorgó el control de un país que en un primer momento parec prosperar sin parangón – y sobre todo sin intervención gubernamental – pero que pronto demostró lo hondas que eran unas cicatrices políticas y sectarias que derivaron en una de las guerras más devastadoras – en particular por su duración – que ha visto la región hasta el momento. Líbano se erige hoy como un país completamente a la merced del devenir de sus vecinos sirios en el que el impasse político es la norma, y en el que la población sigue aferrándose a la desesperada a esa mentalidad de carpe diem que evitó que muchos cayeran en la desesperación durante el conflicto civil.

(Al-) Nour: nombre del Partido Salafista en Egipto, creado en Alejandría en 2011, aunque también hay partidos salmistas en países como Túnez y Libia. Los salafistas representan una rama del Islam que tiene como fin el islam de los salaf – compañeros del profeta Muhammad – en su pureza. Existen varias tendencias salafistas – de predicación y yihadista – y de ahí la confusión que hace que la gente ignore que los primeros rechacen la violencia. De hecho, es el salafismo la creencia predominante en Arabia Saudí.

Omán: el sultanato enigmático por excelencia. La Suiza de Oriente Medio, ya que Omán ha conseguido mantener una política exterior independiente de las grandes fallas de la región – quizás gracias a sus estrechos lazos con Reino Unido y Estados Unidos. Un país que sube peldaños en todos los índices de desarrollo y en el que los ciudadanos disfrutan de una estabilidad sin precedentes – respecto de la cual sus dirigentes se muestran enormemente celosos.

Perla, Plaza de la: una de las plazas revolucionarias, uno de los escenarios de la Primavera Árabe”, sita en la capital de Bahrein, Manama. Inspirados por sus vecinos tunecinos y egipcios, los bahreinís también tomaron las calles de las principales ciudades de la península, uno de los países más desarrollados de la región y en cuyo territorio echa amarras el Ejército de los Estados Unidos. Muchos de ellos (aunque no todos), pertenecían a la mayoría chíi del país, que se ha visto durante años apartada de la toma de decisiones y desfavorecida por la monarquía absoluta de los Al Khalifa, no conocida precisamente por respetar escrupulosamente los derechos humanos de sus ciudadanos. La rebelión en un principio (y al igual que ocurría con los levantamientos que tuvieron lugar en Jordania) no tenía como fin derrocar al rey sino lograr una mayor justicia social para todos los ciudadanos. Pero, al igual que sucede en el resto del Golfo, la estabilidad es el bien más preciado para sus líderes, y éstos no dudaron en enviar tropas bajo el estandarte del Consejo de Cooperación del Golfo para sofocar la insurrección. Tras la represión se puso en marcha un proceso de diálogo nacional, y el monarca incluso encargó a una Comisión de notables la redacción de un informe que dictaminaría qué es lo que había ocurrido exactamente. Sin embargo, todo esto parece haber caído en saco roto, y lo que en principio parecía un levantamiento pacífico está dando pie a la aparición de lo que las autoridades denominan “grupúsculos terroristas” que, cansados de pernoctar en las plazas y no ver sus demandas satisfechas, optan por ataques localizados.

Qatar: el país del golfo que durante unos años pareció erigirse en valor en alza de la región, gracias a profusas inversiones en el interior y en el exterior (y a una exitosa diversificación de su economía, no tan dependiente del petróleo como sus vecinos), a una exitosa cadena de televisión – Al Jazeera – y a una política exterior enormemente flexible y ajustada al momentum creado por la Primavera Arabe. La apuesta de los qatarís por el Islam político era clara, y lo demostraron, entre otros, financiando a los Hermanos Musulmanes en Egipto o visitando la franja de Gaza. Pero esta postura no parecía satisfacer a países como Arabia Saudí, que no dudaron en enfrentarse directamente con el Estado por el apoyo prestado por éste a los Hermanos tras el golpe de estado egipcio (repito y subrayo: que no revolución) del 3 de julio. Varios países del Golfo siguieron los pasos de los saudíes, y el enfriamiento de las relaciones fue patente hasta que Kuwait logró recientemente mediar hacia un principio de reconciliación. En otro orden de cosas, está previsto que el Mundial de Fútbol se celebre en Qatar en 2022, una noticia gracias a la cual se ha conseguido sacar a la luz la precaria situación en la que (sobre) viven los inmigrantes en el país, denunciada en numerosas ocasiones por grupos como Human Rights Watch.

Recep Tayip Erdogan: el presidente que ha llevado a Turquía de ser un modelo de país de mayoría musulmana (que no dudó en aupar en el poder a un partido islamista moderado), a ser hoy en día un país devorado por la insatisfacción no controlada de aquellos que en 2012 tomaron la plaza Taksim, por la corrupción, por la pérdida de influencia a nivel regional, por los efectos colaterales del conflicto sirio, por el desgaste causado por los numerosos problemas aún sin resolver con la comunidad kurda

Sufí: Marruecos es el único país árabe en otorgar un papel privilegiado a las cofradías sufíes, y según algunos analistas, ésta es la clave de la estabilidad que parece reinar en el país norteafricano. Una estabilidad que a partir de 2011 se vio perturbada por erupciones de disenso que el Rey Mohammed VI manejó hábilmente al aprobar una Constitución en teoría más inclusiva y democrática, en lo que ha sido denominado tercera vía de la Primavera Árabe” – ni reformas drásticas ni inmovilismo. Una vía que ha atraído enormemente al resto de monarquías absolutas de la región – de hecho, el Consejo de Cooperación del Golfo ha invitado a Marruecos y a Jordania a forjar una alianza mucho más estrecha con la organización.

Tarboosh (también llamado fez, proveniente tanto de la palabra en turco como de la ciudad marroquí en la que nació, en español): se trata del mítico sombrero rojo de borla negra introducido gradualmente por el Imperio Otomano en el siglo XIX para sustituir al turbante. El objetivo no era obviar el simbolismo musulmán del turbante, sino garantizar una mayor igualdad entre los habitantes del Imperio. Fue ésta una de las medidas que acompañaron a las reformas del Tanzimat que tenían por fin modernizar el Imperio e impulsar una suerte de nacionalismo otomano. Estas reformas, que no consiguieron evitar la decadencia del hombre enfermo del siglo XIX”, sí que buscaban en cierto modo dejar de lado las creencias particulares de cada habitante para igualarlos ante la Ley – los primeros pasos hacia el principio de laicidad que Ataturk impuso en Turquía tras declarar la independencia de la República.

USA: o cómo Estados Unidos ha pasado de ejercer una influencia nada desdeñable en la región a – consciente de las nefastas consecuencias de sus intervenciones en Afganistán e Iraq – tras la calurosa acogida de una Primavera Árabe de la que no parecían ver los peligros de los que iba revestida, dejar abandonados a sus antiguos socios a su propia suerte – o lo que es aún peor, deteriorar la situación sin adoptar una postura clara, como ilustran los casos de Egipto o Siria.

Violencia: aquella que atraviesa la región de este a oeste y de norte a sur en todas las formas posibles – entre comunidades, entre países, entre vecinos, en el seno de las familias, entre élites y por parte de las élites, por motivos políticos, por frustración sexual, por creencias varias, por ignorancia… Sobre todo por ignorancia, para lo que sólo basta con comprobar las cifras de analfabetismo en Oriente Medio.

WWW: o cómo la Primavera Árabe” no se hubiese contagiado de tal manera – y según algunos (tal y como demuestra el estudio Opening Closed Regimes: What Was the Role of Social Media During the Arab Spring?), ni siquiera hubiese estallado – de no ser por el poder e influencia de internet y las redes sociales. Internet se ha convertido en un recurso inagotable para jóvenes frustrados, insatisfechos, enclaustrados. Y es gracias a internet que hemos tenido la suerte de descubrir las distintas formas de “arte revolucionario” que esta etapa ha inspirado a lo largo y ancho de la región – street art, música, innovadores proyectos urbanísticos– y que no hace sino dejar claro que algo ha cambiado en sus mentalidades.

Sesiones de formación para el empoderamiento de la mujer. Fuente: http://15iacc.org/

XX, o los cromosomas de la mujer: una de las preguntas más recurrentes en lo que a Oriente Medio se refiere es “¿qué hay de la situación de la mujer?. La respuesta parece simple: mejorable. La prensa y valientes organizaciones nos han dado la oportunidad de descubrir con horror los niveles que alcanza el acoso sexual en Egipto, el tratamiento que reciben algunas mujeres y niñas en Irán y Yemen, el que las mujeres no puedan conducir en Arabia Saudí. Y todo ello bajo un manto de legitimidad fingida que parece haber otorgado la religión musulmana, que cuando se refiere a la mujer lo hace la mayor parte de las veces en clave de igualdad. Es por ello que las reformas en tela de juicio por algunos países en este sentido son bienvenidas, pero la necesidad que impera gira en torno a la educación y a lo que en el mundillo de las ONGs se llama “empowerment”, tanto para las propias mujeres como para los hombres que por ignorancia o impotencia se aprovechan de la posición dominante que muchos líderes religiosos les han otorgado para hacerles sentir que al menos tienen agencia algo que decir en algún aspecto de su vida.

Yemen: Yemen también es un país en el que se ha experimentado con las posibles respuestas a la Primavera Árabe”. En este caso, los países del Consejo de Cooperación del Golfo impusieron la deposición del Presidente Salé, que fue sustituido por su segundo de a bordo, y pusieron en marcha un proceso de reconciliación nacional que por fin dio sus frutos a principios del 2014, aún aquejado de dos importantes carencias: no se posiciona claramente sobre el conflicto separatista entre norte y sur, ni tampoco logra dar con una solución a la espiral de violencia y terrorismo en la que el país lleva años sumido.

Zapato: tal y como aprendimos gracias a George Bush junior, no hay nada peor en el mundo árabe que te muestren la suela del zapato (¡cuidado al descalzaros en las mezquitas!) – o que directamente te la lancen a la cabeza.

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Un fantasma recorre Europa, el fantasma del neofascismo. El revuelo causado por la reciente reunión entre Geert Wilders y Marine Le Pen, que planean formar una coalición política de extrema derecha con la intención de participar en las elecciones europeas de 2014, es únicamente la última muestra de este fenómeno. Según una muy comentada encuesta llevada a cabo en Francia hace unas semanas, quizás ambos controvertidos líderes no estén tan desencaminados. Las altas tasas de desempleo, la caída del nivel de vida medio, una economía en grandes dificultades, y la creciente preocupación por la delincuencia, problemas frente a los que los partidos tradicionales parecen impotentes, han provocado un aumento en el apoyo a la extrema derecha que no se limita únicamente a Francia y los Países Bajos.

A finales de septiembre, el Partido de la Libertad de extrema derecha ganó en Austria más de un quinto de los votos en las elecciones generales, mientras que en Gran Bretaña, la visibilidad de partido de la independencia contra la UE también ha ido en aumento tras un sorprendente avance en las elecciones municipales de mayo. Otros ejemplos notables se dan en Hungría, Grecia, Finlandia y Bélgica, entre otros. Algunos expertos incluso han hablado de un retorno a la época anterior a la Segunda Guerra Mundial, aunque en este caso el nuevo chivo expiatorio sean los inmigrantes de orígenes varios (musulmanes, gitanos, sudamericanos…), y no la comunidad judía, tal y como ocurría en los años 30.

La preocupación en torno a este fenómeno también ha crecido en Polonia, a pesar de que el país sea uno de los que menos ha sufrido los efectos de la crisis económica. El pasado 11 de noviembre, decenas de miles de personas, convocadas por grupos de derecha ultra-nacionalistas sin representación parlamentaria, tomaron las calles de Varsovia para celebrar el día de la independencia del país. La manifestación fue disuelta después de que fueran registrados incidentes violentos que dejaron tras de sí siete policías heridos, decenas de detenidos y varios coches en llamas. Manifestantes encapuchados, en su mayoría sorprendentemente jóvenes, atacaron también un edificio ocupado por okupas de izquierda y prendieron fuego a un arco iris gigante que simbolizaba la comunidad gay. Los alborotadores izaron banderas nacionales y corearon consignas como “Dios, honor, país”, exigiendo a gritos la renuncia del gobierno del primer ministro Donald Tusk.

Marchas de independencia similares han tenido lugar cada año desde 1989, en honor del héroe nacional Jozef Pilsudski y conmemoración del día en que Polonia logró recuperar la condición de Estado en 1918, tras haber visto sus tierras divididas durante más de un siglo por Rusia, Prusia y Austria. Mientras que hace cinco años, el Día de la Independencia atrajo únicamente a unos pocos cientos de activistas vestidos con uniformes de las SS y llevando abiertamente símbolos fascistas, en los últimos años grupos conservadores supuestamente más moderados se han unido a las marchas, principalmente como efecto colateral de una campaña de medios conservadores y católicos (especialmente Radio Maryja), tratando de describir cualquier crítica de la marcha como un intento de reprimir la libertad de expresión. De hecho, el evento ha experimentado un alarmante crecimiento desde 2010, pasando de alrededor de 3.000 participantes, a unos 20.000 el año pasado.

Ya en 2010, varios activistas polacos hicieron sentir su descontento frente a las connotaciones nacionalistas exacerbadas que venía adoptando la marcha. El número de casos violentos también ha ido en aumento año tras año. Este año la concentración casualmente coincidió con la reunión de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Numerosos medios de comunicación presentes en Varsovia, poco impresionados por unas conversaciones sobre el clima cada vez más estancadas, no tardaron en transmitir imágenes de los violentos enfrentamientos entre los activistas de extrema derecha y la policía, consolidando así los temores de toda Europa de que la extrema derecha en Polonia está creciendo en fuerza e influencia.

Este año, sin embargo, y en un intento de evitar acusaciones de provocación y de distanciarse de lo que muchos ven como un acto exclusiva y exageradamente nacionalista, los principales partidos conservadores polacos (encabezados por el Partido Ley y Justicia de Jaroslaw Kaczynski), aconsejaron a sus seguidores que marcharan en Cracovia y no en Varsovia, mientras que la presidencia polaca organizó una jornada nacional de marcha separada de la extrema derecha, y los anarquistas e izquierdistas que se habían enfrentado previamente con grupos nacionalistas decidieron trasladar su protesta al 9 de noviembre, aniversario de la Kristallnacht (noche de los cristales rotos). La extrema derecha se encontraba así sola en las calles .

Los dos principales grupos de extrema derecha polaca que convocaban las manifestaciones eran el Campo Radical Nacional (ONR ) y la organización de juventudes católicas Todos los Jóvenes Polacos (MW). Mientras que la primera organización toma su nombre de una organización que antes de la guerra se destacaba por sus campañas antisemitas, los segundos declaran abiertamente en su declaración de intenciones que están en guerra contra las doctrinas de la “tolerancia” y el “liberalismo”. Estos grupos están unidos en la búsqueda de una “sociedad mono-étnica” y se componen principalmente de jóvenes, no sólo desempleados y “ovejas negras”, sino también de algunos nacidos en entornos ricos. En 2011, ambas partes anunciaron el lanzamiento de un nuevo frente unido, llamado Movimiento Nacional con vistas a presentar su candidatura en las elecciones generales de 2015, siguiendo el modelo del partido húngaro de extrema derecha Jobbik y acompañado por un escuadrón paramilitar entrenado llamado Guardia de la Independencia (los movimientos neofascistas a menudo suelen asociarse con grupos de hooligans de fútbol o lenguaje y simbolismo paramilitar).

Pero los ataques violentos contra minorías no se han visto limitados a marchas de carácter nacionalista. Según uno de los principales organismos de control contra el racismo del país, Nigdy Wiecej, entre principios de 2011 y mediados de 2013 se han cometido más de 600 delitos racistas, sobre todo contra homosexuales, comunistas (o gente simplemente de izquierdas), extranjeros (sobre todo chechenos, debido a su origen musulmán). Es más, en las últimas tres décadas se han registrado más de 50 asesinatos cometidos en contra de las víctimas cuya etnia, religión o sexualidad les hace diferentes. También ha aumentado alarmantemente el sentimiento de impunidad (el hecho de que la legislación aplicable casi nunca sea usado puede tener algo que ver con ello), al igual que la aparente apatía de la población. Como símbolo de esto último, la llamada “lista negra” fue publicada en los últimos años en el sitio de internet de un grupo neo-nazi, con fotos y direcciones de supuestos “enemigos de la raza blanca”. Las consecuencias fueron cuanto menos impactantes: la indignación pública fue mínima y tan sólo unas pocas personas fueron condenadas a prisión.

Una de las principales explicaciones de este fenómeno no reside únicamente en la complicada situación económica que atraviesa el continente, sino en el propio carácter extremadamente tradicionalista del país. A pesar de que la suya se haya convertido en una sociedad mucho más secular y pluralista durante los últimos años, Polonia sigue siendo un país profundamente religioso y la Iglesia Católica sigue teniendo una profunda influencia en la vida pública. La escena política de Polonia todavía no ha incluido a un verdadero partido de izquierda liberal. Incluso el partido en el poder, la Plataforma Cívica de centro-derecha de Donald Tusk, de la que se cree que representa los puntos de vista moderados en el país, también se inclina en los últimos tiempos hacia la derecha, sobre todo cuando se trata de temas delicados tales como el aborto y la homosexualidad. En realidad, no existe en Polonia una definición precisa de la noción de extrema derecha y resulta bastante difícil distinguir entre una mayoría de partidos que ponen en práctica un mero discurso social y político de derechas, y los partidos de la extrema derecha.

A pesar de que ningún partido de derecha radical, hasta el momento, ha obtenido ningún escaño en el Parlamento, estos grupos se han ido desarrollado de maneras muy dinámica y no deberían ser subestimados. El mero hecho de que una organización utilice símbolos fascistas o recurra a expresiones de odio debería ser una afrenta para cualquier persona que se precie de respetar principios universales tales como los derechos humanos y la democracia. Y no debería ser suficiente con que los políticos conservadores polacos se distancien de algunas de las acciones de la extrema derecha, sino que un ataque a los valores constitucionales debería llevar a que se cuestione su propia legitimidad constitucional y jurídica. Quizás anticipándose al revuelo, tanto el primer ministro Donald Tusk como el nuevo ministro del Interior Bartłomiej Sienkiewicz han sido escuchados estos últimos días haciendo declaraciones contra el racismo y la xenofobia, y prometiendo medidas renovadas contra este tipo de actividades. A pesar de las palabras de Jarosław Kaczyński tras las elecciones de 2011, Varsovia , la ciudad donde se celebra no sólo la mayor marcha nacionalista de Europa del Este, sino también el mayor desfile del orgullo gay, no debería convertirse en una segunda Budapest.

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Debería permitirse a los judíos el libre acceso y oración en Al-Haram Ash-Sharif, o Noble Santuario, uno de los lugares más sagrados para la religión musulmana? La mezquita de Al-Aqsa, el tercer lugar más sagrado para el Islam, se encuentra junto al Muro de las Lamentaciones, sobre lo que los judíos insisten que son el primer y segundo templo. Al-Haram Ash-Sharif ha sido un santuario exclusivamente islámico desde la conquista árabe de Palestina en el siglo séptimo después de Cristo, pero se ha demostrado que la mezquita fue construida sobre el Monte del Templo, en sí uno de los sitios más sagrados del judaísmo.

El Muro de las Lamentaciones se erige como el único vestigio del templo judío destruido por Herodes en el año 70 dC, se encuentra bajo control directo israelí, y allí la oración judía siempre ha sido permitida. Incluso los cristianos veneran el lugar que consideran el lugar donde Jesús caminaba frecuentemente, discutía con los rabinos – y dónde además castigó a los fariseos y cambistas. El complejo ha estado bajo la soberanía de hecho, si no legal, de Israel desde que el país anexó Jerusalén Este en 1980, y es el sitio más sagrado del judaísmo. Este no es el caso de Al-Haram Ash-Sharif, administrado por un fideicomiso Islámico bajo la autoridad de Jordania en virtud de un acuerdo implícito. Sin embargo, este centenaria emplazamiento religioso es venerado apasionadamente por ambos grupos de creyentes.

Proyectos de ley y el cambio del status-quo:

Durante años, el status-quo se ha visto respetado por ambas partes, excluyendo a ciertos extremistas (en particular, la extrema derecha israelí). Pero hoy en día la calma aparente parece enfrentarse a un nuevo giro de los acontecimientos: el Gobierno de coalición de Binyamin Netanyahu, respaldado por los partidos de derecha y las organizaciones de colonos, ha aseverado que todos los judíos también deberían tener acceso a la Explanada de las Mezquitas. Afirman que están dispuestos a luchar por ello en la arena política, apelando a una situación indigna en la cual un Estado no puede disfrutar de su soberanía y sus ciudadanos no puede rezar en los lugares sagrados para ellos.

Israel_-_Jerusalem_-_The_Old_City_-_092Un proyecto de ley otorgaría a los judíos el derecho a rezar en la explanada de la Mezquita de Al-Aqsa  (el texto determinará el  tiempo y espacio” para que los que lo deseen puedan orar allí). Está siendo hoy en día debatido por el Parlamento del país, la archiconocida Knesset. Diputados árabe-israelíes fueron expulsados ​​recientemente de una reunión parlamentaria, ante sus protestas vehementes contra el plan. Sin embargo, para el jeque Muhammed Hussein, jefe del Consejo Supremo Musulmán que gestiona el sitio, “este problema trasciende la política”. Algunos líderes religiosos musulmanes incluso se atreven a cuestionar la importancia del sitio para el judaísmo: según Ikrema Sabri, un imán en la mezquita de Al-Aqsa, “nosotros , como musulmanes, no podemos caer en los mitos y caprichos judíos”.

Pero la cosa no queda ahí, en especial si se tiene en cuenta que esta medida podría ser vista por muchos como una contundente provocación contra los palestinos, para quienes toda presencia israelí cerca del emplazamiento es considerada una provocación.

Muchos incluso afirman que están dispuestos a defender el lugar con sus vidas, lo que sin duda podría dar lugar a enfrentamientos masivos y, de nuevo, sangre derramada de más.

De hecho, muchos expertos creen que uno de los hechos que desencadenaron la Segunda Intifada fue la visita del ex primer ministro Ariel Sharon (entonces líder de la oposición), que en su momento insistió en caminar por el sitio sin siquiera pretender orar. El propósito declarado de la visita de Sharon era precisamente hacer valer el derecho de los israelíes a visitar el Monte del Templo. Los palestinos condenaron la visita de Sharon, que sintieron como una clara provocación e incluso una incursión en territorio extranjero y, poco después de abandonar éste el lugar, multitudinarias manifestaciones de palestinos de Jerusalén airados desencadenaron en disturbios. El levantamiento llevó a la ruptura de las negociaciones de paz y a la reocupación por parte de Israel de territorio bajo el control de la Autoridad Palestina.

Desde que el ejército israelí ocupó Jerusalén en 1967, el emplazamiento ha sido testigo de varios actos de provocación. En 1969, un australiano cristiano-sionista de nombre Denis Michael Rohan incendió el exquisito púlpito de la mezquita, que había sido ordenado construir por Saladino al retomar Jerusalén de los cruzados en 1187. En 1982 , Alan Goodman – un soldado judío israelí-estadounidense – disparó un rifle automático sobre fieles musulmanes en la Cúpula de la Roca, matando a dos e hiriendo a once . El pasado septiembre, tropas israelíes entraron por la fuerza en el complejo de la mezquita Al-Aqsa y se desplegaron grandilocuentemente alrededor de las entradas, prohibiendo a los fieles palestinos el acceso a la zona.

Mientras tanto, a un grupo de judíos ultra-ortodoxos se les permitía la entrada a la zona. Decenas de fieles palestinos que se encontraban en la mezquita lanzaron entonces piedras contra el grupo antes de ser perseguido por las fuerzas de seguridad israelíes. El Gran Rabinato de Israel, apoyándose en la halajá o ley religiosa judía, señala que a los judíos les está estrictamente prohibido rezar o incluso caminar por la zona, por temor a que profanen el “Santo de los Santos” en el santuario interior del Segundo Templo, cuya ubicación es desconocida. Se supone que los judíos deben venerar el sitio, pero no visitar o tratar de tomar posesión de el bajo ninguna circunstancia. Sin embargo, la organización parece haber relajado sus exigencias en los últimos tiempos. De hecho, algunos judíos extremistas  ignoran hoy las instrucciones oficiales de la entidad.

images-2El Tribunal Supremo de Israel se ha negado a dictaminar sobre la cuestión, insistiendo en que el permiso correspondiente debe ser otorgado por un organismo de seguridad. De hecho, muchos entre las fuerzas de seguridad creen que cualquier cambio del status quo actual provocaría un enorme malestar religioso y político. Un malestar que ha estado carcomiendo a muchos palestinos a lo largo de los años, anonadados ante la facilidad con la que los judíos pueden acceder a tales emplazamientos en Jerusalén y sus alrededores, mientras que la ciudad está fuera del alcance de la inmensa mayoría de palestinos. De hecho, sólo una pequeña proporción de los palestinos puede llegar a la mezquita. Los palestinos en Cisjordania y Gaza no puede avanzar más allá de los respectivos muros con Israel, y los 1,5 millones de palestinos en Israel y Jerusalén están encontrando cada vez más dificultades a la hora de rezar allí.

No son pocos los analistas que temen que ciertas figuras israelíes estén simplemente tratando de provocar un estallido de violencia con el fin de boicotear las conversaciones de paz patrocinadas por los EE.UU. y culpar del descarrilamiento a los palestinos. La realidad es que estas instalaciones han sido durante años tanto un lugar de culto como un lugar de confrontación.

Temores en la tierra:

Habría que señalar que las preocupaciones palestinas sobre las intenciones israelíes no carecen de fundamento, ya que estas intenciones se han reflejado durante años en acciones en el suelo, en los esfuerzos del país para reformar la propia geografía de la ciudad. Todo comenzó con la demolición de un barrio musulmán junto al Muro de las Lamentaciones , sustituido por una plaza de oración. Luego llegó la construcción de asentamientos judíos que separan Jerusalén Este de Cisjordania. Los colonos judíos han ido también confiscando y comprando casas palestinas en el barrio musulmán de la Ciudad Vieja. Jordania ha criticado reiteradamente las excavaciones arqueológicas israelíes en el barrio, muy cercanas a los cimientos de la mezquita Al-Aqsa. Muchos palestinos temen que la historia se repita y que Al-Aqsa se convierta en una nueva Mezquita Ibrahimi en Hebrón, ahora dividida en dos y visitada por creyentes bajo un sistema de tiempo compartido.

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El pasado 28 de septiembre Guinea celebró sus primeras elecciones democráticas parlamentarias desde que el país obtuvo la independencia de Francia en 1958. La elección tuvo lugar con dos años de retraso, y vino a culminar la transición demorada hacia un gobierno verdaderamente civil tras el golpe militar de 2008, coronando como partido ganador al partido del Presidente en el poder.

En efecto, estaba previsto que el voto se celebrara dentro de los seis meses siguientes a la toma de posesión del presidente Alpha Condé en 2010, pero fue retrasado varias veces. La principal razón de esos retrasos estribaba en desacuerdos entre los principales actores políticos del país sobre la forma de organizar las elecciones (uno de los puntos fundamentales de desencuentro entre los dos bandos giraba en torno al censo electoral, ya que la oposición sospechaba que éste había sido artificialmente “inflado” en áreas consideradas como pro-establishment, y asimismo reducido en territorios vistos por todos como bastiones de la oposición). Durante estos dos años, el papel del Parlamento quedó en manos de un Consejo Nacional de Transición no electo. Lo que fueron en principio refriegas políticas se han ido convirtiendo en tensiones mortales que han dejado tras de sí más de 50 muertes en los últimos meses. Mientras tanto, Guinea ha permanecido paralizada a causa del estancamiento político, de rivalidades étnicas y de rumores recurrentes sobre un nuevo golpe de estado. De hecho, y a pesar de las intenciones de las autoridades y de un acuerdo mediado por la ONU en el último minuto que permitió que los comicios siguieran adelante y calmó los temores de la oposición, las elecciones tuvieron lugar en medio de una intensa violencia étnica y política.

Los antecedentes

La violencia ha ido de la mano del país durante décadas. Después de que éste se independizara de Francia en la década de los 50, Guinea se vio sumida en la inestabilidad política y, al igual que prácticamente todos los países al sur del Sahara,fue gobernada por una sucesión de líderes de tendencia autoritaria. Tras la muerte del presidente Lansana Conte, quien había tomado el poder en un golpe de estado 24 años antes, un nuevo golpe encabezado por el actual Jefe de Estado tuvo lugar en diciembre de 2008. Pero, debido principalmente a una enorme presión internacional y a una acuciante necesidad de estabilidad, una suerte de gobierno civil fue instaurada en 2010, tras un tumultuoso período de transición y fueron celebradas unas elecciones presidenciales también marcadas por la violencia y las demoras excesivas. En esta ocasión, la fecha prevista para los comicios tristemente coincidía con el cuarto aniversario de la masacre de cerca de 150 manifestantes pro-democracia en la capital, Conakry, tras el alzamiento de éstos en contra de la junta militar entonces en el poder.

A pesar de ser un país rico en recursos y con una población relativamente moderada en un territorio del tamaño de las islas británicas, Guinea es uno de los países más pobres de la región. Muchos anhelaban que un proceso fácil pudiera ayudar al Estado en su misión capital de atraer inversores, muchos de los cuales han ido durante años alejándose del sector minero del país, debido tanto a la inestabilidad política como al colapso de los precios de los metales durante la crisis financiera. “Estas elecciones nos van a permitir salir de una transición caótica que ya ha durado cinco años”, dijo el Presidente en uno de los días anteriores a la votación. En efecto, si las elecciones transcurrían sin obstáculos mayores, la Unión Europea se comprometió a liberar 140 millones de euros en ayudas. Un dinero que quizás nunca llegue a las arcas del estado africano.

Los comicios: sus claves

Más de 1.700 candidatos compitieron por 114 escaños en la Asamblea Nacional de Guinea. A pesar de la multitud de candidatos, la elección se reducía esencialmente a un enfrentamiento entre dos coaliciones organizadas en torno a, por una parte, la Agrupación del Pueblo de Guinea, del presidente Condé y, por la otra, la Unión de Fuerzas Democráticas de Guinea. Alpha Condé desciende de la etnia mandinga, que se cree que es la segunda mayor de Guinea. Condé lidera la Agrupación del Pueblo, un partido que se dice de inspiración socialista y que ha sido varias veces acusado de adoptar tendencias autoritarias. El principal rival de Conde era Cellou Dalein Diallo, que a su vez desciende del grupo Fullani (el grupo representa aproximadamente el 40% de la población) y que se posicionaba al frente de la Unión de las Fuerzas Democráticas de Guinea, auto-proclamada liberal y centrista. Es de destacar que Cellou Dalein Diallo sirvió bajo el régimen del general Conte entre 1984 y 2008, así como que otro destacado líder de la oposición, Sidya Touré (de la etnia susu), ocupó el puesto de Primer Ministro en anteriores legislaturas. Ya decía Juan de Mariana que “el poder de los príncipes es débil cuando dejan de respetarlo sus vasallos”.

En principio, se esperaba que ninguna de las partes obtuviera una mayoría aplastante, y la mayoría de los expertos calculaba que serían necesarias negociaciones para crear una coalición después de la votación. Y esa es precisamente una de las razones en las que la oposición se ha apoyado para acusar tanto al regimen de Condé como a la Comisión Electoral Nacional Independiente (otra área clave de desacuerdo entre el poder y la oposición) de haber amañado el voto. La mayoría de los cargos apuntan a la existencia de una serie de irregularidades, tales como voto múltiple, intimidación de votantes y voto de menores. Sin embargo, el Presidente ha desestimado en numerosas ocasiones las acusaciones de fraude electoral y el gobierno continúa vetando las protestas contra los resultados de las elecciones. Ya desde un primer momento, diplomáticos y representantes de la ONU en el país expresaron su preocupación ante ciertas “irregularidades”, y advirtieron que algunos de los resultados podrían  haber sido amañados.

A pesar de las acusaciones de fraude electoral, el partido de Condé, que ya había proclamado a los cuatro vientos que era capaz de obtener una mayoría en la Asamblea Nacional, ganó las elecciones, aunque con un ligero margen. Los resultados provisionales ya arrojaban que el partido de Alpha Condé había obtenido 53 escaños, mientras que sus socios de menor tamaño habrían conseguido 7 escaños. El principal partido de la oposición, liderado por Dalein Diallo, obtendría 37 escaños, mientras que la agrupación de Sidya de Touré se aseguraría 10 escaños.

¿Un gobierno democrático para Guinea?

Las tensiones se vieron avivadas durante semanas, como consecuencia en particular de la preocupante lentitud con la que la Comisión Electoral anunció los resultados, de lo cual también se culpó a Condé, que en todo momento había defendido la necesidad de un recuento manual de votos. Los llamamientos de la oposición para la anulación de las elecciones se vieron enormemente vigorizados por las declaraciones de los observadores internacionales – que incluían al representante especial de la ONU Said Djinnit, así como a representantes de la Unión Europea, la CEDEAO, Estados Unidos y Francia, que corroboraron que las elecciones en Guinea podrían haber sido amañadas, ante la existencia de numerosas irregularidades. Muchos de ellos han afirmado que las fallas fueron lo suficientemente graves como para afectar a la credibilidad misma de los comicios. Al parecer, los ocho distritos afectados por las presuntas irregularidades eran bastiones naturales de la Unión de Fuerzas Republicanas. El 30 de septiembre, los líderes de la oposición anunciaron que no aceptarían ningún otro resultado. El 3 de octubre anunciaron la retirada de sus representantes de la comisión nacional de recuento. Al día siguiente pidieron la anulación de las elecciones, y añadieron que todos los medios legales de protesta estaban aún sobre la mesa. No obstante, y ante la creciente inestabilidad, la oposición hizo público el pasado 30 de octubre un comunicado según el cual las marchas serían suspendidas y se optaría exclusivamente por la vía de los tribunales.

Lo que está en juego no es ya la mera credibilidad del proceso electoral, sino sobre todo la paz y la estabilidad en Guinea. Incidentes menores se han ido sucediendo sin tregua alguna, la seguridad se ve reforzada cada día en las principales ciudades, donde la gente se provee de un número mayor de armas para defenderse en caso de violencia. Temores, quizás no tan infundados, de golpe de Estado han llevado al régimen a detener, a veces de forma arbitraria, a civiles, militares y extranjeros. En Guinea, donde la etnicidad es un factor importante que influye más que nada en los electores, se impone un riesgo real de violencia. Teniendo en cuenta que el principal problema sigue siendo que estos comicios han sido llevados a cabo sin que se hubiere llegado antes a un acuerdo significativo sobre las reglas del juego, restaurar la confianza en el sistema electoral se erige como paso clave para aliviar las tensiones. En las elecciones presidenciales de 2010, el procedimiento y los resultados fueron empañados por decisiones de último minuto más que discutibles. Éstas no serán aceptadas de nuevo por el pueblo de Guinea, al que deberían presentarse respuestas justificadas a largo plazo antes de la elección presidencial de 2015.

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