Hemos comenzado el segundo mes del 2023, un año que se caracterizará por arrastrar los efectos de las crisis de años anteriores, en especial del año anterior. La guerra de Rusia contra Ucrania, los daños colaterales que dejó la pandemia de coronavirus durante el 2020 y la rivalidad geoestratégica entre las potencias mundiales enturbian una debilitada economía global.
El año 2022 había sido signado por especialistas en economía internacional como aquel donde se verían los primeros “brotes verdes” de una recuperación de los embates de la pandemia del COVID-19. Los análisis preveían una mejora en las tasas de crecimiento global, pero la “operación especial” rusa en Ucrania junto a las sanciones económicas y la acentuación de las tensiones geopolíticas, terminaron por derrumbar esa previsión.
Finalmente, el 2022 se caracterizó por ser un año de alta volatilidad en índices de precios de materias primas sobre todas las vinculadas al sector energético y alimentario que lograron ocasionar una presión inflacionaria que afectó al mundo, en mayor o menor medida, en especial a las economías emergentes. A su vez, las cadenas de suministros globales se resintieron y ello ocasionalmente originó otro problema al ya golpeado comercio internacional.
El 2023, será caracterizado por continuar recibiendo los resultados de una “permacrisis” que pega duro en todas las facetas del crecimiento económico global, y con el riesgo de caer en una tentación fatalista, tiene más chances de ser un año más de golpes que de éxitos por una serie de razones que se analizarán a continuación.
Continuidad de la Crisis Global
Introductoriamente, se expone que el 2022 tuvo un hecho relevante a nivel internacional que repercutió en todas las áreas posibles: la invasión rusa en Ucrania. El 24 de febrero, el mundo asistió al primer conflicto armado entre dos Estados en más de 70 años dentro del territorio europeo. Lo que desató una serie de repercusiones que tuvieron su impacto político, social y económico.
En tanto como respuesta, Estados Unidos y la Unión Europea, organizados dentro del pacto trasatlántico, fungieron en decretar duras sanciones económicas contra la Federación Rusa que conllevaron al inicio de una espiral de presiones diplomáticas para que el resto del globo terráqueo actuara en consecuencia. Con un éxito relativo, diversos países se unieron para golpear al “oso ruso” en su economía, pero esas sanciones no tuvieron el efecto deseado.
No obstante, eso recalentó una maltrecha economía global y acentuó las rispideces entre los dos hegemones globales que ya poseían su propia rivalidad: China y Estados Unidos. Los coletazos de la guerra comercial entre ambas potencias permearon en la forma de afrontar el conflicto, pero además confirmaron las decisiones de mantener una dilatada confrontación de intereses a escala planetaria que se tradujo en una competencia geopolítica, aún vigente e in crescendo.
Estas cuestiones introdujeron un factor que merece atención, y es la reconfiguración de las alianzas junto al rol de los “países medios“. En tal sentido, el Sur global tendrá un importante papel en las relaciones internacionales, lo que redundará en efectos sobre la economía mundial, por lo que, las políticas exteriores de Turquía, India, Arabia Saudí o Brasil deben ser examinadas con detenimiento para ver el rol que le darán a su participación en el mercado mundial de materias primas y de comercio internacional.
Por otro lado, las alianzas internacionales -ya sean estas de seguridad, mercado común o de concertación económica- han mermado su rol preponderante que han gozado durante los ’90 y la década del 2000. Actualmente, la situación del concierto internacional obliga a los diversos actores a reconfigurar nuevas dinámicas que tienden hacia un bilateralismo o un “minilateralismo” que sea consecuente con valores, tradiciones o la coordinación de intereses sobre un objetivo.
Se puede destacar la Organización de Cooperación de Shanghái que ha promovido un comercio internacional sin la necesidad de utilizar el dólar norteamericano como unidad de intercambio, o el QUAD, la alianza de seguridad entre Estados Unidos, Japón, India y Australia que intenta contrarrestar la influencia China en el Indopacífico.
Crisis del mercado energético
Sin duda alguna, otra de las causas derivadas del conflicto ruso-ucraniano es la crisis desatada en el mercado energético en razón de la interrupción de la provisión de gas, carbón y petróleo por las disposiciones establecidas por occidente como las que decretó en respuesta. Esta interrupción significó para Europa la pérdida drástica de su mayor proveedor energético, puesto que en cuestiones gasíferas importaba el 40% de su consumo desde el territorio ruso y el carbón que utilizaba para las centrales térmicas dependía en un 47% de la producción “ made in Rusia ”.
En consecuencia, los costos de la energía sintieron una gran presión y tuvieron como efecto un alto impacto en la factura de los consumidores finales europeos, junto a una reducción de provisión de energía a las industrias para poder mantener las infraestructuras necesarias en los diversos países, un revulsivo que afectó inherentemente a la economía de los países europeos, en especial a Alemania, conocida por ser el motor productivo de Europa.
No obstante, esta cuestión que parecería netamente europea tuvo un capítulo mundial. La necesidad de encontrar proveedores, y por ende el crecimiento de la demanda a nivel global, promovió un aumento sostenido del precio del barril del petróleo, del metro cubico de gas y de otras commodities propias del sector energético, lo que encareció sostenidamente la provisión de energía en el mundo.
La transición a una energía verde por parte de los países, si bien continúa siendo importante, destacando la Inflation Reduction Act de Estados Unidos que prevé inversiones por 369.000 millones de dólares o el RePower EU que tiene como meta incrementar hasta 320 gigavatios la energía solar en 2025, colisiona con un aumento de los elementos primarios necesarios para poder desarrollar la infraestructura vital para el desarrollo de energías alternativas. Clave es destacar que la inflación, la interrupción de las cadenas de suministros o el encarecimiento de metales como el litio, han llevado a encarecer en un 100% el costo de construcción de parque solar.
Además, ante la crisis energética, muchos países han optado por favorecer proyectos de construcción de infraestructura tendientes a la explotación de combustibles fósiles para evitar una excesiva dependencia extranjera o a los fines de convertirse en proveedores globales. Sin embargo, sigue existiendo una fuerte esperanza en la innovación en hidrógeno verde, que permite reducir el impacto climático en la producción de energía a gran escala.
En resumen, el impacto del aumento de precios de las energías tradicionales como las fósiles y su demanda relativa en el mercado, impacta de lleno en el desarrollo de la transición a la energía verde ya que ralentiza los proyectos de expansión.
Recesión Económica Global
La guerra de Ucrania, es un fenómeno recurrente para el análisis de la economía global, pero a ello deben sumarse ciertas cuestiones que la pandemia del coronavirus que se desató durante el 2020 aceleró. Las cadenas globales de suministros orientadas a un fuerte intercambio entre oriente y occidente, marcadamente entre Estados Unidos – China, llegaron ya teniendo algunas problemáticas en razón de la guerra comercial desatada entre ambos países durante el año 2016.
A ello, debe sumársele que los lockdown o cierres totales de las economías durante las restricciones a la libertad de circulación de las personas como política sanitaria en la pandemia, generaron problemas económicos serios en donde los gobiernos debieron recurrir a medidas monetarias expansivas, que llevaron a generar una inflación creciente. Como solución para poner un freno a ello, los Bancos centrales de los países adoptaron políticas de elevación de las tasas de interés para contener el fenómeno inflacionario.
Con este hecho ocurrió una reducción a escala global de las inversiones, puesto que un escenario tan volátil, frágil e impredecible atenta contra la evolución de las finanzas internacionales junto a un descreimiento por parte de los inversores de las consecuencias de promover inversiones a escala global.
Por ello, el Banco Mundial, en su informe de Perspectivas Económicas Mundiales, informa que el crecimiento mundial se está desacelerando sostenidamente por las razones antes expuestas. Allí aclara que cualquier evento adverso que se pueda generar durante el año en curso podría empujar a la economía mundial a una recesión que macaría el hito histórico de ser la primera vez, en más de 80 años, que se producen dos recesiones en la misma época.
Asimismo, el informe explicitó que se prevé que la economía mundial crecerá un 1,7% en 2023 y un 2,7% en 2024, pero que la fuerte desaceleración del crecimiento será generalizada por lo que los pronósticos tienden a determinar una corrección a la baja del 95% para las economías avanzadas y para casi el 70% de los mercados emergentes y economías en desarrollo.
Una recesión de la economía global y el impacto en los diversos países trae como secuela una volatilidad social como política que tiene su repercusión económica. El elevado coste de la vida, que encarece los valores de los bienes básicos como los alimentos, pone en jaque a las sociedades permeando una promoción del reclamo social por vías pacíficas o violentas.
Esto tiene su correlación en que el cambio climático ha introducido problemas de sequías, inundaciones u otros fenómenos meteorológicos que afectan la inserción internacional de países que se destacan en la provisión de materias primas relacionadas con bienes masivos de consumo.
Sumado al riesgo que corren ciertos países con su deuda externa soberana, como es el caso de Turquía y Argentina, que han visto durante mucho tiempo depreciadas sus monedas durante el 2022, lo que genera un escenario de incertidumbre que causa posibilidades de una severa recesión.
Principio del fin de la Hiperglobalización
Winston Churchill ha sido reconocido por un discurso como primer ministro del Reino Unido, en donde luego de una serie de buenos resultados en la guerra contra Alemania en el contexto de la segunda guerra mundial, predijo el “principio del fin del nazismo“. Pudiendo parafrasearlo, desde 2020 estamos ante un acelerado principio del fin de la hiperglobalización.
Ante un escenario complejo de transición, el mundo también sufre esa repercusión. Las cadenas de suministro de bienes globales vienen pergeñando una transformación desde el inicio de las hostilidades comerciales entre Estados Unidos y China en 2016, pero que avanzó en plena pandemia de Covid, al ver reducida la capacidad de maniobra por una sobredependencia entre los diversos países.
Es por ello, que nos encontramos ante una reglobalización, o mejor dicho, nos encontramos ante una regionalización de la economía internacional. Esto genera dualidades, en tanto y cuanto, la cooperación o la interdependencia simétrica seguirán siendo importantes en sectores vitales que significan necesidad mutua para el desarrollo de los actores involucrados.
Ahora bien, el desencaje se realizará en las áreas donde converjan los intereses encontrados, que podrían destacarse en áreas como la tecnología, la seguridad o la defensa, que representan sectores vitales en la contienda geopolítica y estratégica. Lo que afectará no solo a los centros de producción, a las cadenas de distribución o a los consumidores, sino que colisionará con el imperante orden internacional liberal y algunos de sus instrumentos internacionales, ya sean instituciones o acuerdos, que eran la moneda corriente en la dinámica de las relaciones internacionales.
El 2023, resulta un desafío mayúsculo
Para concluir este análisis, podemos sostener que este año que ha comenzado será un año muy dependiente de las fragilidades del contexto en el que se desarrolla el sistema internacional. Cualquier variable que pueda influir en el devenir de los hechos, podrá permitir una mejora o una agudización de la actual crisis económica global.
Es así que el famoso concepto de “cisne negro” será un fantasma habitual para la sociedad mundial , ya que podría definir el curso de la historia. Los límites serán testeados recurrentemente en este 2023, debiendo sortear las incertidumbres en las áreas más diversas de la geopolítica y la economía internacional.
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