Casa Asia (Madrid) organizó recientemente un encuentro con la periodista Elisa Reche, corresponsal en India durante 4 años, y el fotoperiodista Walter Astrada para analizar la realidad femenina en India. La terrible agresión que sufrió Amanat, nombre ficticio que oculta la identidad de una mujer de 23 años que fue violada y torturada por un grupo de hombres, falleciendo posteriormente en un hospital debido a las lesiones provocadas, se coló en la agenda mediática internacional debido a la respuesta social. Miles de personas se manifestaron principalmente en Delhi exigiendo más seguridad para las mujeres y denunciando la inacción de una policía generalmente corrupta.
Sin embargo, un rasgo distintivo de estas manifestaciones es que han estado convocadas y respaldadas por la clase media. Como señaló Elisa Reche, estas muestras de indignación no se han producido por las agresiones que sufren otras mujeres en India (por ejemplo, las mujeres dálits) o las ocurridas en zonas rurales y áreas militarizadas como Cachemira.
“La clase media se ha identificado con la joven, estudiante de fisioterapia, que iba al cine en un centro comercial muy frecuentado por familias urbanas. En India, generalmente la sociedad responsabilizaba a la mujer violada de la agresión porque no vestía adecuadamente o no se había hecho respetar, hasta este caso”, indicó la periodista. “Es una manifestación de la clase media, en la que dicen no toquéis a nuestras chicas.”
Las mujeres indias, ciudadanas de segunda clase desde antes de nacer
Las indeseadas, el reportaje de Walter Astrada, resalta cómo la discriminación contra la mujer en India comienza antes de su nacimiento y cómo la presión social para tener un hijo varón condiciona la vida de las mujeres. Aunque están prohibidas las ecografías para conocer el sexo del bebé, éstas se siguen practicando; aunque el aborto está permitido sólo si hay riesgo para la vida de la madre, lo cierto es que al año se practican en torno a medio millón de abortos selectivos.
¿Por qué tener una hija no es motivo de alegría para una familia? Para el fotoperiodista, el peso de la religión inclina la balanza a favorecer el nacimiento de hijos frente al de hijas. “Es el hijo varón el que realiza los ritos funerarios de los padres”. La dote, que en la India emergente ha alcanzado cifras inalcanzables para muchas familias, es la clave según Elisa Reche: “La mujer representa una carga para la familia. Con el auge económico, las dotes son cada vez más altas”.
“La exigencia de dotes elevadas ha provocado un aumento de los casos de “burning wives”: con el objetivo de deshacerse de aquellas esposas cuyas familias no pueden afrontar el pago, el marido o sus familiares, incendian con queroseno los saris de éstas, simulando un accidente doméstico.”
La política de los nacimientos selectivos no es actual, sino que lleva practicándose los últimos 30 años. Esto ha provocado una brecha demográfica de alrededor de 42 millones de mujeres menos, lo que a su vez ha generado que en la actualidad la compra-venta de esposas, principalmente en el norte del país, sea una realidad.
Repercusión social y mediática del caso de Amanat
Pese a que India es un país de 1.300 millones de personas, con una fuerte mentalidad patriarcal y con la percepción arraigada de que la violencia hacia las mujeres es un hecho rutinario, el debate social generado por el caso de Amanat podría propiciar algunos cambios.
El primero, el simple hecho de que una parte de la sociedad india ocupara un espacio que hasta el pasado mes de diciembre había dejado en manos casi exclusivamente de activistas: las manifestaciones contra la violencia de género. A su vez, esto ha contribuido a visibilizar un tema que no se encontraba en la agenda mediática “y que era difícil de colocar en los medios españoles, incluso en publicaciones femeninas” afirmó Reche.
Además, las manifestantes han puesto el acento en la policía, un cuerpo con escasa remuneración y corrupto que, según organizaciones de derechos humanos, se niega a recoger las denuncias por violación y acepta sobornos por parte de los agresores. Los manifestantes han exigido al gobierno más protección para las mujeres y castigo para los agresores. Por su parte, el gobierno indio ha creado el primer juzgado especializado en violencia contra la mujer y una nueva ley contra la violencia sexual, que pese a las expectativas generadas, tiene luces y sombras según Amnistía Internacional.
“La nueva ley incluye algunas mejoras al legislar como delitos ciertas formas de violencia que todavía no estaban incluidas como los ataques con ácido y el acoso sexual. También elimina la exigencia de un permiso gubernamental para poder llevar a juicio a funcionarios acusados de violación.”
A pesar de estos avances, entre algunas de las “sombras” de la nueva ley se encuentra el hecho de que no elimina totalmente la inmunidad de los miembros de fuerzas de seguridad que cometan violaciones, y sigue permitiendo la violación dentro del matrimonio, que se considera delito sólo cuando los cónyuges viven separados. Además, dado que el matrimonio está permitido a partir de los 15 años, la violación de menores de edad dentro del matrimonio sigue quedando impune.
Es pronto para hablar de cambios en India aunque al menos Amanat ha engrosado la lista de víctimas por violencia sexual con más ruido del habitual.
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