Actualmente, la tecnología es parte de nuestra vida diaria. Las redes sociales, páginas webs y foros se han convertido en espacios de interacción, difusión y visibilización de las diversas problemáticas, controversias o de la misma realidad que cada uno como individuo o como colectivo vive. En esta realidad, el feminismo ha encontrado un medio, el ciberespacio, para lograr la deconstrucción de lo establecido durante años, donde el rol de la mujer ha sido marginado y exiliado, donde las posiciones de poder han sido fundamentales en las construcciones de las personas. Por lo que la aparición del ciberfeminismo como la cooperación entre mujeres, máquina y nueva tecnología, según la filósofa experta en cibernética y feminismo Sadie Plant, ha servido para dar una perspectiva más activa de la acción transformadora de la sociedad. Convirtiendo a las mujeres en víctimas que buscan esta desconstrucción social y transformadora que se da desde el ciberespacio.
El pasado 27 de abril, por primera vez un líder norcoreano cruzó el paralelo 38 para ingresar en Corea del Sur, donde se reunió con su presidente, Moon Jae-in. Esto es la antesala para el encuentro que mantendrá Kim Jong-un con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. ¿Cómo se logró este deshielo? Te lo contamos en este artículo.
El triunfo de Moon Jae-in en los comicios del 9 de mayo abre la puerta a un cambio en el posicionamiento regional de Corea del Sur. Una revisión de los acuerdos con Estados Unidos, el acercamiento a China y la reducción de las tensiones con Corea del Norte podrían ser las próximas medidas.
La crisis política que vive Corea del Sur no debe leerse sólo en clave local sino también regional: Japón, China, Corea y la geopolítica del Lejano Oriente. Sin duda el orden asiático se encuentra en plena revisión, y los próximos acontecimientos serán claves para su futuro.
La corrupción es uno de los mayores obstáculos tanto para el crecimiento económico como para la redistribución de la riqueza. Algunos países que hoy podríamos llamar “limpios de corrupción” tenían una corrupción generalizada y sistémica en el pasado, ¿qué hicieron algunos estados para hacer de la corrupción un comportamiento excepcional? ¿Y qué se pueden hacer para reducir sus niveles en el resto de estados?
El pasado mes de noviembre United Explanations tuvo el gran honor de ser invitada a dar una charla en TEDxLeón. Dar este tipo de charla sólo es posible por invitación, y por este motivo la oferta nos causó una gran alegría, aún más siendo conocedores del prestigio de este tipo de eventos. Nos propusieron hablar de un tema que tuviera relación con la labor que realizamos en nuestro proyecto y por ello no dudamos en hablar de algo que se ha convertido en los cimientos de nuestra tarea: la indefensión aprendida.
Más abajo podéis ver la charla que dimos en la ciudad de León y que por fortuna tuvo una muy buena acogida. Hoy recopilaremos en este post parte del contenido de la charla así como desarrollaremos un poco más parte del contenido.
La charla empezó replicando en vivo y en directo un experimento realizado unos años atrás por la investigadora Charisse Nixon, Doctora en Psicología del Desarrollo en Penn State Erie, y Directora de Investigación y Evaluación del Proyecto Ofelia. Charisse realizó una prueba con una clase de instituto para demostrar que es perfectamente posible inducir de forma deliberada la indefensión aprendida a un grupo de sujetos.
Con el ejecicio inicial se demostró, al igual que lo hizo Charisse Nixon, que es posible provocar que algunas personas tengan sentimientos negativos acerca de sí mismos, disminuyendo su propia confianza y autoestima, y con ello afectando su capacidad de resolver el ejercicio planteado.
El concepto de indefensión aprendida fue desarrollado por un equipo liderado por el psicólogo estadounidense Martin Seligman en el año 1975 y se refiere a la condición de un ser humano o animal que ha “aprendido” a comportarse pasivamente ante una situación que le es adversa, con la sensación subjetiva de no poder hacer nada para cambiar su entorno, aun existiendo oportunidades reales de cambiarlo. Suele ocurrir tras reiterados intentos de fracaso.
Todos hemos experimentado indefensión aprendida a nivel personal en algún momento de nuestra vida: cuando queremos darnos de baja de una empresa de telefonía y tras mil trámites, y sin lograrlo, optamos por dejarlo y seguir de alta en ella; o los viajeros habituales de los aeropuertos que ven con impotencia como su vuelo se retrasa y no presentan ninguna reclamación al respecto; o cuando tras múltiples entrevistas de trabajo fallidas optamos por dejar de buscar trabajo.
Pero la indefensión aprendida no sólo nos ocurre a nivel individual, también sucede a nivel colectivo: entre el colectivo de mujeres maltratadas, algunas de las cuáles a pesar de ser víctimas de agresiones siguen conviviendo con su maltratador; en el colectivo homosexualen países dónde ser gay está estigmatizado y uno termina pensando que sufre algún tipo de enfermedad; o en los campos de concentración nazi: ¿cómo es posible que los judíos, superiores en número, se limitaran a esperar su turno para morir? La respuesta no se basa tan sólo en la indefensión aprendida como medio (pues los nazis desarrollaban un sistema de vigilancia entre reclusos atorgándoles diferentes roles y “statuses” para prevenir las revueltas). Pero el objetivo último era sin duda, el inducir un mayor nivel de indefensión a los reclusos.
Muchos integrantes de estos colectivos sufrían indefensión aprendida, con un mismo resultado: pasividad e inmovilismo como consecuencia de una pérdida de confianza y autoestima.
Pero la indefensión aprendida también puede ocurrir a nivel social.
Corea del Sur: ¿una sociedad víctima de la Indefensión Aprendida?
En el año 1997 tuvo lugar la que se denominó la “primera gran crisis de la globalización”. Empezó a finales de julio de 1997 con el colapso de la moneda tailandesa (el baht) creando un efecto dominó en los países vecinos: Indonesia, Malaysia, Filipinas, Hong Kong y Corea del Sur. La crisis fue especialmente dura en Tailandia, Indonesia y Corea del Sur.
Manifestante se inmola en protesta contra las medidas de austeridad. Fuente: chinasmack.com
Tal episodio provocó una severa crisis en la divisa de Corea del Sur, el won. Los inversores extranjeros rápidamente retiraron su dinero del país, causando el pánico, iniciando una crisis económica que culminó con el gobierno del país pidiendo préstamos para no entrar en bancarrota. El gobierno coreano firmó un acuerdo con el FMI para solicitar crédito, el cuál necesitaba de forma desesperada. El FMI sólo lo aportaría si el gobierno cumplía una serie de reformas: reducción del déficit presupuestario, aumento de impuestos, recorte del gasto gubernamental, privatizaciones de empresas, etc. Empezaba en Corea del Sur un período de aplicación de medidas de austeridad.
El resultado de la crisis fue un proceso de deconstrucción del país: el desempleo se triplicó en poco más de un año, aumentó abruptamente la desigualdad en los ingresos, la tasa de pobreza aumentó en 10 puntos y la clase media de desestabilizó y se redujo notablemente (pasando del 61% al 45% de la población), el gobierno perdió peso del mismo modo que lo hicieron los sindicatos y la temporalidad de los contratos aumentó a la par que la disminución de los salarios.
Pero sucedió algo aún más perturbador: la tasa de suicidio aumentó notablemente. Miles de ciudadanos coreanos, sumergidos en la pobreza y la desesperanza, canalizaron su pérdida de confianza y frustración con violencia, sobre sí mismos. Cayeron en la trampa de la Indefensión Aprendida en su forma más letal.
Evolución de la tasa de suicidios en varios países de la OCDE. Fuente: OCDE
Hoy en Corea del Sur, a pesar de haber ascendido hasta el puesto nº 13 como mayor economía del mundo, predomina un gran sentimiento de conformismo y consentimiento, con depresiones y síndrome de Burnout (“estar queamdo”) reflejo de la que es una de las sociedades más competitivas del mundo y sus ciudadanos opinan que unos de sus principales problemas tras la crisis es la pérdida de identidad. Hoy Corea del Sur tiene una de las tasas de suicidio más altas del mundo y lo más preocupante es que mientras en muchos países la tasa de suicidios tiende a reducirse en Corea del Sur tiende a aumentar.
Pero las razones que motivan la alta tasa de suicidios son varias y vale la pena desagregarlas. Existen autores que hablan de la extrema competitividad del país como principal causa de esta dramática tendencia. La OCDE atribuye el aumento a la “debilitamiento de la integración social y la erosión de la base de apoyo tradicional de la familia de las personas mayores”, así como a una evolución de la economía que ha avanzado mucho más rápido de lo que lo ha hecho la sociedad coreana. Lee Min-soo, profesor de psiquiatría en la Facultad de Medicina de la Universidad de Corea, apoya este punto de vista. La alta tasa de suicidio es el resultado de “cambios sociales que trajo el rápido desarrollo económico del país y la incapacidad de adaptarse a ellos.” Por su parte el New York Times añadía y citaba el colapso de las estructuras familiares tradicionales confucianas que, en épocas pasadas, prácticamente garantizaban que los hijos cuidaran a sus padres ancianos como un acto de piedad filial. Este modelo cambió radicalmente con el progreso económico del país. No es casual que buena parte de los suicidios en Corea del Sur tenga lugar entre personas de la tercera edad.
¿Por qué es preocupante la Indefensión Aprendida?
Un estudio realizado por la Universidad Autónoma de Madrid publicado a finales de 2013 reflejaba que tras la crisis financiera si bien una parte de la población española mostraba un tímido aumento de los niveles agregados de implicación política e interés por la política, la mayor parte de la sociedad española mostraba un deterioro de la desafección política, la satisfacción con la democracia o de la confianza en las instituciones.
Esto es muy preocupante por tres motivos:
La desafección política se traduce en pasividad ciudadana, falta de información y falta de capacidad o respuesta.
Aumenta la brecha entre los ciudadanos y los políticos concediendo a estos últimos una enorme capacidad de maniobra para actuar al margen (y casi siempre en contra) de los ciudadanos.
Ya hemos indicado más arriba que la indefensión aprendida fue postulada por el psicólogo Martin Seligman en los años setenta. No obstante, en los ochenta el psicólogo social Martín Baró, indicó que la indefensión que se experimenta a nivel social no constituye solamente una consecuencia tanto de discursos o prácticas de socialización que fomentan la inacción política sino que, más bien, tanto la indefensión como el fatalismo subsecuente a la misma, serían el resultado de una experiencia reiterada de fracaso en los esfuerzos dirigidos a controlar el entorno. Según otros psicólogos sociales (como, De la Corte, Blanco y Sabucedo), el fatalismo sería, por tanto, una actitud que tendría un enorme poder a la hora de favorecer la desmovilización política y, por tanto, para el mantenimiento de la situación actual o statu quo.
Así, los factores claves que definen el fatalismo, según estos psicólogos sociales, serían: en primer lugar, el conformismo y la sumisión; en segundo lugar, una tendencia a no realizar esfuerzos y a mostrarse pasivo y, en tercer lugar, una excesiva focalización en el presente a la que denominan presentismo, el cual implicaría una falta de memoria del pasado y una ausencia de planificación del futuro.
Grandes luchadores de la Indefensión Aprendida: Mahatma Gandhi y Martin Luther King hasta Ai Weiwei pasando por Malala Yousafzai y Rigoberta Menchú. Foto: composición propia
Así pues, ¿podemos hacer algo como individuos? En primer lugar, tomar conciencia acerca de la Indefensión Aprendida y recuperar nuestra confianza como ciudadanos. Podemos hacer mucho más de lo que imaginamos y numerosos individuos nos lo han demostrado a lo largo de la historia (desde Mahatma Gandhi y Martin Luther King hasta Ai Weiwei pasando por Malala Yousafzai y Rigoberta Menchú).
En segundo lugar, organizándonos. Formando parte de un colectivo y creando actores sociales (ya sea una organización política, social, cultural, de vecinos, etc). Los colectivos dentro de una sociedad son como las especies dentro de un bosque, cada una tiene su propia función dentro del ecosistema. Y cuántas más especies haya en el bosque más preparado estará éste para hacer frente a las adversidades.
En tercer lugar, movilizándonos. Pero no sólo desde la protesta y la acción repentina “en contra de” sino siendo parte activa de la construcción de nuestra realidad social. Participando en el proceso de toma de decisiones y en su ejecución a todos los niveles: desde la política, la educación, el desarrollo urbano, la cultura, el deporte, etc. Somos parte del ecosistema, y cómo tal debemos tener un papel activo dentro de él.
La Indefensión Aprendida (IA) está aun presente en nuestros días. El discurso del fatalismo (otros autores cómo Naomi Klein han popularizado conceptos similares como la “Doctrina del Shock“) anula el debate económico y deriva en un discurso de la existencia de una “única” solución a la crisis: que pasa por la reducción del déficit público a través de medidas de austeridad (cuya base académica quedó desmontada por un estudiante de doctorado alemán y más tarde por el propio FMI), en lugar de por fomentar el crecimiento económico, incentivando la demanda y priorizando la creación de empleo, tal y como defienden numerosos economistas como Paul Krugman y Joseph Stiglitz. Las consecuencias de las medidas de austeridad sobre la sociedad son sobradamente conocidas, aumentando la desigualdad en la distribución de la renta, incrementando el porcentaje de población que vive por debajo del umbral de la pobreza, incrementando la emigración, aumentando la pobreza energética, y hasta aumentando la tasa de suicidio, por causas tan desagradables como los deshaucios. Luchar contra la IA requiere una triple batalla: luchar contra nuestra IA individual, contra nuestra IA colectiva y contra nuestra IA social. Es hora de empezar.
Las nuevas negociaciones entre Corea del Sur y la Administración Obama, y la búsqueda de nuevas opciones militares con el objetivo de disuadir a Corea del Norte, son una buena muestra de que estos dos aliados del Pacífico no están dispuestos a sucumbir a las exigencias del régimen norcoreano.
Su nombre, Jung, era de las pocas cosas que este belga de más de cuarenta años sabía sobre sus orígenes, cuando decidió emprender un viaje a su Corea del Sur natal. Obsesionado con la búsqueda de la propia identidad, y pese a las malas experiencias de otros compañeros suyos, también adoptados, decidió volver al punto de partida: el orfanato.
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