Una de las consecuencias imprevistas del tan cacareado acuerdo entre Rusia y EE.UU para poner fin al impasse de las armas químicas utilizadas en Siria ha tenido sin embargo consecuencias inesperadas que afectan directamente a un actor clave que estos últimos meses trataba de mantenerse al margen: Israel. En efecto, la reacción inmediata del régimen de Assad, una vez admitido el error y prometida la enmienda (admitiendo por lo tanto la tenencia de ese tipo de armas), fue señalar con dedo acusatorio al eterno sospechoso habitual cuando se trata de armas de destrucción masiva en la región.