Luego de haber negado en reiteradas ocasiones una posible invasión al territorio ucraniano, Vladimir Putin anunció una ”operación militar especial”, dando inicio a una invasión terrestre. No obstante, previamente a esta acción, el líder ruso reconoció la independencia de las provincias rebeldes: Donetsk y Luhansk, pertenecientes a la región de Donbass.
Desde que Rusia invadió y tomó el control de Crimea, existe un conflicto armado entre los líderes separatistas prorrusos y el gobierno ucraniano. En consecuencia, esta zona se ha dividido en dos: aquella parte controlada por Kiev y por otro lado, las repúblicas populares separatistas bajo el dominio de Rusia. Las provincias separatistas lograron controlar cerca de un tercio de la zona, es decir, 6500 millas alrededor de la frontera con Rusia. En efecto, Putin ha reconocido los reclamos territoriales de estos líderes separatistas, que incluyen zonas tres veces más grandes que el área que ocupan, como el puerto de Mariupol y el Mar de Azov.
Tanto Donetsk como Luhansk se encuentran ubicadas en el cinturón de óxido de Ucrania, un área con una gran capacidad minera, producción de acero y grandes reservas de carbón. Tal es así que dicha región exportó aproximadamente el 20% del PIB de Ucrania, previo al conflicto en Crimea. Asimismo, la población se encuentra compuesta por 2.3 millones a 1.5 millones de personas, las cuales en su gran mayoría son de habla y origen ruso, lo cual se explica por su ubicación en la frontera rusa. Por lo que de acuerdo a su composición étnica, el líder ruso ha invocado abiertamente la idea de la identidad regional del Donbass para intervenir militarmente en la zona, sosteniendo la “desmilitarización y desnazificación de Ucrania”. Es pertinente mencionar que Putin considera a los habitantes de Ucrania como hermanos, debido a la sangre, el idioma y la cultura, lo cual es tipico de su visión etnica nacionalista.
Ante el peligro que sufre la seguridad del Estado ruso, Moscú decide dar un paso clave: recuperar la esfera de influencia de la ex Unión Soviética y que las fronteras de la OTAN retrocedan a aquellas de la década de los noventa. Convencido de que Ucrania es solamente un “títere” de Occidente y que nunca fue un Estado propiamente dicho, Putin argumenta que el desplazamiento de la Alianza Transatlántica hacia el Este pone en grave peligro la seguridad del Estado ruso. Por una parte, este desplazamiento se evidencia con las ex repúblicas soviéticas pertenecientes al Pacto de Varsovia, Polonia, República Checa y Hungría, las cuales ingresaron a la OTAN en la década de los noventa. Más adelante, Estonia, Letonia, Lituania, Eslovenia, Eslovaquia, Rumania y Bulgaria se unieron en el año 2004. Hacia el año 2008, formalizaron su ingreso Albania y Croacia. Finalmente, en el año 2017 ingresó Montenegro y en el año 2020, Macedonia del Norte.
Vladimir Putin sostiene que la expansión de la OTAN amenaza la seguridad nacional rusa y Occidente no quiso comprenderlo: “(…)¿Estamos poniendo misiles junto a las fronteras de Estados Unidos?. Es Estados Unidos con sus misiles el que ha venido a nuestra casa. Están en nuestra puerta(…)”. Y agregó lo siguiente: “Deberían haber tratado a Rusia como un posible aliado. No, es al revés. Siempre hubo un intento de desintegración adicional, y entonces, empezaron a expandir la OTAN hacia el Este. Aunque nos dijeron que no lo harían”. Resulta evidente que las acciones rusas en territorio ucraniano no iban a depender de las negociaciones internacionales, sino de la garantía incondicional de la seguridad de Rusia. Por lo que la postura rusa demuestra que la vía diplomática, tarde o temprano, iba a fracasar
Analizando el accionar de Rusia en Ucrania, es posible observar que la estrategia de Putin parece consistir en los siguientes puntos:
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Luego de la anexión de Crimea (2014) y el reconocimiento de las provincias separatistas de Donetsk y Luhansk, Rusia logra ocupar exitosamente el este y sur del territorio ucraniano, extendiéndose desde Mariupol hasta Odesa. La ubicación geográfica de la región del Donbass es sumamente estratégica, debido a que constituye un acceso natural a Crimea. Es pertinente mencionar que Moscú rompió los Acuerdos de Minsk (2014) al reconocer la independencia de la zona del Donbass, ya que su finalidad era apaciguar esa área. No obstante, Putin señaló: “Ahora los acuerdos de Minsk no existen. ¿Por qué deberíamos implementarlos si reconocemos la independencia de estas entidades?” y a su vez manifestó que: “Debido a los esfuerzos de las actuales autoridades de Kiev, todo se redujo a cero. Los acuerdos de Minsk fueron muertos mucho antes del reconocimiento de ayer de las repúblicas populares de Donbass. Y no por nosotros, no por los representantes de estas repúblicas, sino por las actuales autoridades de Kiev”.
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Dado que existieron diversos ataques en todo el territorio ucraniano, resulta evidente que Rusia quiere penetrar en Kiev. Esta acción tendría un solo objetivo: desestabilizar el gobierno y obtener la renuncia del actual presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky. En consecuencia, Rusia establecería un gobierno que sea leal y que le permita establecer sus intereses en el área. Se debe tener en cuenta que el gobierno actual se había pronunciado a favor de los lineamientos de la OTAN y sus aliados, siendo un gran obstáculo para el Kremlin. Tal es así que un funcionario estadounidense sostuvo: “Tienen toda la intención de básicamente decapitar al gobierno e instalar sus propios medios de gobierno”.
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La acción rusa ha puesto en evidencia la inoperancia de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ante una situación de esta magnitud. La Vicesecretaria General Adjunta de la OTAN, Carmen Romero, agregó lo siguiente: “No podemos enviar tropas a Ucrania, no podemos entrar en Ucrania, porque no es un país de la OTAN; lo que podemos hacer es enviar todas las señales posibles a Rusia de que el coste de una acción como esa es inmenso”. En otras palabras, la alianza militar permanece atada de manos frente al avance ruso.
No obstante, se debe considerar que en caso de que tropas rusas ataquen a algún país miembro de la OTAN, se apelará el artículo 5 del Tratado de Washington el cual expresa que: “un ataque contra un país miembro, se considera una agresión hacia todos los miembros”. Consecuentemente, se activaría el derecho de defensa colectiva o individual plasmado en el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, bajo el conocimiento del Consejo de Seguridad. En otras palabras, la OTAN tendría la obligación de intervenir militarmente si uno de sus miembros es agredido. Por lo que se entendería la decisión rusa de no avanzar sobre los Estados bálticos (Lituania, Estonia y Letonia), ya que estos son miembros de la Alianza Transatlántica. Igualmente, no se puede descartar que el líder ruso avance y obligue a la OTAN a una reconfiguración. Sí Putin tomara el control de Estonia, Lituania y Letonia, ya teniendo en su poder Ucrania, Bielorrusia, Moldavia y Georgia, disminuiría significativamente la esfera de acción de la alianza militar occidental y podría acceder fácilmente a Kaliningrado por Lituania.
La intervención militar rusa ha sido planificada desde hace mucho tiempo, la cual ha estado influenciada por el persistente avance de la OTAN hacia las fronteras de la Federación Rusa. Desde la llegada de Putin al poder, hace más de veinte años, él mismo se ha encargado de revertir la humillación que conllevó la desintegración de la Unión Soviética luego de la caída del Muro de Berlín. Teniendo en cuenta la manera en que se fueron desencadenando los hechos en estos días, el principal objetivo de Moscú será recrear el poder y la esfera de influencia en los Estados que conformaban el antiguo Pacto de Varsovia para asegurar la seguridad nacional rusa, los cuales en la actualidad se encuentran bajo el dominio de Occidente.
El avance del oso ruso que dejó perplejo al mundo
Vladimir Putin, un líder muy calculador, quién no rige su accionar mediante el azar, realizó un juego muy inteligente, aunque peligroso. Si se analiza el coste-beneficio del Kremlin en esta operación, este no tiene nada que perder cuando se trata de obtener los territorios pertenecientes de la ex Unión Soviética para resguardar su seguridad nacional: sea que tome el control del Donbass o de toda Ucrania. Conoce perfectamente que las sanciones que aplicarán los Estados occidentales por causa del avance hacia Ucrania serán de carácter económico y se perjudicarán tanto ellos como los rusos. Claramente, Putin está dispuesto a pagar el precio para preservar la seguridad nacional de Rusia.
Por otra parte, ha quedado en evidencia la inoperancia de la OTAN, la única que a corto plazo podría enfrentar a las fuerzas rusas. Frente a esta situación, China que se mantiene cautelosa ante el desarrollo de los hechos, podría considerar actuar de forma similar en relación a sus propósitos en Taiwán. Tanto Rusia como China anhelan modificar el actual orden internacional, traduciéndose en un gran desafío principalmente para la Administración Biden, la cual parece adormecida por lo que está transcurriendo.
Definitivamente, el avance militar ruso hacia sus antiguas zonas de influencia ha dejado perplejos a aquellos que estudian la dinámica internacional, debido a que Moscú se ha movido bajo los lineamientos del realismo político, con tintes de un nacionalismo etnico. Para optar por el uso de la fuerza, es preciso que quién emita esa amenaza, primeramente, deba creerlo. Está claro que Rusia sí lo hizo. Sin embargo, dentro de los cálculos rusos, una respuesta de Occidente sería totalmente insuficiente. Sabiendo que ni Estados Unidos ni la OTAN quieren arriesgarse a intervenir en una guerra por el territorio ucraniano, Vladimir Putin ya obtuvo una amplia victoria hasta el momento: retar y mantener divididas a las naciones occidentales, concretando sus ambiciones nacionalistas.
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