Tras la campaña mediática del secuestro de las más de 200 niñas de Chibok, todo el mundo supo quién era Boko Haram. Ocho meses después, como suele ocurrir en este nuestro mundo, nos olvidamos de ellos. Pero en Nigeria su presencia se nota constantemente, no sólo en el norte del país -su feudo- sino en ciudades como Lagos y Abuja, con atentados que dejan numerosas víctimas.
Echando un vistazo al Nigeria Security Tracker del Council on Foreign Relations (CFR) podemos observar que entre mayo y diciembre de 2014, después del fin de la campaña mediática por el secuestro de las niñas, se han producido un total de 2.539 fallecidos. Más de una cuarta parte de los muertos totales provocados por Boko Haram desde su paso a la violencia armada se ha producido en apenas ocho meses. ¿Quién ha informado de todas estas muertes y qué se está haciendo para evitarlas?
¿Qué está haciendo el gobierno nigeriano?
La respuesta por parte del gobierno de Goodluck Jonathan no ha sido muy adecuada. Tratan a Boko Haram como un simple grupo terrorista desconectado del ambiente en el que opera, que ha sido el que lo ha engendrado. Las fuerzas gubernamentales llevan a cabo tácticas de represión, mediante la matanza indiscriminada de supuestos miembros de la organización y de muchas personas que simplemente se encontraban en el sitio equivocado en el momento equivocado. Estas muertes de civiles inocentes por parte de las fuerzas gubernamentales parecen haber dado a Boko Haram cierto apoyo de la población, aunque esto no sea realmente así. Para Kate Meagher, a pesar de cierta simpatía que pudiese existir entre la población musulmana y la organización (por su postura crítica respecto a las élites del norte), el paso a la violencia armada ha hecho que ésta se pierda. Según datos del Pew Research Global Attitudes Project, el 80% de los musulmanes nigerianos tiene una visión desfavorable de Boko Haram.
Además, las tácticas militares empleadas para luchar contra la raíz del problema son contraproducentes. Los abusos que cometen las fuerzas gubernamentales, como el arresto de las familias de miembros de la organización, la destrucción de sus casas y las detenciones y asesinatos aleatorios de hombres jóvenes han dinamitado la posible cooperación de la población, y han exacerbado los sentimientos de rabia respecto al Estado. La formación de las Civilian Joint Task Force (CJTF) en Maiduguri, capital del estado de Borno, han supuesto un esfuerzo por parte de la población civil para cooperar en la detención de miembros de Boko Haram y entregarlos a las autoridades para protegerse de los abusos de los militares. Esto ha tenido un enorme coste humano en la población y ha demostrado la incapacidad del gobierno no sólo para proteger a la población del grupo terrorista, sino de sus propias fuerzas del orden.
Desde el gobierno incluso se afirma que Boko Haram ha conseguido penetrar el estamento militar. Esto se afirma debido a la existencia de casos en los que puertas abiertas o la ausencia de las patrullas de vigilancia facilitaron la realización de atentados contra las fuerzas de seguridad. Además, el gran número de armas en poder Boko Haram procedentes del Estado da que pensar sobre estas posibles conexiones. Y no sólo eso, en ocasiones en las que ambos bandos se encuentran, las tropas gubernamentales desaparecen ante la presencia de los terroristas. Por todo ello, el papel del ejército y del gobierno está en entredicho tanto por los nigerianos como por la comunidad internacional.
¿Y la comunidad internacional?
La respuesta internacional a Boko Haram ha consistido, principalmente, en incluir a la organización en las listas de organizaciones terroristas. Estados Unidos y Reino Unido lo hicieron en 2013, mientras que Naciones Unidas designó a la organización como una filial de al-Qaeda en 2014. No se cree, por parte de las agencias de inteligencia de distintos países occidentales, que Boko Haram tenga lazos tangibles con el terrorismo internacional. Sin embargo, el hecho de que sean incluidos en estas listas de organizaciones terroristas provoca que sus miembros y sus finanzas puedan ser perseguidos criminalmente. Reino Unido ha investigado posibles conexiones de la organización entre el más de millón de nigerianos que residen en el país sin hallar nada que afirme que la organización haya desembarcado en Europa.
Sin embargo, Goodluck Jonathan ha utilizado esta dimensión internacional de la organización para explicar las dificultades del gobierno nigeriano para terminar con la misma. Desde los países occidentales se ponen en duda que estas dificultades se deban a esta supuesta dimensión global de Boko Haram y, más bien, las atribuyen a las tácticas políticas y militares empleadas por el gobierno nigeriano, que en lugar de atacar la raíz del problema lo único que hacen es exacerbarlo.
Tras el secuestro de las más de 200 niñas de Chibok, numerosos países ofrecieron su ayuda al gobierno nigeriano para luchar contra el grupo terrorista. Sin embargo, el gobierno ha dejado pasar estas ofertas en cooperación militar y de inteligencia, sin tener en cuenta que no se encuentra en posición de rechazar ninguna ayuda y menos de este carácter. Para los gobiernos occidentales es difícil involucrarse más allá de la cooperación técnica y material, puesto que la manera en la que están llevando a cabo la lucha contra la organización el ejército nigeriano y sus constantes violaciones de derechos humanos -no sólo contra los militantes, sino contra la propia población civil- imposibilitan una implicación en el terreno, cuyo único efecto serían predisponer aún más en contra a una población musulmana que ya sospecha de Occidente. En este sentido, Estados Unidos ha colaborado con entrenamiento militar y en labores de vigilancia mediante el uso de drones. Sin embargo, la negativa de Nigeria a aceptar los requisitos de rendición de cuentas y transparencia fiscal le ha privado de recibir ayuda militar por parte de Estados Unidos durante todo este tiempo. Además, la enmienda Leahy prohíbe el entrenamiento militar estadounidense de unidades extranjeras que violen los derechos humanos con impunidad. Por tanto, el presupuesto destinado por Estados Unidos en ayuda militar a Nigeria para el año 2015 asciende únicamente a 700,000 dólares, cifra claramente insuficiente.
Sí es de destacar el papel de los países de la región en intentar una solución pacífica al conflicto. El presidente de Chad, Idris Déby, consiguió reunir a ambos bandos en Ndjamena desde el pasado mes de agosto. Estas negociaciones tuvieron como resultado la liberación de 27 rehenes. Boko Haram preocupa no sólo a las autoridades nigerianas, sino también a las de Chad, Níger, Malí, Camerún, y la posible conexión con los islamistas radicales en Libia. Mientras que Chad se ha mostrado muy implicado en el problema, con el envío de numerosas tropas para la Multilateral Joint Task Force (MJTF), Camerún, vecino inmediato y que cuenta con numerosa población musulmana en su zona norte, limítrofe con el norte de Nigeria, ha estado más dubitativo a la hora de cooperar en la lucha contra el grupo terrorista. Sin embargo, el ataque a objetivos dentro de su territorio ha hecho que esta cooperación aumente, especialmente la vigilancia de las zonas fronterizas, si bien no han aportado tropas a la MJTF. Por su parte, el gobierno nigerino también coopera con el permiso de alojamiento de drones en su territorio. Para estos países es muy preocupante que se establezcan lazos con los grupos terroristas que operan en el Sahel, tanto en Malí como en Libia.
Algunas propuestas para luchar contra Boko Haram
Para Kate Meagher, son cuatro las áreas principales que se deben tener en cuenta a la hora de luchar contra Boko Haram desde el ámbito internacional. En muchas de ellas coincide con las recomendaciones de John Campbell, por ello, las voy agrupar como sigue:
- Aumentar la voluntad política del gobierno nigeriano de acabar con el problema de Boko Haram, mediante la presión diplomática. Hay que pensar en la estabilidad del país y no en cálculos electoralistas. Además, sería conveniente la creación de foros de diálogo entre las distintas divisiones sociales. Por otro lado, los gobiernos occidentales no deben callarse antes las violaciones de derechos humanos perpetrado por las autoridades nigerianas, puesto que repercute negativamente en el trabajo de los activistas de derechos humanos nigerianos. Es necesaria la presión para que las elecciones de 2015 sean justas y limpias. Respecto a Estados Unidos, Campbell recomienda el establecimiento de un consulado de ese país en Kano, la retirada de visados a personas acusadas de delitos financieros y corrupción, y presionar para una renovación de la cultura militar y policial del país, que deje de equipararse en su comportamiento al de los terroristas contra los que luchan.
- Apoyo a las fuerzas de seguridad y doctrina de “No hacer daño”. La intervención extranjera debe darse de acuerdo a la opinión de los nigerianos y teniendo en cuenta las sensibilidades religiosas de la población. Por ello es preferible el apoyo en otros aspectos, como el entrenamiento en derechos humanos, que revertiría en un aumento de la efectividad y la mejora de la cooperación ciudadana. Asimismo, es necesaria la asistencia en inteligencia y dotar de equipo apropiado a los efectivos de seguridad para aumentar la efectividad y la moral de las tropas.
- Mejorar las condiciones de vida de la población. Hay que reconocer que el problema no es sólo de fundamentalismo islámico, sino de desigualdades económicas y sociales. Mejorando las condiciones de vida se termina con los focos de reclutamiento. Deben realizarse programas diferenciados para cada uno de los distintos sectores sociales, tanto de la población menos educada y centrada en el sector agrario como aquellos con estudios que no tienen salidas profesionales.
- Apoyo a las víctimas. La ayuda a las víctimas contribuye a reconstruir legitimidad del estado y evitar los resentimientos que pueden provocar el aumento del alistamiento y de la violencia. También es necesario prestar asistencia humanitaria a los desplazados y refugiados en los países vecinos y acometer la reconstrucción de las infraestructuras.
Por su parte, Patrick Smith hace énfasis en no regionalizar el conflicto y tratarlo dentro del marco nigeriano, abordando las causas locales que han sido el detonante del surgimiento de Boko Haram. Todas las recomendaciones anteriores van en ese sentido. Si bien el peligro que supone la posible conexión con grupos yihadistas y terroristas que operan en el Sahel implica la necesidad de contar con la cooperación de los países de la región, no se debe perder de vista que las causas locales son fundamentales y requieren de solución para evitar esa posible extensión del problema.
Foto de portada: Boko Haram secuestra 20 niñas más en Borno [Fuente: bisconworld.org]
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