En 1964, Brasil estaba gobernado por João Goulart (Jango-1961-1964), presidente que adoptó reformas sociales (las reformas de base) con el fin de sanear los problemas socios-económicos en los que se encontraba el país, entre las reformas se preveía una reforma en educación, la reforma agraria, reformas fiscales y bancarias. Además de la nacionalización de algunos sectores industriales y mayor control del capital extranjero en el país. En el ámbito de la política exterior, seguía la Política Externa Independiente que tenía como principio básico la actuación independiente frente a la bipolaridad existente entre Estados Unidos y la Unión Soviética, buscando proporcionar a Brasil los beneficios de una ampliación del comercio internacional.
El temor de que Brasil se dirigiera hacia el comunismo era evidente en la sociedad. El éxito de la Marcha de la Familia con Dios por la Libertad, una respuesta conservadora a las pretensiones del Presidente, lo evidencia y sirvió de base social para que los militares derrocaran el presidente e instauraran una Dictadura Militar que duró 21 años.
Hoy, 50 años después, nos quedan muchas preguntas sin responder y muchas heridas que todavía perduran. Entender la dictadura y sus políticas nos permite entender mejor el Brasil de hoy.
¿Un Brasil Comunista?
El principal argumento para justificar el Golpe Militar del 64 era la posibilidad de que Brasil se convirtiera en una nueva Cuba. Algo completamente inviable en el Brasil del 64, que contaba con una izquierda heterogénea y con poco poder y con una clase dominante fuerte (el capital, los dueños de tierra, empresarios e Iglesia) y con dinero para hacer oposición e impedir la construcción de un Estado Comunista.
50 años para revertir la desigualdad económica de la dictadura
50 años le fueron necesarios a Brasil para recuperarse del estrago que la política de contención salarial y la inflación hicieron en la distribución de la renta. Entre 1969 y 1973, Brasil vivió el denominado milagro económico, período de gran crecimiento económico brasileño, marcado por un desarrollo de la industria nacional y construcción de infraestructura, pero sin política de redistribución de la renta. De hecho el 70% del crecimiento del país fue apropiado por el 10% más rico de la población. La política de contención salarial, política donde el reajuste salarial no acompañaba la inflación, provocó una reducción real del salario mínimo. Salario que, a día de hoy, y tras las subidas desde entonces, es incluso inferior al de 1964 (a día de hoy es de R$ 724 mientras que a inicios de 1964 era superior a los R$1.000). Recientemente el país logró volver a los 60 en relación al Coeficiente Gini, índice que muestra el nivel desigualdad en la distribución de la renta de un país, uno de los más bajos de la historia.
La cuestión agraria
La reforma agraria era uno de los ejes de las reformas de base de Jango, que llegó a decretar la desapropiación de zonas rurales situadas al margen de carreteras y líneas ferroviaria federales. Garantizar que la reforma agraria se hubiera hecho sin el golpe es imposible, pero no hay duda de que la política de los militares de incentivar el cultivo para la exportación y mecanización del proceso productivo favoreció el latifundio. La reforma agraria brasileña sigue siendo una necesidad. Se observa un aumento en el número de asentamientos, sin embargo esto no viene acompañado de la infraestructura necesaria para que las familias se instalen y produzcan en el campo. La reforma agraria en Brasil demanda una solución mucho más compleja que el simple hecho de distribuir trozos de tierra.
La educación, un derecho universal
Durante la dictadura militar el sector educativo fue uno de los que más sufrió la persecución. Control del material didáctico y de contenido, creación de asignaturas, clases con presencia de militares y persecuciones a los profesores, fueron algunas de las tácticas utilizadas por el Régimen para controlar lo que se enseñaba. Además la Constitución de 1967 eliminó la obligación del Estado de destinar un porcentaje mínimo de recursos para la educación, lo que permitió que el gobierno redujera progresivamente los recursos aplicados a la educación pública. Durante la dictadura la escuela pública fue desconsiderada y desvalorizada, haciendo que la escuela privada, que antes era vista con desprecio, fuera considerada como la que tenía la mejor calidad de enseñanza. Lo que antes era un derecho de todos, una educación pública y de calidad, pasó a ser un privilegio sólo apto para aquellos que pudieran pagarla.
“Las heridas solo cicatrizan cuando son lavadas”
Durante el gobierno militar brasileño hubo torturas, muertes y desapariciones, que nunca fueron juzgadas. Brasil optó por no responsabilizar a los culpables y dio amnistía a todos. Mientras varios países vecinos buscaron formas para juzgar a los culpables, Brasil optó por un modelo de impunidad, mostrándose así su tolerancia con la violencia. Tras casi 30 años del fin de la dictadura, se desconoce aún gran parte de los documentos de la época, las leyes de reparación no fueron aplicadas y la verdad no fue depurada. Recientemente, observamos un esfuerzo del gobierno para abrir los archivos de la dictadura. El país necesita que la Comisión de la verdad depure las circunstancias de los crímenes, haga público los archivos de la dictadura y juzgue a los responsables. Sólo así se podrá construir una democracia respetuosa con los derechos de la ciudadanía.
Dictadura nunca más
Una dictadura cambia el rumbo de la historia de un país y deja heridas que cuestan de cicatrizar. Después de casi tres décadas del fin del dictadura militar brasileña, algunas heridas empiezan a cerrarse, sin embargo todavía queda mucho trabajo por hacer. Los crímenes que ocurrieron durante la dictadura no pueden volver a repetirse y la democracia jamás puede volver a ser atacada y subyugada por pequeños grupos. La democracia es la base sobre la cual Brasil puede hacer los cambios sociales necesarios que demanda la sociedad brasileña a día de hoy.
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