Divide et impera
El empleo de soldados nativos del país invadido por parte de la fuerza invasora, es tan antiguo como la guerra misma. Desde los mercenarios griegos del ejército persa durante las Guerras Médicas, a los reclutas afganos que combaten contra los talibanes, pasando por los miles de soldados indígenas que permitieron a Hernán Cortés conquistar el Imperio Mexica, son cientos los ejemplos que podríamos dar. Desde un punto de vista puramente militar, el conocimiento de la orografía, lengua y costumbres locales, es el factor más relevante a la hora de valorar el contar con este tipo de tropas.
Desde un punto de vista político, el efecto de división interna del enemigo es evidente. Divide et impera.
Sin embargo, los intereses coyunturales, sean del tipo que sean, construyen lealtades frágiles. El más mínimo desencuentro, puede degenerar en rebelión abierta. El caso más paradigmático es la Rebelión de los Cipayos (1857-1858), durante la cual los soldados indios, tanto musulmanes como hindús, que hasta entonces habían servido en el ejército de la Compañía Británica de las Indias Orientales, descargaron contra sus jefes décadas de resentimiento por motivos religiosos, sociales y económicos.
El conocido uso de grasa de vaca y cerdo en el cartucho de los rifles, fue simplemente la chispa que encendió la mecha.
¿Un aliado en quién confiar?
La dinámica de la colaboración entre los militares encuadrados en la ISAF (misión de la OTAN para Afganistán) y los soldados y policías afganos sigue unos patrones de colaboración, desconfianza y recelo muy parecidos a los de otras experiencias similares. A octubre de 2012, la ISAF tiene desplegados en Afganistán a poco más de 133.000 hombres. Estados Unidos aporta 90.000 efectivos, que en octubre quedarán reducidos a 68.000. España, presente en el país asiático desde 2002, mantiene un contingente de 1.300 militares.
Para enfrentarse a los talibanes, los afganos cuentan con el Ejército Nacional Afgano (350.000 efectivos) y con la Policía Local Afgana (16.000 efectivos), cuyo ámbito de actuación es eminentemente rural, donde la presencia talibán es más intensa. La mayor parte de los cuadros de uno y otro instituto armado han sido adiestrados por las fuerzas de la ISAF. Sin embargo, la presencia de infiltrados va en aumento.
El refortalecimiento de los talibanes y, sobretodo, una política de reclutamiento muy poco escrupulosa por parte del Gobierno afgano son los dos motivos principales.
En los últimos cuatro años, el número de atentados perpetrados por infiltrados en el ejército y en la policía ha ido en aumento. Si en 2008 estos ataques representaron el 1% de las bajas de la ISAF, este año son ya el 14%, sumando un total de 45 muertos, solo en este año. El más sangriento se produjo en abril de 2011, cuando un piloto afgano ametralló a nueve militares estadounidenses en el aeropuerto de Kabul. Los militares españoles tampoco se han librado. El 25 de agosto de 2010, el conductor de un alto mando de la policía afgana abrió fuego contra un capitán y un alférez de la Guardia Civil y su traductor en la base de Qala-i-Naw, que fallecieron en el acto. El asesino fue abatido inmediatamente por los compañeros de los guardias fallecidos.
La mayor parte de estas acciones se producen en las provincias meridionales de Helmand y Kandahar, donde el control del terreno se disputa palmo a palmo entre los talibanes y los soldados de la OTAN.
No más adiestramiento
Como consecuencia de este clima de indefensión y desconfianza, el Comando de Operaciones Especiales de Estados Unidos ordenó el pasado mes de agosto la suspensión de los programas de adiestramiento a soldados y policías afganos, así como la reevaluación de los más de 16.000 reclutas que ya han sido formados.
Por su parte, el Gobierno afgano ha investigado a más de mil policías y está controlando a más de 3.000 miembros de los grupos de operaciones especiales del Ejército Nacional Afgano.
Además, John Allen (1953), General estadounidense de cuatro estrellas y comandante de la ISAF, ha ordenado que todos los militares aliados vayan armados en todo acto de servicio, tanto dentro como fuera de la base. A tal grado ha llegado la infiltración talibán, que ni siquiera dentro de unas bases fuertemente atrincheradas se puede garantizar la seguridad de sus ocupantes. Actos sospechosos, como el municionar y cargar un arma sin haber sido ordenado por el mando, es cada vez más habitual entre los militares y policías afganos, según fuentes militares españolas.
Los afganos, ¿Dueños de la seguridad de su país?
Los recelos y la desconfianza mutua son habituales en las relaciones entre las tropas extranjeras y las afganas. El mandato de la OTAN es el de adiestrar y acompañar en su ingente labor de pacificar Afganistán a los militares y policías afganos. Sin embargo, parece ser que esta idea no está cuajando fácilmente entre los uniformados locales. Una dotación armamentística inferior y una cultura bélica eminentemente anárquica, tampoco facilita las cosas. Cuando se presenta combate, numerosos testimonios de militares de la ISAF admiten que los locales les delegan el peso principal de la batalla. Su combate se libra más por la supervivencia que por expulsar a los talibanes del país.
Los más duros enfrentamientos librados por los militares y policías afganos se han dado en sus cuarteles, pues saben que cuando los talibanes les atacan, no van a hacer prisioneros.
La OTAN ha clausurado doscientas bases y ha cedido 282 más a las tropas afganas. El plan de retirada no tiene marcha atrás, aparentemente. La Casa Blanca, directora principal de la misión, prevé evacuar a todos sus efectivos a finales del 2014. Este año han regresado a Estados Unidos más de 23.000 soldados, a los que se unirán 20.000 más el año próximo, salvo que la situación se deteriore hasta el extremo de prolongar la presencia occidental. Con los militares estadounidenses, se irán los demás contingentes de los cuarenta y ocho países que conforman la ISAF.
El desgaste electoral de Obama, que clamó contra la guerra de Irak pero se ha enfrascado en la de Afganistán, y la ausencia realista de expectativas de triunfo final, dan sentido a la reducción en los plazos de la retirada, a pesar de que los objetivos principales de la guerra –a saber, pacificar el país y establecer un gobierno pro-occidental que controle el territorio, no se han cumplido en gran medida.
Con un gobierno corrupto y que se ve copado por los talibanes en buena parte del país, un ejército poco preparado para el combate ofensivo y una policía muy infiltrada por el enemigo, ¿Están realmente preparados los afganos para asumir el control de su seguridad nacional? Más que probablemente, las cancillerías de Estados Unidos y Europa, inmersas en una guerra económica contra la crisis, no tienen entre la mayor de sus preocupaciones el escenario posterior al fin de la guerra de Afganistán.
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One comment
Elba1
31/10/2012 at
En sus memorias Konrad Adenauer escribió: -“Creo que para librarnos de las guerras tenemos que estudiar historia,porque la historia es la suma total de aquellas cosas que hubieran podido evitarse.