El 11 de enero, el Foro Económico Mundial publica el Informe de Riesgos Globales 2022. En esta publicación, la institución recoge las percepciones de más de mil empresarios, políticos, miembros de organizaciones civiles y académicos sobre aquellos fenómenos o procesos que tienen el potencial de alterar la seguridad y la tranquilidad de la comunidad internacional en el corto y mediano plazos. A partir de su primera edición en 2006, el reporte estructura estos peligros en cinco categorías: económicos, geopolíticos, sociales, tecnológicos y ambientales; y debate en torno a sus implicaciones para diversos actores. Pero, ¿cuáles son los principales riesgos y cómo podemos enfrentarlos?
Los efectos de la pandemia
Desde el brote de la pandemia en marzo de 2020, la COVID-19 se convirtió en el principal riesgo para la humanidad. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, más de 360 millones de personas han experimentado la enfermedad y más de cinco millones han muerto a causa de ella. Aun cuando los avances con el programa de vacunación, junto con la mayor y mejor adopción de las medidas recomendadas por las autoridades sanitarias han permitido una lenta transición hacia la normalidad; las nuevas variantes imponen distintos desafíos a los gobiernos nacionales, obligándolos a endurecer las restricciones de movilidad internacional y a retrasar el retorno a las actividades presenciales.
Los lamentables fallecimientos no son los únicos estragos de la pandemia. Estamos frente a una crisis multidimensional caracterizada por el acelerado incremento de la desigualdad en todas sus facetas: económica, educativa, digital, laboral, por mencionar solo algunas de ellas. Durante estos dos años se establecieron dinámicas que dejarán una profunda cicatriz en el mediano y largo plazos. La contracción económica y el proteccionismo imperantes en este periodo han disminuido las posibilidades de encontrar soluciones conjuntas para hacer frente a éste y otros riesgos; en su lugar se han intensificado las fracturas sociales y han aumentado las tensiones geopolíticas por el control de los recursos.
De acuerdo con los expertos entrevistados para la elaboración del reporte, la erosión de la cohesión social, la crisis de vivienda y el fracaso de la acción climática son los riesgos que mayormente han empeorado desde el inicio de la crisis provocada por la pandemia de COVID-19. Bajo este escenario, no es de extrañar que el 84 por ciento de los especialistas expresara estar preocupado por el futuro del planeta.
¿Y después de la pandemia? La crisis ambiental
La imposición de cuarentenas, el aumento del teletrabajo, el cierre de fronteras internacionales, entre otras medidas de reducción de la movilidad, se expresaron rápidamente en un decrecimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero. Cientos de medios de comunicación hablaron incluso de los ‘beneficios ambientales del coronavirus’ o de cómo el planeta había podido tomar un respiro. Sin embargo, “la velocidad de emisiones aumentó más rápido en 2020 que el promedio de la última década, ilustrando la forma en que la economía global sigue dependiendo fuertemente de los combustibles fósiles”, enfatiza el reporte.
La crisis climática no desapareció con la crisis sanitaria, se exacerbó. Ejemplo de ello son los récords históricos en las temperaturas de varias regiones. Mientras que Madrid alcanzó los 42.7 °C durante el verano de 2021, Dallas llegó a los -19 °C, una cifra no vista en los últimos 72 años. De hecho, incluso durante la aparición de nuevas variantes del virus, los más de mil expertos posicionaron al “clima extremo” como el cuarto riesgo que más ha empeorado durante la pandemia, pero estiman que se convertirá en la principal amenaza para la humanidad en los siguientes dos años.
Conforme el horizonte temporal se amplía, la probabilidad de que los riesgos ambientales se conviertan en una amenaza para la humanidad también aumenta. Además del “clima extremo”, “el fracaso de la acción climática” se incluye en la lista de los 10 riesgos más importantes de los próximos dos años. Cuando el horizonte se amplía a cinco años, se duplican los riesgos ambientales, al incluir la “pérdida de biodiversidad” y el “daño ambiental” provocado por el ser humano.
En los próximos 10 años, los riesgos ambientales serán las principales amenazas para la seguridad internacional. El “fracaso de la acción climática”, el “clima extremo”, la “pérdida de biodiversidad”, la “crisis por los recursos naturales” y el “daño ambiental provocado por el ser humano” ocuparán, respectivamente, los primeros lugares dentro los más importantes riesgos globales. Además, se considera que las tres primeras posiciones tienen los más altos potenciales de crear disrupciones y daños en el entorno.
Pero, ¿cómo llegamos a este punto? La respuesta tiene múltiples explicaciones, sin embargo, el reporte afirma que “las medidas de recuperación post COVID-19, en su mayoría, han dejado de lado la transición verde a favor de la estabilidad de corto plazo”. Y agrega que “con las finanzas gubernamentales bajo presión, las regulaciones [que favorecen el desarrollo sustentable] no están yendo lo suficientemente lejos ni lo suficientemente rápido, y se asume que las fuerzas del mercado llegarán al rescate”.
Las fuerzas del mercado no rescatan, aumentan la presión. Prueba de ello es la permanencia de subsidios públicos a tecnologías intensivas en el uso de carbón por parte de más de 50 economías desarrolladas o emergentes que, tan solo en 2020, destinaron más de $345 mil millones de dólares al sector de combustibles fósiles. Además, el greenwashing y el lobby anti cambio climático han cobrado nuevas dimensiones durante la pandemia, intentando que los gobiernos nacionales continúen priorizando industrias contaminantes y desestimen las plataformas multilaterales en las que se discute la acción climática.
¿Y las respuestas? Muy pocas, demasiado tarde
Aun cuando los representantes de todos los sectores concuerdan en que los riesgos ambientales impondrán las mayores presiones en el corto y mediano plazos, las respuestas a la crisis climática y ecológica continúan siendo insuficientes. Además, se espera que la recuperación post pandemia restrinja los presupuestos destinados a la transición hacia economías más sustentables.
Prueba de la insuficiencia de las respuestas pueden encontrarse en los resultados de la COP 26. Si bien se observó por primera vez la participación del sector financiero y se establecieron acuerdos para movilizar miles de millones de dólares, ni la Unión Europea ni Estados Unidos se comprometieron a objetivos claros de financiamiento para responder a los efectos del cambio climático en los países en desarrollo.
India prometió alcanzar cero emisiones para el 2070 y 46 países hicieron un voto para transitar del carbón a la energía limpia para el 2040, pero los riesgos globales ambientales se viven ahora y aumentarán en los próximos 10 años. Los compromisos no son suficientes y llegaron demasiado tarde. Solo la presión colectiva a las empresas y gobiernos podrá cambiar este futuro que no parece prometedor.
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