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La economía y el trabajo
El frenazo económico es de carácter mundial, y sus consecuencias son inimaginables. La economía española ha estado orientada al turismo y los servicios durante décadas, y el nivel adquisitivo de los trabajadores no se ha recuperado desde la crisis financiera de 2008.
El elevado número de trabajadores autónomos (por cuenta propia) ha hecho necesario presentar un plan de inversión pública y ayudas sociales para evitar el colapso económico. Numerosas empresas de diversos tamaños se han acogido a los ERTE (Expedientes de Regulación Temporal de Empleo), que les permiten despedir temporalmente a sus empleados por causas de fuerza mayor, trasladando su coste al erario público y a las subvenciones de desempleo.
La saturación de las instituciones laborales es tal que se ha anticipado que el pago de muchas ayudas y subvenciones no será posible hasta dentro de un mes, sumiendo en la incertidumbre a millones de personas.
Las fuerzas del orden
España tiene la peculiaridad de contar con varios cuerpos policiales que se distribuyen sus atribuciones territorialmente. Hay policías locales, autonómicas y nacionales en cada ciudad. Y hoy sufren las mismas carencias que el resto, tanto en material policial como en material de protección.
Además, los salarios policiales son diferentes en cada región y en cada cuerpo. La equiparación salarial es una demanda recurrente de sindicatos policiales que, cómo no, han sido politizados.
Para colmo, el responsable de Prevención de riesgos laborales de la Policía Nacional fue despedido por anticiparse al Ministerio de Interior en la comunicación de las medidas preventivas para el Coronavirus.
La despreocupación de algunos ciudadanos ha llegado a convertirse en incompresible rebeldía. Y en esas, superamos los 120000 sancionados y los 1700 detenidos con vídeos que avergüenzan.
La educación
El Coronavirus empezó a ser un tema serio cuando se suspendió las clases sine die a partir del 9 de marzo. Colegios, institutos y universidades cerraron sin saber en qué estado quedaba el año académico. Mientras el País Vasco y Cataluña hablan de retomarlo en septiembre, el gobierno planea hacerlo en junio.
Las universidades han sufrido en otras ocasiones interrupciones parecidas, a mitad de semestre, y han mantenido la evaluación pese a no dar clases. Los alumnos estudiaban en su casa y presentaban trabajos pactados con sus profesores.
Sin embargo, los alumnos preuniversitarios deben rendir el examen de la selectividad, un examen que determina la nota con la que pueden optar a carreras y universidades.
Se intenta por todos los medios que las fechas no cambien para no perder el año académico, aunque la interrupción de las clases y su eventual reanudación presagia la saturación a corto plazo del sistema educativo.
¿Y qué nos dejará esta crisis?
Muchos ansían el regreso a la normalidad, dando por hecho que seguirá existiendo.
Mucho se habla de un cambio de paradigma y de la oportunidad de volver a lo básico. A relacionarse de dentro hacia afuera, y a poner en valor a la familia, los vecinos, el tiempo para sí.
Pero por lo pronto, hemos aprendido que el capitalismo salvaje destruye más de lo que construye. Que sin personas sanas no hay economía. Que, sin planeta y recursos, tampoco.
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