09/10/2024 MÉXICO

Tensión económica y política en Haití: ¿cuál es el origen de la crisis?

Pila de neumáticos ardiendo durante las protestas en la comuna de Hinche, Haiti (Febrero 2019). Imagen vía Wikipedia.
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Las noticias que nos llegan sobre Haití no suelen ser positivas. Sin embargo, también son pocas las veces que nos llegan noticias sobre este pequeño país del Caribe donde se expliquen de manera profunda las causas de su crisis o el rol de la comunidad internacional en muchos de sus problemas. Este artículo intenta poner algo de luz sobre las problemáticas del país y entender la oleada de protestas que ha sacudido a la nación a lo largo de 2019.

Haití es un país del Caribe, que comparte isla con su vecino República Dominicana. Su territorio está formado por las islas la Gonâve, Tortuga, Vaches, el archipiélago de las islas Cayemites y otros islotes que forman parte de sus aguas territoriales. Aprobó su constitución en 1987, la cual fue suspendida en dos ocasiones debido a la violencia y a los golpes de Estado. Hasta que en 2006, y tras un proceso electoral tutelado por Naciones Unidas, eligió a René Preval como jefe de Estado.

Este pequeño país del Caribe se ha visto sacudido más de una vez por procesos violentos que han puesto en riesgo su democracia, sin contar con el terrible terremoto que sacudió la isla en 2010, el cual causó la muerte de 316.000 personas, dejó a otras 350.000 heridas y a 1.5 millones de personas sin hogar. Esta tragedia hizo tambalear la ya frágil democracia y economía del país, requiriendo de una amplia intervención internacional que en muchos casos se mantiene hasta la fecha.

La fragilidad institucional es un problema grave de la nación, donde entre 1986 y 2018 se han sucedido 19 presidentes y solo 3 lograron terminar sus mandatos. De acuerdo a los datos de CEPAL en 2018 el país tenía un déficit fiscal del 6.5% del PIB, con un alza en el precio de los combustibles del 45% hasta julio del mismo año. Esto produjo una alza de precios considerable, sobre todo en productos como los hidrocarburos, el arroz, la carne de pollo y el trigo, con alzas en promedio del 11%.

A ello se sumó la perdida de vigencia del programa que se había suscrito con el FMI en 2018 ante el incumplimiento de algunos de los criterios cuantitativos del acuerdo, como el aumento del déficit anteriormente mencionado y la pérdida de reservas.

Vertedero de basura en un barrio de clase baja de Cabo Haitiano. Imagen de Rémi Kaupp vía Wikimedia Commons.

Una crisis extendida en el tiempo

El actual presidente, Jovenel Moïse, fue elegido en 2016 en un escrutinio que reunió solo al 18% del electorado, y siendo una repetición de un proceso electoral anulado en 2015, con lo cual su legitimidad ha sido cuestionada desde su llegada. Y a esta falta de legitimidad se ha sumado una crisis continuada desde mediados de 2018 donde la tensa situación económica, en especial el fuerte aumento en los precios de los combustibles, llevó al inicio de unas fuertes protestas que llevaron a que en septiembre de 2018 renunciase el primer ministro Jack Guy Lafontant. A partir de allí el país no ha podido volver a la estabilidad.

Tras la renuncia de Lafontant asumió Jean Henry Ceant, quien solo duró 7 meses en el cargo, cuando una moción de censura lo destituyó. Dicha moción se produjo luego de que fuera convocado por ambas cámaras para declarar ante las alusiones de un posible caso de corrupción que involucraba a extranjeros detenidos con armas automáticas que luego fueron sacados del país en circunstancias poco claras.


Las protestas que siguieron a la renuncia de Ceant se calmaron parcialmente cuando el FMI anunció un nuevo préstamo de 229 millones de dólares para programas sociales y combatir la corrupción. Dicho préstamo se otorgó además bajo la promesa de cero intereses durante tres años para fomentar la estabilidad del país. Aunque es importante destacar que la llegada de este préstamo se demoró hasta mediados de año, cuando el fondo intentó presionar nuevamente para que hubiera una bajada en los subsidios al combustible, provocando nuevamente la subida de estos, y por consiguiente el último estallido de protestas que llegó casi hasta el mes de diciembre.

Más allá de las presiones del FMI, el sucesor de Ceant, Jean-Michel Lapin, tuvo un mandato aún más breve, ya que a pesar de anunciar una serie de cambios y reformas que no pudieron concretarse por el propio clima tenso de la política haitiana que lo llevaron a no poder formar gobierno, sin contar con la publicación de una investigación sobre corrupción que salpicó incluso al propio presidente del gobierno.

Plantación de repollo en Haití. Imagen de USAID vía Wikimedia Commons.

El caso de corrupción, que salió a la luz tras la publicación de una auditoría del Tribunal de Cuentas en relación al programa de cooperación Petrocaribe -iniciado por Venezuela en 2005 con el objetivo de financiar proyectos e infraestructuras a través de la bonanza petrolera que se vivía en esos años-. En el informe de auditoria del programa en Haití aparecen huecos en los fondos por más de 500 millones de dólares y se cuestiona el actuar de 15 responsables políticos y altos funcionarios entre 2008 y 2016, además de constar que la firma Agritans, del actual presidente en su anterior rol de empresario, había recibido millones de dólares de dicho programa para la realización de obras que no se llevaron finalmente a cabo.

Este caso de corrupción, llevó a la renuncia de Lapin en julio (tan sólo 4 meses después de asumir) y al nombramiento de Fritz-William Michel como nuevo primer ministro. Cabe destacar que a toda esta inestabilidad política se suma la necesidad de convocar a nuevas elecciones parlamentarias, las cuales tanto el gobierno y la oposición se niegan a convocar aludiendo a la crisis política. La situación podría llegar a extremos más preocupantes si no se resuelve el problema para enero cuando vencen las bancas de los senadores, ya que el país podría enfrentarse a una situación aún más dramática. Sin parlamento, sin gobierno y sin presupuesto aprobado, y con un presidente que solo podría gobernar a través de decretos, lo cual para muchos es la verdadera estrategia del actual presidente Jovenel Moïse.


Toda esta situación política, que lleva ya más de un año estancada, puesto que comenzó a finales de 2018, ha degradado la calidad de vida de la población haitiana aún más. Se estima que el hambre y la escasez de alimentos afectan al 49% de la población, situación que se suma a los efectos que tiene el desabastecimiento de combustible debido a las subidas. Esto ha provocado una crisis energética, la paralización del transporte que evita que los campesinos cosechen y comercialicen sus producciones, lo cual ha llevado en muchos casos al cierre de los mercados y a que toda la producción se pudra en los campos.

Además, han surgido una variedad de grupos armados y criminales en el territorio, quienes impiden la distribución de alimentos y agua no solo por parte del gobierno, sino también por parte de las organizaciones internacionales que están allí brindando asistencia a las poblaciones más alejadas y vulnerables.

Jovenel Moïse con Donald y Melania Trump
Jovenel Moïse, presidente de Haití, reunido con Donald Trump en septiembre de 2018 [Via: Wikimedia Commons]

Tensión creciente y escasez de alimentos

El gobierno, en parte debido a la complicada situación de desabastecimientos, solicitó a los Estados Unidos asistencia alimentaria a través de una misiva enviada por el ministro de Asuntos Exteriores. Esta asistencia se enmarca dentro del programa estadounidense ‘Food for Peace’. Sin embargo, algunos medios advierten que esta ayuda humanitaria podría implicar nuevamente la presencia de militares estadounidenses en territorio haitiano, tal y como sucedió luego del terremoto en 2010.

Entre septiembre y finales de octubre, cuando las protestas habían alcanzado nuevamente un alto grado de tensión, y aunque el presidente Moïse en ningún momento pareció dar signos de debilitamiento político o mostrar intenciones de abandonar el poder, los principales grupos de la oposición, entre los que se encuentran varias organizaciones como Passerelle, el Foro Patriótico, Mache Kontre y la Alternativa Consensual para la Refundación de Haití, y también algunas fuerzas institucionales, comenzaron a realizar planes por si ocurriera una transición en caso de renuncia del presidente y su primer ministro. Este encuentro, que se ha denominado ‘Mesa de Concertación para una Entendimiento sobre la Transición’ generó un acuerdo político donde se sentaron las bases de este posible periodo de transición para garantizar la seguridad de la ciudadanía. Aunque hasta finales de 2018 no se había provocado nada de lo previsto, puesto que tanto el presidente como el primer ministro se mantenían en sus cargos.

Ya a finales de noviembre, con las protestas un poco más calmadas, el gobierno de Haití invitó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) a visitar el país a mediados de diciembre. Esta invitación se produce después de que la comunidad internacional denunciara la violencia de la represión llevada a cabo por el gobierno durante las protestas de septiembre y octubre. Incluso la Oficina de Naciones Unidas para los Derechos Humanos denunció la muerte de al menos 42 personas, 19 en manos de las fuerzas de seguridad. El Parlamento Europeo también denunció la brutal represión, además de las detenciones arbitrarias, intimidación y violencia sexual.


La situación en Haití al momento de terminar este artículo se mantiene aún tensa. Más allá de que las principales protestas en la capital y otras ciudades hayan amainado un poco, la inseguridad alimentaria, la violencia y la debilidad institucional siguen presentes. Estos problemas requieren de cambios reales en el país caribeño, y sobre todo de una comunidad internacional comprometida realmente a fortalecer las instituciones y la sociedad civil, para evitar que los casos de corrupción se sigan sucediendo y que la clase política continúe haciendo negocios con la vida de la población.

Esta es una explicación sin animo de lucro.

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Belen Aguero

Argentina/España. Soy licenciada en Relaciones Internacionales y tengo un máster en Cooperación internacional y gestión de políticas públicas, actualmente me encuentro realizando un doctorado. Me interesa profundamente el análisis de fenómenos internacionales, en especial lo relacionado a las agendas globales de desarrollo y lo referente a gobiernos locales y regionales.


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