
¿Qué occidental en su sano juicio se adentraría en el infierno en la tierra llamado Siria? Gente como Antonio Pampliega: periodistas que sienten la necesidad de recoger todos los testimonios de las víctimas de una guerra que parece estar muy lejos de llegar a su fin. El periodista español, junto a sus otros dos compañeros —José Manuel López y Ángel Sastre—, fueron secuestrados por Al Qaeda durante casi 300 días, hasta el 7 de mayo de 2016. Su experiencia ha sido plasmada en el libro titulado En la oscuridad (2017), ya en su 4ª edición.
Les traicionó su fixer, Usama, del que Pampliega tenía referencias. No resulta difícil de comprender: una persona se ve tentada por el dinero fácil en una tierra asolada por la desgracia. Es ésta una de las reflexiones del reportero, quien nunca se deja seducir por lo superficial y se esfuerza, en todo momento, por comprender el porqué oculto tras cada pieza del ajedrez que fue su cautiverio. Una partida cuya victoria nunca tuvo asegurada.
En los momentos de mayor oscuridad, cuando lo aislaron de sus compañeros durante ocho meses, llegó a pensar que Al Qaeda le haría el jaque mate. Pampliega siente culpabilidad frente a su familia, a la que no tenía intención de hacer sufrir. Habla con Dios para que la proteja, mientras sus secuestradores tratan de convertirle a la “fe verdadera” a toda costa. Uno de ellos, al que llama “Espikinglish”, le llega a decir:
“Eres buena persona y por eso quiero salvarte de quemarte en el Infierno. Si mañana mueres, no podrás ir al Paraíso. Ésta ha sido tu última oportunidad.”
También recuerda a otros compañeros que, al igual que él, estuvieron o han estado secuestrados. Menciona a James Foley, quien cayó en manos del Daesh y fue decapitado en directo:
“Pienso en Jim. También en otros que pasaron por esta situación. Es inevitable. Pienso en todo lo que sufrieron y ¡uffff!… me cuesta contener las lágrimas.”
Pampliega no quería que su asesinato fuera lo último que su familia viese de él y, ante el temor de ser vendido por Al Qaeda al grupo yihadista más sanguinario, llegó incluso a plantearse el suicidio. Uno de los elementos más hipnóticos del estilo de Pampliega es su franqueza, su desnudez emocional, algo que nos sitúa junto a él, en la oscuridad:
“Lloro como un niño. Quiero que terminen con todo esto de una puta vez. ¡Que me dejen en paz! Si me van a matar, que lo hagan lo antes posible, que sea rápido y, sobre todo, que no me duela. Tengo miedo. Muchísimo. Muchísimo miedo.”
Una de las mayores alegrías de los últimos días… haber recuperado la novela que escribí a mi hermano durante mi cautiverio. ¡Gracias! pic.twitter.com/OaJnfavEyY
— Antonio Pampliega (@APampliega) June 30, 2017
Es una historia con final feliz para los tres periodistas. Sin embargo, deben recordarse las 320.000-450.000 personas que han muerto a consecuencia de la guerra siria, según datos publicados por El País. Por ello, la tarea de gente como Pampliega reviste una importancia capital.
Ahora bien, y éste es uno de los puntos más irónicos, los reporteros de guerra —en su gran mayoría freelance— además de poner en peligro sus vidas, malviven con escasos recursos de los medios de comunicación. Mientras que en otros países proporcionan escoltas armadas para periodistas, en España están abandonados a su suerte. Pero existe una doble moral: el dinero se gasta en lo que interesa, tal y como apunta el mismo Pampliega en una interesante entrevista para El Debate de Hoy:
“Durante estos seis años que ha durado la Guerra de Siria, ha habido, si no me equivoco, dos Eurocopas, dos Juegos Olímpicos y un Mundial. A todos esos eventos han mandado enviados especiales los medios de comunicación, a la Guerra de Siria no. ¿Por qué? Si no hay dinero, no hay dinero para nada.”
Recomendamos encarecidamente esta lectura, que combina una experiencia al límite con fragmentos de humor de supervivencia. Un episodio vital relatado con una aguda mirada periodística, generadora de anécdotas y datos que nos ayudan a comprender una realidad ajena a través de un estilo familiar, directo y crudo, a modo de diario íntimo. En definitiva, Antonio Pampliega arroja un haz de luz sobre la oscuridad más cavernaria. En este enlace puedes consultar el primer capítulo para acabar de convencerte.
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