En muchas ocasiones hay alianzas, tratos, pactos que pueden cambiar el destino del mundo. Y aunque son relevantes y pueden representar oportunidades o amenazas para gran parte de la humanidad, estos lazos pasan poco menos que desapercibidos. Quizá este sea el caso de la Organización de Cooperación de Shanghái (en adelante OCS), una organización multilateral de carácter intergubernamental nacida del grupo de los Cinco de Shanghái –formado en 1996 por China, Rusia, Kazajstán, Kirguistán y Tayikistán–.
Este grupo nació como un mecanismo que fomentara la confianza militar entre los países firmantes, cosa que se hacía a través de dos tratados de reducción de fuerzas militares en las fronteras de dichos países. Sin embargo, con la inclusión de Uzbekistán en el año 2001, los Cinco de Shanghái pasan a establecer la OCS con la firma de la Declaración de la Organización para la Cooperación de Shanghái, cuyos objetivos generales se ven reflejados en los primeros tratados de cooperación amistosa y buena vecindad. En términos específicos, la organización formaliza su carácter y objetivos en el año 2002 (en San Petersburgo), estableciendo un marco de cooperación militar, económica y cultural. En este sentido, destaca la firma de diversos acuerdos de preferencia comercial en la región.
Haciendo frente a Occidente
El liderazgo de la OCS está en manos de China y Rusia, cuyas motivaciones son principalmente geoestratégicas. En este sentido, si bien la retórica de la organización destaca la voluntad de crear una cooperación amistosa que ayude al desarrollo regional, los objetivos específicos tienen un carácter más realista:
- La OCS es un método para evitar eventuales fricciones políticas entre Rusia y China, que demuestran una voluntad de permanecer unidas como contrapoder de Occidente –especialmente de EE.UU.
- La OCS es un contrapeso a la injerencia norteamericana en Asia Central, al poder económico occidental y al poder militar de la OTAN y EE.UU.
- La OCS pretende ejercer un control efectivo de Asia Central, clave para el control de Eurasia. En este sentido, según declaraciones de la propia organización, la existencia de la misma significa la cooperación entre estados que conforman el 60% de la masa Euroasiática y el 50% de la población mundial.
Establecidas las motivaciones, el alcance real de la cooperación ha ido incrementándose, presentando una evolución en los objetivos de integración regional y en la captación de nuevos países. En primer lugar, en el ámbito de la cooperación militar se estableció como principales objetivos combatir el terrorismo, el separatismo y el extremismo religioso regional, firmándose dos acuerdos (en 2004 y 2007) para la realización de actividades de antiterrorismo y lucha contra los grupos criminales de narcotráfico en Uzbekistán y Tayikistán. Mientras, entre 2003 y 2010 han aumentado los “juegos de guerra” y ejercicios militares conjuntos, principalmente entre Rusia y China –fortaleciendo la cooperación entre ambos– y, desde 2005, se ha incrementado la transferencia de información y datos de inteligencia entre los estados de la región.
¿El nuevo centro de gravedad económico?
En lo referente a la cooperación económica, es destacable que los acuerdos de preferencia comercial ya se encontraban establecidos en la Comunidad Económica Euroasiática –marco en el que estaban presentes todos los miembros de la OSC excepto China. Así, la ampliación supuso, sobre todo, un refuerzo a dicha cooperación y un nuevo impulso a la misma, incrementándose los flujos comerciales entre los países de la región (p.ej.: en 2004 se firman más de 100 acciones en ese sentido).
En la misma línea, la llegada de China supone el establecimiento de un objetivo a largo plazo de mucha relevancia: la construcción de un Área de Libre Comercio.
Por otro lado, uno de los elementos clave de la colaboración económica en la OCS es el impulso de una cooperación energética, sobre todo defendida por Rusia y focalizada en los ámbitos del gas y el petróleo. En este sentido, se impulsan proyectos energéticos en común, el uso coordinado de los recursos hídricos y la exploración conjunta de nuevas reservas de hidrocarburos. Sin embargo, es ahí donde se encuentra el principal obstáculo a la colaboración regional: los países de Asia Central muestran cierta reticencia a una unificación excesiva en el campo energético y en la gestión conjunta de los recursos hídricos ya que, por un lado, sus economías son muy dependientes de la extracción y venta de hidrocarburos –y por tanto, no quieren perder control sobre los mismos–, y por otro lado, el agua es un recurso extremadamente crítico en la región, por lo que las acciones unilaterales en cuanto a la extracción suelen prevalecer sobre la colaboración. A pesar de ello, el ánimo cooperativo sigue imperando y, desde 2007, la OSC inició más de veinte proyectos en el ámbito del transporte, la energía y las telecomunicaciones.
Al mismo tiempo, Irán, en tanto que miembro observador, propone en 2007 el diseño de un nuevo sistema bancario regional separado de los sistemas bancarios internacionales. En los años siguientes, Rusia también hace declaraciones de carácter integracionista: en 2008, apunta que, ante la recesión económica, la OSC debe priorizar el control sobre los flujos de capitales, incrementar la seguridad energética y asegurar la seguridad alimentaria; mientras que, en 2009, declara que la misma existencia de la organización, en tanto que marco de cooperación regional, demuestra un nuevo centro de gravedad geoeconómico que servirá para cambiar la estructura financiera global.
Pasos hacia una mayor integración
La cooperación y la evolución de la integración también se dan, aunque más residualmente, en los ámbitos de la ayuda al desarrollo social y la interconexión cultural. En este sentido, la OCS tiene la voluntad de ampliar su espacio regional, incluyendo en sus reuniones a miembros observadores (Mongolia, Afganistán e Irán) y a estados con los que se establece diálogo (Bielorrusia, Turquía y Sri Lanka). De hecho, la organización ya ha conseguido este objetivo, pues tanto India como Pakistán han ingresado oficialmente en la misma, pasando de ser estados observadores a miembros de pleno derecho.
Así pues, la integración regional parece seguir un curso cada vez más cooperativo, y sus perspectivas de evolución van en esa misma dirección. Si bien el impacto que ha tenido la crisis económica –en términos de reducción del flujo comercial– y la divergencia sobre el estrechamiento o no de la integración energética –sobre todo en Asia Central– son factores que podrían frenar esa evolución, por el momento no se ha hecho visible ni parece probable que vaya a suceder en tanto que un mayor fortalecimiento de la OCS significa, automáticamente, un incremento de su capacidad de ejercer como contrapoder de la OTAN y EE.UU.
¿Un gigante que cambiará el panorama global?
En definitiva, la valoración final que puede hacerse de la OCS, en tanto que proyecto de integración regional, puede resumirse en tres puntos clave:
- El proyecto representa un nuevo poder en el panorama geoestratégico global que, en la medida que evolucione favorablemente, representará cada vez más un elemento contestatario del poder occidental encarnado por la OTAN y EE.UU.
- El proyecto puede cambiar las dinámicas económicas mundiales en la medida que se incremente el flujo comercial de la región con la creación de un Área de Libre Comercio, y en la medida que se incremente la integración en materia de gestión de los recursos energéticos regionales.
- Teniendo en cuenta que China y Rusia son las bases de la organización, sus recientes posicionamientos conjuntos en temas de especial relevancia en el panorama internacional y la firma del pacto energético entre ambos serían una señal de las relaciones amistosas que favorecen la evolución de la OCS.
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