Hillary Clinton ha sido recientemente proclamada como la primera mujer candidata a la presidencia de uno de los mayores partidos políticos en la historia de los Estados Unidos. Un hito histórico que ha sido descrito en muchos medios como un logro feminista y un avance en los derechos de las mujeres tanto en Estados Unidos como en todo el mundo. Muchas celebrities americanas, como Jamie Lee Curtis o Katy Perry, han mostrado su apoyo a Hillary, y dicen hacerlo por motivos feministas.
¿Pero es realmente la candidatura de Hillary algo positivo para el feminismo? Si lo único a tener en cuenta fuese que una mujer pueda llegar tan alto en el ámbito político como un hombre, o el género de los candidatos, entonces sí, podríamos hablar de una victoria feminista. No obstante, ese no es el único factor a tener en cuenta. La identidad de los candidatos no siempre implica una mejora en la situación de aquellos que comparten dicha identidad, como bien ha quedado claro durante el mandato de Obama y la situación de la comunidad afroamericana en Estados Unidos.
Hillary es una mujer con una marca feminista que incluye muchas políticas problemáticas y un privilegio innegable. Se autodeclara alguien a quien le importan las mujeres, pero con su agenda muestra poco interés en aquellas mujeres fuera de su esfera social, aquellas mujeres en los rangos más bajos de la sociedad, mujeres de color, inmigrantes, madres solteras bajo el umbral de la pobreza, o las mujeres de países de interés estratégico para Estados Unidos. Esas no parecen importar tanto.
Estados Unidos: más seguridad y poca política social
En el ámbito doméstico, Hillary aboga por seguir incrementando el sistema de seguridad, mayor opresión, que afectará a muchas mujeres de Estados Unidos. Sí que es cierto que ha mostrado apoyo público a instituciones tan controvertidas como Planned Parenthood (planificación familiar), y se ha mostrado a favor del aborto. No obstante, no ha apoyado la subida del salario mínimo, que afecta principalmente a mujeres. Uno de los puntos más importantes de la campaña de Bernie Sanders, hasta hace poco oponente de Hillary a la candidatura del partido demócrata, fue la subida del salario mínimo de 7.25 a 15 dólares por hora a nivel nacional. Clinton, quien inicialmente pareció estar a favor de la medida, clarificó posteriormente su apoyo a aumentar el salario mínimo en 12 dólares/hora, pero a su vez animó a los Estados a que lo suban. Los cambios en el salario mínimo afectan sobre todo a las mujeres, y, entre ellas, a las mujeres de color, que son mayoría entre los trabajadores que cobran el salario mínimo en Estados Unidos.
Pero la poca preocupación por los derechos laborales por parte de Hillary, especialmente por aquellos que más afectan a las mujeres, no es algo nuevo. La candidata fue miembro de la Junta Directiva de Walmart, una de las mayores cadenas de supermercados estadounidenses y mayor empleador privado de Estados Unidos, desde 1986 hasta 1992. Incluso cuando Walmart se enfrentó a sindicatos de trabajadores que querían representar a los trabajadores de supermercados (la mayoría de los cuales son mujeres), Hillary se mantuvo fiel a Walmart, tumbando así una posible mejora en las condiciones laborales de sus empleados.
Clinton ha mostrado también interés en incrementar la seguridad en el país y en noviembre de 2015 declaró su apoyo a reforzar la seguridad en la frontera con México y a la construcción de una barrera entre ambos países para frenar la inmigración. En marzo de 2016, cambió su posición respecto a este tema, declarando que la frontera era suficientemente segura y que había que centrarse en otros temas como la inmigración. Ese cambio de postura de Hillary puede deberse al apoyo de Donald Trump, candidato del partido republicano, a la construcción de un muro en la frontera, y las críticas negativas recibidas por su opinión.
Política exterior: apoyo a intervenciones problemáticas
En su agenda internacional, la disparidad entre sus proclamas feministas y sus acciones es más evidente. Hillary, como antigua Secretaria de Estado, ha estado muy involucrada en la mayoría de intervenciones estadounidenses en el exterior. Fue una de las más ardientes defensoras de la guerra en Iraq en el 2003, que acabó con la vida de más de 100.000 civiles y más de dos millones de desplazados, muchos de ellos mujeres. La guerra ha dejado al país en ruinas.
Su apoyo a la guerra de Iraq en el 2003 no mejoró la situación de las mujeres en el país, muchas de las cuales fueron asesinadas, o mutiladas, incluso violadas o atacadas por miembros del Ejército estadounidense durante la guerra. En su momento, Hillary dijo que había tomado la mejor decisión posible en base a la información que tenía en ese momento. No obstante, se negó a leer un informe de la inteligencia nacional de 92 páginas que detalla las objeciones del Departamento de Estado y el de Energía sobre la existencia de armas de destrucción masiva en Iraq.
En el 2009, Hillary apoyó el golpe de Estado en Honduras como Secretaria de Estado de la presidencia de Obama, según sus palabras, “para restaurar el orden en Honduras, y asegurar unas elecciones libres y justas lo antes posible” y así “dar al pueblo hondureño la posibilidad de decidir sobre su propio futuro”. El hecho de que los hondureños y hondureñas ya hubiesen elegido a su presidente en unas elecciones anteriores no pareció importar. Tras el golpe, Honduras se convirtió en un territorio donde los abusos y violaciones de derechos humanos, principalmente por las fuerzas de seguridad del Estado, son el pan de cada día. Entre 2008 y 2011, los homicidios en Honduras se incrementaron en un 50%, y los feminicidios se dispararon.
Asimismo, la cadidata del Partido Demócrata ha mostrado siempre su total apoyo a Israel y sus continuas políticas de colonización, apartheid y traslado forzoso del pueblo palestino. Este apoyo estadounidense a la ocupación militar israelí resulta en la opresión sistemática de millones de mujeres palestinas. Clinton apoyó la última ofensiva contra la Franja de Gaza, diciendo que Israel “hizo lo que tenía que hacer”. Esta ofensiva acabó con las vidas de 2.250 palestinos, entre los que había 299 mujeres.
‘Business as usual’
La agenda de Hillary no trae nada nuevo al panorama político norteamericano, no tiene nada de innovador. Parece ser, además, que el público americano es consciente de ello. Al contrario que Obama, que contaba con el apoyo mayoritario de la comunidad afroamericana y de color; el apoyo de las mujeres americanas a Hillary no está tan claro. Un 49% de ellas tienen una opinión desfavorable de Clinton, mujeres de todo el espectro político cuyo punto en común es que no les gusta Hillary.
Esto ha abierto un debate sobre qué significa ser feminista en el siglo XXI. Muchas de las mujeres que votan a Hillary son aquellas que vivieron la segunda ola del feminismo e influenciadas por la corriente del feminismo liberal, muy centrada en la inclusión y representación de mujeres en distintas esferas. Pero Hillary falla con las nuevas generaciones, más centradas en la justicia social, derechos e igualdad. El nuevo feminismo es más interseccional, y la agenda de Clinton no convence a las mujeres menores de 30 que mostraron su apoyo a Sanders en las primarias del Partido Demócrata. No obstante, los últimos sondeos muestran que la mayoría de mujeres sí que van a votar a Clinton. Aunque es cierto que, el tener como oponente a Donald Trump, facilita la imagen de Hillary como símbolo feminista y el voto de las mujeres. Pero el problema sigue ahí. Muchas mujeres no se ven reflejadas en Clinton. Su figura llega a cierta clase de mujeres, pero deja fuera a muchas otras a quienes les preocupan temas como la pobreza, el salario mínimo, las mujeres de color o las inmigrantes.
Que Hillary sea candidata a la presidencia es un logro, pero al final la clave no son tanto los obstáculos a los que se enfrenta una al intentar llegar a lo más alto, sino las decisiones que toma en ese proceso. Hillary Clinton, la primera mujer candidata por uno de los dos principales partidos de Estados Unidos, sigue siendo un cambio sin cambio. Alguien que se puede convertir en la primera mujer presidenta de Estados Unidos, y al mismo tiempo representar la misma política americana de siempre, el ‘business as usual’. La elección de Clinton no empeorará la situación actual, y es posible que mejore ciertos aspectos para las mujeres – al menos para algunas -, pero también puede resultar en un lavado de cara y falta de atención a las políticas que empeoran la vida de las mujeres, tanto en Estados Unidos como el resto del mundo.
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