Una victoria ajustada en unas elecciones presidenciales siempre es controvertida en un sistema de democracia universal. Pero cuando la sociedad que va a las elecciones se encuentra en posiciones tan polarizadas en lo político, social y económico, la tensión electoral presenta un panorama aún más difícil. Este es el caso de las últimas elecciones presidenciales de la Venezuela post-Chávez.
Las primeras elecciones de la etapa post-Chávez
En las elecciones presidenciales del 7 de octubre del 2012, Hugo Chávez fue electo para su tercer mandato presidencial con más de 10 puntos de diferencia sobre su contrincante, el líder opositor Henrqiue Capriles.
Pero el cáncer que padecía Chávez le arrebataría esta victoria, dejando al país en vilo hasta convocar nuevas elecciones presidenciales para el 14 de abril de 2013. Esto inyectó nuevas esperanzas en la oposición de obtener una posible victoria electoral frente a un candidato que, al contrario de Chávez, no contaría con el tiempo ni el carisma de su predecesor para vencer.
Sin embargo, el pasado 14 de abril, el candidato designado por Hugo Chávez para el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), Nicolás Maduro, resultó electo presidente de Venezuela por una diferencia de casi 270.000 votos sobre el candidato de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), Henrique Capriles.
La ajustada diferencia y la marcada polarización que existe en el país han constituido el caldo de cultivo para generar un clima de inestabilidad social y política que, en los últimos días, ha paralizado el país, generando preocupación en la comunidad internacional sobre lo que suceda en Venezuela.
Con un panorama económico complicado y frente a la situación de incertidumbre vivida tras la muerte de Chávez, ¿qué cabe esperar en cuanto a la gobernabilidad y el futuro del país con las mayores reservas petroleras del mundo?
El delicado equilibrio electoral o una demostración de fuerzas
Luego de la emisión del resultado electoral por parte del Consejo Nacional Electoral (CNE), el candidato nombrado ganador, Nicolás Maduro, declaró en rueda de prensa que el candidato de la oposición le contactó para proponerle un pacto -no especificó cuál- y que, ante la negativa de Maduro, le manifestó su intención de solicitar una auditoría de los votos para impugnar el resultado de las elecciones. Por su parte, Capriles declaró no haber propuesto ningún pacto, pero que sí formalizaría la solicitud de auditar los votos ante el CNE, al que presentaría un expediente con más de 3.200 irregularidades detectadas durante el proceso electoral.
Desde entonces, el país se vio paralizado por las convocatorias a cacerolazos; manifestaciones en contra y a favor del gobierno; y acusaciones mutuas de fraude, ilegitimidad, e instigación a la rebelión, con disturbios que han dejado un saldo de 8 muertos, más de 100 detenidos y severos daños a edificios públicos.
Mientras Capriles y la MUD, respaldados por los más de 7 millones de votos obtenidos, se dedicaban a alzar su voz para reclamar ante el CNE una auditoría de los votos, que esclareciera las elecciones y reconociera su victoria sobre el presidente Nicolás Maduro -considerado por la oposición como ilegítimo-; este último se avocaba a rechazar la auditoría aclarando que de igual forma se ceñiría a la decisión que tomara el CNE.
Unos días después, el órgano electoral aceptó la auditoría de votos. Esto permitió que Maduro pudiese acudir a la toma oficial del mandato ante la Asamblea Nacional e incluso obtener un espaldarazo de parte de los gobiernos miembros de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), quienes reconocieron unánimemente su victoria; y calmó la frustración de la oposición -y por ende las tensiones en el país-, ante un proceso que considera viciado.
Una amarga victoria
El factor común que podemos encontrar en el resultado electoral es que ambos lados han experimentado una sensación de victoria amarga.
El chavismo no tiene la menor duda de que Nicolás Maduro es el presidente legítimo del país por los próximos 6 años, a pesar de las denuncias o evidencias que la oposición presente, sean falsas o verdaderas. Pero les ha quedado una sensación de amargura debido a la pérdida de los 10 puntos porcentuales que un Chávez enfermo y casi ausente logró sacarle a Capriles hace sólo 6 meses atrás. Esto puede deberse a 3 factores clave que el chavismo ha dado muestras de querer resolver pronto:
- Ausencia del líder carismático -”Chávez es el pueblo”- que convenza al electorado de seguir su proyecto político. Muchos de los votos del chavismo provenían más del carisma del ex-presidente que de las ideas revolucionarias.
- Inestabilidad económica debido a la profundización de un aparato productivo rentista petrolero y dependiente de la importación, que junto a un ineficiente control cambiario, la burocracia y corrupción -reconocidas por el gobierno-, disminuyen el poder adquisitivo de la población y han forzado dos devaluaciones recientes de la moneda.
- Inseguridad ciudadana: que ha aumentado durante los últimos años -cifras oficiales del gobierno sitúan la tasa de homicidios en 48 homicidios por cada 100 mil habitantes- y que ha mellado la calidad de vida de la población, manteniendo a un grupo de electores indecisos a la hora de dar su voto al chavismo.
La autocrítica chavista sabe que estos puntos débiles son un riesgo para su plan y una ventaja para la oposición. Ahora, su tarea se focalizará en disminuir el impacto de estos factores con miras a las próximas elecciones para alcaldes y para la misma supervivencia de su proyecto.
En la oposición la situación es similar: si bien el CNE declaró a Maduro presidente electo, Capriles y la MUD siguen insistiendo en su ilegitimidad hasta que no se esclarezca el recuento de votos y se estudien los cuadernos de votación. Pero más allá de este escenario, el resultado obtenido en estas elecciones por el candidato opositor es una victoria en sí misma, ya que por primera vez la oposición logra estrechar en 1 punto porcentual el margen de diferencia con el chavismo. Analizando los votos por partido, la MUD sacó más votos para Capriles que el PSUV para Maduro, quien obtuvo los demás votos a través de la coalición del Gran Polo Patriótico -partidos que apoyan al chavismo-.
Esta situación, junto con los 65 diputados -de un total de 165- que tiene la oposición en la Asamblea Nacional, la coloca en el mejor escenario que ha obtenido desde 1998, como una fuerza política importante a la cual tener en cuenta que, además, cuenta con una figura joven como líder, Capriles, que ha logrado concentrar gran simpatía del electorado.
De saber gestionar sus buenos resultados, estos factores pueden llevar a la oposición a recuperar terreno con miras a las próximas elecciones municipales en Venezuela, estipuladas para el 14 de julio de 2013, donde pueden dar un duro golpe a un chavismo que aún debe organizar a los candidatos que se presentarán y que ya no cuenta con la guía de Chávez.
Por otra parte, la lucha de la oposición con el CNE por una auditoría de las elecciones o incluso la petición de celebrar unas nuevas amenaza con extenderse, abriéndole otro frente de acción que puede llegar a consumir su energía política al no permitirle organizarse adecuadamente para las elecciones municipales. Resultando en un posible desgaste del electorado ante sus planteamientos.
Ante esta situación, algunos de los escenarios que se podrían desarrollar en Venezuela serían:
- La radicalización de las tendencias de los sectores ultraortodoxos de ambos bandos -como ya se ha venido vislumbrando estos últimos días- que ahondaría más la polarización y la ingobernabilidad social ante una coyuntura económica difícil, pudiendo llevar a una tensión similar a la padecida en el 2002-2003 -con el intento de golpe de estado contra Chávez y la huelga nacional más larga de la historia venezolana-.
- El fortalecimiento de la oposición en las próximas elecciones municipales que puede llevar a un equilibrio de fuerzas, logrando un repliegue del chavismo sobre sí mismo para fortalecer su base electoral dura; y a un escenario de cierto reconocimiento político de la oposición a fin de garantizar la gobernabilidad del país para superar el escollo económico.
- El desgaste del electorado indeciso o ninis –ni gobierno, ni oposición-, generado por la pugna constante entre las dos corrientes mayoritarias, que lo llevaría a abstenerse en las elecciones municipales y podría inclinar la balanza a favor del chavismo (quien cuenta con una base dura de electores, mayor que la de la oposición). Esto daría al traste con las esperanzas opositoras y daría tiempo al chavismo para reestructurar todo su proceso, ahora sin Chávez.
La desaparición de Hugo Chávez del panorama político venezolano ha dejado abierta una suerte de caja de pandora para la oposición y el oficialismo. Si bien ambos pueden llegar a obtener beneficios de esta situación, todo depende de cómo manejan lo ganado en el futuro inmediato.
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