“Somos un único pueblo, tenemos una única bandera y compartimos una única identidad nacional; ¿por qué no tener un único partido?”. Más de tres décadas después, las declaraciones del presidente de la República de Zimbabue, Robert Mugabe, están más vigentes que nunca. El octogenario líder de la Unión Nacional Africana de Zimbabue-Frente Patriótico (ZANU-PF) ha anunciado su deseo de disolver el gobierno de coalición para iniciar, de nuevo, una carrera en solitario.
Tres años de matrimonio de conveniencia con el Movimiento para el Cambio Democrático (MDC) le han bastado para calificarlo de ilegítimo y pedir el divorcio electoral. La comunidad internacional, que apostaba por la joven pareja, teme que el dictador africano retome sus antiguas costumbres y se echa las manos a la cabeza. Pero Mugabe va con ventaja.
De guerrillero progresista a “déspota desquiciado”
Desde que la actual República de Zimbabue alcanzase su independencia en 1980, Mugabe se ha mantenido al frente del gobierno. Y nada parece indicar que vaya a abandonarlo. A lo largo de los años, el que empezó su carrera como un joven guerrillero, se ha convertido, según sus opositores, en un “déspota desquiciado“. Al pionero progresista que prestó juramento como primer ministro en un sistema parlamentario multipartidista y que, a diferencia de otras ex colonias africanas, incluyó a dos cargos de origen británico en su cartera ministerial, se le ha subido el poder a la cabeza.
El que fuese admirado en todo el continente por la tolerancia de su discurso es ahora un “dinosaurio político”. Nada queda del líder socialista que apostaba por la conciliación política y la gratuidad total del sistema educativo y sanitario. Su obsesión por acaparar el poder y permanecer en la cresta de la ola le han llevado a convertirse en un excéntrico dictador absolutamente intolerante con las críticas: Zimbabue se encuentra a la cola en lo que respecta a la libertad de prensa, e insultar al presidente puede está penado hasta con un año de cárcel. A sus ochenta y ocho años, Robert Mugabe sigue en plena forma y está dispuesto a demostrarlo en las próximas elecciones. “Estoy rebosante de salud. He muerto y he resucitado…y no sé cuántas veces moriré y resucitaré” bromeaba después de que WikiLeaks haya filtrado un cable sobre su presunto cáncer de próstata. Mientras, el mandatario continúa acaparando las portadas de la prensa internacional, donde sus llamativos atuendos causan sensación de cara a la próxima carrera electoral otoño-invierno 2013.
Zimbabue: un diamante en bruto
Tras décadas haciendo y deshaciendo a su antojo la constitución para perpetuarse en el poder, las huellas de su política cortoplacista, cuando no abiertamente dañina, son dramáticamente visibles en Zimbabue, que se encuentra actualmente sumido en una aguda crisis política, económica y social.
A principios de los 80, la ex Rodesia del Sur reunía todas las condiciones para convertirse en una próspera nación. Centro de todas las miradas dirigidas hacia el continente africano, el cuento se convirtió en una pesadilla tras el fin de la Guerra Fría; con la influencia del antiguo hegemón soviético fuera de la órbita zimbabuesa, el país se enfrentó al encarecimiento de las condiciones de vida. Mugabe (se) apretó el cinturón con un estricto plan de ajuste liberal: favoreció las importaciones, estimuló la inversión extranjera, redujo el gasto público, suprimió la sanidad y la educación gratuitas, elaboró presupuestos de austeridad y privatizó, privatizó, privatizó / e impulso importantes privatizaciones.
El aumento del paro, de la inflación, la corrupción y la hipertrofia de su aparato administrativo como consecuencia de las reformas provocaron que huelgas y altercados violentos se extendiesen por todo el territorio, endureciendo aún más las drásticas medidas del régimen. El colofón final se produjo en 2002 con la puesta en marcha de la reforma agraria acelerada y la enmienda a la Ley de Ciudadanía, a través de las cuales se decretó la confiscación de las explotaciones de tierra de la minoría blanca y la suspensión de los derechos naturales de los ciudadanos con doble nacionalidad: más de trescientos mil granjeros fueron expropiados y cerca de un millón de ex zimbabueses carecen ahora de ciudadanía y Estado .
Sanciones internacionales vs. Rencores personales
Desde que restringiese la libertad de los medios de comunicación con el fin de censurar las críticas al gobierno de cara a los comicios de 2002, e invitase a abandonar el país a los observadores electorales europeos, el régimen de Mugabe ha sido condenado al aislamiento internacional. Primero, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional suspendieron las cuantiosas ayudas destinadas a mitigar la crisis humanitaria que asfixiaba el país. Posteriormente, la UE congeló sus bienes y los de su Gobierno depositados en Europa, le tachó de persona non grata y le ha prohibido el ingreso en territorio comunitario. EEUU le ha otorgado uno de los primeros puestos en el ránking de los peores tiranos disputándose el primer puesto con Fidel Castro o Aleksandr Lukashenko, el último dictador de Europa, y la Commonwealth hace oídos sordos a los rumores que hablan sobre una posible re-admisión de la República zimbabuesa, que abandonó la organización en 2003 después de que esta suspendiese su membresía. Por si fuera poco, el primer ministro de Reino Unido y el secretario general de las Naciones Unidas intentan presionarle para que respete los derechos humanos y, en especial, del colectivo minoritario LGBT.
Nada de esto parece intimidar al líder africano, quien hace días contestaba a Cameron con un rotundo “¡Puede usted irse al infierno!”. Mugabe, que se opone a la despenalización de la homosexualidad, parece haber emprendido una cruzada personal contra esta minoría. Católico devoto, mantiene en cambio una excelente relación con la Santa Sede, quien le invitó a asistir, entre otros jefes de Estado y de Gobierno, a los funerales de Juan Pablo II en 2005 y a su posterior beatificación en 2011.
Sprint electoral: preparados, listos, ¡ya!
Actualmente, el octogenario líder mantiene un arriesgado equilibrio entre el populismo y la insolencia, racionando una de cal y otra de arena para asegurarse la victoria en las próximas elecciones previstas en 2013. Por un lado, ofrece fiestas espectaculares que entretienen a los ciudadanos con conciertos, torneos de fútbol y certámenes de belleza. Se calcula que el coste de la última, celebrada el pasado mes de febrero con motivo de su 88 cumpleaños, ascendió a medio millón de dólares. Por otro, expulsa a 29 ONGs “incómodas” por tener, según él, “agendas que impulsan el cambio de régimen” Las que han se quedado se enfrentan, según un informe de Global Witness, al establecimiento de campamentos del ejército y milicias por todo el territorio. El informe denuncia, además, el desvío de ingentes cantidades de dinero provenientes de las minas de diamantes hacia paraísos fiscales. Los opositores del ZANU-PF denuncian que su líder se sirve de la violencia y la corrupción para manipular el resultado de las elecciones presidenciales.
Antes incluso de conocer el desenlace, la polémica sobre los comicios gira en torno a la fecha de celebración. Mientras el presidente zimbabués quiere convocarlos cuanto antes de manera “definitiva”, el Gobierno de Sudáfrica ha recordado la necesidad de aguardar a la aprobación de la nueva Constitución, todavía en proceso de redacción. Nombrada por la Comunidad para el Desarrollo del África Meridional (SADC) en 2008, Sudáfrica es la encargada de supervisar el cumplimiento de los términos del Acuerdo Político Global firmado por las principales fuerzas políticas de Zimbabue para poner fin a la crisis económica y la violencia desatada tras los anteriores comicios. Pero Mugabe, ante el temor de que la nueva Carta Magna le impida presentarse (de nuevo) como candidato apuesta por correr un último sprint electoral y ha dado el pistoletazo de salida de manera unilateral. A lo largo de los próximos meses, veremos si consigue ganar la carrera.
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