En 2003, el Presupuesto Participativo (PP) fue declarado en el documento anual sobre Desarrollo Humano publicado por Naciones Unidas como una experiencia modelo de política pública. Hoy, en Porto Alegre, los ciudadanos conocen las cuestiones públicas y deciden sobre ellas, transformándose, ellos mismos, en los protagonistas de su propio futuro. En este segundo artículo analizaremos los resultados que ha tenido el PP en esta ciudad brasileña y hasta qué punto supone una alternativa al modelo de Estado mínimo.
El PP como proyecto político-social: gobierno y participación
La historia del PP es una historia de aprendizaje mutua. Los principios de la política que constituyen el tejido social en este sistema participativo se fueron concretando con el paso del tiempo y se tradujeron en valores sociales, códigos de comportamiento y en una nueva cultura política local. Estos principios podrían resumirse en:
– El reconocimiento al derecho de las personas a participar en la gestión pública municipal, sin distinción de cualquier naturaleza, y el reconocimiento del deber del municipio de ofrecer las condiciones necesarias a la promoción de la calidad de vida de forma universal.
– La transparencia de las acciones del Estado que orienta esta forma alternativa de administración del dinero público. Todo el presupuesto ha estado abierto a discusiones en el PP: la población ha debatido no sólo la parte referente a obras y servicios, sino también la de creación de cargos públicos o contrataciones.
– La claridad en las inversiones públicas y la posibilidad de control social del municipio estimula una conciencia ciudadana y ha generado otros espacios de participación en el ciclo del PP, como son los forums. La rendición de cuentas en las diferentes etapas del y el seguimiento por parte de las comunidades en la realización de obras y servicios a través de comisiones, contribuyen a este control público sobre las acciones de la administración municipal.
– El derecho a la información es fundamental en el proceso de democracia participativa del PP, pues todo ciudadano puede y debe tener acceso a la información pública.
Los resultados del PP
En la democracia participativa interesa sentir y vivir el ambiente favorable al autodesarrollo que una sociedad comprometida puede experimentar, con sus diferencias, sus necesidades, sus cambios, su multiplicidad cultural y sus formas de inclusión. En 2004, un 83 % de los ciudadanos de Porto Alegre tenían buena imagen de su ciudad y de su barrio y un 79 % eran optimistas en relación al futuro.
El Ayuntamiento había dedicado un porcentaje que varía entre el 15 y el 25 % de los ingresos en inversiones. El Presupuesto ha dado prioridad a las obras de saneamiento básicas, permitiendo un aprovisionamiento de agua potable al 98 % de las familias. Con respecto al sistema de alcantarillado, el incremento ha sido aún mayor, así como la pavimentación de las calles de los suburbios. De la misma manera, el alumbrado público y la urbanización de zonas, el transporte público, la educación, la salud y el alojamiento, son otras cuestiones que se consideran prioritarias y donde se sitúan las principales mejorías.
El PP, además de ser un modelo de gestión, es un proyecto político de gobierno que ha avanzado mucho en la dirección de ampliar el espacio de diálogo entre el Estado y la sociedad. Es un sistema inacabado, que tiene como característica la autoreglamentación y la flexibilidad en sus fronteras. El proceso del PP potencia las redes comunicativas ya existentes en la sociedad e incluso crea más oportunidades de multiplicación de las mismas. Puesto que va dirigido a la construcción del interés general en el ámbito municipal, obligando a cada entidad a poner en relación sus reivindicaciones con la de los otros, los individuos ven sopesadas sus demandas particulares en la balanza de suma global.
El PP ha demostrado que la administración transparente y democrática de los recursos es la única manera de evitar la corrupción y el despilfarro de los fondos públicos. El PP ha manifestado también que la intención de contar con mecanismos eficaces de participación y el compromiso del Gobierno de hacer aquello que ha decidido la población, es esencial para romper las cadenas y las barreras burocráticas que separan a la sociedad del Estado, y para formar una ciudadanía activa y movilizada.
Porto Alegre está en vías de inventar una nueva figura de la división de poderes. Con su PP, ha creado un cuarto poder, el de los ciudadanos que asumen directamente la toma de decisiones. Esta democracia participativa ha modificado el funcionamiento del sistema político: la sociedad civil ha conservado su independencia y puede continuar desempeñando el papel de contrapoder; la comunicación entre los representantes o los funcionarios y el resto de ciudadanos se ha intensificado.
Hay que subrayar, no obstante, que la experiencia de Porto Alegre tiene lugar en un contexto muy específico. El PP choca con una serie de dificultades que aún no se han resuelto, como son la participación limitada cuantitativamente a una fracción movilizada de la población, los riesgos de institucionalización o el problema de la escala que debe afrontar la democracia asamblearia (la deliberación pierde en calidad mientras se incrementa el número de participantes en las asambleas).
¿Una experiencia extrapolable?
A partir del éxito ocurrido en Porto Alegre, fueron surgiendo otros casos de PP en el mundo. Otras ciudades en América Latina y, más adelante, en Europa, han adoptado el PP como forma de participación ciudadana y gestión municipal, adaptando el modelo de Porto Alegre a su propio contexto y tradición democrática. Existe actualmente una gran riqueza y diversidad de modelos y experiencias, con objetivos y procedimientos diversos entre sí.
En la República Argentina: Rosario, San Fernando, el Municipio de Morón, Córdoba Capital, San Carlos de Bariloche, Reconquista y La Plata también adoptaron el uso de esta herramienta de participación directa. Esto derivó en la creación de la Red Argentina de Presupuestos Participativos que agrupa a los municipios que lo utilizan.
En Brasil: Belém do Pará, Cosmópolis, São Bernardo do Campo, Diadema, Santo André, Jaboticaba, Santos, Piracicaba, São José dos Campos, Santa Bárbara d’Oeste, Belo Horizonte, Ipatinga, Betim, Timotéo, João Monlevade, Florianápolis, Blumenau, Joinville, Palmeira, Gravatal, Londria, Vitória, Vila Velha, Rio Branco, Brasiilia, Recife.
Sin cruzar el charco, aquí en España también encontramos algunos ejemplos; Sevilla, Málaga y Córdoba en Andalucía; Santa Cristina de Aro, Figaró-Montmany, Rubí, Castellar del Vallés, Parets, Sabadell, San Baudilio de Llobregat y Villafranca del Panadés en Caaluña y Colonia de San Pedro, en Baleares.
En Europa, cabe citar la experiencia de Bolonia (Italia), en América del Norte la de Ontario (Canadá), Portland, Auburn y el Estado de Minnesota (EE.UU.) y en Asia, la de Yokohama (Japón).
Sin que sea una solución milagrosa, y pese a chocar con dificultades reales, la experiencia brasileña resulta interesante. Es más, no se reduce a una maquinaria institucional, sino que posee un fuerte contenido social que abarca a los actores (que adquieren valor en el proceso participativo) y a la reorientación de las políticas públicas hacia los pobres. La dinámica instaurada no podría comprenderse con la retórica de la ruptura con el capitalismo, discurso defendido por el Partido de los Trabajadores en los ochenta. Con los hechos en la mano, supone más bien una tentativa de regularlo, de compensar los desequilibrios creados por el mercado y de afirmar el peso de la acción política frente a la lógica de beneficio. Otra lógica es posible y necesaria a escala global.
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