18/03/2024 MÉXICO

Los rohingya, un pueblo castigado

Personas pertenecientes a la etnia de los rohingya desplazadas en el Estado de Rakhine, Myanmar [Foto: Foreign and Commonwealth Office vía WikimediaCommons].
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El pueblo rohingya se ha convertido en un símbolo de violaciones de DD.HH. Perseguidos en Myanmar y expulsados en su huida a Bangladesh, las autoridades birmanas utilizan la ley y la fuerza para oprimir a esta comunidad étnico-religiosa.

La situación que se está dando en Myanmar a consecuencia de la persecución a la que la comunidad rohingya está siendo sometida por parte de las autoridades birmanas, denota la existencia de una crisis humanitaria que pone en peligro el bienestar, e incluso la existencia, de una etnia a la que se culpa de tener una religión diferente con el apoyo de las élites budistas.


Los rohingya son vistos como una amenaza para la cultura birmana y su exclusión ha derivado en una pérdida total de sus derechos como ciudadanos. Entre otros, uno de los problemas derivados del hecho de no ser vistos como verdaderos ciudadanos es que son maltratados e incluso asesinados sin que ello tenga ninguna importancia para la gran mayoría del resto de la población birmana.

En el país, la predominancia de una etnia sobre la otra, haciendo hincapié en sus diferencias, ha hecho que se haya entrado en una dinámica de represión constante. Salvando las distancias, esta situación puede recordar a la de los tamiles en Sri Lanka.

Esta injusta realidad, que debe ser conocida por todo el mundo y que está empezando a conocerse a nivel global gracias a diversos medios de comunicaciones y ONG’s, nos muestra el trato que, aún hoy en día, puede recibir un grupo étnico-religioso distinto en un entorno homogeneizador y opresivo. Así, trataremos el caso de los rohingya, personas que están conociendo el infierno en la tierra, desde otra óptica, analizando hechos poco conocidos.

Los rohingya, ¿los únicos que reclaman derechos en Myanmar?

Bandera de la Organización de Independencia de Kachin.

El de los rohingya no es el único problema político de gran importancia en Myanmar en cuanto a conflictos étnicos se refiere. En el Estado de Kachin, con mayoría de la etnia kachin, es uno de los estados que conforman el país que también está luchando para obtener mayores cuotas de autogobierno. No obstante, los pertenecientes a esta etnia gozan de una mejor situación y cambian su objetivo según las circunstancias y los beneficios que puedan sacar en cada momento en su negociación constante con el gobierno central. Por ejemplo, un hecho que denota el cambio interno es que en un primer momento enarbolaron la bandera de la independencia a través de la Organización de Independencia de Kachin, creada en 1961 con su propia rama militar, el Ejército de Independencia de Kachin, pero hoy en día hay diversas corrientes que abogan a favor de un Estado federal.

¿Cuál es la importancia de Bangladesh en el conflicto?

El Río Naf, río que la mayoría de los rohingya usan para cruzar a Bangladesh y que también es una ruta de contrabando, es un territorio en disputa entre Myanmar y Bangladesh, países fronterizos. Así, el Estado bengalí también tiene un papel muy importante en la crisis de los rohingya. Éstos, que logran pasar a Bangladesh a través del mencionado río suelen ser presionados para que vuelvan a su lugar de origen. Tanto es así que, en noviembre del año pasado, el Director del sudeste asiático de Amnistía Internacional, Champa Patel, denunció la forma de actuar de las autoridades bengalíes. En sus propias palabras:


“Los rohingyas están sometidos a la presión de las medias insensibles que aplican tanto las autoridades de Myanmar como las de Bangladesh. Huyen de los castigos colectivos en Myanmar, y las autoridades bangladeshíes los devuelven allí.”

La ley y la fuerza en contra de la población

El Río Naf, curso fluvial por donde huyen los rohingya reclamado por Bangladesh y Myanmar.

La falta efectiva del derecho a la nacionalidad  de los rohingya y la obligación de tener que usar permisos especiales hace que no se les permita salir del Estado de Arkhan, otro de los estados que conforman Myanmar. De ese modo, se les está privando de uno de los derechos más básicos de cualquier ciudadano en su propio país, la libertad de movimiento. Además, los rohingya son una comunidad castigada por la pobreza, cobrando una media de 60 dólares al mes.

La falta de nacionalidad o derecho a la ciudadanía no es el único agravio institucional que sufre esta población, existen otras leyes que hacen que los rohingya sean un grupo que está en el punto de mira de las autoridades birmanas. Por ejemplo, a raíz de una ley aprobada en 2005, los rohingya deben pedir permiso para casarse, de otro manera, hacerlo sin permiso puede acarrear una condena de diez años de cárcel. Esto está dentro de la legislación conocida como “Requerimientos para bengalíes que aplican para el permiso de matrimonio”, disposición legal por la cual los rohingya son reconocidos como bengalíes y no como una etnia birmana. Esta ley no sólo dificulta el hecho de casarse sino también el de divorciarse. Además, volver a casarse después de enviudar, casarse con menores o establecer relaciones “ilícitas” son actos castigados por el código penal.


Por otra parte, los rohingya tienen prohibido tener más de dos hijos, ley hecha con el objetivo de que el crecimiento de esta población, de alrededor de 500.000 personas en Myanmar, esté controlado. La excusa establecida para tal propósito es que hay que garantizar que haya suficiente comida por habitante. Esta ley, al igual que la anterior, se aprobó en 2005 y sigue vigente en la actualidad.

Desgraciadamente, las leyes no son la única manera de maltratar a esta comunidad. El uso de la fuerza aérea, el incendio de casas, los arrestos arbitrarios o las violaciones de mujeres son prácticas que lleva a cabo el Ejército de Myanmar en contra de los rohingya. El incremento de este tipo de actuaciones se enmarca en una nueva ofensiva que los militares están llevando a cabo desde el pasado octubre. Y los que deciden huir de esta situación cruzando el Río Naf para llegar a Bangladesh tienen que enfrentarse a ser víctimas de la trata de personas, ser disparados por los militares de uno u otro lado o acabar ahogados.

Estos ataques planeados por las fuerzas de seguridad del Estado empezaron en junio del año 2012, cuando se inició una campaña efectiva de limpieza étnica contra los rohingya. Ahora, desde que comenzó la nueva ofensiva en octubre de 2016, al menos 65.000 personas han huido a Bangladesh.

Imagen de un poblado rohingya que muestra su desesperada situación, viviendo en pésimas condiciones como consecuencia de las acciones del gobierno birmano y bengalí.

Sin embargo, y por suerte, el pueblo rohingya no ha vivido siempre así. El conflicto entre esta comunidad y el Estado se recrudeció en la época de los ‘80 cuando una ley birmana, aprobada en 1982, privó del derecho de nacionalidad a los rohingya bajo la justificación de que no son considerados birmanos sino inmigrantes bengalíes. Así, llegamos a las cifras de los últimos años en que, en el año 2014, había 1’3 millones de rohingyas viviendo en Myanmar y solo 44.000 tenían el derecho a la ciudadanía birmana.


Esta situación fue criticada por el ahora ex-Secretario de la ONU, Ban Ki-moon, en una visita que hizo a Myanmar en agosto de 2016. En ella pidió el derecho de ciudadanía para los rohingya diciendo que “como la gente de cualquier otro sitio, necesitan y merecen un futuro, esperanza y dignidad. No se trata únicamente de la identidad de la comunidad rohingya.”

Conclusión

Han pasado más de 30 años desde la promulgación de la ley que niega el derecho de ciudadanía a los rohingya. La negación de libre tránsito por territorio birmano es sólo una de las muchas leyes promulgadas en contra de este pueblo empobrecido que se ha convertido en el chivo expiatorio de todos los problemas de los birmanos.

Durante años este problema ha sido acallado, pero las numerosas violaciones de Derechos Humanos que sufren los rohingya hacen que cada vez más la mirada internacional esté puesta en Myanmar. La situación de los rohingya es una de las más graves que existen hoy en día y la falta de interés de las potencias occidentales hace que la ayuda sea casi nula. La ONU debe pasar de las palabras a la acción y contestar de una manera contundente a la permisividad de la líder de Myanmar, Aung San Suu Kyi, a la que parece que se le consiente su papel en esta crisis por haber combatido a favor de la instauración de la democracia en este país del Sudeste Asiático.

Ésta es una explicación sin ánimo de lucro.

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Igor Azkune

Zarautz, España. Soy un estudiante del Grado de Humanidades en la Universidad de Navarra. Me apasiona una buena comida, el cine y cultivar mi mente todo los días.


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