La cotidianeidad del Japón contemporáneo se vio absolutamente sorprendida cuando se conoció públicamente el magnicidio del ex primer ministro Shinzo Abe en plena campaña electoral. La conmoción se adueñó del país, que pierde la mayor figura política en los últimos 30 años de su historia.
La noticia corre como reguero de pólvora por el país más occidentalizado del continente asiático y genera un fuerte cimbronazo. Por primera vez, en décadas un crimen violento se apodera de los informativos, pero lo grave es que el atentado ha sido contra un ex mandatario nipón. Las televisiones de aquellos lares muestran una y otra vez, como un desconocido se acerca por detrás de la figura de Abe, realizando dos disparos con un artefacto raro y luego el político japonés se desvanece.
¿Qué sucedió?
Shinzo Abe, ex primer ministro y líder del partido democrático liberal, se encontró en plena campaña electoral previa a las elecciones que renovaron por la mitad a la Cámara alta de la Dieta como es conocido el Congreso de Japón. Estaba allí pronunciado un discurso proselitista en apoyo de los candidatos de su partido, en plena vía pública de la ciudad de Nara, capital de la prefectura homónima en el oeste de la isla nipona, cuando fue cobardemente atacado.
El hecho es conmovedor desde el punto de vista que se lo muestre. Un supuesto ex integrante de las fuerzas marítimas de autodefensa, con algún grado de discapacidad psicológica, utilizando un arma casera, acciona el gatillo y da muerte a un ex presidente .
Tanto la policía como la justicia japonesa no han brindado aún detalles certeros respecto del motivo por el cual el asesino efectúo dicho acto. Sin embargo, agencias de noticias de aquel país, explican que los motivos estarían relacionados a un presunto rencor por parte del agresor con el político y a la supuesta vinculación de Abe con una secta religiosa a la que habría pertenecido la madre del asesino.
La muerte sorprende a Japón. Este país posee una de las legislaciones mundiales más exigentes en cuánto a portación y tenencia de armas. Además, portarlas ilegalmente es castigado severamente, cuestión que hace que el país tenga uno de los niveles más bajo en el globo terráqueo de crímenes violentos.
¿Quién era y que hizo Shinzo Abe?
Shinzo Abe fue primer ministro de Japón entre los años 2006-2007 y 2012-2020, hasta que renunció por cuestiones de salud, convirtiéndose así en la persona que más tiempo ostento el cargo: 8 años. Sin embargo, su figura con luces y sombras, será recordada por haber sido un político que impulsó profundas reformas en una alicaída economía japonesa junto a una fuerte visión de línea dura ya sea tanto en política interior como en política exterior.
Abe nació en el seno de una familia que había dedicado su vida a la política. A tal punto que su padre y sus abuelos fueron políticos, destacándose su abuelo materno Nobusuke Kishi, quien fuera primer ministro entre 1958 y 1960. Esta cuestión hizo que estudiase Ciencias Políticas en la universidad de Seikei, y luego de un breve lapso en el sector privado, fuese elegido como diputado de cámara baja del distrito electoral en la Prefectura de Yamaguchi en 1993, representando al Partido Liberal Democrático (PLD).
Siempre representando a su partido, ocupó diversos cargos en distintos gobiernos, siendo electo en 2006, y luego en 2012 como primer ministro de su país. Su segundo mandato, que obtuvo prometiendo cambiar radicalmente su país, es el más reconocido internacionalmente, y su paquete de reformas, fue llamado “ abenomics ” .
Entre las reformas, las económicas fueron las que causaron mayor atención. Estas se basaban en la expansión cuantitativa, el estímulo fiscal y las reformas estructurales. Esas medidas generaron crecimiento durante su primer período, pero con el estancamiento de la economía en los subsiguientes años, se puso en duda su eficacia.
Su rígida postura nacionalista y su mirada dura sobre la política de defensa como exterior de Japón, tuvieron algunos efectos en las relaciones internacionales . En una continua revisión del rol de su nación en la Segunda Guerra mundial, Abe promovía una reforma de la constitución nacional nipona para cambiar su tinte pacifista y permitir no ya unas “fuerzas de autodefensa” sino la creación de un ejército. Esta cuestión no tuvo luz verde, pero pese a las profundas críticas de sus opositores como el resquemor de la población, logró reinterpretar un artículo de la constitución tras aprobar una ley, en la que se reconocía el derecho colectivo a la defensa propia, permitiendo a Japón desplegar tropas en el exterior tanto para su protección como la de sus aliados que estuviesen en peligro o bajo ataque.
Esa revisión nacionalista destaca rispideces en su relación con China y Rusia. En un intento de generar una fuerte postura frente a países con los que históricamente Japón se ha disputado el liderazgo de la región, intentó remarcar el rol geopolítico de su nación y la necesidad de promover una estrategia de seguridad ante las hipótesis de conflicto siempre latentes en el Indo-Pacífico. A su vez, sus buenas relaciones con Obama y Trump, le permitieron siempre gozar del apoyo del gobierno de los Estados Unidos, para quien Japón resulta un socio imprescindible para sus planes en la región asiática.
No obstante, el agotamiento del paquete de reformas, las promesas electorales incumplidas en torno a la igualdad y empoderamiento de la mujer en la fuerza laboral, las críticas al manejo de las políticas públicas de combate al COVID-19 y las consecuencias sociales como económicas derivadas de la pandemia, agotaron el modelo “ abenomics ”. Por lo que, alegando problemas personales incluidos aquellos relacionados con su salud, llevaron a que Abe presente su dimisión el 28 de agosto de 2020.
La historia, siempre vuelve
Un conocido axioma reza: “los pueblos que olvidan su historia, corren el riesgo de repetirla”. El caso de Japón no se trata de una amnesia respecto al curso de los hechos acaecidos en el pasado, sino que la toma de ciertas decisiones convertidas en políticas públicas, permitió desterrar la palabra violencia en ciertos campos de la sociedad, especialmente en el campo de la política.
Aunque esta cuestión no ha sido de esta manera a lo largo de la historia. La violencia política y los ataques a figuras preponderantes, fueron una estrategia para resolver ciertas disputas. En tal sentido, se puede recordar que el abuelo de Abe, Nobusuke Kishi, en 1960 fue objeto de un atentado por parte de un activista de extrema derecha que le propinó varias puñaladas en el muslo.
Posteriormente, entre 1975 y 1995, dos primeros ministros y un vice primer ministro fueron blancos de ataques, pero lograron sobrevivir a los mismos. Además, durante los años de la transición del Japón feudal al moderno entre los años 1868 a 1912, y el Japón de la década de 1930, estuvo signado por la violencia política, en donde el terrorismo como forma de subversión y se instauraron épocas de turbulencia signadas por crímenes políticos.
El inicio de la guerra mundial en la que Japón intervino dentro del Eje, su posterior derrota y ocupación por los Estados Unidos junto al segundo resurgimiento de un país pacífico que creció exponencialmente económicamente sin conflictos, -bajo estándares occidentales-, permitieron olvidar la imagen caótica de violencia que ahora es visible para la opinión pública internacional.
¿Cómo se explica internacionalmente la muerte del ex primer ministro Abe?
El mundo también tuvo que asimilar la muerte de Shinzo Abe, y más aún, cuando un asesinato de estas características sucede en un país que no está acostumbrado actualmente a crímenes políticos o violentos.
Esta cuestión hizo que políticos y mandatarios de diversas partes del mundo, extendieran sus condolencias y brindarán sus expresiones respecto al magnicidio del ex primer ministro japonés, destacándose la figura de presidentes como Joe Biden, Donald Trump y Barack Obama, el presidente de la Unión Europea , la alemana Úrsula Von der Leyen o el premier ruso Vladimir Putin.
Japón deberá sortear el impacto de la pérdida de una de sus grandes figuras políticas, con el temor de que esto pueda traer cambios en su futuro. El mundo, mientras tanto suma un capítulo más a una década marcada por grandes turbulencias sociales, políticas y económicas.
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