Agroindustria: alimentos y control político
Entre 1940 y 1970, las Fundaciones Rockefeller y Ford financiaron la investigación, el desarrollo y la transferencia de tecnologías relacionadas con el incremento de la producción agrícola a nivel mundial para alimentar a un planeta en crecimiento[1].
No se trataba de un acto altruista; la Revolución Verde, como se llamó a este proceso global de transformación de la agricultura, también representó una estrategia para contrarrestar lo que EE.UU. percibía como amenazas a sus intereses económicos y políticos en la región: las demandas de los sectores campesinos en varios países del Sur Global, que estaban siendo capitalizadas políticamente por los partidos de izquierda o por movimientos insurreccionales de corte revolucionario, y el florecimiento de iniciativas legislativas que proponían la redistribución de las tierras productivas o eliminaban el latifundio. Más que producir alimentos, el objetivo real de la Revolución Verde fue transformar la agricultura, la más antigua manifestación de la cultura humana, en una herramienta de control político y económico, como parte de las estrategias de la Guerra Fría. Sus laboratorios fueron México, India y Centroamérica[2].
Warren Weaver, Presidente de la división de Ciencias Naturales de la Fundación Rockefeller entre 1933 y 1958, estaba convencido de que EE.UU. tenía un compromiso moral con el resto del mundo, por lo que el Programa Agrícola México (PAM), impulsado por EE.UU. en la nación vecina, constituía para Warren uno de los proyectos más ambiciosos del siglo XX tanto desde el punto de vista científico como de expansión ideológica.
El PAM era parte de la nueva política exterior de los EE.UU.: la política del buen vecino, promovida por H.A. Wallace, Secretario de Agricultura de EE.UU. entre 1933 y 1940, y Vicepresidente del gobierno entre 1941 y 1945[3]. El nombre se le atribuye a William Gaud, Director de la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID), quien en 1968 llamaba al campesinado mexicano “no a una violenta revolución roja” sino a una “revolución verde”[4]
Tres décadas más tarde, el entonces Secretario de Estado del gobierno norteamericano, Henry Kissinger, creó la Comisión sobre el Crecimiento Demográfico y el Futuro de Norteamérica, convocando a John D. Rockefeller para presidirla. En 1974, durante la primera Cumbre Mundial de Alimentación organizada por la ONU, Kissinger aseguró que, con la Revolución Verde, «en un decenio ningún niño irá a dormir hambriento, ninguna familia se preocupará por el pan de mañana, y el futuro de las capacidades del ser humano no se verán afectadas por la desnutrición»[5]
Para entonces, la Revolución Verde ya había convertido la agricultura en una gran industria global basada en el desarrollo de nuevas variedades de plantas capaces de duplicar la producción respecto a las variedades tradicionales; y sustentada en el cambio de las unidades de producción de pequeños lotes familiares a extensos monocultivos que demandan una altísima cantidad de agua, plaguicidas, fertilizantes nitrogenados y, sobre todo, control del territorio en pocas manos. Todo esto permitió crear y expandir a escala global nuevos mercados de tecnología agrícola: sistemas de riego, maquinaria para siembra, cosecha, almacenamiento y transporte, fertilizantes nitrogenados y plaguicidas.
La “Revolución Verde” ha sido sin duda, la mayor transformación de los sistemas ecológicos, culturales y económicos de los cuales depende la alimentación humana. Al transformar los sistemas tradicionales de producción a pequeña escala en extensos monocultivos, se logró incrementar un 30% la producción agrícola mundial[6]. Sin embargo, esto se consiguió a costa de la expansión de la frontera agrícola que sigue destruyendo los bosques; y gracias al uso masivo de fertilizantes nitrogenados y plaguicidas sintéticos que degradaron los suelos cultivables, contaminaron irreversiblemente las aguas, y ocasionaron problemas de salud que incluyen malformaciones congénitas, cáncer o leucemia, entre otros.
El modelo de producción agrícola industrializado consume el 70% del agua utilizada en el mundo y es responsable de 21% del total de emisiones totales de Gases Efecto Invernadero, causantes del cambio climático. El uso de fertilizantes sintéticos nitrogenados aporta el 60% de las emisiones totales de Óxido Nitroso (N2O) a la atmósfera[7]. Adicionalmente, la agroindustria es una de las causas estructurales de la pérdida de diversidad biológica[8] y, definitivamente, una manera errónea e irracional de relacionarnos con la naturaleza de la cual depende nuestra existencia.
Paradójicamente, todo esto ha ocurrido sin que haya una reducción notable del hambre en el planeta. Según Jean Ziegler, quien fuera relator especial de Naciones Unidas para el Derecho a la Alimentación, la agricultura mundial podría alimentar a 12.000 millones de personas, muchos más de los 7.000 millones que habitan el planeta. Sin embargo, más de 1.000 millones padecen permanentemente de hambre[9].
A pesar de ello, los compromisos globales para la reducción del hambre se han hecho cada vez menos ambiciosos: Durante la primera Cumbre Mundial de la Alimentación en 1974, la promesa de Kissinger de erradicar totalmente el hambre global en un lapso de 10 años, marcó el nivel de compromiso del foro. Luego, en 1996, la comunidad internacional convino en reducir sólo a la mitad la cantidad total de personas sufriendo hambre en el planeta, unos 840 millones de personas para entonces[10]. Para la Cumbre de la Tierra del año 2000, ya se hablaba de reducir la proporción (no la cantidad total) de hambrientos a la mitad, pero no usando como referencia a la cantidad que existía en 2000 sino en 1990. Con el aumento poblacional del planeta y en particular el del número de hambrientos, la meta global de reducción de hambre pasó de 420 millones a solo 296 millones. Las Metas de Desarrollo del Milenio establecieron que esa reducción de la población de hambrientos a la mitad, sólo contabilizaría para los países en desarrollo, lo cual nos deja con unos 200 millones de personas hambrientas más de lo que se estimaba alcanzar con las metas establecidas en la declaración de Roma de 1996[11]. Hoy, las Metas de Desarrollo Sustentable de las Naciones Unidas se plantean poner fin al hambre y asegurar el acceso de todas las personas (en particular, los pobres y las personas más vulnerables) a una alimentación sana, nutritiva y suficiente durante todo el año para 2030[12]. Sin embargo, ya los cálculos estiman que para 2030, en los países pobres, más de 5 millones de personas al año morirán prematuramente por enfermedades relacionadas con la malnutrición.[13]
En 2001, el Foro Económico Mundial calificó el alza de los precios de los alimentos, como una de las cinco mayores amenazas a las que el bienestar de las naciones debe hacer frente, comparándolo a la guerra cibernética o a las armas de destrucción masiva en manos de terroristas[14]. Diez años más tarde, la FAO declaraba una nueva emergencia alimentaria en Somalia, que afectaba a 12 millones de personas en el cuerno de África; y solicitaba con urgencia 1.600 millones de dólares ese año y otros 300 millones de dólares para atender las emergencias en los meses siguientes, apenas la mitad de lo que recibieron los banqueros de EE.UU. en auxilios financieros a principios de ese mismo año[15].
Entonces, ¿sirvió para algo la Revolución Verde? Según la FAO, las experiencias relacionadas con la Revolución Verde son muy diversas. En un análisis de más de 300 estudios sobre dicha revolución entre 1970-89, se llega a la conclusión de que hubo un incremento de la desigualdad en los ingresos. Por otra parte, en India y Filipinas se suele indicar que este aumento de las desigualdades no está relacionado con la nueva tecnología promovida por la Revolución Verde. En general, las investigaciones concluían que al menos hasta la década de los ’90, las soluciones tecnológicas en las que se basa la agroindustria habían constituido un elemento necesario pero no suficiente para reducir la inseguridad alimentaria[16].
Aparentemente, los únicos beneficiarios han sido las grandes corporaciones que inventaron este sistema industrial de producción de alimentos. Más recientemente, estas mismas corporaciones han promovido la investigación y el desarrollo de aplicaciones de la ingeniería genética para seleccionar características específicas de plantas y animales que no sólo incrementen la productividad, sino que fortalezcan la dependencia económica de los productores agrícolas, llegando incluso a patentar ciertas formas de vida como productos comerciales.
La Biotecnología: ¿buena o mala?
Según la Convención de Naciones Unidas para la Diversidad Biológica, la biotecnología es el conocimiento y el uso de las propiedades biológicas de los seres vivos para la satisfacción de las necesidades humanas. Aunque el término data de 1919, la humanidad ha usado la biotecnología desde tiempos ancestrales. Nuestros ancestros nómadas descubrieron que al transportar la leche o vegetales en bolsas de piel de cabra obtenían yogurt, queso, vino, cerveza y vinagre. Ellos entendieron que el proceso ocurría en bolsas de piel, de la misma forma, los pueblos originarios de los Andes aprendieron a elaborar la chicha[17] en recipientes “curados”, es decir, que contengan microorganismos para que ocurra la fermentación.
Con el sedentarismo se originó la agricultura y la domesticación de plantas y animales. Con la domesticación empezó la «mejora» genética, realizando cruces para favorecer caracteres de interés como el tamaño, el color, la producción de leche o huevos, y la resistencia a condiciones ambientales. Estos cruces han venido alterando la genética de plantas y animales y han originado variedades muy diferentes a sus ancestros silvestres. El mejoramiento genético tradicional que ha venido realizando la humanidad es llamado selección artificial o reproducción selectiva, para diferenciarlo de la selección natural que acuñó Darwin; sin embargo, en una y en otra ocurren los mismos procesos genéticos.
Los conocimientos de fermentaciones y la domesticación de plantas y animales forman parte del acervo cultural humano llamado biotecnología. Uno de los ejemplos más ilustrativos de la domesticación la vemos en el conocimiento de los Mayas, quienes modificaron el maíz silvestre para obtener mazorcas enormes comparadas con las ancestrales. También es producto de la biotecnología el proceso para la fabricación de chocolate desarrollado por los Aztecas a partir del cacao, o el procesamiento de la yuca amarga y venenosa que realizan los Pemones de la Gran Sabana o los Yanomamis de la Amazonía para producir alimentos inocuos. Esto sin mencionar los extractos o brebajes de plantas medicinales que nuestras abuelas nos preparaban y que los dueños de las farmacéuticas amenazan con desaparecer. Descubrimientos recientes como las vacunas y los antibióticos, también son productos de la biotecnología.
Por otra parte, existe también la denominada biotecnología moderna, basada en el uso de herramientas de ingeniería genética para manipular directamente los genes en el núcleo de la célula. En algunos casos se usa para incorporar los genes de una especie en otra completamente diferente, dando origen a organismos transgénicos cuyos padres jamás se aparearían en la naturaleza. Un ejemplo de esto es injertar los genes de una bacteria o de un animal, en una planta. Esta técnica tiene usos benéficos, como la producción masiva de insulina para pacientes diabéticos, que funciona insertando el gen de la insulina en una bacteria de rápido crecimiento en condiciones de laboratorio. La biotecnología tradicional la producía a partir de páncreas de cerdos, llegando a procesar diariamente hasta 11 toneladas de páncreas procedentes de más de 100.000 animales, haciendo el tratamiento muy costoso y al alcance de unos pocos. Actualmente, toda la insulina que se encuentra en el mercado se sintetiza por técnicas de ingeniería genética, lo que permite un tratamiento al alcance de la mayoría de la gente[18].
Pero la transgénesis también tiene otros usos, como los cultivos transgénicos, que han sido tremendamente cuestionados por sectores que los consideran destructivos y dañinos, e incluso una amenaza a la salud pública[19]. La Organización Mundial de la Salud ha reconocido que los riesgos de la biotecnología, los problemas de interferencia con la naturaleza, la evolución y la creación, y las consideraciones éticas son cada vez más importantes en el debate sobre desarrollo e introducción de organismos genéticamente modificados; aunque se ha manifestado a favor de la inocuidad de los mismos[20]. El debate y las evidencias científicas a favor y en contra han aumentado tanto en los último 10 años[21], que ameritan ser tratadas en un próximo artículo dedicado exclusivamente a ello.
Según Lewontin y Levins, la ciencia es parte del acervo ancestral del conocimiento humano, pero también una mercancía de la industria del conocimiento al servicio del capital. Un ejemplo de ello es como la biotecnología agrícola moderna se ha desarrollado en direcciones determinadas por los intereses de las corporaciones químicas fabricantes de pesticidas[22]. La producción de plantas transgénicas y la clonación de mamíferos responden a los intereses de las corporaciones agroalimentarias o militares, y no a las necesidades reales de la humanidad.
La biotecnología no parece maligna per se, pero como le ocurrió al Dr. Frankenstein, las corporaciones han volcado contra la humanidad el producto de su propia creación.
Agroecología: volver al conuco[23]
La agroecología es el estudio holístico de los agroecosistemas, o comunidades de plantas y animales en interacción con su ambiente físico-químico, y que han sido modificadas para la producción de alimentos, fibra, combustible, y otros productos para el uso humano. El objetivo último de la agroecología es integrar los componentes del sistema agroecológico (productividad, estabilidad y resiliencia) de una manera que aumente la eficiencia biológica general y mantenga la capacidad productiva y autosuficiente del agroecosistema en el largo plazo[24].
Las iniciativas agroecológicas pretenden transformar los sistemas de producción de la agroindustria. Lo hacen a partir de la transición de los sistemas alimentarios basados en el uso de combustibles fósiles y dirigidos a la producción de cultivos de agroexportación y biocombustibles, hacia un paradigma alternativo que promueve la agricultura local y la producción nacional de alimentos por campesinos y familias (rurales y urbanas). Todo esto mediante la innovación, los recursos locales y la energía solar. Para los campesinos, implica la posibilidad de acceder a tierra, semillas, agua, créditos y mercados locales, a través de la creación de políticas de apoyo económico, iniciativas financieras, oportunidad de mercados y tecnologías agroecológicas[25].
Desde una perspectiva de manejo, la agroecología tiene por objetivo proveer ambientes balanceados, rendimientos sustentables, una fertilidad del suelo biológicamente obtenida y una regulación natural de las plagas a través del diseño de agroecosistemas diversificados y el uso de tecnologías de bajos insumos[26]. La agroecología como disciplina de estudio, se nutre de las ciencias agrícolas, de la ecología y del conocimiento tradicional asociado a la producción de alimentos a pequeña y mediana escala.
Repensando la biotecnología desde una óptica que no esté orientada a satisfacer los intereses económicos de las corporaciones, veremos que hay sinergias posibles entre ésta y la agroecología. Por ejemplo, existen investigaciones para el diseño de bio-fertilizantes, bio-plaguicidas, bio-controladores y bio-estimuladores basados en el estudio y aprovechamiento de las propiedades biológicas de microorganismos que pueden ayudarnos a sustituir progresivamente el uso de fertilizantes nitrogenados, plaguicidas y otros agrotóxicos[27]. Otras sinergias son posibles en la propagación de variedades vegetales libres de plagas y enfermedades, en la conservación de la biodiversidad agrícola y en la selección artificial de variedades vegetales y animales.
Necesitamos con urgencia repensar la escala y las formas actuales de producción alimentaria. No se trata de eliminar por completo los grandes monocultivos, los cuales, en muchos casos, son necesarios para disminuir los costos de rubros cuya demanda es muy elevada; sin embargo, para revertir muchos de los daños estructurales causados por la Revolución Verde, como la contaminación de suelos y aguas con Compuestos Orgánicos Persistentes; debemos promover una nueva agricultura cercana a la gente, que requiera menos transporte, menos agua e insumos externos contaminantes. Sembrar en las ciudades, en la escuela, en la plaza, en la universidad, en los edificios, en las casas y en las fábricas. Sembrar en pequeñas y medianas extensiones, hacernos poco a poco autosuficientes en la producción de nuestros propios alimentos. No abandonar la tecnología, sino reorientar su uso en función de otros objetivos amigos de lo humano y de la naturaleza, no de las corporaciones.
El futuro de la alimentación humana dependerá de cómo integremos y aprovechemos las diversas formas de los conocimientos tradicionales y técnicos, apartándonos de las alternativas peligrosas y construyendo un nuevo modelo agrícola sustentable que nos alimente a todos y no solamente al capital.
[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_verde
[2] Serrano-Bosquet. 2015. La Fundación Rockefeller y la modernización de la agricultura científica mexicana. IX Coloquio de Humanidades. Facultad de Filosofía y Letras de la- UANL (México).
[3] Serrano-Bosquet. 2015. La Fundación Rockefeller y la modernización de la agricultura científica mexicana. IX Coloquio de Humanidades. Facultad de Filosofía y Letras de la- UANL (México).
[4] Armando Bartra. 2008. Fin de fiesta. El fantasma del hambre recorre el mundo. Argumentos (Méx.) vol.21 no.57 México may./ago. http://www.scielo.org.mx/scielo.php?pid=S0187-57952008000200002&script=sci_arttext
[5] El oprobio del hambre: Alimentos, justicia y dinero en el siglo XXI. David Rieff. 2016. Penguin Random House Grupo Editorial España. Puedes escuchar el discurso de Kissinger en la Primera Cumbre Mundial de la Alimentación acá: https://soundcloud.com/unfao/kissinger-es, disponible tambien en http://www.fao.org/70/1965-75/es/
[6] Destrucción Masiva: geopolítica del hambre. Jean Ziegler. 2012. Ediciones Península, Barcelona.
[7] FAO. 2016. EL ESTADO MUNDIAL DE LA AGRICULTURA Y LA ALIMENTACIÓN: CAMBIO CLIMÁTICO, AGRICULTURA Y SEGURIDAD ALIMENTARIA. Disponble en: http://www.fao.org/3/a-i6030s.pdf
[8] https://es.wikipedia.org/wiki/Cambio_global_y_p%C3%A9rdida_de_biodiversidad
[9] Destrucción Masiva: geopolítica del hambre. Jean Ziegler. 2012. Ediciones Península, Barcelona.
[10] Declaración de Roma 1996. Cumbre Mundial de la Alimentación. FAO. Disponible en http://www.fao.org/docrep/003/w3613s/w3613s00.htm
[11] The True Extent of Hunger: What the FAO Isn’t Telling You. Backgrounder, 2016 Volume 22, N° 2A. Institute for Food and Development Policy. Disponible en https://foodfirst.org/wp-content/uploads/2016/06/Summer2016Backgrounder.pdf
[12] http://www.un.org/sustainabledevelopment/es
[13] Destrucción Masiva: geopolítica del hambre. Jean Ziegler. 2012. Ediciones Península, Barcelona.
[14] Destrucción Masiva: geopolítica del hambre. Jean Ziegler. 2012. Ediciones Península, Barcelona.
[15] http://vainasverdes.blogspot.com/2011/07/hambre-en-somalia-sequia-prolongada-o.html
[16] Enseñanzas de la Revolución verde. 1996. FAO. Cumbre Mundial de la Alimentación. disponible en: http://www.fao.org/docrep/003/w2612s/w2612s06.htm
[17] Chicha es el nombre que reciben diversas variedades de bebidas derivadas principalmente de la fermentación no destilada del maíz y otros cereales originarios de América; aunque también en menor medida, se suele preparar a partir de la fermentación de diferentes cereales y frutas (https://es.wikipedia.org/wiki/Chicha)
[18] http://naukas.com/2012/01/05/exitos-transgenicos-la-insulina/
[19] https://www.alainet.org/es/active/76040, https://blogs.20minutos.es/cronicaverde/2009/01/21/aapor-quao-son-peligrosos-alimentos-transgaonicos/ ; https://monsantostop.wordpress.com/evidencia-de-las-afirmaciones-hechas-sobre-la-seguridad-y-eficacia-de-los-cultivos-geneticamente-modificados-ogm/
[20] Biotecnología moderna de los alimentos, salud y desarrollo humano: estudio basado en evidencias. 2005 Organización Mundial de la Salud. disponible en: http://www.who.int/foodsafety/publications/biotech/biotech_sp.pdf,
[21] algunas referencias que dan cuenta de los pros y contras en el debate transgénico:
http://www.maizecdna.org/outreach/tpe.html ;
http://cadenaser.com/programa/2017/06/19/hoy_por_hoy/1497863760_194236.html https://lta.reuters.com/article/internetNews/idLTASIE6951EJ20101006
https://www.labmate-online.com/news/news-and-views/5/breaking-news/the-pros-and-cons-of-genetically-modified-organisms-gmos/31400 , https://elpais.com/elpais/2016/07/18/ciencia/1468859244_686447.html , http://www.eldiario.es/consumoclaro/cuidarse/Transgenicos-ecologistas-monsanto-peligros-ventajas_0_445856376.html
[22] Lewontin, Richard y Levins, Richard. 2007. Biology under influence: dialectical essays on Ecology, agriculture and health. Montlhy Review Press. New York.
[23] Un conuco, milpa o chacra, son nombres usados en latinoamérica para referirse a un cultivo rotativo de subsistencia a escala familiar, con una combinación de rubros y técnicas de cultivo que optimiza el flujo de nutrientes, reduciendo los suministros externos, la carga de trabajo e incrementando la biodiversidad y la producción de alimentos en ciclos cortos y de mediano plazo.
[24] Gloria Guzmán y Jaime Morales. AGROECOLOGÍA Y AGRICULTURA ECOLÓGICA. APORTES Y SINERGIAS PARA INCREMENTAR LA SUSTENTABILIDAD AGRARIA. Agroecología 6: 55-62, 2012, disponible en: http://revistas.um.es/agroecologia/article/viewFile/160671/140541.
[25] Altieri y Toledo. La revolución agroecológica de América Latina. El Otro Derecho (no. 42 dic 2010)
CLACSO. Disponible en: http://biblioteca.clacso.edu.ar/Colombia/ilsa/20130711054327/5.pdf
[26] http://www.fao.org/docrep/v6640s/v6640s02.htm
[27] Algunos ejemplos : http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0167779914001504; http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0925857417303865; http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0929139317308983; http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0929139317302147;
http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0944501317307954; http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0034528817300711; http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0147651317306619 .
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