
Facebook supone para muchos de nosotros un espacio virtual en el que interactuar con nuestros amigos (y no tan amigos) y una fuente de información que a veces se aproxima a la realidad (y otras no tanto). Algunos creemos, sobre todo los que difundimos información, cultura o reflexión con el ánimo de invitar a pensar un mundo distinto, que estamos casi obligados a utilizar Internet y redes sociales como Facebook —en tanto suponga una fuente y herramienta de formación de preferencias— y disputar algunos sentidos comunes con ello. Sin embargo, ésta no es la única motivación, ni seguramente la más común.
¿Por qué usamos redes sociales como Facebook?
Facebook, red operativa desde 2006, ha evolucionado y ha pasado de contar con 50 de usuarios en 2007 a 2.000 millones de usuarios activos en todo el mundo en 2017. En estos años, Facebook se ha transformado e incorporado distintos mecanismos para establecer contactos y gestionarlos y mantenernos “conectados”. Según un estudio realizado en 2013, las páginas web de redes sociales virtuales funcionarían como gestores de reputación en las que construimos una propia buena imagen ya que la mayor parte de la interacción es pública y visible para nuestros amigos o el resto de usuarios. Por lo tanto, el uso de las redes sociales tiene un impacto en la sensación de reputación que uno tiene.
En apoyo a esto último, recientemente se ha demostrado que las personas usan redes sociales virtuales para comparar impresiones, con el objetivo de mantener y aumentar su capital social. Además, las páginas web de redes sociales virtuales como Facebook, parecen alentar a los usuarios a participar en un comportamiento de autopromoción que se relaciona con ese intento de adquirir una buena reputación.
Otro aspecto del uso de este tipo de páginas web es la comparación entre uno y los demás. Inherente al uso de sitios web como Facebook es la observación del comportamiento de los demás y, lo que es más importante, la observación de las reacciones o comentarios positivos (o negativos) que se reciben de las publicaciones. Por tanto, los usuarios pueden comparar los comportamientos y los comentarios de los demás con los que ellos mismos reciben.
No obstante, esta cuestión no es tan superficial o moderna como algunos pretenden señalar. Desde una perspectiva evolutiva, nos preocupamos por nuestra reputación porque indica que otros miembros de la comunidad pueden cooperar con nosotros, y esta cooperación nos proporciona un mayor acceso a recursos, lo que a su vez aumenta las probabilidades de supervivencia. Así, la reputación consistiría en un bien tan apreciado como un vehículo o el dinero. En otras palabras, la selección cultural, la de los pensamientos y conductas que mejores resultados obtienen (para más información, ver la obra de Marvin Harris), nos ha impulsado a formar una buena reputación a los ojos de los demás. Esos comentarios y reacciones positivas a las publicaciones que comentábamos antes, según la tesis del estudio, se traducirían en capacidad y potencia de generar acción colectiva en torno a nuestras propuestas y demandas.
Por lo tanto, las redes sociales (en tanto que gestoras de reputación) son espacios regidos principalmente por un valor: la reputación. Y la obtención de este valor será la base del comportamiento de casi cualquier usuario de dichas redes.
La banalización de la amistad
Facebook te permite ser amigo de gente con la que no has compartido más que un instante agradable, o ni siquiera eso. La sencillez de hacer amigos virtualmente banaliza la dificultad de encontrar afinidades en el mundo real. Preguntémonos con cuántos de nuestros amigos de Facebook tenemos una relación continua. Y después, planteémonos cuántas amistades hemos incorporado sabiendo que no sólo no son tales, sino que simplemente somos personas diferentes con algún conocido, interés o experiencia común.
El peligro de la infoxicación
A más clicks, más relevancia, y cuanta más relevancia, más capital social. Esto representa la expansión de un mercado, ya sea social o económico.
En Internet es más importante ser verosímil que ser verdadero. Las noticias falsas no son más que eso, contenido generado para distorsionar la percepción de la realidad, confundiéndose la verdad entre mareas de información que tienen los mismos objetivos de difusión y posicionamiento. Éste es otro de los peligros de la banalización de la amistad y la búsqueda de la aprobación externa instantánea, es decir, del aumento de nuestra propia reputación social.
El nuevo enemigo de la verdad: la hiperinformación
Del mismo modo, a partir de la lectura de ‘Sociedad de la Transparencia‘ de Byung-Chul Han, podemos decir que en nuestra sociedad se ha comenzado a equiparar la transparencia y la hiperinformación a la “verdad”. La transparencia, además, parece algo positivo en tanto que no cuestiona el sistema económico-político. Es más, lo estabiliza. En este sentido, las redes sociales que, aunque todo lo saben y todo lo quieren saber, cumplen esta función no permitiendo el rechazo o la negatividad, de ahí que ninguna red social permita el “no me gusta”.
La inexistencia del “no me gusta” no sólo tiene sentido en una sociedad a la que le aterra el sufrimiento o el dolor real, sino que también puede constituir un obstáculo para la comunicación, y por tanto, para la hiperinformación. Se trata de la negación del rechazo y del rechazo al silencio. Sin embargo, (intentar) hallar la verdad es un proceso que requiere discriminar (negando) y ser crítico, lo que requiere pausa y cautela. Es un ejercicio desde nuestra subjetividad. Por tanto, y paradójicamente, la verdad podría ser entendida como una idea, en cierta medida, contraria, o como mínimo, “desconfiada” de la transparencia total. La transparencia y la hiperinformación expulsan de su esfera lo que la verdad requiere para ser bien buscada. No hay mejor lugar para esconder un árbol que un bosque.
Entonces, ¿cómo deberíamos usar Facebook?
Facebook, al igual que otras redes sociales, ha pasado a ser parte de nuestra forma cotidiana de comunicarnos, conocer personas, crear, mantener y hacer crecer iniciativas de mercado, sociales… y por esto, es necesario sentar unas bases de conocimiento que nos permitan realizar un uso adecuado para aquellos no profesionales de las redes sociales, o para aquellos que quizá pasan demasiado tiempo inmersos en las mismas. Demás está decir que, como recomendación no oficial, este compendio obedece a un ánimo de mantener un uso responsable y sereno de esta aplicación respetando la integridad y libertades de cada uno de nosotros.
- Un like o un ‘me encanta’ no significa demostración de afecto hacia nosotros. Probablemente sólo quiera decir que esa persona está de acuerdo o le ha agradado el elemento que hemos compartido.
- Del modo contrario, el que nuestros amig@s no utilicen el like o reaccionen a los elementos que compartimos no significa una muestra de desafecto.
- No tenemos que informar de todo lo que hace Es más, es peligroso compartir en exceso nuestra información personal u opiniones, ya que podrán ser utilizadas en nuestra contra. Aunque todos aquellos que tenemos en nuestra lista de contactos figuren como ‘amigos’.
- Al igual que en la universidad, si compartimos una idea o frase que no es de nuestra autoría, debemos citar al autor. Es de justicia.
- No insistamos iniciando o retomando una conversación donde el interlocutor no responde. El silencio ya es una respuesta (no quiere hablar con nosotros).
- Si nos sentimos solos o tristes, probemos con contárselo a las personas cercanas (familia o amigos) de forma directa. A diferencia del espacio virtual, existen mejores condiciones para que entiendan qué nos está pasando exactamente.
- Debemos recordar que en Facebook no todas las noticias son ciertas, es más, una mayoría de noticias son falsas o incorporan un sesgo tal que distan mucho de la verdad.
- No deberíamos utilizar Facebook como referencia de la opinión pública. Probablemente nuestros amigos tengan unas preferencias parecidas a las nuestras por compartir extracción de clase o ideología política.
- Si de verdad queremos cambiar las cosas en el mundo que nos rodea, no sólo debemos difundir ideas, sino participar en las iniciativas que se mueven en Facebook con metas y objetivos verosímiles, claros y justos (según los criterios de cada uno). Es necesario expandir nuestro capital social a través de Facebook (y no sólo en Facebook), para que las cosas sucedan en la calle u otros espacios más ‘reales’.
- Al contrario de lo que ocurre en el popular primer capítulo de la tercera temporada de Black Mirror, Nosedive, no debemos dejarnos guiar por el número de followers o de likes que alguien tenga en su foto de perfil. Ni siquiera debemos tomarlo como carta de presentación de una persona. Encerrarnos a nosotros mismos en esta visión trae consigo jaulas hechas de fotografías pretenciosas y retocadas.
Ésta es una explicación sin ánimo de lucro.
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