La primera vez que escuchamos de Boko Haram probablemente fue en el año 2014, cuando esta organización secuestró a un grupo de jóvenes de una escuela al norte de Nigeria, en la región de Chibok. La noticia se hizo viral, en mayor parte, gracias a una campaña que salió al mundo bajo el lema #BringBackOurGirls, en la cual participó inclusive la entonces Primera Dama de Estados Unidos.
Hasta la última actualización del 2016 del sitio web de la organización detrás de esta campaña, el conteo del famoso secuestro de Chibok iba de la siguiente manera: 276 niñas fueron secuestradas, 4 fueron encontradas, 106 liberadas y todavía 113 seguían apresadas. Pero el pasado 7 de mayo, la prensa mundial informaba sobre la liberación de una nueva tanda de 82 de estas estudiantes.
Sin embargo, los números rojos de Boko Haram son mucho más aterradores. Según un informe de Amnistía Internacional, desde 2013 y hasta 2015, este grupo adherido al Estado Islámico ha matado al menos a 6.800 personas, la mayoría de ellos civiles. El enfrentamiento ha dejado una buena cantidad de daños a su paso y ha provocado que más de 1’2 millones de desplazados. Según un artículo del diario El País, la suma de asesinados alcanzaba ya los 20.000 en mayo de 2017.
La insurrección armada de Nigeria
Boko Haram significa en lengua hausa “la educación occidental es pecado”, aunque esta traducción puede variar dependiendo de las fuentes. El recorrido de esta organización comienza en 2002 con la pretensión de imponer los principios islámicos más radicales en Nigeria, uno de los países más poblados de África. Su enfrentamiento armado con las fuerzas de este Estado africano se viene produciendo desde 2009, conflicto que no ha podido ser controlado únicamente por el ejército del país. Según un documental de la revista Vice, varios países vecinos al norte de Nigeria han unido fuerzas en la cruzada para detener el avance de este grupo armado.
En 2010, Boko Haran se reorganizó bajo el liderazgo de Abubakar Shekau y aumentaron los enfrentamientos y los asesinatos de todos aquellos que critiquen o representen un peligro para la ideología del grupo.
Según el informe de Amnistía Internacional citado anteriormente, este grupo radicalizó aún más la violencia en 2012 para evitar que los niños recibieran educación occidental, ya que, según ellos, era sinónimo de mayor decadencia. Así, parte de las técnicas usadas para evitar la educación es el incendio de las escuelas que encuentran a su paso. Entre 2012 y 2013, al menos 70 maestros y más de 100 estudiantes fueron asesinados, a la vez que 50 instituciones educativas fueron quemadas. En 2015 Abubakar Shekau anunció que la organización que representa se adhería al califato del Estado Islámico.
Este conflicto en el norte de Nigeria ha escalado a un problema mayor de derechos humanos con un lamentable número de ejecuciones, violaciones y secuestros de mujeres y niños con el objetivo de obligarlos a formar parte de su organización.
Los matrimonios obligados
Según el informe ‘Our job is to shoot, slaughter and kill Boko Haram’s reign of terror in north-east Nigeria’ al que hemos venido haciendo referencia, desde su publicación en abril de 2015, Amnistía Internacional afirma tener registrado 38 casos concretos de secuestro de mujeres por parte de Boko Haran y ha recogido 77 testimonios de mujeres que han escapado luego de ser secuestradas por esta organización islámica. Sin embargo, Amnistía Internacional asegura que es imposible conocer el número exacto de personas retenidas, aunque estiman que superan las 2.000.
Un reportaje de El Confidencial Televisión, La Guerra contra ellas, expone las diferentes atrocidades cometidas contra quienes son llevadas a la fuerza. En abril de 2015, el ejército rescató a 700 mujeres, 200 de las cuales estaban embarazadas. Otras ya habían tenido hijos en cautiverio. Este reportaje habla de violaciones, vejaciones y malos tratos a los cuales fueron expuestas durante dicha retención forzada. Muchas de ellas fueron obligadas a casarse para no ser ejecutadas y otras contrajeron el VIH/SIDA.
El problema para estas mujeres y niñas tomadas por la violencia de Boko Haram no termina con el regreso a casa. Las que han podido escapar o han sido rescatadas presentan un nuevo desafío, ya que vuelven a reinsertarse en una sociedad que ahora desconfía de ellas, porque han formado parte de un grupo armado que ha destrozado su país. Son vistas como el enemigo y un peligro latente.
Las esposas de Boko Haram
El País habla de casi 10.000 mujeres que han sido secuestradas en Nigeria. La práctica común es obligarlas a casarse, o a entrar en combate e incluso, a suicidarse con chalecos explosivos en sitios públicos. Un testimonio recogido por Amnistía Internacional relata como Aisha, de 19 años, fue secuestrada, junto a su hermana y la novia de su hermano. La joven cuenta cómo fue entrenada para combatir y aprender a usar explosivos:
“Nos entrenaron durante las tres semanas siguientes a nuestra llegada y luego comenzaron a enviar a algunas a realizar acciones de combate. Yo fui a una [acción de combate] contra mi propio pueblo”.
También relató al representante de esta ONG cómo fue violada en grupo reiteradamente e incluso presenció el ajusticiamiento de su propia hermana: “Algunas se negaron a convertirse. Otras se negaron a aprender a matar. Las enterraban en una fosa común entre la maleza. Sencillamente arrojaban los cadáveres en una fosa grande, pero no muy profunda. Yo no vi la fosa, pero hasta nosotras llegaba el olor de los cuerpos en descomposición”.
Los escalofriantes relatos también han sido recogidos por International Alert. Esta organización no gubernamental trabaja con comunidades afectadas por conflictos con el ánimo de construir una paz duradera. International Alert ha recogido y hecho públicos innumerables testimonios de mujeres involucradas en el conflicto de Boko Haram, ya que consideran que ésta es una manera de sensibilizar al público. Entre estas historias está la de Kubili, una superviviente de 14 años:
“Es incómodo que las personas en la comunidad me vean como una abducida de Boko Haram. Lo detesto. Escondo que me escapé de Boko Haram para que la gente no me trate de un modo diferente”.
Kingini, una mujer cuyo nombre se cambió en el reportaje por respeto a la privacidad, fue secuestrada junto a su esposo e hijo. Después de un tiempo escaparon y, tras pasar una temporada en un campamento de reinserción, regresó a su comunidad. Este es su testimonio: “Cuando regresé, la gente se asustaba de mi presencia. Me veían como una especie de animal salvaje. Nadie quería que lo asociaran conmigo. Ya estaba deprimida cuando regresé, y me deprimí aún más con las condiciones del campamento. La gente me evitaba como una plaga”.
La BBC informa que mujeres llevadas a la fuerza, que fueron obligadas a a convertirse al Islam mientras permanecieron capturadas, fueron rechazadas a su regreso por sus familiares porque habían formado parte de este grupo extremista islámico. Incluso sus propias familias no confiaban de ellas. Muchas de estas mujeres regresan a sus comunidades con hijos que tuvieron en cautiverio.
Women’s eNews (agencia de noticias que pretende contribuir, con sus historias, a crear un mundo más equitativo) publicó el reportaje: After Boko Haram – A photo story on the Nigerian women and girls returning from captivity que señala que a las mujeres que regresan después de ser capturadas por Boko Haram les llaman annoba (cuya traducción sería “epidemia” o “plaga”) o “Esposas de Boko Haram”.
Este tratamiento las lleva a la separación de la comunidad y muchas mujeres terminan en la prostitución. Algunos esposos no desean volver con sus parejas. En este mismo reportaje comenta Sani: “No quería estar con mi esposa cuando ella regresó. Unos meses después yo asistía a unas sesiones de ayuda. Muchos de los hombres decían que ellos habían aceptado a sus esposas y por qué yo no lo hacía también. La conversación me ayudó a cambiar mi manera de pensar. Yo todavía estaba enamorado de ella”. Las sesiones a las que hace referencia son iniciativas de International Alert y UNICEF y consisten en la prestación de apoyo psicológico a las personas que han sufrido la violencia de Boko Haram antes de reinsertarse en la comunidad.
En esta misma línea de apoyo, comenta Ladi, una mujer que huyó de su esposo una vez que éste se unió al grupo armado: “La primera vez que llegué al campamento, me llamaban ‘Esposa de Boko Haram’ y decían que tenía el alma negra. Ellos pensaban que yo estaba enferma y era maligna. Me sentía triste y sola. La mujer que organizaba las sesiones era muy cariñosa, como una madre. Ella me trató como su familia. Ahora, cuando me siento desganada, la visito en las reuniones”.
Aunque las mujeres puedan escapar de Boko Haram o ser liberadas, todavía les queda un largo camino hacia la tranquilidad y la normalidad. Iniciativas como las de International Alert permiten una reinserción menos dolorosa en la comunidad, pues ayudan a las personas a recuperar la sensación de optimismo respecto a su lugar en el mundo. Así comenta Hadiza: “después de que ellos [International Alert] me conocieran y me dijeran lo importante que era continuar con mi vida, fui invitada a varias sesiones con los líderes de la comunidad. Me ayudaron a entender que no era el final de mi vida. Tenía toda la vida por delante, y me di cuenta de eso gracias a esta iniciativa”.
Hadiza ahora forma parte de la solución al compartir su historia en los conversatorios organizados para sensibilizar a las comunidades sobre el largo camino de quienes regresan a casa después de ser secuestrados por Boko Haram.
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