28/03/2024 MÉXICO

El dictador ha muerto, ¿larga vida al dictador?

Plaza de Registan, símbolo de Samarkanda, una de las principales ciudades de Uzbekistán y emblema de la transformación del país [Foto: Ekrem Canli vía WikimediaCommons].
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Hermetismo, semi-autoritarismo, represión, caciquismo y opacidad. Estas son algunas de las palabras que los expertos suelen utilizar para definir el régimen del fallecido presidente de Uzbekistán, Islam Karimov. El líder del Estado más poderoso de Asia Central, que llevaba gobernando el país uzbeko desde 1990 –cuando aún era conocido como la República Socialista Soviética de Uzbekistán– murió el 2 de septiembre de 2016.

Su muerte repentina ha causado preocupación en la comunidad internacional, pues el Estado uzbeko es un enclave geoestratégico de gran importancia para las grandes potencias internacionales. Así, una sucesión lenta en el poder hace temer la reavivación de viejas tensiones presentes en el país, algo que podría causar una desestabilización regional y poner en peligro los intereses de dichas potencias.

Pero, ¿quién era Islam Karimov?, ¿por qué Uzbekistán es tan importante?, ¿cuáles son los peligros asociados a su muerte? Analicemos algunas de estas cuestiones.

El líder soviético y la construcción de Uzbekistán

Uzbekistán no siempre ha ocupado el territorio que hoy en día posee. De hecho, ni siquiera podía considerarse un país unificado antes de la llegada de los soviéticos. En el período previo a la implantación del modelo soviético, la organización política de los territorios al sur y este del Mar de Aral se basaba en kanatos y federaciones tribales más o menos relacionadas entre sí.

El fallecido presidente de Uzbekistán, Islam Karimov [Foto: Kremlin.ru vía WikimediaCommons].
El fallecido presidente de Uzbekistán, Islam Karimov [Foto: Kremlin.ru vía WikimediaCommons].

Con el triunfo del socialismo en Rusia y la expansión de la revolución a los territorios de Asia Central, este sistema de organización política quedó completamente erradicado y se implementó un modelo soviético basado en una fuerte administración estatal centralizada gobernada por unas poderosas élites políticas.


Islam Karimov formaba parte de esta oligarquía. El presidente ascendió al poder en 1990, un año antes de la caída de la URSS y el nacimiento de un Uzbekistán independiente. Con el desmembramiento de la Unión, Karimov y su séquito político no sólo se mantuvieron en el gobierno sino que aprovecharon la desconexión de Moscú para incrementar su poder. A partir de ese momento, se intensifica una política basada en la centralización, el semi-autoritarismo y el culto a la personalidad entorno a la figura del propio Karimov.

Sin embargo, el fallecido líder uzbeko no sólo aprovechó las estructuras políticas del país para afianzar su poder sino que se vio beneficiado por la política soviética implementada en Asia Central. Para debilitar la resistencia de la sociedad a la influencia rusa, los líderes soviéticos diseñaron un proceso de ingeniería geográfica que básicamente reestructuraría las fronteras de los países centroasiáticos para conseguir dos objetivos: 1) El fraccionamiento del mundo turco-musulmán, y 2) La división de los grupos étnicos históricos.

Este proceso no sólo conllevó el debilitamiento de los principales ejes de resistencia que Karimov podía encontrar en Uzbekistán sino que comportó un enorme coste para Tayikistán, que perdió las emblemáticas ciudades –especialmente para el mundo musulmán– de Bujara y Samarkanda, y la región del Valle del Ferganá. Todos ellos enclaves estratégicos entregados a Uzbekistán.

La hegemonía de Asia Central

La creación de un Estado con una administración férrea, afianzado en una oligarquía dominante, y con los principales focos de oposición desmembrados, fue el caldo de cultivo perfecto para que Islam Karimov gobernara a su antojo. No obstante, la reestructuración territorial que permitió a Uzbekistán absorber las regiones tayikas fue la clave para el auge del país que, gracias a eso, pudo actuar como potencia contestataria al hegemón natural: Kazajstán.


El país de los kazajos es el Estado más grande de Asia Central, con conexiones comerciales en China y un apoyo incondicional de Moscú, que ha creado y financiado directamente gran parte de su poder militar. En este sentido, Kazajstán siempre se ha erigido como la potencia hegemónica regional.

Mapa que muestra los cinco países que conforman la región de Asia Central [Foto: Themightyquill vía WikimediaCommons].
Mapa que muestra los cinco países que conforman la región de Asia Central [Foto: Themightyquill vía WikimediaCommons].

Sin embargo, la situación geográfica de Uzbekistán, la asimilación de los territorios mencionados anteriormente, y los movimientos políticos de Karimov cambiaron el panorama. En primer lugar, el control del Valle de Ferganá dio a los uzbekos la capacidad de absorber el flujo principal del río Syr Darya –además de controlar la parte baja del río Amu Darya–, lo que les permitió (vía planificación soviética) desarrollar una política de explotación agrícola intensiva del algodón. Este hecho, ha convertido Uzbekistán en el principal productor de algodón a nivel global, según el gobierno, o en el segundo, según datos de la OMC.

En segundo lugar, observamos que Uzbekistán es un territorio bendecido por los recursos naturales. Con una importante reserva de petróleo, unas reservas probadas de casi dos billones de metros cúbicos de gas natural, y siendo el séptimo productor de oro mundial, el país uzbeko ha desarrollado una grandísima industria extractiva que alimenta gran parte de su economía.

Así pues, Uzbekistán es un país que ha experimentado un importante crecimiento basando su economía en la extracción de recursos fósiles y minerales, y en la explotación intensiva del algodón.

Este hecho ha revertido en un crecimiento poblacional que hace que el país tenga un mercado de 31 millones de personas (siendo el Estado más densamente poblado de Asia Central con 69 habitantes por km2), algo que despierta el interés de China y Occidente, que ya han establecido vínculos comerciales con los uzbekos. De hecho, este interés comercial y la situación geográfica de Uzbekistán han hecho que el país sea clave en la constitución de la “nueva Ruta de la Seda”, marcando el flujo comercial terrestre entre Asia y Europa.


Sin embargo, la geografía y la economía no explican por sí solas el auge del Estado uzbeko como hegemón regional. Si bien las élites políticas uzbekas han ido sangrando los beneficios económicos del país, manteniendo una opacidad en las cuentas estatales para apropiarse de parte de los ingresos derivados de la extracción de crudo y gas natural, Karimov y su séquito han tenido una habilidad política que ha marcado la diferencia con Kazajstán.

Mientras el gobierno kazajo se ha mantenido fiel a Moscú, incluso después de la caída de la URSS, la política exterior de Karimov se ha basado en una alternancia de períodos de aproximación a Estados Unidos con períodos de alianza con China o Rusia. De hecho, Uzbekistán es el Estado de la región que ha querido desvincularse más de Rusia, buscando librarse de su influencia. Esto ha provocado que ambos países mantengan una relación de tensa cordialidad, sin llegar a romper sus relaciones.

Imagen de la entrada a la base militar de Estados Unidos en Uzbekistán [Foto: 1st Sgt. Meyer vía WikimediaCommons].
Imagen de la entrada a la base militar de Estados Unidos en Uzbekistán [Foto: 1st Sgt. Meyer vía WikimediaCommons].

Pero ¿por qué el gobierno de Karimov ha actuado así? Sabiéndose un actor clave de la geopolítica internacional, por sus reservas de recursos fósiles y su situación geográfica, Uzbekistán ha llevado a cabo una política de alianzas variables con el objetivo de no “casarse” con ninguna potencia internacional y así, beneficiarse de todas. En este sentido, un claro ejemplo es que el principal aliado de Estado Unidos en la región es, precisamente, el Estado uzbeko, que permitió a los estadounidenses asentar una base militar en el país para preparar la invasión de Afganistán.

Esta alianza militar, que se mantiene hasta hoy en día, ha comportado una importante retribución para Uzbekistán. Como compensación, y bajo el objetivo de acabar con la amenaza islamista (que en este país toma el nombre de Movimiento Islámico de Uzbekistán), EE.UU. ha dado un empuje vital a las fuerzas armadas de Karimov, convirtiendo Uzbekistán en la primera potencia militar de la zona, por encima de Kazajstán. Así es como el Estado uzbeko ha acabado de disputar a los kazajos la hegemonía de la región.

Los peligros de una muerte no anunciada

Aunque el liderazgo autoritario de Karimov comportó el “auge” del país, la inseparable vinculación del dictador con el propio Estado hace temer que su muerte provoque el caos. Por una parte, la pérdida de la figura del líder de uno de los regímenes más herméticos del mundo, puede generar una nueva carrera de las grandes potencias en Asia Central, buscando crear nuevas alianzas políticas, económicas y militares en Uzbekistán. Esto comportaría reavivar el “Gran Juego” que se vive desde hace siglos en la región.

Por otra parte, en un país dónde hay tensiones étnicas y religiosas, la falta de una transición pautada y pacífica podría llevar a graves disturbios que añadieran tensión a la región. En este sentido, la preocupación de la comunidad internacional reside precisamente en el daño que ha hecho el régimen de Karimov al mundo musulmán, que se ha visto perseguido durante todos sus años de gobierno.

Así, la muerte de Karimov puede suponer un alivio a la presión que sufre el Islam en Uzbekistán pero también puede significar la aparición de una reacción igual de brutal por parte de ciertos sectores de la población, que pueden verse influenciados por el Movimiento Islámico de Uzbekistán.

La desaparición del dictador también puede generar una relajación de las fuerzas armadas y una reducción de los controles en la frontera con Afganistán, lo que facilitaría el avance del extremismo islámico desde el país vecino. Este es un hecho que preocupa especialmente, pues siempre se ha temido una alianza entre los talibanes y el Movimiento Islámico de Uzbekistán, cuyo objetivo es la instauración de un Estado Islámico regido por la Sharia en el país uzbeko.

De momento, parece que Uzbekistán tiene un líder temporal, Shavkat Mirziyoyev, que fue Primer Ministro desde 2003 hasta que la Asamblea Suprema lo designó como presidente interino del país. Y, aunque Karimov no señaló nunca a Mirziyoyev como su sucesor, parece ser que sí era su opción predilecta, algo que, por una parte, podría calmar los temores de la comunidad internacional respecto a la sacudida que podría provocar un vacío de poder en Uzbekistán pero que, por otra parte, podría significar que el país seguirá el mismo rumbo: el del autoritarismo, la represión de la población disidente, y la corrupción a gran escala.

Ésta es una explicación sin ánimo de lucro.

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Lluis Torres

Barcelona, España. Politólogo especializado en Relaciones Internacionales graduado por la Universidad Pompeu Fabra. Actualmente trabaja en Amnistía Internacional Cataluña, dónde también realiza labores de activismo en el grupo de incidencia política. Anteriormente, co-impulsó diversos proyectos de cooperación en los campos de refugiados de Grecia. Sus líneas de interés se centran en temas relacionados con la conflictividad y la seguridad global, la economía política y el desarrollo internacional.


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