Entre las principales causas del hambre están los desastres naturales, los conflictos, la pobreza, la falta de infraestructura agrícola y la sobreexplotación del medio ambiente. De hecho, el hambre y la desnutrición son el principal riesgo para la salud en todo el mundo – más que el SIDA, la malaria y la tuberculosis juntas.
Todos sabemos que el hambre es la sensación de falta de alimentos en el estómago, pero cuando se habla de crisis humanitaria, pobreza, y hambruna, podemos confundir algunos conceptos como la seguridad alimentaria, la desnutrición o la malnutrición o bien usamos dichas palabras indistintamente. En este artículo queremos describir estos conceptos muy utilizados por los expertos en acción humanitaria, pero que el resto de nosotros no siempre comprendemos.
¿Sabías que el hambre puede ser crónica? Hablamos de subnutrición o hambre crónica cuando el estado de desnutrición de una persona dura un año o más y su ingestión alimentaria no llega a cubrir sus necesidades mínimas. Se estima que 805 millones de personas, es decir, una de cada nueve personas de la población mundial, están crónicamente subalimentadas.
La desnutrición es el resultado de una prolongada falta de nutrientes en relación a lo que el cuerpo humano necesita, una dieta inapropiada carente de calorías y proteínas. La carencia de estos nutrientes (incluyendo además vitaminas y minerales) debilita las defensas, impidiendo la resistencia a infecciones o mantener un ritmo normal de crecimiento en el caso de los niños. La desnutrición severa aumenta el riesgo de morir de malaria, neumonía, diarrea, sarampión o sida. Según datos de Médicos Sin Fronteras, estas son las cinco enfermedades responsables de la mitad de los casi 10 millones de muertes anuales en niños menores de 5 años.
No hay que confundir la desnutrición con la malnutrición. La malnutrición se caracteriza por una ingesta alimentaria inadecuada, desequilibrada o excesiva, es decir, incluye tanto la desnutrición como la sobrealimentación (según datos de la OMS, al menos 2,8 millones de personas mueren cada año como consecuencia de sobrepeso u obesidad).
Hablamos de seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen acceso permanente a alimentos seguros, nutritivos y en cantidad suficiente para satisfacer sus requerimientos nutricionales y preferencias alimentarias, poder llevar una vida activa y saludable. Según la definición de seguridad alimentaria de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), se pueden identificar cuatro dimensiones de la seguridad alimentaria: disponibilidad de alimentos, acceso económico y físico a los alimentos, utilización de los alimentos y estabilidad en el tiempo. Mientras, la inseguridad alimentaria es todo lo contrario, se da cuando las personas tienen problemas para mantener sus necesidades básicas, tales como conseguir suficiente agua potable o comer una cantidad adecuada de calorías para su normal crecimiento y desarrollo.
El hambre es ante todo política. Está ligada a unos patrones de producción y consumo desiguales e insostenibles, a una distribución injusta de los recursos y a unas relaciones de poder distorsionadas. Frente a un sistema alimentario injusto, los estados son responsables de garantizar el derecho a la alimentación. Han firmado y ratificado la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Pacto Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales y otros instrumentos internacionales, que les obligan jurídicamente a respetar, proteger y facilitar el acceso a la alimentación adecuada de los ciudadanos.
Las últimas estimaciones de la FAO indican que se está reduciendo el hambre a nivel mundial, en la última década se ha reducido en más de 100 millones de personas. Según la misma organización, las cifras demuestran que es posible alcanzar la meta de los Objetivos de Desarrollo del Milenio relativa al hambre: reducir a la mitad la proporción de personas subalimentadas en los países en desarrollo para el año 2015. ¿Se conseguirá? Varias ONGs están de acuerdo en que existe un alto riesgo de perder los avances logrados y que la situación alimentaria mundial empeore. Tener claro estas ideas ayuda a conceptualizar el problema de la lucha contra el hambre, considerando la correcta alimentación un derecho humano básico y dotándonos de herramientas básicas para poder exigir una mejora en los programas globales enfocados a reducir el hambre en el mundo.
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