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La creciente preocupación de los británicos sobre la inmigración, pilar básico de UKIP, ha colocado al Primer Ministro David Cameron en una situación delicada donde deberá intentar satisfacer a sus votantes sin provocar a su vez una confrontación directa con los intereses de la UE.
La inmigración en Reino Unido
A pesar del auge de UKIP durante el último par de años, David Cameron y su partido conseguían apaciguar sus propuestas populistas. No obstante, después de las elecciones europeas del pasado mayo donde el partido de Nigel Farange consiguió una sorprendente victoria, Cameron se vio obligado a reorientar sus propuestas de modo que se asimilasen más a las del UKIP y, en especial, aquellas en torno a la inmigración.
El Reino Unido siempre ha sido un país de acogida para inmigrantes. Durante todo el siglo XX y, todavía con mayor intensidad después de la independencia de la India y Pakistán, el país acogió un gran número de inmigrantes procedentes de todos los rincones del planeta. Esta tendencia se incrementó todavía más tras la ampliación de la UE en 2004, trayendo a una media de 200.000 inmigrantes por año sólo desde la UE. Varios años de crisis azotaron al país, pero la rápida mejoría de la economía británica en comparación con los demás miembros de la Unión ha conseguido que esta tendencia vuelva a estar actualmente en alza.
Sin embargo, el auge de partidos anti-inmigración ha demostrado que las poblaciones de algunos países europeos comienzan a temer esta oleada de migraciones, tanto desde fuera como entre los miembros de la UE, y los británicos no son una excepción. El impacto socio-cultural, el miedo de trabajadores a no poder competir con los inmigrantes debido a sus bajos salarios o el malestar popular sobre la cantidad de ayuda económica que se les proporciona nada más llegar son algunos ejemplos de las preocupaciones que están surgiendo por todo el país y, el UKIP, como todo partido populista de derechas, ha sabido abordar esta situación hasta convertirla en uno de sus pilares.
Así pues, a pocos meses de las próximas elecciones general, David Cameron parecía encontrarse con sólo dos alternativas: una solución drástica para reducir la inmigración, evitando una fuga de sus votantes hacia UKIP pero creando a la vez una seria disputa con la UE, o decidirse por una medida que contentase a Bruselas y afrontar una posible derrota en Mayo.
Cuota a la inmigración
Ante tal encrucijada, el pasado octubre Cameron decidió optar por la primera opción y anunció un plan para imponer una cuota a la inmigración proveniente de la UE. Esta cuota implicaría que trabajadores poco cualificados obtendrían a su llegada un número de seguridad social que expiraría en un tiempo límite. Así pues, esta medida, principalmente orientada al prototipo de inmigrante polaco, rumano o búlgaro, reduciría considerablemente la cantidad de inmigrantes que llegan al Reino Unido sin contrato laboral y la cantidad de éstos que permanecen en el país una vez finalizado su contrato.
Sin embargo, la UE y, en especial Alemania, no tardaron en criticar este plan, afirmando que violaría el principio de la libertad de movimiento de trabajadores, un pilar central de la UE y del Mercado Común, y que se encuentra fuertemente protegido en los tratados europeos. Este principio declara que cualquier ciudadano europeo es libre de buscar trabajo en cualquier otro país de la Unión sin necesitar un permiso de trabajo y con la libertad de permanecer en dicho país una vez finalizado su contrato. Por ello, el plan de Cameron claramente violaría las bases de este principio al imponer esa cuota y negar la entrada a otros ciudadanos europeos.
La UE claramente se opuso a esta medida y David Cameron se percató que esta solución implicaría en realidad un segundo problema: la salida del Reino Unido de la UE. Los tratados europeos conllevan obligaciones legales a todos sus signatarios y, como tal, el Reino Unido no puede aprobar ninguna ley que se oponga a lo estipulado en los tratados. Ante tal panorama, la única solución viable sería el abandonar la UE, pero esta acción no podría realizarse sin un referéndum y, aunque se celebrase, no es claro cual sería el resultado.
Cómo contentar a todos menos a los inmigrantes
La presión de la UE obligó a Cameron a encontrar una solución entre ambos extremos y parece ser que finalmente dio en la clave al cambiar la perspectiva del problema: en vez de atacar al inmigrante, se debía atacar aquello que estos desean, es decir, la nueva medida pretende hacer del Reino Unido un destino mucho menos atractivo al eliminar lo que Cameron llama el “gran incentivo económico”.
Este plan, anunciado a finales del pasado Noviembre y que se llevaría a cabo si Cameron es reelegido, pretende limitar el acceso de los inmigrantes a una serie de beneficios económicos, como por ejemplo: la condición de vivir 4 años en el país para beneficiarse de los subsidios estatales, la eliminación de prestaciones por hijos que vivan en el extranjero o el tener que abandonar el país si no encuentran trabajo tras 6 meses.
Con estas medidas, Cameron busca reducir la tasa de migración neta a niveles de 1990 y complacer tanto al UKIP como a los votantes que le habría abandonado si la situación actual persistiese. A su vez, parece ser que Cameron también ha conseguido calmar las preocupaciones de Bruselas pero les ha mandado un mensaje claro: su gobierno se está esforzando todo lo posible por respetar la legislación europea pero advierte que ha llegado el momento de lidiar con el problema de la inmigración y promover reformas normativas si quieren que el Reino Unido permanezca en la Unión.
Foto de portada: Si UKIP fueran palmas, Banksy. Vía Duncan Hull Flickr.
[notice] Desmontando el NO a la inmigración [/notice]
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