El vínculo más importante entre las personas y el que nos une a las cosas son las emociones. A través de la experiencia social, las emociones son desarrolladas y moldeadas según los diversos contextos sociales reinantes en función de la voluntad de unos pocos; de esta forma, juegan un papel fundamental a la hora de analizar la sociedad económico-política.
¿Por qué?
De acuerdo con las teorías de Kemper y de Hochschild, las emociones están condicionadas por las normas sociales. Fenómenos como el nacionalismo, no pueden comprenderse si no es desde una perspectiva global que añada un análisis emocional.
Además, para entender la dinámica del poder según Collins, antes es necesario comprender el uso de las emociones. El orden mundial es dirigido por aquellos maestros de la manipulación, que actúan en su propio beneficio para influir en las acciones de los individuos. Uno de los factores en el arte de la persuasión, como ya señaló Aristóteles en su época, consiste en saber suscitar las pasiones adecuadas en los demás. Por lo que son éstas las que moldean nuestro entorno.
A través de la manipulación, las construcciones sociales reinantes benefician a aquellos que han sabido apelar a las emociones para persuadir, incitar y dirigir a las masas. De esta manera, no solo la expresión de las emociones sino las propias emociones en sí, son moldeadas.
El poder de las emociones en el comunismo y en el nacionalsocialismo
La probabilidad de tener éxito social y económico, deriva de las habilidades sociales que hemos mencionado. Este aumento del capital socio-económico está en la base del poder. Sistemas como el capitalismo, el comunismo o el nacionalsocialismo han apelado tradicionalmente a las emociones para organizarse y perpetuarse en el tiempo. Un ejemplo claro sería el de Stalin a través de la norma de reciprocidad. Consiguió hacerse pasar por un héroe nacional, por un padre de la nación que velaba por los ciudadanos de la Unión Soviética. Así, generó una necesidad implícita en los demás de devolverle el favor, generando empatía y menor subversión a sus planes económicos. Otro ejemplo sería el Ministro de la Propaganda de Hitler, Joseph Goebbels, padre de la publicidad moderna, genio de la persuasión donde los haya, quien a través de sus once principios fue el mayor apoyo del nacionalsocialismo.
Los líderes socio-económicos moldean, por tanto, nuestras emociones a su antojo en aras de generar unas necesidades vinculadas a sus propios deseos.
El uso de las emociones en el sistema económico capitalista
Weber sostenía que la religión protestante había coadyuvado en el desarrollo del capitalismo. Esencial fueron las emociones que el dogma de la predestinación de dicha religión generaba en los fieles, que conllevaba una falta de certeza absoluta. Es decir, los dogmas de la religión protestante generaban una angustia producida por la humillación de los fieles. Éstos decidieron entonces buscar un nuevo Dios y lo encontraron en el dinero.
En otro orden de cosas, en el capitalismo, donde el poder de las empresas es evidente, observamos cómo han llegado a ese estatus gracias a la manipulación de las emociones, entre otros factores. Tomando como ejemplo los estados depresivos, abundantes hoy en día como consecuencia de la crisis económica que muchos países como España están sufriendo, las farmacéuticas nos manipulan para fomentar la ingesta de fármacos como solución a dicho problema que, en muchas ocasiones, pueden ser placebos o, incluso, nocivos. Otro ejemplo, aún más claro, es el de las empresas de cosmética: las emociones negativas que han construido socialmente sobre la base de la vejez y el culto a la juventud, ha generado un consumo extraordinario, unas ventas millonarias de productos para satisfacer exclusivamente esas necesidades creadas.
El factor cultural
Las experiencias que un individuo tiene a lo largo de su vida, van generando una inteligencia emocional esencial para desenvolverse dentro de una cultura determinada, aprendiendo así a anticipar los acontecimientos en función de cada situación y circunstancia. Por lo tanto, vivir en sociedad es completamente esencial para poder desarrollar las emociones al máximo.
Los patrones culturales de cada sociedad influyen en la expresión de nuestras emociones. Así, mientras en algunas sociedades hablar sobre las emociones se considera una muestra de interés interpersonal, en otras es una falta de respeto. Es importante tener en cuenta que, aunque en algunas culturas haya una fuerte represión de las emociones a nivel externo, no conlleva una eliminación de las mismas a nivel interno. Éstas son las llamadas normas de expresión emocional en las que únicamente se produce un cambio externo de la conducta. En esta categoría entran las emociones plasmadas en el llamado trabajo emocional de nuestra era.
Hochschild estima que las normas emocionales son un modo de control social, definiendo lo que debemos sentir y en qué grado en cada circunstancia concreta. Por ejemplo, que debemos estar tristes en un funeral y cómo demostrar esa tristeza y lo que debe durar. Cuando la emoción expresada difiere de la establecida convencionalmente, el resto de la sociedad se encarga de recordártelo: “deberías estar triste” o “no deberías ser tan exagerado”. Esto genera una gestión de las emociones que también deriva en un esfuerzo por tener unos sentimientos que, en un principio, están ausentes.
Hochschild, establece dos caminos diferentes para alcanzar el cambio real en los sentimientos. El primero se basa en el cambio de expresión y, el segundo, en una actuación más profunda, que trata de modificar el sentimiento interno. Ésta última podría asemejarse al método utilizado por Costantin Stanislavski, creador y director del Teatro de Arte de Moscú, para enseñar a los actores a inducir los sentimientos que debían de representar.
La importancia del trabajo emocional en la actualidad
Hoy en día, en muchos trabajos del sector terciario, la atención al público, el trato con el cliente es una parte esencial y, por lo tanto, los trabajadores se ven obligados a mantener un fuerte control de sus emociones. Un claro ejemplo es el de la tripulación de cabina en las compañías aéreas. Si antes se vendía la fuerza física y el conocimiento, ahora predomina la venta de las emociones.
¿Una sociedad emocionalmente controlada es posible?
Una sociedad sin emociones, sin ese contenido subjetivo que la moldea y desarrolla, daría lugar a una sociedad robotizada. En muchas películas vemos cómo el hombre crea robots, pero en un momento dado, los robots, a través de la experiencia social y el desarrollo de las emociones, supuestamente latentes, se revelan y, de este modo, se vuelven peligrosos.
Todo esto nos lleva a pensar que si pretendemos hacer una revolución en todos los niveles, debemos partir de una premisa esencial: Apelar a las emociones, ayudando a los individuos a dejar de ser manipulados ya que esto lo único que hará será perpetuar el sistema vigente, sea del color que sea.
Es necesario naturalizar la sociedad. Las emociones son difícilmente reprimibles en el interior del individuo, por más que se obligue a reprimirlas en su manifestación externa. Por lo tanto, lo esencial es saber encauzar bien su desarrollo y uso. Como dijo Rousseau, el hombre nace libre pero en todas partes se encuentra encadenado.
Existen diversas manifestaciones de las emociones, por ejemplo, los perros no pueden sonreír como las personas y, sin embargo, sabemos perfectamente cuándo están felices. Ellos las desarrollan y expresan a su manera. No obstante, la educación canina consiste en manejar dichas emociones y gestionar la forma en que las expresan. Por ejemplo, para que no se suban con las patas encima de las personas porque les pueden manchar o que no ladren cuando están contentos porque puede molestar a los vecinos.
Este control, es el que realiza también con nosotros el poder socio-económico: hace uso de la cultura y la moldea a su antojo para manejar nuestro hilos como si fuéramos sus títeres. Así, aprendemos cuáles son las manifestaciones emocionales aceptadas y cuáles no, y ya se encargarán ellos de los castigos sociales para los que no sigan estas normas, véase la vergüenza, considerada ésta última como una de las emociones sociales por antonomasia por el sociólogo Thomas Scheff. ¿No sería entonces más adecuado aumentar la espontaneidad y dejar aflorar y fomentar las emociones positivas?
El hombre solo será libre cuando se libere de las estructuras tiranas que unos pocos han inculcado en las masas para así justificarse y perpetuarse en el poder.
Bibliografía
PROPAGANDA FOR CHANGE. Proyecto creado por los estudiantes de la Persuasión y de la Influencia y Thomas Hills en el Departamento de Psicología de la Universidad de Warwick.
Universidad Jaime I. Jornadas de Fomento de la Investigación. El control de emociones en el trabajo: Una revisión teórica del trabajo emocional. Esther Gracia e Isabel Martínez.
Eduardo Bericat Alastuey. Max Weber o El enigma emocional del origen del capitalismo Universidad de Malaga. Reis 95/01 pp. 9-36.
Imagen de portada vía pixabay.com
Artículo original republicado del blog Ssociólogos.
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