Decía Eleanor Roosevelt que “no basta con hablar de paz. Uno debe creer en ella y trabajar para conseguirla”. La construcción de una cultura de paz es una ardua tarea que debe ocupar los 365 días del año. Pero hoy, Día Internacional de las Mujeres por la Paz y el Desarme, cabe preguntarse especialmente qué papel juegan las mujeres en esa labor y por qué es imprescindible reflexionar sobre la paz y los conflictos en clave de género.
Sobre esta misma cuestión se/nos interrogaba Cynthia Cockburn hace algunos años en su libro Mujeres ante la guerra. Desde donde estamos: “¿Tenemos algo coherente para enunciar, a pesar de nuestra diversidad, sobre un violento pasado y un violento presente que podría contribuir a un futuro menos violento?” (2007: 26). La respuesta, sin duda, es: sí.
Las mujeres han aportado mucho y tienen mucho que decir en cuanto a la defensa de los derechos humanos y en el compromiso antimilitarista por la paz.
Reducidas al papel de víctimas
A menudo, cuando se analizan los conflictos, a las mujeres se les designa invariablemente el papel de víctimas pasivas, pero las mujeres, además de sufrir las más cruentas consecuencias de la guerra, a lo largo de la historia también han participado en ella como combatientes, como porteadoras, cocineras, aprovisionadoras, lavanderas, enfermeras…, como piedras angulares de la resistencia, sí, pero también han sido y son importantes agentes de paz en contextos de alta violencia.
Así describe esta multiplicidad de roles Carmen Magallón en Mujeres en pie de paz:
“La imagen de las mujeres como víctimas es paralizante y no hace justicia a la diversidad, riqueza y empuje de los grupos de mujeres que se oponen a la guerra y se apoyan en la solidaridad mutua para ofrecer visiones alternativas de la realidad. Oír a las víctimas no equivale a reducirlas a ese papel. Las propias mujeres agredidas no aceptan que se les vea sólo como víctimas. La mirada victimista es reduccionista y reproductora de la mentalidad que subyace en el victimario. Niega a quienes han sido objeto de la violencia otros recursos y facetas de su ser. Y ellas quieren seguir viviendo. A menudo, se organizan para cambiar el orden violento” (2006: 41).
Las mujeres tejen redes de paz
Desde las cartas de protesta de Abigail Adams en plena Guerra de la Independencia o los llamamientos al desarme de Julia Ward, pasando por la creación del Comité Femenino Antimilitarista para luchar contra el servicio militar obligatorio en Uruguay; las conferencias de la Liga Americana de Mujeres para la Paz y el Progreso o de la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad; la Unión de Mujeres Antifascistas; el discurso maternalista contra la impunidad de las Madres de la Plaza de Mayo, del Movimiento de Madres de Soldados Rusos o del Comité de Madres de Reos y Desaparecidos Políticos de El Salvador Monseñor Romero (COMADRES); el nacimiento en Israel de Mujeres de Negro contra la guerra tras la primera Intifada Palestina; los movimientos de mujeres contra la militarización en Colombia canalizados a través de la Ruta Pacífica de las Mujeres; las acciones contra el armamento nuclear de Kathy Kelly, Carol Gilbert, Jackie Hudson y Ardeth Plate, entre otras; las mujeres antimilitaristas de Belgrado; los campamentos feministas pacifistas contra la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN); el apoyo de la Red de Mujeres por la Paz a las mujeres indígenas de Chiapas, las denuncias contra la violencia sexual como arma de guerra en Bosnia-Herzegovina por parte de Dones x Dones o la creación del Foro Contra la Opresión de las Mujeres a raíz del genocidio de Gujarat, han sido muchísimas las acciones y prácticas llevadas a cabo por grupos de mujeres de todo el mundo para construir sociedades menos belicistas y más seguras.
Históricamente han sido muchas las colectividades y asociaciones de mujeres resistentes contra la guerra que han ocupado la esfera pública como ciudadanas (ya fuera en forma de agencia o como ciudadanas de pleno derecho) declarando su oposición a los conflictos, al comercio de armas y a los descabellados presupuestos de defensa a través de boicots de consumo, manifestaciones, procesiones, recaudaciones de fondos, escraches modernos y antiguos –ya en 1764, las mujeres que se manifestaban contra el acantonamiento de los soldados en las casas de Boston y Nueva York, señalaron y avergonzaron públicamente a los tories que apoyaban al ejército británico cubriéndoles de plumas y alquitrán–, peticiones, mediaciones, vigilias, performances, cursos y talleres de formación y sensibilización, expresiones artísticas como las arpilleras de Violeta Parra, la obra de Nancy Spero o el libro Tres Guineas de Virginia Woolf, “una de las reflexiones más lúcidas y profundas que se han hecho sobre los aspectos de género implicados en el problema”, como afirma Carmen Magallón.
Y así, de manera multiforme y siempre innovadora, los movimientos de mujeres por la paz y el desarme han ido tejiendo redes y alianzas sororas a nivel internacional y se han constituido como sujeto colectivo, un sujeto con voz propia y con un discurso cargado de especificidades dibujadas por la discriminación y la violencia patriarcal que se agravan en situación de conflicto.
Determinismo biológico: ¿la mujer es pacífica per se?
Aunque tradicionalmente el movimiento pacifista de mujeres ha estado imbuido de cierto determinismo biológico –como si el hecho de poder generar vida nos predispusiera de forma natural contra la violencia–, lo cierto es que sería simplista (y absurdo) relacionar de forma “natural” pacifismo y maternidad o pacifismo y “femineidad” (que quién sabe con cuántos esencialismos más podría definirse) como si todas las mujeres fuéramos una Eiréne griega en potencia. Y es que al igual que en muchos otros ámbitos, la proclividad de las mujeres hacia la paz –al igual que la de los hombres hacia la guerra–, no tiene nada que ver con nuestra genética sino con nuestros procesos de socialización diferenciados por sexo desde la infancia y los mandatos de género recibidos que construyen nuestra identidad de género, nuestro imaginario y nuestro particular orden simbólico respecto a lo que nos rodea.
Ahí es precisamente donde radica el porqué de la importancia de hacer una lectura desde una perspectiva de género o feminista de los conflictos bélicos y sus consecuencias, así como de los procesos de paz y las medidas de reconstrucción, reconciliación y resolución que se pongan en marcha.
¿Hacia dónde caminamos?
Demasiado a menudo las decisiones sobre la guerra y la paz han estado en manos de varones. Las mujeres han quedado excluidas sistemáticamente de las mesas de negociaciones y resolución de conflictos, pero cada vez somos más conscientes de la enorme importancia que tiene para la igualdad de derechos y para el abordaje integral de la violencia la inclusión de éstas en las negociaciones de paz para que ciertos temas, como la violencia sexual, los desplazamientos forzosos o la aprobación de programas de desarme que satisfagan las necesidades de las mujeres, sean incluidos en la agenda del proceso de paz:
“El acceso generalizado y no regulado a las armas pequeñas y la munición tras el alto el fuego y los acuerdos de paz facilita que se sigan cometiendo actos de violencia contra las mujeres. Una de las tareas más importantes después del conflicto es desarmar a los ex combatientes y reintegrarlos en la sociedad. Pero a menudo los programas de desarme, desmovilización y reintegración no satisfacen las necesidades de mujeres y niñas. Esto se aplica especialmente al caso de las mujeres y niñas que han sido utilizadas por los grupos combatientes para mantener relaciones sexuales y realizar tareas domésticas, pero que no llevaban armas de fuego y, por tanto, quedan excluidas de estos programas por no ser «combatientes reales». Éste es otro ejemplo de los efectos de la deficiente representación de las mujeres en las iniciativas oficiales de establecimiento, mantenimiento y consolidación de la paz, incluso cuando estas iniciativas están respaldadas por la comunidad internacional”. (Los efectos de las armas en la vida de las mujeres, Amnistía Internacional/Oxfam, 2006).
Resulta ineludible, por tanto, la implementación transversal de la perspectiva de género en los procesos de paz, así como la aplicación absoluta de la resolución 1325 del Consejo de Seguridad (¡ya va siendo hora de que deje de ser papel mojado!).
Porque solamente así, desde el profundo respeto al derecho ajeno –tal como afirmaba Benito Juárez–, desde la diversidad, desde la denuncia activa de la violencia machista, desde una educación por la paz que nos enseñe cómo mejorar nuestra calidad de vida a través de relaciones de poder igualitarias, desde el rechazo a la economía de guerra y el comercio de armas, desde la justicia social, desde la transformación social de nuestro sistema socioeconómico neoliberal actual…, solamente desde ahí podremos construir una paz positiva, globalizadora y universal que nos incluya a todas/os.
Y acabo con las palabras de Ingeborg Breines, Dorota Gierycz y Betty A. Reardon, autoras de Mujeres a favor de la paz: “Sólo si los hombres y las mujeres trabajamos juntos en paridad asociativa de derechos podremos vencer los obstáculos y la inercia, el silencio y la frustración, y asegurar una visión de futuro, una voluntad política, un modo de pensar creativo y unas acciones concretas necesarias para la transición global de una cultura de violencia a una cultura de paz” (2002: 44).
Y hacia ahí caminamos.
Recursos sobre feminismo y pacifismo
Además de los enlaces contenidos en el texto, aquí tenéis algunos artículos, guías e informes sobre el papel de las mujeres como constructoras de paz que son de notable interés:
– CEIPAZ – Género y conflictos
– CEIPAZ – Visibles y transgresoras. Narrativas y propuestas visuales para la paz y la igualdad
– ICIP – Manual per a campanyes noviolentes
– María Villellas (Paz, en construcción/El País) – “Movimientos de mujeres por la paz, un siglo haciendo impensable la guerra”
– Mª Elena Díez Jorge y Mª Dolores Mirón Pérez (Universidad de Granada) – “Una paz femenina”
– Cándida Martínez López (Instituto de la Paz y los Conflictos/Universidad de Granada) – “Las mujeres y la paz en la historia. Aportaciones desde el mundo antiguo”
– Amani El Jack – Género y conflictos armados
Imagen de portada: “Muchacha ofreciendo una flor a los soldados”, 1967. Marc Riboud. Fuente: http://de10.com.mx
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