Hace un par de semanas, los Jefes de Estado y de Gobierno de la UE decidieron por primera vez en la historia, una reducción del Presupuesto Europeo o del Marco Financiero Plurianual según el argot comunitario. En sendas ruedas de prensa, varios líderes del continente alardearon del éxito conseguido de cara a las opiniones públicas nacionales respectivas. Por el mantenimiento de ciertas partidas destinadas a la agricultura o al desempleo para unos y, por la reducción de las aportaciones y el tamaño del presupuesto para otros. En este sentido, una vez más, la UE ha demostrado su desequilibrio institucional en beneficio de los intereses nacionales de cada estado miembro, donde el Consejo Europeo ejerce un papel intergubernamental preeminente en detrimento de los intereses de la Unión en su conjunto.
¿Qué es el Presupuesto de la Unión Europea?
El Presupuesto de la Unión Europea es la previsión normativa y vinculante de todos los ingresos y todos los gastos de la Unión Europea en el período de un año. Se elabora anualmente con el fin de ordenar y regular las cuentas públicas de la Unión para el año próximo, computado desde el 1 de enero hasta el 31 de diciembre como ejercicio presupuestario natural. A su vez, el presupuesto anual debe fijarse dentro de los límites acordados en un marco financiero plurianual previamente establecido para un período no inferior a cinco años (actualmente 7 años). Si bien ha ido aumentando a lo largo del tiempo, actualmente este límite quedó fijado para el período 2007-2013 en el 1,23% del PIB de la Unión, unos 862 mil millones de euros.
La teoría de las Áreas Monetarias Óptimas y el Presupuesto Europeo
Por desgracia, parece que algunos aún no saben cuáles son las deficiencias de las que padece la UE y, sobre todo, la Unión Monetaria Europea (UME). En esta dirección, ya en los años sesenta, Robert Mundell entre otros, argumentaba que el buen funcionamiento de una Unión Monetaria requería de un presupuesto federal fuerte y de una movilidad laboral suficiente.
Dejando de lado por ahora la insuficiente movilidad laboral actual en Europa, el presupuesto permitiría la redistribución justa y equilibrada de los recursos entre regiones a través de una unión fiscal, con el objetivo de reducir las diferencias de competitividad entre los estados miembros (como ocurre a nivel nacional) y luchar, así, contra el desempleo en caso de sufrir un choque asimétrico (una crisis que afecta en diferente proporción a los estados de la unión monetaria). En otras palabras, justamente lo que está ocurriendo en la zona euro a día de hoy, donde la integración fiscal (a pesar de los avances conseguidos a través del Mecanismo Europeo de Estabilidad y las medidas adoptadas por el BCE) y la movilidad laboral son aún insuficientes, mientras que el ajuste vía precios y salarios sólo se realiza a la baja y no al alza como debería ocurrir bajo las reglas de oferta y demanda. En este sentido, la congelación salarial en Alemania, la limitación de la inflación al 2% en la UME y la aplicación innecesaria de la austeridad también en los países con superávit comercial tienen un claro impacto en el duro ajuste que tienen que hacer los países periféricos vía devaluación interna.
Pues bien, para paliar dichos efectos negativos de diseño de la UME, la creación de un presupuesto fuerte con el objetivo de redistribuir los recursos entre países en caso de recesión a través de políticas expansivas en aquellos sectores con un alto valor añadido, tiene que ser uno de los frentes de batalla de los países periféricos. Algo parecido, por ejemplo, de lo que dispone Estados Unidos, una unión monetaria con un presupuesto federal 20 veces mayor que el de la UE, en la que por cada euro por cápita perdido en California por una situación de destrucción de competitividad y empleo, 40 céntimos son cubiertos por el presupuesto federal con aportaciones del resto de estados de la federación.
La realidad Europea, sin embargo, es bien distinta. El acuerdo alcanzado es un claro síntoma de que no existe un proyecto común Europeo y de que el conflicto clásico entre la cesión de soberanía y el mantenimiento de las competencias y su parte del pastel a nivel nacional en el marco de la integración europea, sigue muy presente. Por una parte nos dicen que la solución es una mayor integración política, económica y fiscal de la UE como respuesta a la crisis, pero en la realidad, se comportan con el único objetivo de preservar sus intereses nacionales destinando menos recursos a ella.
Unos intereses que, si se aplica la austeridad también en toda Europa, ni siquiera serán capaces de preservar. ¿Cómo pretenden construir más y mejor Europa con menos recursos? A mi modo de ver, se trata de un curioso Europeísmo.
El presupuesto, sus complementos y la PAC
A parte del Presupuesto, el Tratado de Estabilidad, Cooperación y Gobernanza (TECG) aprobado en marzo de 2012, el cuál refuerza el límite de déficit para los estados establecido en el Pacto de Estabilidad y Gobernanza de 1997 (y el cuál también sea dicho, resulta de un diagnóstico erróneo de las causas de la crisis), debería ser complementado con una batería de políticas contra-cíclicas complementarias y asequibles. Entre otras, el Banco Europeo de Inversiones, gracias a su gran potencial multiplicador, podría dar créditos a la banca (ya que no puede darlos directamente a las empresas) a condición de que éstos llegaran a las PYMES, suponiendo, un plan de incentivo del crecimiento equivalente al Plan Marshall. Por otro lado, una revaluación interna en Alemania con la aceptación temporal de una tasa de inflación alrededor del 4%, permitiría una salida de la crisis menos convulsa para los países periféricos fortaleciendo sus exportaciones. Además, la emisión común de una pequeña parte de la deuda de los estados miembros de la UME permitiría financiar los denominados Project Bonds; emisiones de deuda común con el objetivo de fortalecer los Fondos Estructurales, las redes de Comunicación y Transporte Transeuropeas o la inversión en I+D. Partidas del presupuesto que aún podrían ser objetivo de mayor inversión, si la Política Agrícola Común (PAC) fuera reformada.
No obstante, nada de ello ha sido planteado hasta ahora, al menos en la medida necesaria. De hecho, algunos de los que defendieron en la cumbre un Presupuesto Europeo más fuerte, lo hicieron para defender la injusta y desproporcionada Política Agrícola Común (PAC) y, no exactamente por el empleo y la lucha contra la crisis. A pesar de alardear de liberalismo económico, la agricultura europea está, entre otras razones, subvencionada para que pueda ser competitiva vía precios respecto de productos provenientes del exterior, aún a sabiendas que el sector supone un 3% de la economía europea y que la PAC perjudica la exportación de productos agrícolas de los necesitados países en vías de desarrollo.
Aunque pueda parecer absurdo, del ínfimo 1% de presupuesto respecto al PIB Europeo del que dispone la UE, alrededor de un 40% va destinado a la PAC.
El papel de Gran Bretaña
Por otro lado, hemos asistido también a la puesta en escena del euro-escepticismo interesado del presidente británico, el cuál quiere hacerle creer a su opinión pública, que los males del país residen en la pertenencia a la UE con el objetivo de sacar rédito político a nivel nacional. A pesar de ser cierto que al no pertenecer al euro, los británicos no tienen por qué apoyar un presupuesto europeo más fuerte cuando se están aplicando medidas de recorte a nivel nacional bajo un contexto de un euro-escepticismo creciente, el problema es que plantea un posible referéndum sobre la permanencia en la UE. Un ejercicio muy democrático, que sin embargo tendría un impacto catastrófico sobre el resto de la Unión, solo por el hecho de convocarlo.
En esta dirección, estando fuera del euro, el presidente Cameron sabe que la UE no es el problema. Sin embargo, parece estar dispuesto a ponerla en jaque por el apego creciente que los británicos le tienen a la UE así como por el beneficio electoral que le supone poner el asunto en la agenda, aunque éste no sea, en realidad, la fuente origen de sus problemas.
Si algún día Gran Bretaña sale de la UE y, nos pide, eso sí, permanecer en el mercado único, habría que decirles que la unión no es un menú degustación para lo que gusta y un menú a la carta para lo que no gusta.
El futuro
Europa nunca podrá volver a competir con los países emergentes vía precios y salarios, porque nos encontramos en otro estadio de nuestro desarrollo y tenemos un estado de bienestar que proteger. La crisis ambiental, económica y social que sufrimos, sólo será superada con una mayor inversión en educación, en I+D, en sectores de alto valor añadido y en energías renovables. Y a diferencia de otras regiones del mundo, Europa dispone de los recursos, los conocimientos y el capital humano para hacerlo.
Pero para ello necesitamos un presupuesto más fuerte y, en éste sentido, parece que el Parlamento tumbará la propuesta.
Si no es así, esperemos que el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, proponga un presupuesto distinto al aprobado la semana pasada para los países de la zona euro a través del mecanismo de cooperación reforzada. El cuál evitaría al menos, las reticencias británicas, dejando sola a Alemania y sus colegas del norte en la mesa de negociaciones.
Por desgracia y, demostrando de nuevo el desequilibrio institucional de la UE, el problema es que es Merkel quien tiene la palabra y no el presidente del Consejo.
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