El informe anual World Energy Outlook 2012 de la Agencia Internacional de Energía (AIE) dibuja un nuevo panorama energético mundial emergente: se prevé que Estados Unidos sea el primer productor mundial de petróleo en 2020, gracias al resurgimiento en la producción del combustible y de gas en ese país, adelantando de esta manera a Arabia Saudí. El telón de fondo para ese cambio será la creciente demanda de petróleo en las economías emergentes – en China, India y Oriente Medio (alcanzando 99,7 millones de barriles diarios de petróleo (bdp) en 2035, lo cual representa un aumento del 14% respecto a los datos actuales). De esta manera el país norteamericano se convertirá prácticamente en autosuficiente o exportador neto (hoy en día se importa alrededor del 20% de la demanda total de energía en los EE.UU.), siendo esa tendencia diametralmente opuesta a la observada en la mayoría de los países importadores de energía, que dependen cada vez más de fuentes externas.
Y es que, como destaca la Agencia, «ningún país es una isla energética», si tenemos en cuenta las interacciones entre diferentes tipos de combustible, mercados y fluctuaciones de precios. Sin embargo, sí hay un país «isla» de cuyo panorama energético aún no se ha pronunciado la IAE en su informe, a pesar de los recientes acontecimientos que detallaremos en este artículo.
Isla energéticamente dependiente
La isla en cuestión es Cuba, donde dentro de poco empezará a operar una plataforma petrolífera, fruto de colaboración entre ingenieros rusos y cubanos, que pretende garantizar la independencia energética de la isla, en el caso de obtener resultados positivos.
Cuba cuenta con una zona de explotación petrolífera que está dividida en 59 bloques; forma parte de la Zona Económica Exclusiva (ZEE) y está situada en las aguas del Golfo de México.
Zona Económica Exclusiva, en su definición de la UNCLOS (la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar) designa una franja marítima (zona contigua) desde el límite exterior del mar territorial y hasta una distancias de 200 millas náuticas (370,4). En el caso de Cuba, la ZEE abarca 112.000 kilómetros cuadrados.
El Gobierno de Cuba afirma que esta superficie puede albergar al menos 20.000 millones de barriles de petróleo, aunque según otras estimaciones (como la del Servicio Geológico de Estados Unidos) sitúan esa cantidad en 5.000 millones de barriles. Actualmente el país recibe unos 115.000 barriles diarios de crudo y derivados de Venezuela, su principal aliado socialista y socio comercial (equivalente al 60% de su consumo), a precios preferenciales como parte de un acuerdo de cooperación; muy a menudo a cambio de profesionales del sector médico, entrenadores deportivos y profesionales de otras áreas provenientes de la isla. Este intercambio fue objeto de duros ataques en la campaña presidencial de Hugo Chávez en las últimas elecciones venezolanas, celebradas el pasado mes de octubre, a quien la oposición le acusó de ‘regalar’ el petróleo al régimen de Fidel Castro a cambio de su apoyo en distintos foros internacionales, y es precisamente esa dependencia lo que impulsa al Gobierno de Cuba buscar otras fuentes de energía y otros aliados, algunos de ellos, «nuevos viejos conocidos».
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Proyecto de exploración petrolífera conjunto con Rusia
Éste es el caso en el marco del resurgimiento de la cooperación y colaboración entre Rusia y Cuba. En 2009 los países firmaron varios acuerdos de colaboración, entre ellos el acuerdo de cooperación energética, lo cual marcó el significado estratégico de regreso de Rusia a América Latina. En 2011 ambas compañías firmaron cuatro acuerdos para la búsqueda y extracción de crudo, sumándolos a tres contratos de asociación económica internacional entre las respectivas compañías petrolíferas de los estados.
En 2012 empezó la etapa de exploración de la instalación petrolífera en la isla entre la estatal cubana Cubapetróleo (Cupet) y la compañía estatal rusa Zarubezhneft, mediante la plataforma semisumergible
Songa Mercur, propiedad de la compañía Songa Offshore SE, con base en Oslo, originalmente construida durante los tiempos de la Unión Soviética, en 1989, y modernizada posteriormente en 2007. Su capacidad de perforación es de 1.200 pies (unos 366 metros), y su tiempo de uso previsto por parte de Zarubezhneft, 325 días, que será el plazo orientativo de sus operaciones en Cuba.
Esta colaboración viene reforzada por unas inversiones significativas que Rusia viene realizando en la isla. Así, la compañía estatal rusa Zarubezhneft tiene previsto desembolsar 2.900 millones de dólares hasta 2025 en el sector de los hidrocarburos cubanos, según el Gobierno ruso; mientras que el coste del proyecto de exploración en concreto asciende a unos 200 millones de dólares.
OAO Zarubezhneft fue establecida en 1967, se trata de una compañía 100% estatal rusa, que participa en proyectos de exploración petrolífera en más de 30 países en todo el mundo; a su vez la Unión Cubapetróleo, CUPET, es la empresa estatal del Ministerio de la Industria Básica (MINBAS) que coordina las actividades de exploración, refinación y comercialización del petróleo en el país.
¿A la cuarta va la vencida?
Éste no es el primer intento de hallar el crudo en las aguas cubanas. Entre las empresas exploradoras presentes en la isla ya han figurado otra compañía rusa Gazprom Neft, la española Repsol y la venezolana PDVSA.
La ‘fiebre de crudo’ comenzó a principios de 2012, con la llegada de una plataforma de la petrolífera española Repsol-YPF que utilizó la plataforma semisumergible Scarabeo 9, fabricada en un astillero de China. El proyecto de exploración fue abandonado tras falta de resultados favorables.
El relevo al consorcio español lo tomó el proyecto de exploración petrolífera conjunta entre el conglomerado ruso Gazprom Neft y PC Gulf (Petronas de Malasia), que contrataron cuatro bloques en la zona económica del Golfo de México. El proyecto registró una inversión de 12 millones de dólares por la parte rusa; sin embargo, el crudo hallado, a pesar de ser “un sistema petrolífer activo”, no se podía comercializar, debido a las características geológicas del lugar. Las labores de perforación fueron suspendidas en agosto de 2012.
Posteriormente la Scarabeo 9 pasó a manos de la estatal venezolana PDVSA para realizar exploraciones en el bloque Cabo de San Antonio 1 en el Golfo de México, pero tampoco se encontraron reservas de petróleo en sus aguas.
La postura de Washington
Todas esas exploraciones de hidrocarburos no fueron vistas con buenos ojos por los Estados Unidos: los petroleros norteamericanos contemplaban perturbados cómo se perfora a apenas cien kilómetros de sus costas, y, a su vez, los congresistas cubano-estadounidenses alertaban de la posibilidad de mayor empoderamiento del régimen castrista.
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El conflicto ya alcanzó su punto álgido en octubre de 2011, cuando 34 legisladores federales liderados por la representante republicana de Miami, Ileana Ros-Lehtinen, exigieron el abandono del proyecto de exploración por Repsol, alegando su dudoso nivel de seguridad y una posible catástrofe medioambiental en las costas de Florida en el Golfo de México y advirtiendo que en caso contrario podrían presentar demandas civiles y criminales en tribunales de los Estados Unidos.
¿Cuál es el motivo de esa reacción? Temores de que el proyecto tenía como objetivo lograr un “salvavidas económico” para el Gobierno cubano y también financiaba su “aparato represivo”.También es probable que detrás de esa campaña se escondan motivaciones económicas y no solo políticas, según varias autoridades y analistas. Así, en la respuesta oficial el director de Cupet, Rafael Arias, manifestaba que estas preocupaciones evidenciaban “las presiones y chantajes que ejerce las Administración de EEUU para coartar o impedir que otros países o compañías hagan negocios con Cuba”, y es que parte de su respuesta corresponde a una cruda realidad: 50 años de embargo económico a Cuba.
El embargo de Estados Unidos contra Cuba tiene sus orígenes en 1959, año del triunfo de la revolución cubana, cuando el Gobierno de Washington había impuesto ciertas sanciones en respuesta a las expropiaciones por parte del Gobierno cubano hacia ciudadanos y empresas estadounidenses en la isla, que llegó a ser casi total bajo la administración de John F. Kennedy en 1962. En 1996 la polémica ley Helms-Burton endureció el embargo comercial; uno de sus aspectos más polémicos siendo la posibilidad de presentar demandas en las Cortes estadounidenses de manera retroactiva por las propiedades expropiadas en el suelo cubano desde de 1959 (esa posibilidad incluía los ciudadanos norteamericanos de origen cubano). La ONU ha aprobado este año una nueva resolución de condena al embargo a Cuba, la número 22 tras la primera que tuvo lugar en 1992. Los costes económicos de los 50 años de bloqueo, según el Gobierno cubano, ascienden a 108.000 millones de dólares.
Curiosamente, según las condiciones del bloqueo, se prohíbe que empresas de terceros países vendan bienes o servicios a Cuba, cuya tecnología contenga más de un 10% de componentes estadounidenses, aunque sus propietarios sean nacionales de esos países. Ello podría suscitar una nueva polémica, ya que la nueva plataforma de exploración que hemos mencionado, la Songa Mercur, podría haber sido modernizada y reforzada en Galveston, Texas, según algunos datos facilitados, y de esta manera podría estar repleta de tecnología estadounidense, lo que violaría el arriba mencionado término de las sanciones.
Estados Unidos justifican el bloqueo “como una herramienta para asegurar el respeto de los derechos humanos y la libertad que son ideales de esta Asamblea”, pero al mismo tiempo aseguran ser “un amigo incondicional del pueblo cubano” y consideran el país uno de sus mayores socios comerciales, tal como declaró el representante de Estados Unidos ante la Asamblea General de la ONU en su actual período de sesiones.
Falta esperar el desarrollo de los acontecimientos para ver qué camino tomará el Gobierno cubano, situado ahora entre su antiguo aliado, Rusia, y su ‘gran vecino’, Estados Unidos. Los hallazgos del petróleo comercializable en las aguas cubanas podrían inclinar la balanza política y energética hacia un lado u otro de manera significativa.
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