“Si el libre juego de las fuerzas del mercado redundó en que el 15% de la humanidad padezca hambre mientras un 20% tiene sobrepeso, algo va mal. La economía existe para la gente, no al revés“. Esta cita fue escrita a modo de conclusión por Bekele Geleta, secretario General de la Federación Internacional de la Cruz Roja, en un informe sobre la situación del hambre en el mundo. Y no le sobra razón. Actualmente, el reparto equitativo de recursos y oportunidades sólo existe en el imaginario de algunos seres humanos; es completamente irónico que actualmente existan 925 millones de personas con hambre crónica y 1.500 millones con sobrepeso. Pero si la actual situación es crítica, la situación para 2050 será peor si no se toman medidas para paliar esta crisis alimentaria. Según previsiones de la FAO, la población mundial aumentará hasta llegar a los 9.000 millones de personas.
¿Cuáles son las consecuencias de este crecimiento demográfico?
Según la FAO, este aumento de población generará que la demanda de alimentos, fibras y piensos se duplique. Asimismo, se producirá una gran transformación de los campos de cultivo ya que muchos no serán empleados para la alimentación, sino para la creación de biocombustibles. Los núcleos urbanos en expansión, el agua, el cambio climático y la ayuda para proteger la biodiversidad, los espacios naturales y los animales en peligro de extinción tendrán que cobrarse su trocito de tierra. Todo esto se traduce a que la porción de tierra destinada al cultivo para la alimentación humana se verá considerablemente reducida.
Respecto a los movimientos migratorios, cabe mencionar que la población continuará con su éxodo rural y se concentrará en núcleos urbanos que seguirán expandiéndose, quedando las zonas rurales semivacías. Como consecuencia, menos población se dedicará a la agricultura y se recurrirá a las nuevas tecnologías para producir más en una superficie menor de tierra y con menos mano de obra. Se fomentará por tanto, la agricultura intensiva, en la que se aplican productos químicos para aumentar la productividad. Además, este sistema requiere una utilización de grandes cantidades de energía solar o petrolífera.
Los pobres más desnutridos, los ricos más obesos
Las previsiones para 2050 en lo que respecta a escasez de alimentos, contrastan con las cifras previstas para 2050 en lo que respecta a obesidad. Si se sigue la tendencia actual, el 60% de las personas serán obesas (ya no se habla de sobrepeso, sino de obesidad). Como se puede apreciar, los ricos serán más obesos, y los pobres estarán más desnutridos, se producirá un aumento de la brecha económica que generará desastres nutricionales tanto en uno como en otro bando. Con brecha económica nos referimos a desigualdades entre economías estructuradas y no estructuradas, trabajadores cualificados y no cualificados, la disparidad en salud, educación y oportunidades de participación social, económica y política. Como no se ponga fin a la desigualdad lo antes posible, las pautas establecidas por los Objetivos de Desarrollo del Milenio, entre las que destaca la de terminar con la pobreza extrema para el año 2015, seguramente se vean frustradas. Steven L Gortmaker (Escuela de Salud Pública de Boston) opina respecto a esta tragedia: “las intervenciones para revertir esta epidemia tienen que liderarlas los gobiernos, aunque cuenten con la colaboración de ONG, la sociedad civil y otras instituciones”.
¿Qué temas deberían resolverse?
El principal problema sería el acceso al alimento. ¿Será posible adquirirlo a un precio asequible? Es muy probable que con el aumento de la demanda y la escasez del producto, los precios se disparen agravando la crisis alimentaria. Asimismo, según la FAO, deberíamos plantearnos qué reserva de agua y tierra tendremos para 2050 para poder administrarla de manera adecuada. Otro de los temas que plantea la FAO es qué nuevas tecnologías podrían ayudarnos a mejorar el rendimiento y la eficiencia de los escasos recursos de los que disponemos.
Durante el Foro de Expertos de Alto Nivel de la FAO celebrado el 8 de octubre de 2009 en Roma, se calculó que será necesario realizar una inversión de 83.000 millones de dólares estadounidenses al año en la agricultura de los países en desarrollo, si en 2050 queremos contar con alimentos suficientes para toda la población mundial. Es decir, que las inversiones en agricultura deberán incrementarse en un 50 %.
Durante este mismo Foro se habló de las consecuencias del cambio climático para la seguridad alimentaria. Los países desarrollados son los mayores contribuyentes al calentamiento global y los países en desarrollo los que más sufrirán las consecuencias. En 2050 el impacto mundial será reducido, pero los países en desarrollo experimentarán un declive de entre el 9 y el 21% de su productividad agrícola, consecuencia directa del cambio climático.
El caso de África
Está previsto que la población de África subsahariana pase a 2.000 millones en 2050. A pesar de la rapidez del fenómeno de emigración del campo a las ciudades y el crecimiento de la población urbana, la cifra absoluta de población rural continuará incrementándose. La agricultura es el motor del desarrollo rural y de la reducción del hambre y la pobreza en la región. Hafez Ghanem, Director General Adjunto de la FAO, afirmó que “el elevado potencial de la agricultura en África subsahariana es una buena noticia: la agricultura es la columna vertebral del crecimiento general para la mayoría de los países de la región, y esencial para la reducción de la pobreza y la seguridad alimentaria”.
Según la FAO, África dispone de muchos recursos naturales y de hectáreas de tierras infrautilizadas; por lo que aquí el principal problema sería desarrollar una política agrícola adecuada. El ejemplo que presenta la FAO es el de la región de la sabana de Guinea, que tiene una superficie dos veces mayor que la dedicada al trigo a nivel mundial, de la que sólo se cultiva el 10 % del territorio.
¿Solución?
La solución propuesta por el PNUMA (Programa de Naciones Unidad para el Medio Ambiente) radica en pasar del sistema de producción actual a los agrosistemas. La puesta en práctica de políticas comunes entre ecología, agricultura, ganadería y pesca permitirá a la vez aumentar la productividad agrícola, preservar los recursos naturales como el agua y proteger los diferentes ecosistemas.
Ello permitiría, además, una mejor adaptación de los cultivos a las nuevas condiciones climáticas, la mejora de las técnicas de riego, la conservación de las zonas húmedas y la creación de pequeñas cuencas de retención en los países cálidos para ayudar a los pequeños productores agrícolas, que son mayoría en los países en desarrollo, a superar a los periodos de escasas precipitaciones. Asimismo, la plantación de árboles luchará contra el cambio climático y la desertización.
La soberanía y la seguridad alimentaria
Con la búsqueda de nuevas soluciones y alternativas parar frenar la crisis alimentaria, los términos soberanía y seguridad alimentaria han cobrado gran relevancia y ocupan lugares importantes en las agendas de organizaciones e instituciones.
La soberanía alimentaria es la facultad de cada Estado para definir sus propias políticas agrarias y alimentarias de acuerdo a objetivos de desarrollo sostenible y seguridad alimentaria. Ello implica la protección del mercado doméstico contra los productos excedentarios que se venden más baratos en el mercado internacional, y contra la práctica del dumping (venta por debajo de los costos de producción). Seguridad alimentaria hace referencia a la disponibilidad de alimentos, el acceso de las personas a ellos y el aprovechamiento biológico de los mismos. Se considera que un hogar está en una situación de seguridad alimentaria cuando sus miembros disponen de manera sostenida de alimentos suficientes en cantidad y calidad según las necesidades biológicas.
Los gobiernos y las organizaciones internacionales deberían tomar las medidas adecuadas para paliar esta crisis que en 2050 será de mayor gravedad. Conseguir que los 9.000 millones de personas gocen de seguridad alimentaria es un reto, pero es posible. Nosotros, los ciudadanos, podemos y deberíamos colaborar también en este reto. La incorporación de prácticas ecológicas en nuestro estilo de vida como el reciclaje, la compra de productos ecológicos o el control del consumo de agua son pequeños gestos que pueden mejorar las previsiones económico-sociales del futuro.
Esta es una explicación sin ánimo de lucro
¿Quieres recibir más explicaciones como esta por email?