Ya ha pasado poco más de un año del inicio de la Primavera Árabe y el ‘incendio’ no parece que tenga un final a corto plazo.
Recordemos que todo empezó en Túnez cuando Mohammed Buazizi se inmoló quemándose a lo bonzo en protesta por el trato que le dio una policía después de su detención por no tener permiso para vender en las calles. La bofetada de Feida Hamedi fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de este pobre vendedor ambulante. Enfrente de un edificio público de Ben Arous se prendió fuego y se mató.
Es evidente que un caso tan particular como este no fue el motivo, ni siquiera principal, de una revolución que se ha propagado por un territorio habitado por cientos de millones de personas. Pero sí que fue la excusa perfecta para manifestarse en contra de la injusticia con la que el poder político y militar actuaba.
También es lógico, aunque ha sido ignorado por casi todos los Medios que, debido a las grandes diferencias que existen entre los países, tanto política como culturalmente, las revueltas y sus objetivos hayan sido distintos en cada estado. Por eso mismo, nos vamos a centrar en el caso de Siria intentando analizar su situación sin caer en los tópicos de la Primavera Árabe ya que, como bien se sabe, generalizar es injusto y la mayoría de las veces, erróneo.
Antecedentes
Siria es una República Árabe gobernada desde 1963 por un único partido, el Partido del Renacimiento Árabe Socialista, también llamado Baaz. En 1970 llegó al poder Hafez Al –Asaad y en la actualidad gobierna su hijo Bashar Al –Asaad. Según la Constitución de 1973, Siria es un estado socialista laico que reconoce el Islam como religión mayoritaria.
En teoría, en la vida política siria hay otros seis partidos que junto con el Baaz conforman el Frente Nacional Progresista (FNP). En la práctica manda Al- Asaad, ya que dirige y controla el Parlamento, el ejército, el Baaz y el FNP. En resumen, es un régimen totalitario pero con otro nombre.
En el año 2000 murió su padre, y se pensó que, habiendo estudiado en las mejores universidades, tanto nacionales como extranjeras, su llegada democratizaría el país y Siria caminaría hacia el occidentalismo. De hecho, nada más llegar al poder se produjo lo que se llamó Primavera de Damasco, en donde se liberaron presos políticos y se tuvo la esperanza de que llegarían unas reformas tanto tiempo esperadas. Nada más lejos de la realidad. Al- Assad, ni ha democratizado el país ni lo ha occidentalizado, cosa que, por supuesto, ni es buena, ni mala de por sí. Simplemente no lo ha hecho.
En cuanto a la religión, en Siria conviven varios grupos musulmanes distintos, siendo los suníes la mayoría del país, aunque son los alauíes, una rama del chiísmo, los que detentan el poder. De hecho, toda la familia Al- Assad es alauí y por eso la República se declaró laica en su momento, evitando referirse a la religión en su nombre.
Protestas
Como en la mayoría de los países árabes las manifestaciones comenzaron como un reclamo de libertad. Un grito desesperado de la población que, gracias a lo ocurrido en otros países pudo recoger la valentía suficiente para enfrentarse a un presidente con tal poder en sus manos que logró ser reelegido presidente en 2007 con el 97% de los votos.
Como en muchos otros casos de victorias tan claras, ni la comunidad internacional ni el sentido común, se lo creyeron.
Y cuando hay dictadores con tal poder como para amañar de manera tan descarada un referéndum, estos no se van de su trono después de unas cuantas manifestaciones. Si además tienen el control y el apoyo de la cúpula del ejército, una falta total de empatía con su pueblo y una moralidad no muy entendible, la solución es fácil. Disparar.
Y disparó, vaya que si lo hizo. Según varias Agencias, desde que comenzaron las protestas en marzo de 2011 han muerto entre 5000 y 7000 personas en Siria, dependiendo de quién dé los datos. Eso es otro problema para saber qué ocurre en Siria. Que muy poca gente con capacidad de informar de manera objetiva ha conseguido entrar en el país. Las cifras son estimaciones de datos recogidos de manera visual. Esto es, sumando los cadáveres de las calles, y contando a la gente que no está.
Contábamos que Al-Assad disparó contra su pueblo, pero también es evidente que sin apoyo popular ningún régimen es capaz de aguantar mucho tiempo en el poder. Y Al-Assad sí que cuenta con apoyo popular. No el 97%, pero sí que ha habido varias manifestaciones en su apoyo, y estas han ido ‘in crescendo’ en los últimos días, o por lo menos la información sobre ellas, cuando la presión internacional se ha hecho cada vez más fuerte. Al no tener datos suficientes, no se puede saber la importancia y sinceridad de estas marchas, pero lo que está claro es que la duración del conflicto hacer prever que hay dos bandos enfrentados y que la guerra civil parece cercana.
De hecho cada vez hay más enfrentamientos entre el ejército y la oposición, formada por opositores al régimen (como no podía ser de otra forma) y por desertores militares que están formando otro ejército, el llamado Ejército de Liberación Siria (ELS). Éste en un principio se formó como defensa de los manifestantes, pero parecer ser que, según va creciendo, está tomando parte en acciones ofensivas.
Además, a esto se une el hecho de que diferentes informaciones han resaltado que algunos asesinatos han tenido un componente religioso, lo que da una idea de lo complicado del tema. Lo que daba a entender la piel de la revuelta, esto es, un canto a la libertad y a la democracia, parece que no tiene nada que ver con lo que hay en su interior. No es sólo un enfrentamiento ideológico, no hay lucha de poder entre el bien y el mal (no es lo normal en las guerras), es mucho más complicado y la falta de noticias desde el terreno lo hace aún más oscuro.
Respuesta internacional
Únicamente la Liga Árabe ha hecho algo al respecto. Mandar a unos observadores de dudoso pasado en cuanto a su relación con los Derechos Humanos para ver sobre el terreno lo que denunciaba la oposición al régimen. Básicamente han hecho dar varios paseos a unos señores vestidos con chalecos naranjas en diferentes ciudades sirias. ¿El resultado? Nulo, todo sigue igual.
Después de lo ocurrido en Libia mucha gente pensaba que la ONU, o más concretamente la OTAN actuaría, debido al posible parecido de las circunstancias. Pero esto no ha sido así por diferentes motivos, todos ellos de índole político.
-No hay consenso en la Liga Árabe sobre una intervención.
-Rusia y China, países con poder de veto en la ONU y con intereses comerciales y políticos en Siria, se niegan.
-Siria tiene un poder militar y político en la zona que no tenía Libia. Una intervención militar prendería una chispa de consecuencias impredecibles en todo Oriente Medio.
– La oposición Siria no está a favor de la injerencia extranjera en sus asuntos.
Como vemos, menos el sufrimiento de la población, todo se pone como excusa para no hacer nada.
Presente
La ONU se ha reunido y se va a reunir. Es muy posible que antes de la publicación de este artículo haya habido alguna resolución al respecto, aunque la negativa de Rusia bloqueó el anterior acuerdo. Este apoyaba el pacto alcanzado en la Liga Árabe, que conllevaría el ascenso al poder del vicepresidente sirio. La propia Siria lo rechazó y como hemos dicho antes, Rusia lo hubiera vetado en una hipotética votación.
Así están las cosas hasta el momento. Las últimas noticias que transmiten las agencias internacionales es que desde Moscú se ha dicho que Al-Assar ha aceptado la invitación de la cancillería rusa para negociar con la oposición. Aunque más tarde, desde la sede de la ONU en Nueva York, Abdel Baset Seda, miembro del comité ejecutivo del CNS (Consejo Nacional Sirio), principal grupo de la oposición, en declaraciones a Reuters, lo ha negado. “No hemos recibido ninguna oferta de ese tipo oficialmente y creo que, si tal oferta existe, no será más que un intento de influir al Consejo de Seguridad”.
Ojalá se produzca la reunión. Parece una de las últimas oportunidades para parar una guerra civil que parece a punto de desencadenarse.
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