Thanksgiving (24 de noviembre) era la fecha límite para que el ‘supercomité’ encargado de decidir acerca de la reducción de la deuda estadounidense tomara una decisión, con el objetivo de estabilizar la economía de EEUU –después de que el pasado mes de agosto, la primera potencia mundial estuviera al borde de la suspensión de pagos. Una vez más, Demócratas y Republicanos no se han puesto de acuerdo. En paralelo a los desencuentros entre Republicanos y Demócratas, al aumento del paro, a los recortes sociales, a las disputas entre los aspirantes a candidatos presidenciales Republicanos y a las subidas y bajadas de la Bolsa, un grupo de personas decidieron ‘ocupar’ el corazón financiero del mundo: Wall Street.
Inspirados por la Primavera Árabe, empujados por un contexto económico dramático, y muy desigual, y con el asamblearismo y la desobediencia social pacífica como modus operandi, el 17 de septiembre varios centenares de personas siguieron la consigna lanzada por la revista canadiense Adbusters, apoyada por los ‘hacktivistas’ de Anonymous y otros grupos: la ocupación pacífica de Wall Street. El Objetivo: protestar ante la desigualdad económica, la influencia del sector financiero y de las grandes compañías en el poder político y la ausencia de repercusiones a raíz de la crisis económica mundial. Y una demanda concreta: una comisión para separar el poder político del económico.
Dos meses después, el The Occupy Movement ha recibido apoyos desde todos los puntos del país, que se han sumado a las protestas ‘ocupando’ ciudades, plazas, parques, edificios, desde ciudadanos anónimos hasta grupos sociales, organizaciones, y también algunos de los principales sindicatos del país. En este periodo, Occupy Wall Street (OWS) ha salido de las calles de Manhattan y ha traspasado las fronteras de la ciudad, del estado, del país, dando la vuelta al mundo, y dejando a su paso miles de ‘ocupaciones’ –aunque en la mayoría de casos de ocupación sólo tengan el nombre del grupo. Occupy Spain, Beijing, Londres, San Petersburgo, Tokyo, The London Stock Exchange, Schools, Universities, Internet, The World, Everything y otros muchos grupos han mostrado así su apoyo y solidaridad con las demandas proclamadas por el inicial OWS, que a su vez se han multiplicado y diversificado con la incorporación de nuevos grupos e individuos.
¿Las claves del ‘éxito’? Un contexto económico crítico, acompañado de un sentimiento de indignación que traspasa ideologías políticas, clases sociales y fronteras, y un catalizador: internet y las redes sociales. La espontaneidad, la fuerza y la repercusión del movimiento se basan sobre todo en esta última, que viene siendo el común denominador de las revueltas o protestas que han tenido lugar en el mundo árabe, en España, y algunas ciudades europeas a raíz del 15-M.
Otro factor clave que, sin quererlo, ha dado repercusión mediática, y en consecuencia alas al movimiento, ha sido una actuación policial en ocasiones desmesurada –las imágenes de los policías Anthony Bologna (en Nueva York) y John Pike (California) rociando con espráis de pimienta a los manifestantes desarmados han dado la vuelta al mundo, e incluso han sido motivo de burla en las redes sociales–, así como un elevadísimo número de detenciones –como los más de 700 manifestantes detenidos durante una marcha por el puente de Brooklyn, o los incidentes ocurridos en Oakland, donde un centenar de personas fueron detenidas, y varios manifestantes resultaron heridos.
Los lemas ‘Occupy Wall Street’ y ‘We are the 99%’ han calado en la sociedad, y también en las redes sociales, dando lugar a la creación de una enorme variedad de grupos. ‘Occupy the Writers’ –que agrupa a más de mil autores de la talla de Salman Rushdie, Noam Chomsky, Stéphane Hessel o Paul Krugman, –‘Occupy the Marines’, ‘Occupy the facts’ –grupo creado por estudiantes de Harvard– o ‘I am the 1%. I stand with the 99%’ –en relación al 1% más rico de USA, que ostenta el 37% de la riqueza del país–, son sólo una muestra de la enorme variedad de personas que dan apoyo al movimiento.
“We are the 53%”
Improductivos, soñadores, anti-capitalistas, terroristas, niños malcriados, puñado de sindicalistas, holgazanes, delincuentes, drogadictos. Falta de cohesión, de demandas claras, de objetivos concretos. Los ataques contra este movimiento son variopintos, y provienen sobre todo de sectores de la clase política, medios de comunicación y, muy especialmente, del sector empresarial y financiero estadounidense, que sigue sin entender por qué unos cuántos se empeñan en criticar el negocio más ‘exitoso’ del país.
Entre las críticas al movimiento se encuentran algunos sectores del partido Republicano, que no han desaprovechado la oportunidad de utilizar el movimiento OWS para atacar a la Administración Obama, incluso sacando a relucir teorías conspirativas. Es el caso del aspirante a candidato presidencial republicano, Herman Cain, quien atribuyó el movimiento a un intento Demócrata de distraer a la sociedad de sus ‘fracasos’, y quién rechazó por completo sus demandas y propuestas, sentenciando: “Don’t blame Wall Street, don’t blame the big Banks, if you don’t have a job and you’re not rich, blame yourself!”
Por su parte, desde el Gobierno, el mismo presidente Barack Obama se ha mostrado comprensivo con sus demandas, al considerar que el movimiento Occupy es el reflejo de la frustración que sienten los estadounidenses ante la crisis financiera más importante desde la Gran Depresión. En la misma línea, expresaron comprensión por las frustraciones de los manifestantes destacados miembros del partido Republicano, como Mitt Romney o Colin Powell. Al igual que la clase política, muchos empresarios y lobbies financieros están de acuerdo en que es necesario tomar medidas ante la actual situación, pero discrepan en la receta a seguir. Para ellos la situación pasa por reducir aún más el papel del Gobierno y dar vía libre al mercado.
Algunos de los que se oponen al movimiento también han aprovechado la fuerza y la simplicidad de sus lemas para dejar clara su postura. Este es el caso de ‘We are the 53%’, un grupo que reivindica la aportación al Estado que hace el 53% de los ciudadanos estadounidenses que pagan impuestos, en clara alusión a aquellos que por no tener trabajo o por tener ingresos muy bajos, no lo hacen. Aunque la mayoría de los que integran este grupo se han visto afectados por la crisis, difieren con el OWS en las soluciones y en los culpables, ya que no consideran que la crisis sea culpa del sistema, sino de los propios individuos.
Winter is coming
A los desalojos y las detenciones, y al desgaste que supone para los manifestantes dar continuidad a un movimiento tan espontáneo y heterogéneo como volátil, hay que sumarle un factor externo: el invierno. Algunos críticos aseguran que Occupy se diluirá con la llegada del frío, y que los ‘ocupas’ volverán a casa por Navidad. Es posible, pero en estos dos meses de ‘ocupaciones’ por todos los Estados Unidos y por el resto de mundo, Occupy Wall Street ha conseguido algo crucial: dar voz a la sociedad y abrir el debate.
Más allá de las utilizaciones partidistas, de los ataques, de las lamentaciones, y de las discrepancias constructivas, múltiples estadísticas publicadas desde el surgimiento de Occupy demuestran que la sociedad estadounidense mayoritariamente ‘comprende’ sus quejas y una buena parte incluso ‘comparte’ sus demandas –según una encuesta de la revista Time del 13 de octubre, el 54% de la ciudadanía tenía una buena impresión del movimiento. OWS ha conseguido dar voz, aunque sea de forma temporal e improvisada, a un descontento que tal y como ha demostrado la amplia y heterogénea variedad de apoyos que se han sumado, no es en absoluto minoritario.
Así, aunque los Occupy no tengan la receta milagrosa que saque a Estados Unidos y al resto del mundo de la crisis –hasta el momento, tampoco parece que Demócratas y Republicanos, líderes mundiales, ni el poder financiero la tengan–, sí han conseguido abrir el debate sobre la desigualdad social, sobre el poder del sistema financiero sobre la política, y sobre los orígenes de la crisis. Han conseguido que medios de comunicación, políticos, personalidades del mundo de la cultura, la educación, sindicatos, organizaciones, personas ‘ricas’, ‘pobres’, de ‘clase media’, propietarios de grandes multinacionales, de empresas pequeñas y medianas, trabajadores, gente sin trabajo, ciudadanos de todo el mundo, se posicionen, expresen su visión, a favor y en contra. En un momento de estancamiento económico, político y social, han buscado nuevas maneras de hacerse escuchar, y han dejado clara una cosa: no quieren pagar las consecuencias de una crisis que no han provocado.
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