La Organización de las Naciones Unidas define el desarrollo sostenible como “la satisfacción de las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”, esta definición fue acuñada por primera vez en 1987, sin embargo, aún hoy, el modelo de desarrollo que impera dista mucho de ser sostenible, lo cual se demuestra con las problemáticas que escuchamos día a día en los noticieros como cambio climático, pobreza, desigualdad y exclusión. En este artículo explicaremos cuáles son estos efectos, y algunas soluciones que se están proponiendo en estos momentos.
Uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030, sucesores de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, propone garantizar la disponibilidad de agua y su ordenación sostenible, así como su saneamiento. Hoy te explicamos la importancia de la gestión del agua para la paz y el desarrollo de muchas regiones del mundo, y qué retos se han de superar a nivel global para combatir su escasez.
“En el mundo se producen alimentos suficientes para satisfacer las necesidades de todos los hombres, mujeres y niños que lo habitan. Por lo tanto, el hambre y la desnutrición no son consecuencias sólo de la falta de alimentos, sino también de la pobreza, la desigualdad y los errores en el orden de las prioridades." Dr. Abel Albino. Presidente y Fundador de CONIN
Estados Unidos es el país del mundo que menos gasta en alimentación en proporción al nivel de gastos del hogar. Concretamente los residentes de EE.UU. gastan unos 2.273$ anuales, o un 6,6% (6,1% según USDA) del presupuesto familiar en comida doméstica. Son datos referentes al 2012 de un reciente estudio del United States Department of Agriculture (USDA). En el mapa elaborado por Vox se puede apreciar por tonalidades de colores los países que más y menos gastan en alimentación. En términos relativos (en porcentaje en relación al total de gastos del hogar). Estados Unidos gasta menos que cualquier de los otros 83 países incluidos en el estudio.
Los nombres que siguen a EE.UU. en la lista de países que menos gastan en alimentación son el Reino Unido (9,1%), Canadá (9,6%) y Alemania (10,9%). En el otro lado de la balanza encontramos a países asiáticos y africanos encabezados por Pakistán, el país dónde cuesta más dar de comer a una familia. En este país asiático casi la mitad del presupuesto doméstico se destina a alimentación, un 47,7% para ser exactos. Le siguen en la lista Camerún (45,9%), Egipto (42,7%) y Nigeria (39,5%).
Vox. Datos USDA, Economic research service
Es importante aclarar un par de apuntes metodológicos del estudio. El primero es que sólo se indican datos para consumo alimenticio doméstico, es decir, que no se tiene en cuenta indicadores como el gasto en comida fuera de casa, restaurantes, hoteles o comida a domicilio. Si estos se incluyeran, EE.UU., por ejemplo gastaría un 11,4% del presupuesto medio familiar en comida. Este factor afecta mucho más a países “ricos” que a los “no ricos” pues son los primeros los que más realizan esta práctica.
El segundo aspecto a clarificar es que obviamente EE.UU no es el país que menos gasta en alimentación pero sí encabeza la lista de países que menor proporción de ingresos familiares destinan a la alimentación. El caso es que EEUU, aun gastando un 6,6% del presupuesto familiar en comida, la cifra absoluta es de 2,273$ anuales, mientras en Pakistán (47,7%) gastan 415$US anuales, equivalente a 4 salarios mínimos.
¿Cuál es la relación entre riqueza/desarrollo y gasto en alimentación?
¿Por qué cuanto más rico es un país, menor es el porcentaje de gastos que se destinan a alimentación? La respuesta parece bien sencilla. Al barajar cifras relativas, siempre en relación a los ingresos familiares, los datos vienen condicionados por dos factores principalmente: los ingresos y los precios. A medida que una familia (extrapolable a un país) se desarrolla económicamente, aumentan sus ingresos y crece su presupuesto, el porcentaje que gasta en alimentación se reduce incluso gastando más en términos absolutos. Corea del Sur, por poner un ejemplo, cubría un tercio de su riqueza en alimentación en 1975, hoy en día este porcentaje se ha reducido hasta el 12%.
Campo de trigo en East Garston, West Berkshire, England, UK. Fuente: FH Mira via Flickr
Sin embargo en esta aparentemente sencilla pregunta se esconden otros factores que influyen distintamente sobre el gasto en alimentación en cada país. Factores geográficos, climáticos, factores relacionados con los precios de los alimentos o cuestiones culturales tales como creencias religiosas, tradiciones y distintos tipos de dieta. Estos factores son los que explican las diferencias de gasto entre países dónde el presupuesto familiar se supone muy parecido. Por ejemplo el caso de EE.UU. y Europa con niveles macroeconómicos parecidos pero cifras distintas. Más allá de que el porcentaje sea menor en Estados Unidos, hecho atribuible a un mayor presupuesto respecto a los países europeos (excepto los escandinavos), en cifras absolutas el país Norte Americano gasta menos que los europeos. Siendo más concretos el ciudadano estadounidense medio gasta 2,273$ mientras en Francia se gasta 3,037$ y en Noruega 4,485$. Uno de los factores claves para explicar esta relación recae en los diferentes niveles de tasas por cada país (ver precios comparados en la UE (pág. 31)) que acentúan niveles de precios ya diferenciados. Diferencias que se explican a partir de otros factores que hacen la alimentación en EE.UU menos costosa. Desde las ayudas a la agricultura hasta la inversión en tecnología agrícola providentes del Estado son factores que han hecho caer los precios de la carne, las aves de corral, los dulces, grasas y aceites (si bien es cierto que los productos frescos han aumentado de precio).
Campesino arando un campo en Nasik, Maharashtra. India. Fuente: Michael Foley via Flickr
Existe un gran debate entre economistas sobre las ventajas y desventajas de subvencionar el sector agrícola nacional pero con ello se mantienen los precios artificialmente bajos aun pagando salarios del “primer mundo”. ¿Cuál es el coste? Entre muchos otros destaca el dificultar la competencia a países en vías de desarrollo o “no desarrollados” que ven en la agricultura de exportación su principal fuente de ingreso.
Desnutrición
La relación entre un alto porcentaje de gasto en alimentación y un alto porcentaje de malnutrición parece que van de la mano. Este punto parece obvio aunque no por ello es menos remarcable. Según datos de la FAO entre 2011 y 2013 el número y prevalencia de personas malnutridas se cifró en 842 millones (un 12% de la población total) concentradas sobre todo en 3 zonas geográficas: Asia oriental, Asia meridional y África subsahariana. Datos que coinciden con las zonas de mayor gasto (porcentaje) en alimentación. Más allá de los precios, los ingresos y la accesibilidad a ciertos productos, existen otros factores menos influyentes pero remarcables en el fenómeno de la desnutrición. Factores como ciertas prácticas alimentarias tradicionales y/o religiosas y tabúes de ciertas sociedades pueden contribuir a deficiencias nutricionales en ciertos grupos de la población. Un anterior artículo de United Explanations indagaba más en profundidad en este tema.
Tal y como se puede observar en el mapa superior (clica aquí para ver en grande) realizado por la Washington State University (2008) se observa una correlación positiva entre malnutrición y porcentaje de los ingresos familiares destinados a alimentación.
Obesidad
La obesidad en los países desarrollados. Fuente: Joe13 via Flickr
Al otro lado de la balanza alimentaria encontramos otro gran problema: la obesidad. Resulta cruelmente irónico que aquellos países que menos gastan en alimentación sean los que mayores problemas de sobrepeso y obesidad registren. Según datos de la OMS de 2008, 1.400 millones (!!!) de personas padecen sobrepeso y entre ellas, 500 millones son obesas. Este es un problema de los países desarrollados aunque la OMS advierte que está pasando a ser también un problema de los países en vías de desarrollo con economías emergentes, sobre todo en entornos urbanos.
A modo de conclusión vale la pena introducir un debate sin respuesta única. ¿Cómo es posible que 842 millones de personas sufran malnutrición mientras otras 500 millones padecen obesidad?
“Consumir es un acto político. La alimentación mundial no puede estar en manos de especuladores y grandes distribuidores”. Quien así habla es Marie-Monique Robin, ensayista, directora de cine y periodista. Y hoy te mostramos tres libros claves que vinculan la alimentación con los derechos humanos.
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