19/03/2024 MÉXICO

¿Por qué se habla de una geopolítica “hipócrita” de las grandes potencias?
Foto: Wooden Chessboards

Históricamente y en la actualidad, las relaciones geopolíticas estatales están caracterizadas por la búsqueda de intereses propios, incluso aunque estos sean contrarios a los principios e ideales democráticos sobre los que se sustentan. De esta forma, se refleja la hipocresía internacional de negociar con dictadores, tiranos o gobiernos absolutistas, o de proclamar el respeto a los derechos humanos mientras se producen constantes violaciones de los mismos en sus naciones, o simplemente se busca un rédito económico encubierto.

Desde la constitución de las primeras civilizaciones, las relaciones internacionales están conectadas y circunscritas a los vínculos económicos subyacentes entre Estados, a su vez determinantes para el devenir de los principales acontecimientos internacionales. Desde el punto de vista geopolítico, la economía determina el resto de las políticas estatales, existiendo incluso una terminología específica para la materia: la geoeconomía. Se trata de una herramienta que facilita la toma de decisiones estratégicas a las naciones, estimando las consecuencias, riesgos y réditos que recaen en la economía y la cultura de un Estado a partir de factores geográficos, físicos y políticos. Dicho lo cual, y dejando al margen fachadas y principios utópicos destinados a la ciudadanía, ningún país tiene impedimento en hacer negocios con dictadores, tiranos, absolutistas o gobiernos que carecen de cualquier ápice democrático.

Bajo la premisa de que las “buenas intenciones” siempre esconden un beneficio detrás, encontramos sendos ejemplos a lo largo de la historia que avalan este principio. Concretamente, en 2011 el entonces presidente francés Nicolás Sarkozy solicitó al Consejo de Seguridad de la ONU que emitiera la Resolución 1973, la cual tenía como objetivo imponer una zona de exclusión aérea en Libia para proteger a los civiles ante el conflicto bélico que acaecía en el país. En relación a dicha intervención, Sarkozy afirmó que el fin que pretendía era “proteger a la población civil de la locura asesina de un régimen que, asesinando a su propio pueblo, ha perdido toda legitimidad. Intervenimos para permitir que el pueblo libio elija por sí mismo su destino”. Meses después, el diario francés Liberation publicaba que el Consejo Nacional de Transición libio había negociado y firmado un convenio con el gobierno galo mediante el cual empresas francesas obtendrían el 35% del total del petróleo bruto como contraprestación a su apoyo.

Precisamente en Libia, Italia realizó negocios con el dictador Muamar Gadafi, quien respaldó a los tres tiranos más sangrientos del África poscolonial (Bokassa en el Imperio Centroafricano, Idi Amin en Uganda y Mobutu en Zaire), financió sin discriminaciones ideológicas a cualquier grupo guerrillero o terrorista que le pidiera dinero, con la única exigencia de que dichos grupos se definieran como “anticolonialista” o “antiimperialista”, y  participó en casos de terrorismo de Estado en el extranjero como la destrucción de dos aviones de pasajeros (UTA en 1986 y Pan Am en 1988), o de una discoteca en Berlín (1986). Pese a ello, Italia, respaldada por el llamado “pacto de amistad” firmado en 2008 entre ambos países como disculpa ante el colonialismo italiano que azotó al país durante tres décadas, no tuvo inconveniente en que el régimen de Gadafi invirtiera sus petrodólares en empresas italianas como UniCredit, Finmeccanica, ENI o el Juventus de Turín, obteniendo a cambio el petróleo libio e importantes contratos en el país norteafricano.

File:Msc 2009-Saturday, 11.00 - 13.00 Uhr-Zwez 004 Merkel Sarkosy.jpg - Wikimedia CommonsFotografía: Sebastian Zwez

Continuando con esta tendencia de predicar valores y principios democráticos que se limitan a una fachada y que en la práctica dista mucho de la realidad, se sitúan países como Alemania y Francia, los cuales, mantienen una estrecha relación económica con el gobierno egipcio del general Abdelfatah al Sisi, quien llegó al poder por medio de un golpe de Estado en 2013. Alemania, por ejemplo, ha vendido a Egipto cuatro submarinos Tipo- 209/1400 y, por su parte, Francia ha hecho lo propio con doce aviones de combate Rafale, que pueden ser ampliados en otra docena.

Estados Unidos, otra potencia mundial que también enarbola la libertad y los derechos humanos, entra en contradicciones en lo referente a su política económica en el extranjero. Por ejemplo, Richard A. Clarke, responsable de seguridad con cuatro presidentes de EEUU, declaró que, pese a que desde el inicio de la guerra irano-iraquí en 1980 -que se saldó con la muerte de 200.000 personas, muchos de ellos civiles- Washington había impuesto sanciones económicas y congelado en fideicomisos los activos iraníes en territorio estadounidense, seguía recibiendo petróleo importado de Irán por valor de hasta 1.600 millones de dólares en 1987.


Pero sin duda, la muestra de hipocresía estatal más fehaciente es la desarrollada por China, país autoritario que registra una de las puntuaciones más bajas en los rankings internacionales de libertades fundamentales y que, sin embargo, está fomentando un nuevo sistema internacional de protección de derechos humanos con el objetivo de dar lecciones a Occidente en este ámbito. Mientras tanto, persigue de manera implacable a activistas y defensores de los derechos humanos, acusándoles de delitos definidos de una manera ambigua como: “subvertir el poder del Estado”, o “provocar peleas y crear problemas”, sometiéndoles a su vez, a hostigamientos, intimidaciones, desapariciones forzosas, detenciones arbitrarias y largas condenas de prisión. Estas continuas violaciones de derechos humanos se veían agravadas por la carencia de un poder judicial independiente que les brindase garantías procesales efectivas.

Con todo ello, comprobamos cómo de inconsistentes son los fundamentos sobre los que se constituyen Estados tan democráticos como Italia, EEUU, Alemania o Francia, entre otros, anteponiendo sus intereses económicos y geoestratégicos a la exigencia de valores democráticos y de respeto a los derechos humanos. En palabras del escritor George Orwell: “El lenguaje político está diseñado para hacer que las mentiras parezcan verdades y que el asesinato parezca respetable”. Porque en esta realidad de hipocresía internacional, cada país se preocupa exclusivamente por su propio interés; e incluso, cuanto más poderoso es un país, menos parece interesarle las necesidades de las demás naciones.

Otras referencias:

Pedro Baños, “Así se domina el mundo”.


Foto de portada: StarFlames

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Paz Ramírez Rodríguez


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