
Irlanda ha sido un país históricamente religioso y conservador, a pesar de que a finales de mayo el pueblo irlandés votó “Sí” a favor de que se elimine la prohibición del aborto de su Constitución. Aunque pasen estos cambios, los cuales hay que aplaudir, sigue existiendo una enorme carga estigmatizante contra las mujeres irlandesas que abogan por el aborto legal o que deciden interrumpir un embarazo, especialmente de parte de sectores fundamentalistas y/o religiosos como la Iglesia Católica, quien ha puesto resistencia a esta conquista de derechos por parte de las mujeres, ejerciendo presión a las autoridades e influencia en lxs irlandesxs.
La puerta está abierta, se puede legislar sobre el aborto
El aborto en Irlanda no fue despenalizado a través de la creación de una nueva legislación, como el proyecto de ley que se está discutiendo en Argentina impulsado por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito; sino que el pueblo irlandés votó a favor de la despenalización del aborto a través de un referéndum realizado el pasado 25 de mayo, derogando así la Octava Enmienda de la Constitución que lo prohibía. Aunque esto no significa que el acceso al aborto en Irlanda ya sea una realidad, pero si significa que la clase política irlandesa tiene una coyuntura genuina para legislar sobre la materia.

El anacronismo de la Octava Enmienda
El aborto era considero un crimen y, en consecuencia, estaba prohibido por la Octava Enmienda de la Constitución de 1937, en dicho marco jurídico, el feto era considerado como sujeto de derechos desde la concepción, es decir, el feto desde el minuto uno tenía derecho a la vida y, en consecuencia, era considerado una “persona no nacida”. Esto se traducía en que la vida del embrión estaba al mismo nivel que la vida de la mujer. No importaba que la mujer tuviera un proyecto de vida en la cual no contemplara tener hijxs, no importaba que el embarazo sea producto de un incesto o una violación o sea una niña de 12 años quien lo tuviera. El feto tenía derecho a nacer y la mujer estaba obligada a tenerlo, aunque significara que fuera en contra de su voluntad, violando así incluso su derecho a decidir y su libertad personal.

El aborto en Irlanda se permitía en situaciones muy excepcionales (sólo cuando la vida de la madre corría peligro, y esto sólo hasta el 2014 se le dio esa opción a las mujeres con la Ley de Protección de la Vida Durante el Embarazo, porque antes incluso las mujeres que llevaban un embarazo contrario a su salud, debían de morir debido a su prohibición total.) aunque en términos reales estas situaciones son sumamente escasas, en la práctica era casi total la negación del aborto, provocando que muchas mujeres se vieran obligas a abortar de manera ilegal sin condiciones de sanidad ni de seguridad de parte del Estado, viéndose en la necesidad de viajar al extranjero para hacerlo en condiciones licitas y seguras.
Por ejemplo, en este mismo contexto excepcional sólo a 25 mujeres le permitieron el aborto en Irlanda en el 2016 y, en ese mismo año, unas 3.265 mujeres viajaron de Irlanda a Reino Unido a practicarse abortos, según el Departamento de Estadística de la Salud del Reino Unido. Y todos los días 9 irlandesas en promedio viajan a Reino Unido a interrumpir sus embarazos y 3 mujeres más compran pastillas abortivas en Internet. Lo cual quiere decir que negar el aborto y criminalizar a las mujeres no hace que hayan menos abortos, lo que provoca es que más mujeres arriesguen sus vidas en el proceso de acceder a él y que el acceso al aborto se convierta en un asunto de “quien lo puede pagar”, al ser las únicas que pueden ir al extranjero a hacerlo.
Por eso, la derogación de la Octava Enmienda que ilegalizaba el aborto, no sólo significa quitar una parte de la Constitución, sino la ocasión posible de la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo, y hacer que el Estado irlandés tenga la oportunidad imperdible de hacer que el aborto sea un derecho de todas las irlandesas de manera segura, legal y gratuita.
Esta Octava Enmienda afortunadamente ya no es vigente, entró en vigor a través de un referéndum en 1983 con 67% de los votos a favor, y es a través de otro referéndum ganado con un 66,4% de los votos y un ejercicio democrático de decisión que el pueblo irlandés y las organizaciones de derechos humanos, con un contundente “Sí” votaron a favor de la anulación de la Octava Enmienda, traduciéndose en que existe un nuevo horizonte de esperanzas en que las irlandesas puedan contar con una legislación que les permita acceder de manera libre y segura al aborto, sin que sus vidas corran peligro.
La excepción que no se cumple
Hoy son miles las mujeres que mueren por no tener acceso al aborto de manera segura, libre y legal. Savita Halappanavar tan solo es un ejemplo de ello, era una mujer de 31 años que murió en el 2012 por un paro cardíaco debido a la negativa del Estado irlandés en negarle el acceso a un aborto, por llevar a cabo un embarazo que significaba riesgo a su salud e integridad personal. Frente a su petición de abortar por miedo a morir, los médicos del Hospital Universitario de Galway dijeron que su enfermedad no significaba un peligro a su salud y se negaron diciendo que Irlanda es “un país católico”. A pesar de que el aborto estaba permitido cuando la vida de la madre estaba en riesgo, a Savita se le negó ese derecho, evidenciando que la excepción de la ley también se incumplía.

Savita fue una inspiración para los movimientos sociales de mujeres y las organizaciones de derechos humanos, que vieron su caso como una brutalidad del Estado y la sociedad irlandesa, pero al mismo tiempo como una pertinencia para luchar por aquellas vidas de otras mujeres que, como Savita, van a morir si no se cambia la legislación. Savita no murió, renació como semilla en las mentes y corazones de las mujeres y la sociedad civil irlandesa que votaron por él “Sí” en el pasado 25 de mayo.
Menos muerte y más vida
El “Sí” ganador del referéndum se materializa en una conquista categórica de derechos de las mujeres, ya que las irlandesas que aborten no tendrían que estar 14 años en la cárcel en un contexto de ilegalidad, sino que ahora podrán acceder al aborto legalmente hasta la semana 12 y hasta la semana 24 en casos en que la viabilidad del embarazo sea contrario a la vida y la salud de la mujer, lo que se traduce en más seguridad para ellas y menos mortalidad materna, según el borrador de proyecto de ley que quiere presentar el Primer Ministro Leo Varadkar. La discusión de este proyecto de ley será todo un reto, ya que grupos conservadores y derechistas considerados “provida” organizados en la “Campaña del No” a pesar de que recocieron la victoria de la “Campaña de Sí”, empujada y colocada en el debate público por miles de organizaciones y mujeres feministas. Dijeron que harán oposición al dicho proyecto de ley, el cual se pretende que sea ley a finales de este año.
Irlanda pasa al lado correcto de la historia
Con la victoria del “Sí” Irlanda pasa al lado correcto de la historia, pasa de ser inquisidor de brujas a protector de sabias, ya que, con el resultado del referéndum y la voluntad de política de legislar la legalización del aborto deja de ser uno de los países que junto a República Dominicana, El Salvador, Nicaragua y Malta cuentan con las leyes contra el aborto más duras del mundo, según Amnistía Internacional, a uno que podría garantizar la libertad de decisión, las libertades y derechos de las mujeres a elegir cuándo y cómo quieren ser mamás, o simplemente le dé la oportunidad a las mujeres elegir serlo o no.
Ahora las mujeres que resulten embarazadas y aquellas que también lo estén producto de una violación, incesto o cuando el feto sea inviable o vengan con mal formaciones congénitas, tendrán una opción para elegir, una opción de vivir y no la que por años le ha impuesto la Iglesia y el Estado.
Hoy el puritanismo conservador irlandés da un paso atrás, y se fortalece un Estado más democrático, social y moderno que pone la decisión de las mujeres sobre la mesa, en especial toma en cuenta la voz de aquellas que quieren tomar decisiones sobre sus propios cuerpos y vidas. Tomar en cuenta la voluntad de aquellas mujeres embarazadas que fueron víctimas de violación o que cargaron con un embarazo no deseado, que sus vidas perdieron sentido, que corrieron peligro por llevar un embarazo riesgoso o simplemente que murieron en la clandestinidad o salieron a abortar al extranjero porque en su país no se le permitió. Hoy esas mujeres, aunque falta que el Parlamento legisle sobre la materia, tienen y tendrán una voz más fuerte que ayer. ¡Qué el aborto sea ley!
Ésta es una explicación sin ánimo de lucro.