“No podremos luchar por nuestros derechos, nuestra historia y nuestro futuro hasta que nuestras armas sean la crítica y el conocimiento”.
Edward Said
Los medios de comunicación, tanto nacionales como internacionales, no siempre son capaces de representar la complejidad de conflictos duraderos en los que se superponen diferentes capas como es el caso del palestino-israelí. Muchas veces, cuando oímos hablar —ya sea en prensa, televisión, radio o medios digitales— del Estado de Israel y del conflicto en los Territorios Palestinos Ocupados (TPO) la cuestión de la ocupación y el apartheid queda completamente olvidada.
Sin embargo, no se puede hablar de supuestos ataques terroristas o de detenciones sin mencionar, necesariamente, la situación de ocupación que viven los palestinos desde hace ya cincuenta años —setenta si tomamos como punto de inicio del conflicto la Nakba de 1948—. Hoy no queremos hablar de violencia, ni de apuñalamientos, ni de menores detenidos arbitrariamente, ni de demoliciones de infraestructuras básicas, ni de expropiación de tierras… A pesar de la importancia que tienen todos esos temas, hoy de lo que queremos hablar es de eso que no llega a los titulares y que, hoy, más que nunca, es necesario conocer: la resistencia no violenta en Palestina.
“¿Adónde iremos después de la última frontera? ¿Dónde volarán los pájaros después del último cielo? ¿Dónde dormirán las plantas después del último aire? Escribiremos nuestros nombres con vapor teñido de carmesí, cortaremos la mano al canto para que lo complete nuestra carne. Aquí moriremos. Aquí, en el último pasaje. Aquí o ahí… nuestra sangre plantará sus olivos”. —La tierra se estrecha para nosotros.
Fragmento de Mahmud Darwish
¿Resistencia no violenta en un conflicto? Parece difícil de creer que exista ese componente no violento —que no necesariamente pacifista— en un contexto mundialmente reconocible por los soldados del IDF fusil al hombro, los tanques de combate, el escudo antimisiles israelí y los cohetes de Hamás, las piedras de los niños palestinos y las bombas de gas lacrimógeno, las aspisonadoras que hacen pedazos hogares y los más modernos asentamientos. En definitiva, dos intifadas, una ocupación y un apartheid que solo se puede dibujar con violencia. A pesar de todo ese panorama desolador que nos presenta el conflicto entre Israel y Palestina, hay luz al final del túnel y la esperanza la pone esa resistencia no violenta, en especial la artística y cultural.
Aclarando conceptos: pacifismo vs. no violencia
Antes de comenzar a analizar esta resistencia no violenta a la ocupación de la que hablamos, necesitamos tener los conceptos claros. ¿En qué se diferencia la resistencia pacifista de la no violenta?
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Según la RAE, el pacifismo es un “movimiento a favor de la abolición de la guerra como solución a los conflictos entre naciones” o “la actitud de quien ama la paz”. Por su parte, el diccionario Merriam Webster define la no violencia como “la abstención de violencia como principio y, también, el principio de esa abstención”. Es más, dice que “es la cualidad o el estado de no ser violento, es decir, de evitar la violencia”. Además, define la no violencia como “las manifestaciones no violentas para conseguir fines políticos”. La diferencia parece clara, ¿no crees? Aunque en el imaginario colectivo no parece estar tan clara.
Ahora que ya sabemos que el pacifismo conlleva no violencia, pero que la no violencia no tiene porqué conllevar pacifismo, vamos a centrarnos en una forma de resistencia no violenta a la ocupación israelí que, como ya hemos mencionado, pasa desapercibida para el público: la resistencia cultural.
Resistencia cultural en Cisjordania: una vía de escape y protesta a la ocupación
Ocupación y resistencia son dos conceptos que van de la mano. A toda ocupación le sigue la resistencia. En el caso de los Territorios Ocupados Palestinos, esta ocupación empezó con la Nakba o la catástrofe en 1948, cuando más de setecientos mil palestinos fueron expulsados de sus hogares y tuvieron que huir por la creación del estado de Israel.
Al principio, la ocupación fue física: se ocuparon casas y tierras. Sus dueños fueron desplazados, ya fuese interna o externamente. Millones de personas se convirtieron en refugiados, ya fueran dentro o fuera de su propio país. Sin embargo, con el paso de los años, la ocupación empezó a “ocupar” (nunca mejor dicho) otros espacios de la vida, ya no solo el físico: la apropiación cultural se convirtió en algo común, la gastronomía, el arte, la cultura y la propia historia dejo de pertenecerle a los palestinos. Por ello, para no perder su propia identidad, la denominada resistencia cultural empezó a extenderse. Poco a poco, sobre todo en Cisjordania, se convirtió en un símbolo más, junto a las piedras y la llave que representa la Nakba palestina.
En mi último viaje a Cisjordania, un joven actor al que conocí me dijo algo que me marcaría para siempre: “¿qué haces cuando te lo arrebatan todo, incluso tus sueños? Pues seguir resistiéndote e impedir que te arrebaten la imaginación”.
Con ese fin, en los últimos quince años se han diseñado y desarrollado diferentes programas culturales, puestos en marcha por, en su mayoría, organizaciones culturales locales. Todos ellos sirven como modelo para la resistencia civil no violenta a la ocupación. En este sentido, los programas educativos, culturales o de entretenimiento han servido para crear comunidad y un sentido de orgullo nacional entre los palestinos —sobre todo entre aquellos más jóvenes que no llegaron a conocer “ese antes” previo al bloqueo de Gaza y a la creación del muro y del apartheid en Cisjordania—. Es más, este tipo de iniciativas proporcionan una salida, una forma de lidiar con problemas comunes de la sociedad palestina —en particular en los más jóvenes— como la depresión o los sentimientos de pérdida o desahucio.
“Cada hora que estoy con estos chicos es una hora que no están en la calle… A través de la música les enseño a soltar las piedras y coger un instrumento en su lugar”.
Palabras de un profesor del Conservatorio Nacional de Música Edward Said.
La resistencia a través del teatro y las artes visuales
Uno de los grandes ejemplos de éxito de cómo la resistencia cultural tiende puentes y destruye muros y, sobre todo, crea nuevas ilusiones y ofrece esperanza a la población palestina lo encontramos en Yenín (Cisjordania). El Freedom Theater (teatro de la libertad en español) nació en pleno fervor de la primera Intifada de la mano de Arna Mer Khamis, con el objetivo de proporcionar refugio en pleno campo de refugiados. Sus programas de teatro y arte enseñan a los niños y niñas de Yenín a lidiar con el miedo perpetuo que sienten, con la depresión y el trauma. El Freedom Theater proporciona a los más pequeños —y a muchos adultos— un escape de la realidad y la posibilidad de un imaginar un mundo diferente, y luchar por él.
Desde Yenín, los miembros del Freedom Theater viajan a lo largo y ancho de Cisjordania —o, al menos, hasta donde las fuerzas armadas israelíes les permiten— actuando y extendiendo un mensaje de paz. Además, colaboran con ONG y otros proyectos para propagar esta idea de trabajar los traumas y las ansiedades de los más jóvenes desde el teatro y las artes visuales.
Otro buen ejemplo de resistencia cultural a través de las artes la encontramos en plena ciudad de Belén, en el campo de refugiados de Aida. El centro Alrowwad (o pioneros por la vida) ofrece una alternativa para empoderar a las mujeres y a los niños del campo de refugiados a través de la educación, las artes visuales y escénicas y, sobre todo, la noviolencia. El fundador de Alrowwad, Abdelfattah Abusrour, tiene muy claro la importante función de su organización en la comunidad de Belén y la sabe trasmitir a la perfección:
“Todo el mundo puede generar cambios. Nadie tiene derecho a decir ‘no puedo hacer nada’, porque si lo haces cada día será peor que el anterior. Ésta no es la herencia que deberíamos dejarles a nuestros niños ni a las futuras generaciones”.
Sin embargo, estos son solo dos ejemplos entre cientos que tuve la oportunidad de experimentar en mi propio cuerpo. En mi último viaje a Cisjordania visité ambos proyectos y pasé tiempo con sus organizadores y con los jóvenes que participan en ellos. Todos coincidían en algo: este tipo de iniciativas han cambiado su vida y les han ayudado a creer en un futuro diferente.
La resistencia a través de la música, de la literatura y del arte
La música, la literatura y el arte en general tienen también cabida en la resistencia cultural a la ocupación israelí. Por ejemplo, Mahmud Darwish es uno de los grandes símbolos de la resistencia a través de la literatura, y la música siempre ha formado y formará parte del colectivo cultural palestino. Desde la Nakba ha habido decenas de autores que han puesto música a los sentimientos de desasosiego y frustación que conlleva la ocupación, al igual que al abandono de hogar y el hecho de convertirse en refugiados. Sabreen, DAM, Shadia Mansour, Marcel Khalife o Mira Awad son solo algunos ejemplos de músicos que luchan por el fin del apartheid con su arte y reivindican su identidad y su cultura.
Más allá de la música o de la literatura, si algo define a Palestina son sus grafitis. El “muro de la vergüenza” que separa a los israelíes de los palestinos, y a los propios palestinos entre ellos y que les impide moverse con libertad, está lleno de demostraciones artísticas internacionales, pero sobre todo locales. Más allá de Banksy, muchos artistas callejeros locales, hombres y mujeres, han dejado su huella en ese muro que nos divide a todos.
Israelíes apoyando la resistencia no violenta a través del arte
Por otro lado, a veces nos encontramos con pequeños gestos que nos hacen recobrar la esperanza. A veces, nos encontramos con artistas como el músico israelí David Broza, que intentan tender puentes con su música para destruir los muros que separan a dos pueblos que se parecen tanto y que, a su vez, están tan lejos el uno del otro. Con su proyecto East Jerusalem – West Jerusalem juntó a artistas israelíes y palestinos para componer y cantar por la paz y el fin de la ocupación. En Netflix podrás encontrar un documental muy interesante sobre este proyecto que aboga por la no violencia y la vida en comunidad.
“Creo en el día en que todos los hijos de Abraham rendirán sus espadas para siempre en Jerusalén”.
Jerusalem de David Broza
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One comment
Roser Batlle
09/07/2018 at
Muchísimas gracias por compartir estos reportajes. Alimentan la esperanza y el optimismo… ¡que no es poco!